Autor: Francisco Erice y Jorge Uría
martes, 04 de agosto de 2015
Sección: Roma y Grecia en Celtiberia
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La cultura romana en Asturias

La cultura romana en Asturias – Superficial y Efimera

(Basado en el libro "Historia de Asturias" de Francisco Erice)

Sabemos todos muy bien que aparentemente después de la última guerra
cantabra acaecida en el año 19 a.C.,, dirigida por el general Agripa,
aparentemente Asturias y Cantabria quedaron sometidas a los romanos,
antiguamente, se decía que los Astures se habían extinguido, o bien
se habían convertido como por encanto en romanos, actualmente
cambiaron las hipótesis, basándose en hechos históricos, y hoy
podemos asegurar que la cultura romana en Asturias fue "superficial y
efímera", pero, ¿cuáles son esos hechos históricos?, Francisco Erice,
con licenciatura de historia en la universidad de Oviedo, nos lo
explica



Historia de Asturias

Francisco Erice, Jorge Uría González

Gijón : Mases, D.L. 1988. ISBN 84-86328-51-9

Historia básica de Asturias

Francisco Erice, Jorge Uría González

Gijón : Silverio Cañada, 1990. ISBN 84-7286-310-7


"Tal vez lucus asturum,
(actual Llugo de Llanera, cerca de Oviedo),
desempeñara ciertas
funciones romanizadoras. Por lo demás, los
enclaves de este tipo
contrastan con el mantenimiento de formas de
poblamiento más
arcaicas a oriente y occidente, desde los mismos
castros hasta el
seminomadismo que caracterizo a un pueblo como el de
los
vadinienses, en la zona del río Sella. Y en cualquiera de los
casos,
la pobreza de la vida urbana resulta congruente con la
inexistencia
de status sociales típicos de la sociedad romana; por
ejemplo,
en las inscripciones latinas conservadas no aparece ni un
solo
astur transmontano perteneciente al orden senatorial o
municipal,
solo uno perteneciente al orden ecuestre, siendo común que
los
romanos utilizaran a los soldados astures para sus caballerías.
En
cuanto al posible papel romanizador del ejército, resulta
verosímil
calificarlo de poco relevante. Las tropas asentadas en la
actual
región asturiana debieron de ser muy reducidas. Hubo, es
cierto,
muchos astures integrados en unidades auxiliares del ejercito

romano, pero se trataba generalmente de augustanos y, con
bastante
frecuencia, los veteranos no regresaban a establecerse
en su lugar de
origen, con lo que su influencia romanizadora hubo
de ser bastante
restringida.
Además de superficial, la
penetración de la cultura romana  fue en
Asturias bastante
tardía, hasta el punto de que su difusión concluyó
tras la
caída del Imperio, en época visigótica o arrastrada por la

difusión del cristianismo. Asturias aparecía nuevamente como
una zona
geográfica e históricamente aislada, refractaria a la
incorporación a
corrientes culturales dominantes en otros
lugares de la Península.
Resulta significativo que el impulso
romanizador fundamental, una vez
clausuradas las minas y teniendo
en cuenta el débil desarrollo
urbano, lo desempeñaran las
villae agrícolas, estas, en efecto, nos
proporcionan la mayor
parte del material arqueológico romano hallado
en
Asturias.
Conocemos el área de extensión de las "villas"
no solo por los
vestigios materiales, sino también por la
toponimia; concretamente
los sufijos -ana (Cornellana, Cabruñana,
etc.) corresponden a
lugares donde existieron este tipo de
establecimientos agrícolas. En
general se encuentran en zonas
fértiles y bien comunicadas, en torno
a la vía Legio VII-lucus
asturum, prolongada hasta Gigia, en los
valles de algunos ríos
como el Nalón o en las proximidades de la
costa (Gijón,
Villaviciosa); siempre en la zona central de la región,
en el
área de asentamiento de los astures. Hasta el presente, sólo
unas
pocas han sido estudiadas, destacando las de Memorama (Lena) y
las
Murias de Beloño (en Cenero, Gijón).
Las "villas"
desempeñaban una doble función, residencial y agrícola.
El uso
residencial por parte de familias acomodadas viene demostrado
por
el descubrimiento de estancias con pavimentos o rica
ornamentación,
o de termas como las de Beloño (las de Campo de
Valdés, en
Gijón, es indiscutible que pertenecieran a una villa).
Otras
dependencias se relacionan con las labores agrícolas. Por lo
demás,
no podemos precisar la identidad de los possessores –romanos o

indígenas romanizados- o de los trabajadores –seguramente
colonos o
mano de obra semilibre -, ni siquiera qué tipo de
labores agrícolas o
ganaderas se desarrollaban en ellas. A
diferencia de lo que ocurría
en otras zonas de Hispania, las
villae no eran en Asturias el centro
de extensos latifundios,
sino seguramente la base de pequeñas
explotaciones familiares
más acomodadas o propiedades de mediana
entidad. Muchas datan de
los primeros siglos de dominación romana,
pero su culminación
coincide con el proceso ruralizador del Bajo
Imperio y algunas
permanecieron habitadas incluso hasta la época
visigótica. La
continuidad del hábitat, al igual que ocurre con
algunos
castros, testimonia el encabalgamiento de formas culturales
diversas
por encima de los cambios políticos.

En síntesis, si
atendemos a la importancia de minas, villae y núcleos
de
asentamiento urbano y al influjo que ejercieron sobre su entorno,

observamos que la dialéctica entre las estructuras romanas e

indígenas fue compleja, tensa y prolongada, pero en ella las
formas
culturales de los pueblos sometidos, ciertamente
debilitadas y
adulteradas con el contacto, conservaron sin
embargo una notable
pujanza. Un indicador importante, a este
respecto, es el
mantenimiento de los rasgos gentilicios
indígenas, opuestos al
esquema familiar y los criterios de
territorialización aportados por
los romanos. Las inscripciones
funerarias o votivas conservadas de
estos pueblos –en particular
los menos romanizados- reflejan con
mucha frecuencia la
adscripción gentilicia de los dedicantes o la
filiación a
través del avunculus o tío materno (adscripción
matrilineal,
pero a través de un personaje masculino). Estos
elementos se
amalgaman con otros estrictamente romanos y se vierten
en un
molde lingüístico latino, en una curiosa mezcla que muestra a
la
vez el alcance y los límites del influjo romanizador. Es
corriente,
por ejemplo, encontrar nombres indígenas expresados con el
sistema
romano de los tria nomina.
La vitalidad de lo indígena se
manifiesta asimismo en las formas
religiosas. Frente a los cultos
tributados a dioses romanos, que a
veces aparecen también
acompañados de epítetos indígenas (por
ejemplo: Iuppiter
Candamius), otras divinidades latinas pueden
identificarse con
anteriores cultos indígenas a las aguas (Fortuna
Balnearis) o a
los protectores de los caminos (Lares Viales), lo que
contribuye
a explicar su arraigo. En Asturias se han localizado
además tres
dedicaciones a deidades propiamente indígenas, una de las
cuales
se debe a una comunidad astur, los Luggoni Arganticaeni.
El
mantenimiento de las creencias autóctonas, el aislamiento, el

ruralismo y el bajo nivel de romanización, retrasaron la
expansión
del cristianismo. Mientras entre los augustanos está
comprobada la
existencia de comunidades cristianas en el siglo
III y de sedes
episcopales en el IV, con la difusión incluso por
Galicia y León de
la doctrina herética del priscilianismo, en
Asturias no hay
testimonios irrefutables de cristianismo hasta
mucho más tarde.
En suma, cuando el poder romano entra en crisis,
la romanización de
algunos pueblos norteños seguía siendo
precaria. No es aventurado
pensar incluso, en medio de las
turbulencias del Bajo Imperio, en un
resurgimiento de los rasgos
indígenas. Hoy la tesis de la presencia
de un limes o línea
fronteriza contra cántabros, astures y vascones
no parece contar
con muchos adeptos. Pero lo que no puede negarse es
que, si no
alzados permanentemente en armas, estos pueblos seguían
mostrándose
reacios a su asimilación cultural."




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