Autor: Irluachair
viernes, 14 de enero de 2005
Sección: Artículos generales
Información publicada por: Irluachair
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Los karamajong: una epopeya antigua con metralletas
Un inquietante texto para comprobar el efecto de poner en manos de guerreros de antaño, todo el arsenal moderno
El territorio... era una vasta sabana, seca en verano y verde en la estación de las lluvias, una provincia muy grande de nordeste de Uganda, habitada por el pueblo karamajong (el nombre designa tanto al lugar como al pueblo y a las personas) de mala gana y con un sentimiento de vergüenza. Los karamajong van desnudos, y se obstinan en conservar esta costumbre pues consideran que el cuerpo humano es bello (y es verdad: se trata de unas gentes altas, esbeltas y de complexión magnífica). Pero esta oposición suya también tiene otra explicación: todos lo europeos que en tiempos habían llegado hasta ellos no tardaban en caer enfermos y morir. En vista del panorama, los karamajong sacaron la conclusión de que era la ropa la causante de las enfermedades y de que vestirse significaba lo mismo que firmar su propia sentencia de muerte. De ahí que hubiesen experimentado un auténtico pavor ante toda vestimenta. Amín (dictador de Uganda), quien consideraba que ir desnudos ponía en ridículo a los africanos, promulgó un decreto obligándolos a llevar ropa, y a los que atrapase desnudos, su ejército los fusilaba en el acto. Aterrorizados, los karamajong conseguían donde podían ya un trozo de tela, ya una camisa o un pantalón y los liaban en un hatillo que llevaban consigo a todas partes. Al enterarse de la presencia de militares en la zona o de que en las cercanías merodeaba algún agente del gobierno, se vestían por unos momentos, para más tarde volver a desnudarse con alivio.
Los karamajong se dedican a criar vacas y se alimentan, fundamentalmente, de su leche. Emparentados con los iteso, también consideran a las vacas el tesoro más preciado y seres místicos. Creen que Dios les ha confiado todas las vacas del mundo y que su misión histórica consiste en recuperarlas. Con este fin, no paran de organizar expediciones armadas contra los pueblos vecinos. Las invasiones en cuestión (en inglés, cattle-raiding) constituyen una mezcla de incursión de saqueo, misión patriótica y deber religioso. Un joven, para conseguir el estatus de hombre maduro, tiene que tomar parte en un cattle-raiding. Estas batallas son el tema principal de las leyendas, los relatos y los mitos locales. Todos ellos tienen sus héroes, su historia y su misticismo.
El padre Albert cuenta cómo se lleva a cabo una de estas incursiones. Los karamajong caminan en fila india, a paso firme y en perfecta formación. Avanzan por unos senderos de guerra que conocen muy bien. Cada destacamento se compone de doscientos o trescientos hombres. Cantan o lanzan gritos rítmicos y sonoros. Su servicio de espionaje ha averiguado previamente dónde pacen manadas de vacas que pertenecen a otro pueblo. El objetivo consiste en secuestrarlas. Cuando llegan hasta el lugar, se produce la batalla. Puesto que los karamajong son unos guerreros intrépidos y avezados en su arte, por lo general ganan y se llevan el trofeo.
La cosa - dice el religioso- está en que, en tiempos, esas columnas iban armadas con lanzas y arcos. Cuando se producía un combate, en él no morían más que unas pocas personas; el resto se rendía o se escapaba. Pero hoy...hoy siguen siendo las mismas columnas, pero armadas hasta los dientes, y con fusiles automáticos. Inmediatamente abren fuego, masacran a la población del lugar, destruyen con granadas sus aldeas y siembran la muerte. Los conflictos tribales tradicionales siguen vivos, los mismos desde hace siglos, pero hoy causan un número de muertos incomparablemente más alto.
"La civilización moderna- concluye- aquí no ha aportado nada: ni la luz eléctrica, ni el teléfono, ni la televisión. Lo único que ha traído son las metralletas.
Pregunto a los misioneros por su trabajo, por los problemas a los que se enfrentan.
- Es un territorio muy difícil - reconoce el padre Johan-. Los hombres nos preguntan cuántos dioses hay en nuestra religión y si tenemos uno especial para las vacas. Les explicamos que no existe sino un solo Dios. Se muestran decepcionados. “Nuestra religión es mejor”, dicen, “tenemos un dios específico que protege a las vacas.¡ Las vacas son lo más importante!”.
Extraído de "Ébano" de Ryszard Kapuscinski
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