Autor: Dingo
jueves, 09 de diciembre de 2004
Sección: Artículos generales
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El Rey, la Diosa y el Orden Cósmico
El "sacrificio del rey" es un motivo mítico arraigado en el ámbito cultural céltico.
El mitologema
El esquema es el siguente: el rey, sacerdote por antonomasia, mediador entre los hombres y las deidades, recibe su legitimación de los dioses, concretamente de una deidad femenina telúrica, para reinar, para gobernar, y posteriormente es ella quien se la quita.
En la mitología celta, el dios/rey, el héroe mítico, relacionado con la luz y el sol, recibe la legitimación de una diosa dadora de soberanía, una diosa-madre ligada a la fertilidad y a la tierra. Estamos en la dualidad universal sol/luna cielo/tierra, cálido/húmedo, masculino/femenino.
En Irlanda aún se celebraba en el s. XII un rito que recoge Geraldus Cambrensis en "Topografía de Irlanda": los miembros de cierta tribu, para elegir caudillo, celebraban un ritual que culminaba en un acto por el cual el futuro rey, proclamándose a sí mismo caballo, simulaba una cópula con una yegua blanca. Tal yegua es símbolo de la señora del lugar, deidad femenina que da la legitimación para reinar: Rhiannon, Epona,... el caballo blanco es un símbolo pancéltico asociado a la diosa de la tierra y de las aguas.
Casarse con la reina/diosa Mebd era condición indispensable para acceder al trono de Connacht. Lug o Lleu recibe la legitimación de Arianrhod en el momento en que ésta le da un nombre. Arturo recibe la legitimación de Viviana, el hada del Lago, en el acto por el cual ésta le entrega Excalibur. Mordred recibe de Morgana la legitimación para sustituir a Arturo como rey, al robar el hada a Arturo la vaina de dicha espada. Al darle la legitimidad, la diosa suele imponer al héroe unos tabús, unas reglas, cuya infracción arrebatará al héroe la legitimidad para seguir reinando. Viviana, por ejemplo, advierte a Arturo que debe de conservar la espada.
El rey debe ser perfecto, sin tachas (un caso extremo son los altos reyes irlandeses tenían que ser físicamente perfectos y renunciar al trono si sufrían alguna mutilación). Pero por mucho que se esfuerce por no romper los tabús, en los relatos siempre acaba haciéndolo, y esto da pie a que otro rey le sustituya, al perder el favor de los dioses. Arturo pierde la vaina de Excalibur sentenciando su muerte. El rey Comaire Mor va rompiendo uno por uno sus ocho tabús, el último de ellos a causa de una treta de la Morrigan, lo cual desencadena su muete.
Este mitologema celta del dios/héroe que es sustituido cíclicamente por otro no es más que el reflejo del ciclo anual cósmico, por el cual, desde el principio de los tiempos, periódicamente, la estación de la luz, la alegría, la prosperidad, la fertilidad, el verano, da paso a la estación oscura, el hostil invierno, la infertilidad y la muerte. El punto de inflexión para los celtas es el 1 de mayo (Beltane): ese día comienza el verano, mientras que con el 1 de noviembre llega el período invernal. Esto es lo que se refleja en los mitos: cada año un dios solar joven sustituye a otro viejo, o mejor, cada año el dios solar muere y RENACE en forma rejuvenecida y purificada. Mordred, el hijo de Arturo y Morgana, destinado a dar muerte y sustituir a su padre, nace, significativamente, el 1 de mayo. Pryderi, hijo de Rhiannon, también nace el 1 de mayo. Según una leyenda contenida en los Mabinogion, Gwythur y Gwynn luchan cada 1 de mayo hasta el Día del Juicio por la bella Creiddylad.
Las hogueras lustrales y purificadoras de Beltane, que con la cristianización se dispersaron por otras festividades como San Juan, tienen esa misión de hacer renacer. Saltar por encima del fuego o correr sobre las brasas, arrojar viejas pertenencias a las llamas, todo ello tiene como misión purificarnos y prepararnos para el nuevo ciclo. Es necesario para mantener el orden cósmico. Un pueblo antiguo como los celtas no diferenciaba el orden cósmico natural del orden social de los hombres. En la mentalidad primitiva todo estaba estrechamente unido. El mundo de los hombres, su sociedad, su gobernante, eran reflejo y proyección del mundo de los dioses, que personificaban las fuerzas de la naturaleza. El día del comienzo del verano (en la tradición ibérica esta fecha se pasó a San Juan, el solsticio) el sol sale radiante, esplendoroso, en algunos lugares se dice que ese día "el sol baila". Y sus rayos, al incidir en las aguas de las fuentes, les infunden la semilla, podríamos decir que se trata de una especie de inseminación mágica. Las aguas quedan inmediatamente "bendecidas por San Juan", según la tradición cristianamente disimulada (es significativo el hecho de que en las tradiciones asturianas al sol a veces se le llama San Juan).
Hasta hace no mucho, en España, la gente salía a recoger en tarros la capa más superficial del agua de las fuentes, o bien el rocío, que habían recibido los primeros rayos solares en la mañana de San Juan. En algunos lugares las mozas procuraban revolcarse desnudas en la hierba impregnada de ese rocío buscando sus efectos fertilizantes. En Escocia los ritos son prácticamente los mismos, pero se mantiene la fecha del 1 de mayo. El sol renacido es simbolizado por el dios/rey solar, que el 1 de mayo entra en contacto con la diosa (la tierra, el agua) y la fecunda, dando pie a la vitalidad y la fecundidad propias del verano.
En el folclore popular del noroeste peninsular, se puede rastrear el mismo mitologema: es el típico relato en que el pastor/héroe se encuentra con la Anjana o Mora (que se aparece casi siempre en San Juan). El reto del héroe es acceder a la Mora, casarse con ella, unirse a ella. Ella le otorgará sus riquezas (cómo no, pues no es otra que la Diosa Tierra). Pero para ello antes ha de "desencantarla", para lo cual ha de superar ciertas pruebas, como vencer al Dragón que la mantiene prisionera. La figura del Dragón, el Cuélebre, la Serpiente, es recurrente en las mitologías indoeuropeas para simbolizar el enemigo primordial, las fuerzas oscuras, el caos, que durante el invierno mantienen prisionera a la semilla, a la diosa, como Hades mantenía prisionera a Perséfone. También los gigantes primordiales suelen representar este papel, como Balor y Cronos. Para poner en marcha la vida, para que un nuevo ciclo comience, es necesario dar muerte al ser primordial. El pastor mata al cuélebre y rescata a la Mora. Pero la Mora suele imponeerle unas condiciones, unos tabús, que el debe cumplir si no quiere perderla. Muchos santos cristianos que tomaron atributos de los antiguos dioses solares aparecen enfrentándose al Dragón, que en la teología cristiana, al igual que en la pagana, también se asocia al Inframundo, a las fuerzas malignas. San Jorge o San Hadrián son prueba de ello.
Chivos expiatorios
En los ritos asociados al comienzo del verano que han sobrevivido cristianizados, podemos encontrarnos detalles que nos refieren a simulacros de sacrificios humanos. Me refiero a la quema de peleles, como el Tararu o el Xigantón asturianos (el tararu ha sido asociado con el dios Taranis, identificación reforzada por el hecho de que estos muñecos suelen portar una rueda, símbolo solar por excelencia, y un tambor, que podría asociarse al trueno), o como el "Juanillo" andaluz. A veces se llama al muñeco "el Diablo" o "el Judas". "Don Carnal" es un pelele asturiano que en Semana Santa es quemado en la hoguera o bien arrojado por un precipicio y representa los excesos cometidos durante los carnavales previos. Todos estos peleles son chivos expiatorios que arden llevándose con ellos nuestro pasado.
¿Son estos ritos del pelele reminiscencias de auténticos sacrificios humanos? Nos dice Julio César de los galos que "forman de mimbres entretegidos ídolos colosales, cuyos huecos rellenan de hombres vivos y pegando fuego a los mimbres, rodeados de las llamas rinden el alma". Según Estrabón, los pueblos del norte de la península ibérica sacrificaban anualmente a Ares, además de ciertos animales, prisioneros de guerra. Es probable que esta deidad guerrera, este "Ares" al que se refiere Estrabón, sea en realidad Taranis, dios a quien según Lucano los galos dedicaban sacrificios por medio de la hoguera (mientras que los otros dos métodos, el ahorcamiento y el ahogamiento, se utilizaban respectivamente para Esus y Teutates). Por cierto que según el propio Estrabón, los peblos del norte de Iberia "despeñan a los condenados a la pena de muerte y apedrean a los parricidas más allá de las montañas o de los ríos de sus territorios". Como hemos visto al "Don Carnal" de la romería asturiana también se lo despeñaba por un precipicio. ¿Se reservaban los prisioneros de guerra y los delincuentes para estos ritos lustrales del comienzo del verano? No es descabellado pensar que el rito anual de quema de prisioneros del que habla Estrabón se celebrase en las festividades que marcaban el comienzo del verano.
Podemos encontrarnos ritos análogos en el ámbito itálico: la romana ceremonia del Tíber del 15 de mayo, una festividad de purificación que se sucedía así: Una procesión presidida por los pontífices, los vestales, los praetores y la sacerdotisa de Júpiter vestida de luto, recogía, en cada una de las 27 capillas "argei", una estatuílla antropomorfa atada de pies y manos que representaba a un individuo con taras. Al llegar al Pons Sulpicius, se arrojaban al Tíber estos simulacros. Algunos autores antiguos suponen que originalmente eran ancianos terminales que se sacrificaban en épocas de grandes hambrunas, como la de 440 a. C. En época de Cicerón era común el dicho "[Tirar] desde el puente a los sexagenarios".
Ya nos dice Silio Itálico (III, 326-331) que "El cántabro [...] Cuando la inútil edad senil comienza a encanecerle, pone fin a sus años, ya no aptos para la guerra, envenenándose con el tejo [...] considerando un castigo vivir para la paz."
El concepto es el mismo en el rito romano y en el celta (por no hablar de las fechas): individuos tarados, imperfectos, ya sea física o moralmente, tarados, ancianos improductivos, prisioneros de guerra o delincuentes, son sacrificados por medio ya sea del agua o del fuego. Con ellos se van las "impurezas", los "pecados" del pueblo. El pueblo está entonces listo para afrontar el nuevo ciclo, purificado. Imposible no relacionar esto con la figura del rey y su destitución/sacrificio cuando aparecen en él taras o defectos, que le inabilitan para ser el mejor de los hombres. La llegada de males para el pueblo (hambrunas, catásrofes, etc) es achacada al hecho de que el rey carece ya del favor de los dioses. Ha de ser sustituido, "sacrificado". Lo que a día de hoy no estamos en condiciones de asegurar, es sin el sacrificio del rey fue alguna vez real, y no simulado, entre los celtas.
La importancia del ciclo cósmico en la mitología es universal. Podemos a modo de ejemplo citar la versión mesoamericana, condensada en el juego de pelota y el posterior sacrificio del capitán del equipo ganador; todo se basaba en el afán de mantener el orden cósmico y la renovación anual del ciclo solar.
Fuentes
Cencillo, L., "Historia sistémica de los dioses" (Ed. Fundación, Madrid 1998)
Diez de Velasco, F., "Introducción a la historia de las religiones" (3ª edición, Madrid, 2002)
Diviciaco, "Monte Aramo: La tierra sagrada de los Astures" (http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=797)
Milio Carrín, C. de, de "La creación del mundo, el héroe fundador y otros temas de la mitología asturiana" (http://www.geocities.com/mouguias)
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Hola, soy nuevo en el portal y me gustaría saber si en relación a este artículo alguien cree que puede desarrollarse la relación entre la piedra y el árbol como figuras arquetípicas de lo masculino y lo femenino en el plano de las deidades primordiales. Yo por mi parte así lo creo y expongo a continuación mis ideas:
Ya en la Europa prehistórica hay una pléyade de diosas de la Tierra, la fecundidad y la Creación, cuyo culto se inicia más o menos en el 35.000 a.C. y llega a su máximo desarrollo litúrgico entre el 7.000 y el 3.500 a.C., y desde el Atlántico hasta el Caspio.
Diosas que serán asumidas por los distintos pueblos indoeuropeos y dánicos con distintas denominaciones: Ana-Dana, Gaya, Era, Rea, Deméter, Atenea, Astarté, Artemis, Diana, Artemisa, Adartia, Hécate, Isthar, Innana, Anu, Cibeles, Isis, Hator, etc... Y ello, por cuanto el origen mitológico de unas y otras, es de suponer el mismo: la atávica “Diosa Blanca”; la potencia creadora ctónica y andrógina a la que se refiere la tradición de las “Damas Blancas” citada por Sir WALTER SCOTT en La Dama Blanca. Diosa a la que en origen se la adoró por a través de un árbol o un poste de madera, en su aspecto virginal-femenino, y luego a través de un meteorito encallado en el suelo, como piedra sacra o lapis exillas, (del latín lapis ex celis) en su aspecto masculino.
En particular, se puede observar la tradición del árbol sacro o poste sagrado en la Asherah judaica. Asherah cuya etimología proviene del hebreo asheh-rah, y éste del término eh-shel, (לּשאִ), que significa: “árbol”. Con lo que la Asherah es “la diosa del árbol”; (citas bíblicas de este culto se encuentran en: Oseas 4, 13 y Jeremías 2, 20). En este sentido, la diosa semítica Ashtoreth, (también conocida como: Acherat, Asherah, Asherat, Ashtareth, Ashtaroth, Astarté o Astarot; véase la entrada correspondiente en el Capítulo 2), era adorada en la asherah dentro de la arbolada sacra; (véase respecto al culto árbol y el bosque sagrado el término Dodona en este mismo capítulo). Culto al árbol sacro que puede encontrarse también en los recintos célticos del S. VI. a.C., de Goldberg y Goloring en Alemania; en el yacimiento de Bliesbrück en el Mosela; en el santuario del S. III a.C. de Libeniče, (República Checa); o posteriormente en época galo-romana, en las denominadas “Columnas de Júpiter y el Gigante”, en Bad Cannstatt y en Hausen-an-der-Zaber, (ambas localidades en las inmediaciones de Stuttgart). Árbol cosmogónico al que se conoce como Yggdrasil en la cultura germánica y al que se alude en la Biblia en Daniel 4. También se conecta este culto con la fiesta de los Mayos, en honor de la reina Maya; celebrados ya en Roma bajo la advocación de Flora en la fiesta de la Floralia, así como en numerosos pueblos del Oriente en los que se celebraba la “Fiesta de las Flores”. Por último, en relación a lo anterior, debe destacarse el culto a la Vara de Mayo; así, en la Edad Media francesa, la festividad de los Mayos, se vinculó a la “Reina de Mayo” o “Reina Maya”, una muchacha virgen, representación de la pureza de la joven Primavera, a la que se agasajaba durante todas la festividad; al tiempo que era también costumbre plantar un árbol, (al que también se llamaba Mayo), enfrente del hogar de aquellos a los que se quiere agasajar. (Para ahondar en estos cultos mayales véase en el capítulo tercero el término Beltaine). Finalmente, vinculado a este culto, puede descubrirse tambien la leyenda del “Bosque de las Lanzas”, reatada en la obra anónima Karoli Magni et Rotholandi, del S. XI; en la que se cuenta que tras el desastre de Roncesvalles por las tropas de Carlomagno, ante la falta de hombres que pudieran defender el paso de Francia, éste habría llamado a las armas a las mujeres; que tras mostrar frente al invasor, el mismo, al ver el porte de tan bravío ejercito habría huido de la confrontación. Tendiéndose después a descansar tan valerosas mujeres; sus lanzas, durante la noche, enraizaron formando un bosque de árboles enhiestos y floridos.
Sobre el culto a la Diosa, debe destacarse también el culto a la “rocas sagradas” o “piedras asherah”, (es decir “piedras sobre el árbol”: posiblemente un meteoro incrustado sobre el árbol sacro como escenificación de la “violación divina” o el cubrimiento de la Tierra por el Sol). Aquí, debe destacarse en primer término el culto a Cibeles, Kybele o Kybebe (con mucho, el que menos se despego del precedente prehistórico). Cibeles es la Gran Madre del mundo Egeo, (adorada también en el Norte de África: v.g., en La Kabilia argelina), a la que FRAZER en su obra la Rama Dorada denomina “gran diosa asiática de la fertilidad que tenía su morada principal en Frigia”. Siendo así conocido, el hecho de que el centro del culto de “la buena diosa”, era Pessionte o Pesinunte, (Pesino), en Frigia, a la sombra del monte Dindumene, dentro de la tradición celta de los gálatas; y entorno al citado meteoro, una piedra negra, el masseboth, adorado por los fenicios; y del que se dice, que en él se encontraba el germen de todo lo necesario para que los hombres pudiesen cosechar. Masseboth que encontramos también en la tradición judaica a través de la massebah; del hebreo mas-seh-chah, (הּבּפּם) o de matz-tzeh-vah, (הּבּצּם); y que se trata de una roca de metal fundido de origen extraterrestre. En este sentido, y desde un punto de vista etimológico, la vinculación entre los meteoros, la piedra y la divinidad creadora se observa en términos como Mathesis, que en latín se refiere a la Matemática y a la Astrología indistintamente; (así se descubre por ejemplo que los astrólogos mesopotámicos eran matemáticos; que la Astrología fue utilizada por emperadores como Septimo Severo, que fue gran matemático; o que en el S. IV d.C., se escriben obras como Matheseos de FIRMICO MATERNO, un auténtico tratado de astrología). Vinculación que se observa también en términos como Masgida, en arameo, “lugar de prostración sagrada”, o Mahadeisha, nombre dado en la india a los petroglifos de espirales y círculos concéntricos; que vienen a coincidir con el término griego-latinizado Mahadéos, que significa “materia”. Siguiendo esta línea etimológica descubrimos los siguientes términos griegos:
_ Мήτηρ-μητρός: Madre, origen (dorio Мατηρ).
_ Мετεωρος-ον: Sobre el suelo, elevado, aéreo, celeste.
_ Мεταλλου: Metal.
_ Мήτρα: Matriz.
_ Мαθημα-ατος: Conocimiento, ciencia, arte.
_ Мέτρον: Medida.
Y los siguientes términos latinos:
_ Mathematica-ae: Matemática, astrología.
_ Metalum-i: Mina, metal.
_ Meto: Recolectar, cosechar, segar, vendimiar.
_ Mater-tris: Madre.
_ Materia-ae: Materia.
Llegados a este punto, el culto meteorítico queda definitivamente atestiguado de una manera genérica si atendemos a las representaciones artísticas de las tribus primitivas, en las que los primeros intentos por representar figurativamente la deidad, se realizaron a través de los pilares denominados xoanas, (de la raíz [xo-] y del término Ana; lo que vendría a significar: “procedentes de la tierra de Ana”); de este tipo son entre otras las representaciones de Zeus Lambreado en las monedas de Caria y las de Zeus tri-ocular de Argos.
Por otra parte el culto de ambos elementos sagrados asherah y masseboth, como representaciones de la diosa andrógina Ashtoreth, dentro de la tradición judía rabínico-yavehística, (a través de lo que en la tradición hindú son el yoni y el linga unidos y fundidos en un solo ser en la tradición del tantra “de la mano izquierda” y el Raajayoga o “vía raja” del yoga manifestada en el Kamasutra), tuvo que verse sustituido por un culto mas apropiado para con el del dios único Yahvé; lo que se tradujo, en un primer momento, en la refundición de ambos elementos sacros, en el culto a la piedra de la Sakinah, Shekinah, Shekhinah o Shetiyyah de Jerusalén, como manifestación de la antigua Matronae divina; convertida ahora con la Cábala en la imagen femenina del rostro del único Dios Yahvé, y a la que se alude en el Tagum, (versión aramea del Antiguo Testamento), siendo en origen no más que la pervivencia de Dios en el hombre como participación divina en la neshamah; (es decir, en la porción espiritual del alma). La Shekhinah es así en la Cábala la parte del Cuerpo Divino de Dios, accesible al hombre en la madrugada, a través de la esfera de la Soberanía, en el “árbol Cósmico”; (correspondiente al nombre divino de Yah). En este sentido, el rabino JOSEPH en su Sefer Tashak del S. XIII d.C., siguiendo la tradición mística cabalística, busca el motivo de la Shekhinah, en la idea del entendimiento divino a través de la unión cósmica, entre el Rey y la Reina del Universo; (se trataría pues, del motivo repetido, de la unión sacro-sexual entre la vertiente femenina y la masculina del Universo, en la incestuosa relación creadora de la Tierra y el Sol en la tradición primitiva). En este sentido, el rabino JOSEPH señala que el “Cuerpo Universal de Dios” puede observarse a través de la Torá; así, para él la letra yod [י] como símbolo de la circunscripción, se correspondería con el falo del Rey Universal; la letra zayin [ו] sería el falo en erección preparado para la penetración fecundante del Mundo; mientras que, por último, la letra chet [ח] sería la Shekhinah con las piernas abiertas para recibir al zayin; (en definitiva, esta imagen de contenido sexual, es comparable a la unión representada por la letra A y la que se observa en la tradición hindú en la unión de Shiva Shakti, a las que se alude en la NOTA 45 de este mismo caítulo).
Por otro la lado Sakinah dentro del sufismo musulmán es “la Paz” del Señor enviada a los hombres; (así lo atestigua el propio texto coránico cuando dice: “Él es quien ha hecho descender la Paz a los corazones de los creyentes, para acrecentar su fe”, Corán, azora 48, 4). Cultos todos estos, que según algunas tradiciones, al decaer la sociedad matriarcal y tomar preeminencia la sociedad patriarcal, se asimilaron a uno nuevo, el de Baal o Bel, (el compañero de la diosa Blanca), el Señor Sol, el “Blanco”, por oposición al “Negro”, el dios Dôn, Señor del Inframundo; (sobre Bel, véase el capítulo tercero de este libro; particularmente el desplazamiento de su configuraciónm inicial aquí afirmada como dios solar blanco, a la de dios solar negro asimilado al primitivo Dôn). Culto al Sol que terminaría siendo manifestado en la adoración, de una parte al árbol del roble y la encina, (véase el análisis del culto mitológico de estos árboles a propósito del término Dodona en este mismo capítulo, y el pasaje bíblico descrito en Jeremías 3, 8-9); y de otra en el culto a la piedra meteorítica, (vg., el betilo de oxidiana de la Kaa´ba, en La Meca, por los musulmanes con el fin del politeísmo shirk occidental, en la forma del Dios único Alá o Allah, cuyo origen femenino según algunos estudiosos bien pudiera ser la diosa local Al-lat; la “piedra de Saturno” adorada en Helicón por los griegos; la massebah cananita personificación del falo de Baal; la Lapis Niger, (Piedra Negra), de Pérgamo a la que aludían los Libros Sibilinos y que fue conducida por las huestes romanas hasta Roma tras la toma de aquella ciudad en el 205 a.C. durante la Segunda Guerra Púnica, situándose sobre el lugar llamado “la tumba de Rómulo”, cerca de Comitium a una veintena de metros del arco de Septimio Severo; la piedra Ben-ben adorada por los egipcios; o la petra generatrix, de la que según la tradición nació Mithra). Piedra Solar vinculada al culto divino que se manifiesta, en el culto judaico en textos como el de Josué 24,27 cuando dice: “He aquí la piedra, ella será testigo único contra vosotros, porque ella entiende el idioma de Yahvé y hará cargo contra vosotros si le negáis”.
En los mitos griegos se refiere, por su parte, el origen olímpico de la piedra sacra. Así, HESÍODO, en su Teogonía, nos dice: “Cuando fue preciso, sorprendido por las astucias de Metis, vencido por el brazo y poder de su hijo, el taimado Cronos volvió a la luz a los hijos salidos de su sangre que había tragado y, ante todo, la piedra engullida tras ellos, Zeus la fijó en la tierra, en la divina Pito, al pie del Parnaso, para que fuese un día a los ojos de los mortales, el monumento que proclamase sus maravillas”. Paralelamente, la misma mitología griega nos dice que los helenos descendían de Deucalión, (el Noé griego); él cual residía en Tesalia a los pies del Parnaso. Éste, el único superviviente del Diluvio, junto a su mujer Pirra; tras la desecación, esparce junto a su mujer, sobre el Parnaso, un numero de piedras de las que ha de surgir la nueva raza Helénica, siguiendo los designios de Zeus. Idéntico mito se encuentra entre los habitantes del archipiélago de Sociedad, en donde Mahanna, el Sol, casado en segundas nupcias con una gran roca, tiene por descendencia a la Humanidad.
De otra parte, en el culto celta, el culto a la piedra sacra se manifiesta en la adoración de la mayoría de los montones de piedra levantados en honor de Beli, Belinus o Abellio, (tres de las denominaciones locales de Bel).
Por último, el culto a la piedra meteorítica aparece claramente manifestado entre las tribus aborígenes de Argentina, en el denominado “mito de la Piedra Muerta”, (una piedra oscilante de origen meteorítico en la sierra de Tandil); piedra que según la mitología es una de las piedras arrojadas por la Luna para cubrir al giantesco puma, (entiendase meteoro), que atacó el Sol volviendo a este frio y lejano; y que solo pudo ser derribado por la certera flecha de uno de los mas aguerridos guerreros; siendo precisamente la “Piedra Muerta”, aquélla que cubre la punta de la mortal flecha.
De esta forma, centrándonos en el culto a las piedras sacras o lapis lapsus ex caelis, (“piedras caídas del cielo”), se observa como éste se confunde con el del Sto. Grial en época medieval; en este sentido, la obra de WOLFRAM Von ESCHENBACH Parzival, (escrita entre 1.200 y 1.212, posiblemente en 1.205), dice a propósito de los Templeisen o “Caballeros del Grial”: “Si levent von einem steine/ Des geslähte ist reine/ Es heizet lapsit exillîs,/ Der stein is ouch genannt der Grâl”, (“De piedra de Alta Naturaleza, ellos son alimentados. Llamase aquélla Lapis exillas; la piedra también es conocida como Grial”). Y ello por el hecho dado de que es el Grial, el arquetipo que manifiesta la “Luz divina” o Lux orbis, en la dualidad cosmogónica: Creador y creado, sustancia y causa, continente y contenido, femenino y masculino, dúctil y consistente; en definitiva, de lo que en la Escolástica vino a constituir la distinción entre las ideas de simpliciter y secundum quid. De forma que la idea griálica coincide con la de estas lapsis philosopharum, en cuanto se conciben per se, sin suposición alguna, y, por tanto, como atributos del mismo Dios Único, (que es al tiempo masculino y femenino, y al que en la tradición rabínica como vimos se denomina respectivamente Yahvé y Shekhinah). Y al tiempo, se conciben también como secundum quid; o lo que es lo mismo, como manifestaciones externas de la voluntad de Dios, en cuanto sólo se conciben por su relación con Él, y en cuanto creadas por Él. Esta concepción teológica del mito lapidario nos permite rastrear, en numerosas culturas dánicas por todo el continente Eurasiático, la presencia de estas concepciones cosmogónicas de las piedras sacras, (primero vinculadas a la Madre que desciende a la Tierra para crear la vida, luego al Padre como simiente de la Creación dejada sobre la Tierra). (Para más detalles sobre el Grial como piedra sacra véase NOTA). Una última referencia a la piedra sacra puede ser aquí la del ídolo lítico Mag Slecht aludido en el Libro de Leinster del S. XII, d.C., (véase NOTA), dentro de las tradiciones celto-irlandesas.
Por otro lado, el origen de estos cultos mitológicos, puede ser el posible impacto de un gran asteroide sobre la Tierra, y el posible origen extraterrestre de la vida en la Tierra; (en este sentido la denominada “Teoría de la Panspermia” ha sido defendida por autores de la talla del astrofísico Paul Davies o del exobiólogo Jack Farmer que ha estudiado los restos meteoríticos de Allen´s Hills datados en más de 13.000 años de antigüedad. En este punto conviene destacar que la formulación de la “Teoría de la Panspermia” tiene su origen en la obra del químico sueco S.A. Arrhenius, en la primera mitad del S. XX; siendo perfilada después por el Nobel co-descubridor de la estructura tridimensional del A.D.N. Francis Crik, y por el astrónomo F. Hoyle. Así, según la citada teoría, los meteoritos del tipo condrito-carbonoso contendrían microesferas de composición orgánica dentro de las que podría transportarse materia orgánica de unos cuerpos planetarios a otros. Finalmente, dentro de la “Teoría de la Panspermia” debemos citar como instrumento de esta teoría, la conocida ecuación de Frank Drake para el cálculo de un número dado de civilizaciones existentes en una galaxia). Todo lo cual encontraría refuerzo en el mito del gran Cataclismo y del Diluvio Universal y en la evidencia científica de numerosos impactos meteoríticos sobre la faz de la Tierra; (así por ejemplo, los cráteres kilométricos de: Vedrefort, Sudbury, Chicxulub, Manicuagan, Popigai, Acran, Puchezh-Katunkil, Siljan, Saint Martin, Teague o Arizona). Estos restos meteoros, como piedras caídas del cielo, habrían sido adorados, tanto por su procedencia celestial, como por sus supuestos poderes mágicos y por su belleza. De esta forma, los restos, posiblemente constituidos por minerales radiactivos, rocas bituminosas y cristalizaciones de gemas preciosas, habrían sido, no solo admirados como obras creada por un Ser Superior, (como lo demuestra el hecho de que por ejemplo en vascuence los términos piedra y metal tengan una misma raíz: [aiz-] o [aitz-]); sino también por sus utilidades terapéuticas y alucinógenas, (derivadas posiblemente de la combustión ritual de polvo sulfuroso extraído de los mismos o de su radiactividad). Se explica así, que la piedra sagrada sea venerada por las distintas culturas como manifestación de lo divino, del conocimiento y de la Creación, permitiendo al hombre trascender de sí mismo y comprender el origen de la vida más allá de la Tierra. En esta línea, entre los mitos de la creación del hombre JOSÉ FERNANDO RAMÍREZ, en el Tomo III de la obra de Brancoft The Native Races of the Pacific States relata como en Tezuco existía la creencia de que el Sol lanzó un día un rayo sobre un lugar llamado Aculma y del cráter por él formado surgieron el primer hombre y la primera mujer.
Siendo por otro lado reminiscencias de este culto aerolítico de los pueblos dánicos, el uso del ara o altar; (siendo el término altar derivación del latín altus; lo que da idea de la procedencia de la piedra, al tiempo que su propia ubicación elevada supone una predisposición del hombre a devolver a los dioses lo que les pertenece). Esta sacralización de la piedra del altar como objeto que no debe ser profanado aparece ya en la Biblia cuando se dice: “Si me alzas altar de piedras, no lo harás de piedras labradas, porque al levantar tu cincel sobre la piedra la profanas”, (Éxodo 2, 25). Finalmente, la idea del altar, se corresponde en cualquier templo, con la idea de energía primigenia, innata e infinita; lo que justifica que se sitúe en la parte más importante e inaccesible de cada templo, en cuanto es su propia fuerza, como santa santorum, lo que permite sustentar todo el entramado espiritual del templo.
Gracias de antemano y perdón por la extensión del comentario; pero es una nota a pie de pagina de un texto inédito que espero poder publicar en algún momento.
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