Autor: IVLIANVS
martes, 08 de abril de 2003
Sección: Artículos generales
Información publicada por: IVLIANVS


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PEREGRINACIÓN INDIVIDUAL AL SANTUARIO IBERO ORETANO DE DESPEÑAPERROS.

El impresionante santuario rupestre ibero oretano ( posteriormente ibero-romano)de Despeñaperros, fue un lugar sagrado de peregrinación durante largos siglos. Allí los devotos hispanos fueron depositando miles de exvotos de bronce de forma ritual, como rogativa o agradecimiento a las divinidades ancestrales de aquellos parajes.


Recientemente he tenido la oportunidad de realizar una visita , con tintes de peregrinación personal, al santuario pagano de montaña situado en Despeñaperros, paso natural entre la Meseta y Andalucía. Hoy se conoce como “Cueva de los Muñecos” (por los millares de exvotos de bronce aparecidos en torno a la cueva, centro del santuario) , junto al denominado Collado de los Jardines.

En torno a ambas vertientes de Sierra Morena, donde se situaba el santuario rupestre de Despeñaperros, habitaban en época prerromana los pueblos iberos oretanos, etnias iberas con influencias celtas de la Meseta. Es una zona muy rica en minerales, y ya los tartessios y posteriormente los oretanos extraían el mineral en esa región.

Aquellos parajes destilan sacralidad desde el punto de vista pagano. Impresionantes farallones rocosos sobrevolados por buitres y águilas, que anidan en las mismas paredes pétreas de aquel lugar santo. Las arboledas, formadas por encinas, quejigos y alcornoques, que rodean el santuario, relativamente densas, debieron serlo mucho más hace 2000 o 2500 años.

Durante largos siglos llegaron a ese lugar miles de peregrinos que iban depositando figurillas o exvotos de bronce como forma de piedad, rogativa o agradecimiento ante la divinidad, además de realizar ofrendas de frutos, miel, panecillos, etc y ofrendar libaciones de líquidos (agua, vino...).
La mayoría de esos exvotos hoy se conservan en los museos de Arqueología de Madrid, Barcelona y Londres. Son de gran valor, pues en ellos los píos iberos se representaban así mismos: hay mujeres ofrendando, saludando brazo en alto, desnudas, con velos, guerreros armados con falcatas y lanzas, a caballo, con corazas (“linotorax”), desnudos, “sacerdotes”, “sacerdotisas”,... incluso partes anatómicas (ojos, piernas, etc) y animales (caballos, vacas...), de lo que se deduce una función salutífera y de fertilidad para la divinidad o divinidades del santuario.
Los exvotos debieron ser realizados en el poblado fortificado que se sitúa en la parte alta del cerro, lugar de apariencia inexpugnable rodeado de fuertes murallas, no lejos del santuario, al que se sube por un estrecho camino entre rocas. Allí los devotos los adquirían según sus gustos o posibilidades y los depositaban en la cueva como forma de piedad. Cada cierto tiempo, cuando la cueva sagrada y el manantial que emana junto a ella se llenaban de exvotos , los sacerdotes o el personal encargado del santuario los iban depositando y enterrando de forma ritual en la pendiente, en torno a la cueva (hoy los alrededores del santuario están llenos de agujeros fruto del saqueo reiterado durante el último siglo y las excavaciones arqueológicas poco respetuosas ).

La antigüedad del santuario está atestiguada desde al menos el siglo VI o VII a. C, en que se han fechado los exvotos más antiguos, pero la presencia de pinturas rupestres esquemáticas en sus alrededores podrían retrotraer la consideración de ese paisaje como lugar sagrado hasta el neolítico.

La romanización de la Península Ibérica no supuso, ni mucho menos, el fin del santuario. Los romanos no sólo respetaron el santuario ibero sino que se sumaron a la devoción por las divinidades del mismo ( En las primeras décadas del siglo XX, el gran arqueólogo J. Cabré encontró restos de dos pequeños templos frente a la cueva-santuario, uno de época ibera prerromana, el otro de época posterior, ya romana).

Los hispano-romanos de las regiones circundantes siguieron mostrando su veneración, de forma continuada, hacia la naturaleza de aquel lugar y hacia los Dioses que la habitan hasta que , en el siglo IV d. C, la cristianización del Imperio supuso la prohibición de los cultos politeístas y su brutal persecución, con las destrucción de estatuas de Dioses, templos paganos, santuarios, etc.
Los restos arqueológicos más tardíos encontrados en el santuario son, efectivamente, de finales del siglo IV d.C. Podemos suponer que el santuario fue destruido por las autoridades cristianas o por la furia de los monjes y el populacho cristianizado, y prohibida la asistencia a los devotos a ese lugar sacro donde se practicaba un culto a la Naturaleza.

IVLIANVS.


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