Autor: Atzavara
lunes, 12 de mayo de 2008
Sección: Artículos generales
Información publicada por: atzavara
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La verdadera Diosa
Consideraciones sobre la importancia de la abeja, su contexto mitológico y su impacto en la existencia humana
Cuando los hombres describieron el Paraíso o la edad dorada, la miel siempre estuvo presente,
ya fuera en abundantes ríos de leche y miel, o deslizándose desde los árboles. Se representaba
así, una luna de miel con el sabor primitivo y genuino de una humanidad infantil.
La miel fue un preciado alimento para los dioses, seres que tendrían toda la pinta de
imaginarios u opacos recuerdos de una era que no tuvo tiempo para describirse mejor. Parece
ser, que en el momento en el cual las sociedades iban conociendo la escritura, la Edad de Oro
se esfumaba y aparecía la mitología al tiempo que se escribían los relatos de los hombres que
consumían la miel como la leche de una madre a la que idealizaron en abundancia, hasta el
punto de convertirla en una Diosa.
Dicen los mitos que el propio Zeus fue amantado por una cabra de nombre Amaltea, por lo
que se colige que ese animal mitológico fue como una tierna madre. En otro mito paralelo, la
nodriza que alimentó a Zeus con leche de cabra y miel fue Melisa, hija de Meliseo, rey de
Creta, el primero en introducir la costumbre del sacrificio a los dioses y las procesiones
religiosas.
De los mitos más antiguos se extrae la conclusión de que en los primeros albores de la
civilización se tuvo como modelo de sociedad a la colmena, de tal forma, que la idea del
matriarcado parece surgir de la sincera relación que mantuvieron las primeras sociedades que
practicaron una incipiente apicultura. Rea, la madre de Zeus, hacía sonar un tambor para
impedir que las abejas enjambrasen en lugares que no le convenía. Como el uso de las
bramaderas en los Misterios. Esos instrumentos
ataban a una cuerda y se hacían girar para producir un potente zumbido, imitando así el
zumbido del enjambre.
Los hombres de la llamada raza de oro eran súbditos de Cronos, vivían sin preocupaciones ni
trabajo, comían bellotas, frutos silvestres y miel que destilaban los árboles, bebían leche de
oveja y cabra, nunca envejecían, bailaban y reían mucho. Su estilo era similar al de los
llamados recolectores, dando fe de su relación con el entorno, ésta raza de oro asemejaría a
una especie de vegetarianos que al parecer no domesticaban sino que convivían con cierta
asociación con animales que consideraban nodrizas como la referida cabra Amaltea. Muchos
dioses y héroes fueron cuidados y alimentados por animales desde Zeus hasta el caso extremo
de Rómulo y Remo, pasando por Habis.
Pero la Edad de Oro ya era un recuerdo confuso cuando Hesíodo pasó a describir las cinco
edades del hombre. Luego vino la Edad de Plata, la de comedores de pan, y la introducción,
por tanto, de la Diosa de la Cebada. Apareció el cultivo del cereal. Se cambió el modelo de
sociedad que representa la colmena por el de un hormiguero, otro insecto social que en vez de
flores prefiere el cereal.
La miel era el alimento apropiado para las divinidades, el cereal en cambio, era el regalo de
una diosa que a su vez quiso destruir a la humanidad. Eso es lo que tiene la mitología, que te
presenta a Deméter entregando una espiga en una mano y en la otra un capullo de
adormidera. De ese modo, los dioses entraron en un sueño profundo y dejaron como semilla,
la estirpe que no cesa de imaginar el mundo como un Paraíso al que convertir en un infierno.
Aún así, según Euctronio, le corresponde a Deméter ser la maestra que enseñó a las abejas a
anidar en el hueco de los árboles.
Pero, es Virgilio quien presenta a Deméter en intrínseca relación con las abejas. Melisa, una de
sus devotas, murió despedazada por la confrontación que tuvo con unas mujeres exaltadas,
furiosas por su negativa a compartir los secretos del Misterio. El enfado de Deméter fue similar
al que ya tuvo cuando a Perséfone, enviando contra las asesinas y su vecindad una peste
asoladora. Del cuerpo de Melisa surgió un enjambre de abejas, y desde entonces que el
término Melisa se designó a todas las sacerdotisas del culto de Deméter
Robert Graves menciona que la apicultura llegó a Atenas a través de la civilización minoica,
donde los apicultores profesionales tenían como divisa comercial una abeja, cuyas
representaciones ornamentales nos muestran una extraordinaria belleza artística. La palabra
griega para el polen almacenado es “cerinthos”, y señala que es cretense. Otras palabras
relacionadas tendrían ese mismo origen, como “cerión”, panal de miel; “cerinos”, de cera. Y
enlaza con Cer, cuyo nombre llegó a significar, “suerte, hado” (multiplicado en Ceres,
“rencores, plagas o males invisibles”). De ese modo, según Robert Graves, Cer, Car o Q’re pudo
haber sido una diosa Abeja cretense, una diosa terrible de la Muerte en vida. Además, las
Kéres
un homónimo de la
Aristeo fue famoso por introducir la apicultura en Arcadia, no es de extrañar que su madre se
llamara Cirene. El episodio que más sorprende de Aristeo es la obtención de nuevos enjambres
a partir de reses muertas siguiendo un consejo de Proteo. De sus esqueletos se adivina una
extraña apicultura. Cuando se dice que en la edad de oro la miel caía de los árboles, podemos
entender que los panales estaban sujetos en las ramas o en troncos huecos. El que un nuevo
enjambre nazca de unas reses muertas en el caso de Aristeo, o en un león en el caso de las
abejas de Sansón, y se posen en el primer árbol, me da por sospechar de artificiosas colmenas
caracterizadas, adoptando signos que la identificarían con la realeza, al ser los animales
mencionados simbólicos reyezuelos. No deja de ser curioso que la imagen del dios Apis sea la
de un Toro, aunque desprovista en la religión egipcia de toda relación con la apicultura, por lo
que lo cito por su homonimia con Apis, abeja. Los apicultores podían demostrar su religiosidad
fabricando colmenas figuradas de diversos motivos. Cabe mencionar, como ejemplo más
moderno, un San Ambrosio patrono de los apicultores en forma de canasto colmenar.
La abeja (Apis mellifica) forma colonias muy organizadas con diversificación morfológica y
funcional que da origen a una comunidad especialmente unida entre sí. Así pues, las abejas no
se comportan como seres individuales sino que la colonia apícola forma una unidad biológica:
un organismo o sistema biológico uniforme.
La colonia habita en una colmena o panal, donde conviven una reina, cientos de zánganos y
miles de abejas obreras, ejecutando cada individuo un trabajo definido respondiendo así a una
necesidad biológicamente motivada para asegurar la existencia de ese peculiar organismo, que
bien se puede representar o idealizar con la figura de la Reina, la Madre.
La diosa Artemisa se representaba en Éfeso con los atributos de una gran madre con sus
numerosos pechos, llamando la atención la cantidad de abejas en su vestimenta. En Anatolia
se encuentra una posible Diosa-Abeja cuya descendiente fuera Diana, la reina de las amazonas.
Puede que Éfeso sea la antigua ciudad litoral del reino hitita de Arzawa. Dicha ciudad es
mencionada en las tablillas cuneiformes con el nombre de Aspasas, datada ya en el II milenio
a.C. En la palabra Aspasas se encuentra el vocablo «apis», que ya sabemos que significa abeja.
Se deduce que Éfeso recogería una tradición mucho más antigua, de cuando ese lugar era el
centro del culto a la diosa abeja. Las monedas de Éfeso del siglo VI se acuñaban con abejas
como símbolo tradicional de la ciudad.
Con estos datos, se desprende la subsistencia de una prehistórica diosa abeja, que, pasando el
tiempo, se identificaría con una divinidad femenina alada de la fertilidad, probable germen de
la Artemisa anatpiica.
Pero, hay que ser muy cautos, los expertos dicen carecer de pruebas suficientes para afirmar la
existencia de un culto a la diosa Artemisa-abeja, ni siquiera en Éfeso.
Aunque siempre queda el mito poético. Que los antiguos mencionaran que Artemisa o Diana
se apasionaba con el tiro al arco, no es de extrañar, aparte de su simbolismo lunar, la llamaron
virgen, y de sus pechos rezumaba miel y de sus flechas veneno.
El mismo Orión que fue blanco de las flechas de Diana, tuvo como padre, según un extraño
mito, a Hirieo, apicultor de oficio. De Viejo, fue visitado por Zeus y Hermes y le preguntaron
qué era lo que más deseaba. Hirieo, ya muy mayor e impotente contestó que lo que más
deseaba era un hijo. Y los dioses hicieron que sacrificase un toro, orinase en su piel y lo
enterrase en la tumba de su esposa. Después de nueve meses le nació un hijo al que llamó
Urión, “el que orina” como si derivase de ourein “orinar” en vez de ouros, la forma homérica
de oros “montaña”. Un encantamiento africano primitivo consistía en orinar en una piel de
toro para así invocar la lluvia, Y ahora, apuntaremos a la Piel de Toro para ver si encontramos
algún mito relacionado con la apicultura.
La península ibérica, para algunos rapsodas clásicos, era un lugar tenebroso donde residían
arcanos dioses, e incluso la puerta del Hades bajo llaves míticas, con la posibilidad, siempre
mitológica, de que fuera el escenario de la lucha con los Titanes.
Justino nos habla de un rey mítico llamado Gárgoris que gobernaba sobre un pueblo bastante
primitivo, pero con un divino nombre como es el de los curetes. Los curetes son seres místicos,
confundidos con los coribantes, o identificados con los cabiros, los dáctilos del Ida y los
telquines. En la tradición hay muchos nombres de curetes, pero los más reconocidos son,
Labrando, Meliseo y Pírrico. A Meliseo ya lo mencionamos, su significado es “hombre de miel”.
Gárgoris tuvo un hijo de una relación incestuosa al que abandonó a su suerte. Los animales
salvajes no le hicieron ningún daño, al contrario, algunos de ellos lo amantaron, teniendo
como nodriza a una cierva de tiernas urbes. Ese hijo se llamó Habis, y sugiere la abeja por su
homofonía con Apis. El zángano de su padre Gárgoris fue famoso por ser el primero que
inventó el uso de la miel (Justino XLIV,3 , 1,ss) o mejor, de la colmena doméstica.
“
península ibérica que sobrevivieron a la última glaciación, y a la llegada en diversas épocas de
al menos tres oleadas de colonización desde el norte de África", precisa el biólogo Fernando
Cánovas que junto a un grupo de científicos de la Universidad de Murcia ha reconstruido, a
través de un mapa genético, la historia evolutiva de la abeja doméstica (Apis mellifera
iberiensis) en la Península Ibérica, que se remonta a un millón de años
La apicultura primitiva se advierte en la costumbre que tenían los curetes de empolvarse con
yeso. Los curetes protegieron al niño Zeus cuando se salvó de ser engullido por su padre
Cronos. Lo mantuvieron suspendido de un árbol, como un panal, para que Cronos no lo
encontrase ni en la tierra ni en el cielo ni el mar. Cuando lloraba, los curetes golpeaban las
armas en sus escudos para que nadie oyese el llanto del niño. Pero, resulta, que los curetes
son anteriores a la Edad de Bronce, y no conocieron ni escudos clásicos, ni espadas y ni
siquiera falcatas. A lo mucho, sus escudos eran protectores a la manera de profilácticos, o
escudos genitales como los que se observan en las pinturas rupestres de la península. Para
más indicación, visitar el conjunto de las pinturas del abrigo de Cogull, Lleida. O echar un
vistazo al guerrero del Barranco de la Valltorta.
El cuchillo de Gebel el-Arak (3400-2940) muestra en una de sus caras un antiguo combate
contra unos personajes que llevaban puestos fundas para el pene. Esa escena se interpreta
como un conflicto entre egipcios e invasores orientales. Dada la gran antigüedad del cuchillo,
la representación de hombres armados de profilácticos, explicaría una costumbre bastante
extendida desde Iberia hasta Nueva Guinea, donde aún se mantiene debido a su primitivismo.
En los mitos, los curetes eran los compañeros armados del rey sagrado, y el chocar de sus
armas tenía por finalidad ahuyentar a los demonios durante las ceremonias rituales. Los
antiguos griegos interpretaban sus nombre como “jóvenes que se han afeitado el cabello”,
probablemente significaba devotos de Car o Ker. Un arma que gustaba blandir era como un
“sonajero” o bramadera, extraña honda que hacían girar produciendo un ruido parecido al del
viento fuerte. Instrumentos parecidos utilizaban los San del sur de África para imitar el sonido
de los enjambres de abejas (ese ritual se usaba también para invocar la lluvia). Hay una
anécdota bastante demostrativa que relata el padre Barandiaran: “Había iniciado los trabajos
de prospección en un dolmen, en el País Vasco; Ante el ruido y trasiego de gente, las abejas del
lugar se intranquilizaron y comenzaron a atacar a los trabajadores que salieron corriendo.
Una mujer de un caserío cercano, al ver lo que ocurría les tranquilizó y, acto seguido, cogió dos
piedras, empezó a entrechocarlas y habló a las abejas en euskera. Para asombro de todos, las
abejas se calmaron”.
Los curetes como dijimos, se embadurnaban con yeso, quizás, el más antiguo uniforme
apicultor que hoy en día sigue siendo blanco con preferencia para cegar o tranquilizar a las
abejas, ya que ellas se excitan con colores vivos. Robert Graves dice que los Titanes, “señores”,
podían ser Titanoi, “hombres de yeso blanco”.
La pintura rupestre más conocida relacionada con la obtención manual de miel se encuentra
en la Cova de la Aranya de Bicorp. Tiene una antigüedad mínima de 7.000 años. Aquí se
encuentran también los testimonios más antiguos que prueban la antigüedad de la cestería. La
escena que aparece representa a dos hombres (o mujeres), que trepan por una simple cuerda
o soga hacia un agujero para recoger la miel. Uno de ellos porta en la mano derecha un cesto,
como se ve en el dibujo.
En la actualidad, los recolectores de miel silvestre como los hotentotes, destruyen los nidos
después de haber matado a las abejas, sabiendo que los nuevos enjambres mantienen la
preferencia por aquellos lugares donde anteriormente se construyeron panales. Las abejas
africanas buscan los árboles llamados miombos, y los hotentotes se ayudan de pájaros guías
(Indicator indicator) que les indican dónde se encuentran los panales.
La abeja africana es una raza muy agresiva que en la actualidad está causando problemas en
América. Después de algunas mutaciones, la característica de la agresividad se exacerbó. En el
estado de Sao Paulo, Brasil, nadie puede acercarse a 100 metros de un panal de estas abejas
emigradas, pues sale el enjambre todo junto y cae sobre el animal o persona que se atreve a
molestarlas en su trabajo. En un año murieron 80 personas a causa de su picadura y no se sabe
cuántos animales morirían también.
Pero, en la vieja Europa, la abeja se domesticó desde tiempos inmemorables, incluso se puede
argumentar que las primeras formas de ganadería tuvieran que ver con las abejas. Durante el
periodo comprendido entre los 8000 y los 4000 años antes de Cristo se fue gestando la
apicultura en las civilizaciones mediterráneas. Con su propagación, el recolector de miel
silvestre dejó de ser un depredador de panales a proporcionar a las abejas un habitáculo para
que pudieran anidar y construir los panales en su interior. Despertó la curiosidad y la
admiración, llegando a ser objeto de culto, ejemplo de una república ideal, incluso el modelo
que sirvió a Licurgo para fomentar la idea de que el destino de la comunidad es más
importante que el del individuo.
De manera similar, la Edad de Oro pereció por culpa de la subordinación tribal a la
representante de la diosa abeja, o a la idea religiosa que se hizo de ella. De ser una madre que
ofrecía su pecho de miel, pasó a convertirse en una viuda negra debido a una malsana
curiosidad, una vez, que se prescindió de su preciado alimento y se destinó el tiempo a imitar a
un insecto que acepta el sacrificio de su amante. Dando origen a la barbarie que supone
sacrificar a un hombre por cuestiones religiosas, en aquellos tiempos, rituales de fertilidad que
admitían la sangre del donante de una forma que se deduce en los mitos y en las más arcaicas
costumbres matriarcales. Incluso en la Creta tan civilizada se hallaron vestigios del sacrificio de
un varón, sorprendidos los sacrificadores por la intervención de un terremoto.
La abeja reina danza en círculos en su ritual de apareamiento esperando a que algún zángano
le inocule su herencia genética. En el traspaso, el pobre macho pierde sus genitales debido a
una debilidad ventral muriendo por tal efecto.
La constancia de los sacrificios humanos es abrumadora en el transcurso de la historia. La
víctima o fharmakós expiaba los pecados de la sociedad, y además, enviaba un mensaje a las
divinidades. Tales prácticas desaparecían a medida que el patriarcado se iba imponiendo
trasformando las religiones orgiásticas.
El dios que más empeño puso para acabar con estas prácticas fue Zeus. Él mismo se libró del
sacrificio del que su padre Cronos
hizo lo mismo con su padre Urano. Aparte de todas las interpretaciones que pueda tener la
imagen de la castración de un Titán (como la obtención de muérdago que señala Robert
Graves) resulta curiosa que otra de las acepciones de “castrar” sea el hecho de retirar de las
colmenas panales con miel, procurando dejar los suficientes para que las abejas se mantengan
y elaboren nueva miel.
Culpar a la abeja de los sacrificios humanos cometidos por emular su apareamiento no fue
precisamente la actitud de los filósofos, al contrario, elogiaron sus virtudes.
La miel, dijimos, era el alimento de los dioses que pasó a ser el mejor alimento de la
humanidad.
Las propiedades curativas de la miel fueron descritas por Hipócrates quien estaba convencido
de que prolongaba la vida. Galeno describió detalladamente la aplicación del veneno de
abejas como analgésico y su utilidad como desinfectante de heridas. También estaba
convencido de que el consumo regular de miel alargaba la vida. No hubo casi ninguna
enfermedad en la que no se usaran productos apícolas, ya fuera en forma de tinturas o de
infusiones.
Pero, lo que me acucia es averiguar si un hombre podría alimentarse durante largas
temporadas exclusivamente de miel, como parece apuntar la actitud de los que vivieron en la
Edad de Oro.
El atomista Demócrito había acusado a Anaxágoras de haber plagiado a autores más antiguos,
no obstante su rivalidad contra Anaxágoras, quiso imitar paradigmáticamente el suicidio por
inanición que su acusado protagonizó.
Náucratis:
“Cuenta una historia que Demócrito de Abdera decidió, debido a su vejez, abandonar esta
vida, y prescindió del alimento cotidiano. Pero cuando se acercaban los días de las
Tesmoforias, las mujeres de su casa le suplicaron que no muriera durante la festividad, para
poder ellas celebrarla. Accedió, y mandó que le sirviesen un cuenco lleno de miel. El hombre
sobrevivió los días necesarios, consumiendo únicamente la ración de miel, y pasados esos días
se le suprimió la miel y murió. Pero a Demócrito siempre le gustó la miel, y a uno que le
preguntó cómo se podría llevar una vida saludable, le respondió que "Regando el interior con
miel y el exterior con aceite”
La misma respuesta dio el senador Paulus Romelius, en ocasión de celebrar el centenario de su nacimiento. Julio César le preguntó de qué medios se había valido para conservar tan sano y vigoroso aspecto, a pesar de su avanzada edad. La contestación fue: "Interius, mellis; extrinsecus, oleum" (Interiormente, miel; exteriormente, aceite). Mucho se ha hablado de la importancia de la miel, Plinio el Viejo la describía como “un sudor del cielo o una suerte de saliva de las estrellas”. Y de saliva va el asunto, ya que la miel es el beso entre un alado polinizador y una estrellita como es la flor que las representa, de manera que la abeja se orienta gracias a una brújula que hay en su interior. De otro de los productos de la abeja, su relación con la magia o la religión se observa en el momento en que encendemos una vela hecha de cera virgen. En la religión cristiana, hasta la reforma de la liturgia por los Papas Pío V y Sixto V, la abeja era parte de la liturgia y su supuesta virginidad era un símbolo de la Virgen María. Hasta tiene su sitio en el Corán, adornando un sura completo. La abeja se consideró diosa en una época remota, sus seguidores fabricaron templos de modelos diversos, domesticaron al insecto dándole el aspecto que más conviniera a través de la historia de la apicultura. De esa olvidada época queda el recuerdo confuso, e incluso la superstición, como bien describen los informes de Blankenhain respecto a las colmenas figuradas y canastos colmenares hechizados en la Sajonia Baja.: “El ojo abierto mantenía vigilancia sobre la colmena y ayudaba a repeler el "mal de ojo", al que se le atribuía la inexplicable muerte de abejas. ... Rituales de defensa contra magia negra, como el "mal de ojo" son conocidos por todo el mundo y datan de antaño. König describe exhaustivamente el significado de ciertas representaciones de ojos y espejos como medio de defensa contra el "mal de ojo". Los esfuerzos por proteger las colmenas contra el efecto de poderes malignos mediante especiales dibujos en ellas son conocidos extensamente. La exposición de antiguas viviendas de abejas procedentes de la isla de Creta durante el Congreso Apimondis realizado en Atenas en 1979 fue completada con un cráneo de un macho cabrío. ... De igual manera, el rostro de miedo en el frontón, la talla en madera en las antiguas casas, en iglesias, como medida universal ante el "mal de ojo" o contra magia negra... En este contexto de las máscaras de miedo como medio de protección caben también los canastos hechizados de los apicultores paganos…La mayoría de los canastos hechizados lleva un rostro, una mueca. El aspecto de las muecas se obtiene a través de rostros con ojos muy abiertos, con miradas amenazadoras o aterradas, abstracción de las facciones y pintura, pero no a través de una exagerada deformación de los rostros, como se conoce en la tradición del carnaval en la región del Tirol y en el sur de Alemania..." La devoción a la primigenia diosa estaba íntimamente ligada a la evolución de un tipo de apicultura ecológica, ligada a su vez, al compromiso por mantener una vida y un entorno saludable en perpetua simbiosis con la Madre Naturaleza, de la cual, la abeja es su más perfecta sacerdotisa. De la involución de esa creencia dan fe los hechos transcurridos bajo el mandato de la Edad de Hierro. Paulatinamente, se ha sustituido a la diosa por una Virgen que sufre viendo sufrir a su hijo. Sumidos en un descuido, que incluso Virgilio apostó por un rey de la colmena debido a un absurdo olvido. Dicen que La primera descripción de la abeja reina como hembra y productora de huevos, fue publicada en España en 1586 por Luis Méndez de Torres. Sin embargo, la abeja ya era adorada como Madre varios milenios antes de Cristo. Como anécdota, Débora, en hebreo,
demuestra el carácter de matriarca que atribuían los antiguos hebreos a la abeja. Débora
también era conocida como LLeufo, en su significado “Devoradora de Hombres”, incluida su
paridad con el carácter de Judit, pronta a sacrificar a su amante, por lo cual, lo de devoradora
de hombres se engarza con la práctica del matriarcado más salvaje. Una época, como dijimos,
que siguió a la Edad de Oro, olvidada por su barbarie, inhibida en el inconsciente colectivo por
el debido respeto al dios que expulsó al hombre del Paraíso.
En definitiva, una sociedad que viese con buenos ojos la importancia de la abeja, antepondría
los pastos y los páramos por un largo porcentaje de jardines florales. La primera calzada
romana se denominó Vía Apia por el número de colmenas que había en sus veredas. Un
apicultor decente no permitiría que la diosa abeja muriese por inanición, ni dejaría de
fomentar un verdadero Paraíso promoviendo la flor para así adornar a su verdadera Diosa.
1
con ocre rojo.
2
Este método ha sido eficaz para trazar en detalle las variaciones de ADN que ha vivido este himenóptero
desde el Pleistoceno.
3
etimológicamente Cronos se refiera a “astado” que no deja de ser una cornamenta, o una corona.
Como Titán que fue, su día asignado era el sábado, que era el séptimo día, y averiguaría que el alma de
Saturno, o su raíz principal mantiene el número siete.
Más tarde, hubo una confusión y lo confundieron con el Tiempo (Chronos), aunque no es de extrañar, ya
que fue el Señor del Séptimo Día, y por consiguiente estaba coronado al haberlo asociado al planeta
Saturno que, en aquellos tiempos, era el séptimo objeto del sistema solar visible a simple vista, y aún
mantiene su cabeza coronada con los anillos que caracterizan a este peculiar dios. Además, no deja de
ser el Señor de los Anillos.
4
ígnea. Fue desterrado de Atenas a pesar de la ayuda de Pericles, y habiéndose marchado a Lampsaco, se
quitó la vida, dejándose morir de hambre. Salió por sí mismo de la existencia a los setenta años, porque
había sido encarcelado por los atenienses, al apartarse de la opinión corriente sobre Dios."
5
Clásica Gredos, 1998; pp. 194-195.
Bibliografía: -Apiterapia, dr. Paulina Potschinkova -Los mitos griegos. Robert Graves. Artículos encontrados en la red: - El suicidio por inanición entre algunos filósofos griegos: una epojé kairótica Prof. Rubén Soto Rivera. Colegio Universitario de Humacao. Universidad de Puerto Rico. -Algunas anotaciones sobre la abeja y la miel en el mundo antiguo. P. Fernández Uriel. -Arte popular apícola.
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Syltherin, el festival de las lámparas. El Fanal y el Panal de la anécdota #50.
La apicultura de la civilización egipcia,mediante tubos de arcilla, muy similar a la practicada por los íberos.
Si Neith la "Libia" es considerada una diosa extranjera, se adivina por la situación de Sais. Tal vez también Apis, provenga de un culto extranjero, y en su momento, como ídolo fuese una extraña colmena.
Con el Becerro de Oro, de la Biblia, Moisés tuvo una extraña idea, obligó a beber su oro fundido a aquellos que lo adorasen. Si fuese así, Moisés sería un loco asesino, más lo perdono si lo que obligó a consumir fuese la miel resultante de la trashumancia.
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