“Acababan de cantar los gallos cuando, del camaranchón que hacía las veces de cárcel concejil, salió el reo a remolque del alguacil que tiraba de la cuerda que sujetaba sus muñecas. Cada treinta pasos el pregonero iba gritando: “¡Por vender pescado podre!. ¡Por vender pescado podre!”. Según atravesaban las calles de la población se iban agregando gentes curiosas, aún adormiladas, que fueron formando un cortejo que no tardo en desembocar en la pradera donde se celebraba el mercado semanal.
Los comerciantes, que ya estaban empezando a montar sus tenderetes, se detuvieron durante unos instantes para observar al colega al que se le iba a aplicar el castigo, tras de lo cual siguieron con sus quehaceres no sin antes balancear conmiserativamente la cabeza.
El grupo, encabezado por el pregonero, el alguacil y su preso, se dirigió a un extremo del prado donde ya se alzaba un pequeño tablado de donde emergía verticalmente una elevada viga de madera coronada por una argolla, de la que colgaba una gruesa cadena de hierro en uno de cuyos extremos, apoyada en el suelo, descansaba la picota, una pequeña viga horizontal perforada por tres agujeros, simulando ojos que mirasen asombrados a los que se acercaban. Llegados reo y alguacil al tabladillo, el pregonero, dando por terminado su trabajo se mezcló entre los espectadores. Soltole las manos el sayón al condenado y, tras despojarle de la camisa, que arrojo a un lado, procedió a manipular el cepo que, como si de una gran mandíbula se tratase, cerró de un golpe sobre el cuello y ambas muñecas del cautivo, pasando a continuación a tirar del otro extremo de la cadena, el que pasaba por la argolla mencionada, hasta ajustar una altura en la que el recluso debería, si quería gozar de un mínimo de comodidad, apoyarse sobre sus rodillas, pequeña venganza personal por no haber recibido ningún óbolo por parte del reo. Tras echar una ojeada al conjunto de su obra, y dirigiéndose a su victima, dijo:”Cuatro horas, hasta dentro de cuatro horas” y sin mas diose media vuelta y se dirigió a ocuparse de sus muchas obligaciones, entre las que entraban comprobar que los diferentes vinateros llegados a la feria no bautizasen excesivamente la mercancía.
Y allí quedó el condenado, cada vez más solo, ya que una vez pasada la novedad, la multitud comenzó a dispersarse por el mercadillo. Ahora solo le quedaba esperar que la chiquillería del lugar no fuese demasiado cruel y se limitaran a arrojarle bostas de vaca o de caballería, aunque no era raro que, en estas cuitas, también se colase algún morrillo. De momento se concentró en no perder de vista, vigilante, su camisa, que yacía en un extremo del tabladillo hecha un gurruño, mientras pensaba.”Bueno, por lo menos, a estas alturas de mayo, el sol no castigará demasiado en estas cuatro horas....”
.............
Según avanzaba la Reconquista también lo hacía la población de nuevos lugares o la repoblación de antiguos asentamientos, a los que, para facilitar la llegada de habitantes, se les dotaba de fueros, prerrogativas de organizar mercados periódicos o exenciones fiscales. Cuando una de estas poblaciones crecía más que las de alrededor pasaba a obtener el título de villa y con ello el derecho a alojar a un representante del poder político que ejerciera el derecho de justicia sobre la comarca.
Las villas podían ser “de realengo” (o sea dependiendo jurídicamente del rey directamente) o “de señorío”(cuando por un decreto real el monarca delegaba el poder jurisdiccional en un noble, que lo ejercía en su nombre). Precisamente el símbolo de ese poder delegado venía representado por el llamado Rollo de Justicia (del latín “rótulos”- “cilindro”) que hace su aparición (al menos los llegados a nuestro tiempo) entre el fin del s.XIV y principios del s.XV extendiéndose su construcción hasta bien entrado el s.XVII, aunque a partir de la consolidación del poder real en el s.XVI, haga que su erección vaya haciéndose paulatinamente más escasa. Así estos rollos, herederos de los menhires prehistóricos, construidos en piedra caliza o granito, pasan a ser el símbolo y aviso a los visitantes de que hay en la villa una autoridad que vela por el común. También serán estos monumentos reflejo de la riqueza y poderío del noble, ornándose con adornos fantasiosos a los que a menudo se añade el blasón familiar del señor de la villa, aunque a finales del S.XVI se pierde la gracilidad del gótico y se van convirtiendo en columnas de aspecto más tosco, reduciendo significativamente los ornamentos, hasta limitarse a decorar exclusivamente la coronación del monumento, a veces, con una simple bola pétrea.
Tradicionalmente se ha venido identificando el rollo con la picota, basándose sin duda en su similitud de funciones como símbolos de la justicia. Es más, dada la escasa documentación que hay sobre este tema, los historiadores tienden a dividirse entre los que apoyan esta unificación de funciones o los que ven en el rollo un símbolo del señorío y jurisdicción, mientras que la picota sería el instrumento en el que se exhibiría al delincuente y donde se ejecutarían los castigos menores. En mi opinión esta segunda opción sería la correcta.
Esta claro que la picota es muy anterior a la existencia del rollo(ya Alfonso X las menciona, en 1283, en su obra “Las Siete Partidas”) y son descritas como un tablado sobre el que se yergue un palo vertical que sujeta una viga horizontal horadada, donde se introducen los brazos y la cabeza del reo. Ya Sebastián de Covarrubias, en su “Tesoro de la Lengua castellana o Española” (1611) diferencia los instrumentos de tortura: “....la diferencia que ay entre horca y rollo; es esta: que la horca es de palo en la forma dicha y el rollo es de piedra como un pilar grueso con cuatro canes, y por ser redondo se llama rollo”
Mientras los rollos se erigirían a la entrada de las poblaciones y siempre junto a las vías principales, las picotas se instalarían en el lugar más público de la población, plaza mayor o lugar donde se celebrase el mercado. Todavía, en la cárcel vieja de Pedraza (Segovia), se puede ver una “hermosa” picota múltiple y, creo recordar que en las cárceles medievales de San Mateo y Morella, ambas poblaciones de Castellón, asimismo se conservaban sendos ejemplares.
También es cierto que a partir del s.XVII, parece que hubo rollos a los que se les añadió la función de picota, seguro que debido a un simple cálculo económico, por el que salía más barato aprovechar el rollo ya existente que pagar la construcción de un elemento de material tan perecedero como la madera, para un uso cada vez más infrecuente. Así encontramos rollos que están coronados por argollas o incluso con letreros que incluyen frases amenazantes, como en el de Covarrubias (Burgos), donde se lee en una cartela sobre su fuste: “Venid a mí, malvados, que yo os daré vuestro merecido”.
Es curioso un documento, una ordenanza de Mondoñedo, con fecha del 18 de febrero de 1545, en el que se escalona la gravedad de los castigos según la pena cometida y así se lee :”.............so pena de diez días de cárcel con el pie en la cadena cada uno quel contrario yziere por la primera vez e por la segunda le pongan en la picota con la leña y en ella hasta dos oras enteras y por la tercera le den cien azotes oublicamente”. De donde se deduce que se consideraba peor castigo dos horas de picota que diez días encadenado en la cárcel. Me figuro que por cuestión de vergüenza y honra.
Las picotas, como doy a entender más arriba, irían desapareciendo según el material se iba deteriorando y no se hacía rentable el reponerlo, en cuanto a los rollos reciben un primer aviso en un decreto de las Cortes de Cádiz (6 de Agosto de 1811) en el que se suspenden los derechos jurisdiccionales de los nobles sobre sus poblaciones, por propuesta del diputado Sr. Alonso López ( “Que se destierren sin dilación del pueblo español y de la vista del público el feudalismo visible de horcas, argollas, rollos y cuales quiera otros signos tiránicos e insultantes a la humanidad, que tiene erigido el sistema de dominio feudal en muchos cotos y pueblos de la península”), aunque siguen manteniendo la propiedad de las tierras. La puntilla se la da otro Decreto (26 de Mayo del 1813) por el que se llama específicamente a “demoler todos los signos de vasallaje”, con lo que gran parte de los rollos jurisdiccionales son desmontados y utilizados como cantera o para cimientos de nuevas edificaciones.
No conozco ninguna nómina exhaustiva del número de rollos aún existentes, los cálculos rondan sobre los 200 ejemplares, pero es esperanzador ver que, en los pueblos en los que aún los conservan, han aprendido últimamente a valorarlos y protegerlos, resaltando su estética con jardines o vallas. Dentro de España la provincia que conserva más rollos es la provincia de Burgos con 39, seguida de la de Toledo con 34, quedando Guadalajara, con 30, en tercer lugar.
Entre los rollos los hay muy famosos, que han dado lugar a dichos populares, como el trabalenguas con el que inicio el artículo. Quizás el más famoso de todos sea el de Villalón de Campos (Palencia) gracias a unas coplas que decían:
“Chapiteles, los de Burgos.
Vidrieras, las de León
Reloj, el de Benavente.
Y rollo, el de Villalón
Con otra versión:
“Campanas, las de Toledo.
Iglesia, la de León.
Reloj, el de Benavente.
Y rollo, el de Villalón.
Y haciendo un juego de “homónimos” espero que este artículo no os haya parecido un “rollo”, sino al contrario, tan digestivo como una “picota”.
Ahora solo queda el ir introduciendo fotografías de los rollos que conozcamos, eso sí con su descRIPción, para que cualquier “curioso” pueda ilustrarse
Paz y bien
Bibliografía:
“Los Rollos Jurisdiccionales” – Luis Miravalles
No hay imágenes relacionadas.
Rollo o picota del pueblo de Cabeza la Vaca (Sierra de Tentudía).
Preside la plaza principal este hermoso rollo del siglo XVI, realización de destacado valor por tratarse de la única de su especie que perdura en la Baja Extremadura.
Morfológicamente se concreta como un fuste de granito sobre tRIPle grada, con remate bulboso coronado por una cruz, del que se proyectan cuatro brazos o canes.
En el aspecto jurídico la pieza indica el carácter de "Villa Exenta" de la población y su derecho a ejercer justicia según fuero propio, utilizándose también en el pasado para exponer a los delincuentes a la vergüenza pública.
Hay 1 comentarios.
1