Autor: Marcelo Luna
viernes, 14 de enero de 2005
Sección: Artículos generales
Información publicada por: vaccea
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Graffiti, la permanencia de lo efímero. Pompeya en un grito mudo.
A la historia se ingresa por la puerta de la traición. Como supo decir Dalmiro Sáenz, la deslealtad de Leonardo Da Vinci a sus maestros de artes medievales, y la infidelidad de San Martín a las armas españolas permitieron que cada uno trascendiera en lo suyo. Esto es, alcanzar la permanencia. Una nota sobre los graffiti es una traición al graffiti como expresión fresca de la lengua popular.
La erupción del Vesubio sepultó por siglos la ciudad italiana de Pompeya, y con ella todo vestigio de vida. Sucedió entre el 25 y el 27 de agosto del año 79 de nuestra era: las lavas volcánicas y la lluvia de cenizas y de piedras sorprendieron a los pompeyanos -acostumbrados a los movimientos sísmicos que cada tanto realizaba el Vesubio -, quienes se confiaron demasiado. Así, en las excavaciones que iniciaron los arqueólogos del siglo XIX, afloraron los últimos momentos vividos en aquel desastre: personas que huyen por las calles con sus cosas de valor, otras que duermen plácidamente en sus casas, mientras adentro de los refugios aparecen cuerpos unidos en un último abrazo. Cada resto humano que se encuentra es un instante del final. Como fotografías vivas de un grito mudo.
Rasguñando paredes
Pero en la tragedia de Pompeya estuvo también su trascendencia. Los graffiti, esto es, los textos escritos a mano sobre las paredes carbonizadas de la ciudad, son la prueba viva de las mujeres y los hombres de Pompeya, de su imaginación cotidiana. Se descubrieron 10.000 hasta 1956 - los trabajos arqueológicos están lejos de finalizar-, y abarcan un período de pocos años (entre el 60 y el 79, año de la erupción). Son escritos espontáneos, sin rebusques en sus significados. Sucede que no fueron hechos con voluntad de perduración, pero gracias a ellos accedimos a los deseos, voluntades y ocurrencias de quienes usaron las paredes para los fines más diversos: agradecimientos a los dioses, cualidades eróticas, anuncios comerciales, saludos personales, mensajes amorosos, anécdotas sexuales, insultos y hasta citas de autores clásicos. Señoras y señores, para ustedes, los despojos de la psiquis pompeyana.
La virtud de la obscenidad
Los graffiti pompeyanos son testimonios ricos para indagar la vida sexual de la antigüedad, donde figuran los registros de las proezas y dotes sexuales. Es el caso del que anotó «Hapocras folló aquí estupendamente». Aparecen también conductas sexuales, como la fellatio y la homosexualidad, registradas a modo de desprecio («Cosmo, gran invertido y mamón»), o con ánimo de sorna en la inscRIPción que dice «no te dediques a chupar coños fuera de casa. Hazlo adentro». Sin embargo, el imperativo «chúpame la verga» parece más cercano a una actitud de liberalidad sexual. Es que en la obscenidad de los graffiti hay una virtud casi terapéutica: lo breve, anónima y atrevida de la inscRIPción refleja así un momento pulsional y pasional, como el regodeo de una mirada libertina diciendo «Menéate, mamón». Cabe acotar que muchos graffiti generaron reacciones -también espontáneas- apreciables en agregados hechos por otras manos, y también en dibujos fálicos. Así, sobre el fogón de un panadero se lee «Aquí tiene su morada (un falo) la Felicidad»; un gesto burlón y, a la vez, muestra de la decadencia de las costumbres antiguas pues lo fálico como atributo de los dioses fue transformándose en símbolo puramente erótico.
Floronio, soldado perteneciente a la VII legión ha estado aquí y las mujeres, salvo unas pocas, no lo «conocieron», pero éstas «se sentaron».
Harpocras folló aquí estupendamente con Drauca por un denario.
Satir, no te dediques a chupar coños fuera de casa. Hazlo dentro.
A mí, a mí, chúpame la verga.
(En la pared de una habitación) Lancen gritos de dolor, mujeres; quiero dar por culo.
Dioniso, a la hora que le da la gana puede follar.
Cosmo, hijo de Equicia, gran invertido y mamón, es un pierniabierto.
Menéate, mamón.
Isidoro puteolano, esclavo nacido en casa, cunnilinguamente.
El amor es más fuerte
Son muy abundantes los graffiti amorosos, prueba del ánimo de goce por la vida y sus placeres que tenían fama los pompeyanos. En ellos el sentimentalismo, la sensualidad y la nostalgia son lugares comunes, aunque debemos tener en cuenta que estamos frente al lenguaje de la calle, de personas que en su mayoría no tenían instrucción, que escriben como hablan (aunque nadie escribe como habla). Así y todo expresan tiernamente sus sensaciones como la melancólica inscRIPción de quien «echaba de menos a su querida Urbana», o la que fantasea diciendo «vamos a retozar un poquito. Imaginemos que este lecho es un campo llano». También las mujeres se muestran, como esa solitaria y desamparada que reflexiona: «tan pronto como Venus une a los enamorados el día los separa». El amor circula entre las paredes de Pompeya como un juego: tres personas distintas definen al amor desde una pintura con dos patos, mientras otra juega con las letras y forma un anagrama con las palabras «amor-roma». Los más extremos dejan asentada una consiga repetida: «¡Salud al que ame, muerte al que no sepa amar!». En otros casos aparecen fragmentos de poemas y de textos literarios como los dos últimos citados en la columna paralela (aunque en el primero una mano secreta y burlona lo enriqueció notablemente). De todos modos, sigue pareciendo muy dulce el gesto de quien, al regresar a casa, leía: «Todo enamorado es un soldado».
(En una basílica pompeyana) Tú, en verdad, me guías. (Más abajo) Cuando escribo me dicta Amor, y Cupido guía mi mano. ¡Ay! ¡Que me muera si quisiera ser un dios sin ti!
¡Salud al que ame; muerte al que no sepa amar!
(En la entrada de una basílica) Vida mía, mi delicia, vamos a retozar un poquito. Imaginemos que este lecho es un campo llano.
(En la pared de una casa de un médico) Ojalá pudiera tener tus tiernos brazos rodeando mi cuello y librar besos de tus tiernos labios. Muchas veces yo, despierta a altas horas de la noche, desamparada, me decía a mí misma: muchos a los que la Fortuna ensalza luego de repente los abate y pisotea. De igual modo tan pronto como Venus une a los enamorados el día los separa.
R O M A-A M O R
(En una columna) Que intente encadenar a los vientos e impida brotar a los manantiales el que pretenda separar a los enamorados.
Con el embrujo de tus ojos me has hecho arder de pasión, y ahora das rienda suelta a las lágrimas por tus mejillas, pero las lágrimas no pueden apagar mis llamas. (Otra mano) Los vecinos se ven obligados a intervenir en el incendio porque las llamas podrían propagarse rápidamente.
(En la entrada de una casa) Todo enamorado es un soldado.
(En una pintura en la que figuran dos patos) Los que se aman llevan, como las abejas, una vida melosa. (Otra mano comenta) ¡Cuánto me gustaría a mí! (Otro también añade) Los enamorados carecen de penas.
(En la pared de una habitación de una casa) Vibio Restituto durmió solo aquí y echaba de menos a su querida Urbana.
Ta' dura la calle...
La prostitución y el comercio sexual eran también comunes en los graffiti de Pompeya: el nombre, las cualidades para el cliente y el precio son los datos recurrentes y básicos -como lo es hoy en los diarios-.
Soy tuya por dos ases de bronce.
Lais chupa por dos ases.
Félix chupa por un as.
Esperanza, de complacientes maneras, nueve ases.
Chistes viejos
(En la panza de un cántaro antes de cocerlo)
Quienquiera que hace el amor con chicos y chicas sin límite ni medida no administra bien su dinero.
Tómate una cocinera; así, cuando te venga en gana, puedes servirte de ella.
(Debajo de dos falos)
Veo dos vergas. Yo, el lector, soy la tercera.
Me he meado en la cama. Lo confieso, he cometido un pecado, pero si me preguntas, hospedero, la razón, te diré: no tenía orinal.
(En el estuco de una puerta)
Considera atentamente esta adivinanza de Epafra: lo meto en un lugar negro, lo saco rojo
Animarse a más
Aquí yo follé la boca y el culo de Calínco.
Agátopo, Prima y Epafrodito en un «triángulo».
Y siempre están los osados, los ocurrentes que se salen de la serie. Desde ellos, desde la soez y la expresión brutal, es posible apreciar la fuerza de la lengua, con los riesgos que tiene toda traducción literal (Sobre el particular, preferimos los vocablos argentinos antes que los del castellano neutro por una cuestión puramente estética al autor de estas líneas).
(Debajo de un falo en bajorrelieve) Cuando me da la gana, me siento en él.
Un coño peludo se folla mucho mejor que uno depilado. Aquella retiene mejor los vahos y tira, al mismo tiempo, de la verga.
Esa fuerza invisible que tiene la lengua, en especial la popular, hace que un garabato de la antigüedad nos suene familiar. Cuando eso sucede, los pompeyanos dejan de ser ellos, y comparten un código común de intuición e intención en todas las personas: un nosotros. La permanencia de lo efímero está en la frescura de los graffiti, rasgo de una auténtica vitalidad que nos viene del pasado, como si no hubiera pasado:
«Nosotros habitamos aquí: que los dioses nos hagan felices.»
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Más informacióen en: http://www.terraeantiqvae.com
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