Autor: Amanus2
domingo, 29 de octubre de 2017
Sección: Artículos generales
Información publicada por: amanus2


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Crítica al artículo “Los topónimos terminados en -ués, -és, -iés en las Cinco Villas de Aragón” de Marcelino Cortés Valenciano

Critica al artículo de Marcelino Cortés

Crítica al artículo “Los topónimos
terminados en -ués, -és, -iés en las Cinco Villas de Aragón” de Marcelino
Cortés Valenciano



 



 



En este artículo me gustaría hacer una revisión del
artículo citado, ya que me parece que se tratan demasiado a la ligera temas
sobre el Aquitano o Vasco antiguo por gente que no tiene ni idea de esta lengua
(y mucho menos del vasco moderno) Pero que a fuerza de repetir este tipo de
tesis acaban creando escuela. Sobre todo tienen mucho éxito en cuanto
sobrepasan las fronteras actuales del PV-Navarra. Pero todos sabemos que estas
no tienen mucho que ver con fronteras tribales antiguas y mucho menos con la
extensión antigua de la lengua vasca, mucho mayor que en la actualidad. Hay en
estos artículos, más, un interés de que las fronteras antiguas se conformen a las
fronteras actuales, que estudios serios sobre dominantes lingüísticas de hace
dos mil años.



 



Hasta
fechas recientes una de las zonas de Aragón en donde la investigación
toponímica estaba todavía pendiente de realizar era la comarca de las Cinco
Villas. El estudio y el análisis de la toponimia mayor —los pueblos y los
despoblados— de esta comarca ha deparado una serie de conclusiones interesantes
que de modo muy general pasamos a exponer.



En primer
lugar, la toponimia de las Cinco Villas tiene como base el latín, plasmación
inequívoca de una romanización tardía Pero profunda gracias a las importantes
vías de comunicación que surcaron la comarca durante ese Periodo histórico. Del
estudio se desprende que el 83% de los nombres de lugar analizados tiene su
origen en dicha lengua; apenas un pequeño grupo de topónimos (en torno al 5%)
encuentra su explicación en raíces indoeuropeas y en sus procedimientos
derivativos; esta descripción general se completa con la nula presencia de topónimos
de origen germánico y con una exigua representación de topónimos de origen
árabe.



 



En segundo
lugar, ninguno de los topónimos analizados se explica a través del euskera,
desestimando así las conjeturas e hipótesis que vaticinaban el hallazgo de un
copioso yacimiento de topónimos eusquéricos en las Cinco Villas debido a su
situación fronteriza con Per
sonname productid="la Comunidad Foral" w:st="on">la
Comunidad ForalPersonname> de Navarra y a la antigua ocupación del
territorio por parte de los Vascones. (p. 282) 
Pues eso, las Cinco Villas de
Zaragoza ¡ESPAÑOLAS¡



 



Que vaaa....... 
Ni uuuno: Artieda (Artieta) Asso-Veral, Isuerre, Pinsoro, Erla, río Arba
(Arbe).....etc. Y por supuesto Ejea y eso sólo en toponimia mayor. Este es el
problema que tiene analizar toponimia de origen vasco sin conocer esta lengua,
que todo lo interpretan como “celtismos”. Es lo mismo que le pasaba a Maria
Lourdes Albertos-Firmat, que nombre que no era interpretable desde el Latín era
“céltico”. Y esto es especialmente malo en las zonas Periféricas al PV-Navarra,
donde no es tan fácil demostrar la presencia pasada de la lengua, Pero aún así
y todo, esta ha dejado numerosos restos en forma de nombres de lugar.



Para más datos sobre toponimia de origen vasco en
esas zonas se puede consultar el estudio “El Euskera en el Alto Aragón” de
Gartzen Lacasta



 



“Antigua ocupación” dice. Ya se sabe que los vascones
“ocuparon” los territorios de poblaciones “célticas”. Vasconización tardía,
Pero de época prerromana y así Ad Infinitum.



Ya será que los naturales de las Cinco Villas
Perdieron su conocimiento de la lengua vasca a lo largo de los siglos como ha
pasado en tantos sitios........



 



De esta
manera queda refutada definitivamente la identificación que Menéndez Pidal hizo
de Exea —nombre medieval de Ejea de los Caballeros— con la voz etxea
‘casa’, en su célebre artículo de 1948 titulado «Javier-Chabarri. Dos
dialectos ibéricos (pp.282 283)



 



Así, porque él lo dice y le enmienda la plana hasta a
Menéndez Pidal en Persona. Estas aspiraciones de las SHs propias del dialecto
oriental o pirenaico en zonas romanceadas, están ya bastante bien estudiadas,
Pero además otros estudiosos discuten bastante las tesis del señor Cortés:



 



“El
mero hallazgo de seis monedas con la leyenda
Sekia en
Ejea de los Caballeros no nos parece prueba suficiente para realizar tal reducción,
defendida por B
ELTRÁN LLORIS,
M.: «La ceca de Segia»
Numisma,
96-101, (1969), pp. 101 127, p. 119. Del mismo modo, como ya demostró Menéndez
Pidal, es imposible explicar filológicamente la evolución de
Segia
a Ejea —MENÉNDEZ PIDAL,
R.:
Toponimia prerrománica hispana.
Madrid, 1968, pp. 239-240—, pese a que se sigue tratando de realizar, en muchas
ocasiones forzando excesivamente las escasas fuentes disponibles. Véase por
ejemplo, el reciente estudio de C
ORTÉS,
M.:
Toponimia de Ejea de los Caballeros.
Zaragoza, 2005, pp. 23-35 donde se plantea la evolución de la forma
Segia
a Seia en un momento anterior
a la época árabe, desechando el problema que supone que en el 780 d. C.
aparezca atestiguada la forma
Segia en
el Códice Ovetense. Esto supone que el topónimo, tras mantenerse inmutable
durante más de siete siglos, en un lapso de apenas cien años evolucionaría en
la forma
Segia > Seia
> Siya, con el aliciente de
que la forma
Seia no está atestiguada,
por el momento, hasta el siglo XII, lo cual invita a pensar que
Seia,
en realidad, quizá sea la castellanización de Personname productid="la Siya" w:st="on">la SiyaPersonname> árabe.” (Epigrafía,
organización del territorio y poblamiento en territorio de
Vascones:



Los
Bañales (Uncastillo, Zaragoza)
Javier Andreu
Pintado-Ángel A. Jordán Lorenzo 2004
p. 428)



 



En 2005
Francisco Villar Liébana dedicó un capítulo de su trabajo «Indoeuropeos y
euskaldunes en el País Vasco y Navarra. Genes, lenguas y topónimos» al analizar
estos sufijos en sus distintas realizaciones formales a ambos lados de los
Pirineos, señalando, de entrada, que el sufijo -os(s)- «no tiene una
explicación lingüística dentro de lo que sabemos del euskera y el
paleoeuskera». (p. 286)
 



Nooo  Que Vaaa.......



 A su vez llamó la atención sobre cuatro rasgos
que caracterizan el comportamiento de este sufijo:



1. No hay
ni un solo topónimo antiguo construido mediante dicho sufijo ni al norte
ni al sur de los Pirineos: solamente antropónimos derivados de otros
antropónimos.
(p. 286)  Antiguos, antiguos
son casi todos los que tiene este sufijo.



 



2. El
sufijo -oss- se aplica indistintamente a nombres base de etimología tanto
euskera como gala y latina; además, la mayoría de estos nombres no tiene
etimología euskera. (p. 286)
   Pues
menos mal que Biscarrués cae en Huesca que sino la cosa sería terrible.



Hay que aprender a diferenciar entre NP y lengua
hablada. Todos esos topónimos y apellidos tan corrientes en el norte de Navarra
(Miquelarena, Perurena, Martinicorena, Jaimerena, Juantorena etc) tienen
nombres castellanos, del santoral, por más que las formas gramaticales son
Perfectamente vascas, y probablemente, los que dieron nombre a esas propiedades
no hablaban ni una palabra de castellano. Con el sufijo en –oss, nos podemos
encontrar con una situación similar, gente con nombres latinos,
aquitanoparlantes y que no hablaban una palabra de la lengua de la que tenían
el nombre. Por lo demás, las formas lingüísticas de esos nombres de lugar son
Perfectamente indígenas.



 



3. Los
antropónimos en -os(s)us se encuentran todos en Aquitania. No hay ni un
solo ejemplo en Hispania. (p. 286)
   Noooo
que vaaa........Pero si hay hasta un Araos cerca de Reinosa, por no hablar de todos
los que se encuentran en el PV y a lo largo de todo el Pirineo



 



4. El
sufijo -oss- carece de entronque dentro de la morfología derivacional
del euskera, tanto moderno como antiguo, en la medida en que se conoce. (p. 286)
  Nooo  que vaaa...... Pues debe de ser en ese famoso
euskera que se habla en Zaragoza, porque en el resto es el genitivo
instrumentativo: Asmoz, Gogoz, Egurrez, Zurez etc. Probablemente tuvo en el
pasado un uso más amplio como genitivo en general, ya que el –ena, que es el
genitivo posesivo moderno, parece que viene del Latín –anus.



 



Las
conclusiones a las que llega F. Villar tras exponer los rasgos anteriores son
las siguientes:



Todo ello
elimina cualquier fundamento para afirmar que era un sufijo toponímico
prerromano Perteneciente al euskera
. Sea cual sea su verdadero origen, no
hay base alguna para suponer que el sufijo –oss estuviera en uso en la
toponimia prerromana de Hispania.



Como Tarrós en Lleida  por ejemplo ¿no?



 



En cuanto
al origen, F. Villar señala lo siguiente:



Por otra
parte, no se puede descartar que el -os(s)us aquitano no sea sino la
incorporación del sufijo adjetival latino -osus por parte de una lengua
(el paleoeuskera) que tenía pocos adjetivos y concretamente, según parece,
ningún procedimiento productivo de adjetivación denominativa.



En efecto,
si Bort- (en Bortosus), es una adaptación de latín fortis,
nada impide pensar que su sufijo -osus pudiera ser también un latinismo incorporado
ya en pleno proceso de romanización. (p. 286)
 



Seguuuro....



 



Por último,
en el capítulo final establece la siguiente cronología: Los abundantes
topónimos modernos en -os, -ués, etc. carecen de cualquier
antecedente antiguo, por lo que hay que concluir que, sea cual sea su origen y
etimología, su extensión es un fenómeno tardío, probablemente medieval.  (p. 
287)



 Tampooooco que
vaaa......



 



Ya aparecen en Personname productid="la Onomástica Indígena" w:st="on">la  Onomástica IndígenaPersonname> de Personname productid="la Aquitania. En" w:st="on">la Aquitania. EnPersonname>
concreto en las pp. 277 y 278 Gorrochategui dice lo siguiente:



 



353. TARROS. Ciotat, cerca de
Eauze (Gers).
Láp. funer. CIL 555



 



Museo de Auch. Cf. Polge,
n." 2.



Nom. sg.H.



Se trata del cognomen del ciudadano
C. Iul. Tarros, hijo de Talsco. Lo mismo que el nombre de su padre, Tarros
comienza por una T-, que es característica de los testimonios de la llanura. Da
la impresión de que el nombre no ha sufrido ninguna asimilación latina: si suponemos
que el tema es Tarro- y que la -s es la desinencia de nominativo sig. masc., lo
normal sería esPerar una forma *Tarrus Parece más probable, por tanto, pensar
que el tema es Tar(r)-, en-r fuerte, y que -os es un suf. que hay que poner en
relación con oss(o).  Si bien es verdad que
la mayoría de las veces este sufijo aparece como –ossus, -ossi, cf. Andossus
(nom. 124), Odossi (gen. 400), Condanossi (gen 324), existe el testimonio de
Andos (226), que debe ser visto como la expresión de un nombre indígena sin las
desinencias latinas.



En cuanto a la raíz, cabe
apuntar la posibilidad de que se trate de lo mismo que en la zona montañosa
aparece como Har- en Harbeles (nom. 85, 173,316), etc. No hay que olvidar que
también existe un Harbelesteg[ en Sos (Lot-et-Gar.).



R. Lafon, 1959,12, relaciona
este nombre con el top. Tarros, a 40  km
al E. de Lérida, que considera dentro del grupo de topónimos en -os, como Alos:
vasc. Aloze. Apunta, asimismo, que tarro en algunos  dialectos vizcaínos significa ''bas fond,
ravin'' (!).



Bibl.: Whatmough, DAG.



 



Con lo cual estos sufijos
son muy  antiguos, lo más seguro
prerrromanos, Pero eso no quiere decir que no haya habido una serie de ellos
creados posteriormente.



 



En primer
lugar, se ratifica el carácter antroponímico de los topónimos de esta serie,
así como la heterogeneidad de las bases antroponímicas sobre las que se forman,
predominando en el corpus analizado los cognomina de origen latino. En
cuanto a su cronología, podemos afirmar que, sea cual sea el contingente
poblacional que extendió esta sufijación, los datos analizados nos llevan como
mínimo a un estadio de romanización lo suficientemente avanzado como para dar
el nombre de un poseedor al terreno poseído. Como señala Francisco Villar en
referencia a los antropotopónimos, «esa modalidad de topónimo implica una
estructura social y política que acaso no comenzó a darse hasta la época de la
conquista romana» (p. 299)



 



Vaya, tan pronto dice que son medievales como que son
antiguos.



Aquí acierta aunque sea por casualidad. Por más de
que hay una serie de topónimos de este tipo anteriores y posteriores (p.e. Ustarroz
del NP medieval Ahostar+oz) la mayoría tienen un origen catastral en época
romana.



En esta época se identificaban las propiedades por
medio del nombre del propietario fundador y para no liar mucho la cosa, por más
que la propiedad cambiara, se mantenía el nombre. Muchos de esos nombres han
sobrevivido hasta nuestros días.



La mayoría tenían cognomina de origen latino, harto
lógico, ya que era la lengua oficial y en la que la mayoría de los funcionarios
nombrarían las propiedades.



Pero se da un fenómeno muy curioso en estos
topónimos, que nos indica una diglosía y hasta triglosía: la mezcla de lenguas
en la zona estudiada.



Nos encontramos 
en toda la zona en la que aparecen estos nombres, es decir Per
sonname productid="la Gascuña" w:st="on">la GascuñaPersonname>, Pirineos Sur y
Costa Cantábrica numerosos topónimos de este tipo con el nombre en una lengua y
la sufijación en otra, además mezclados.



 



(Para su mejor análisis se intentara proveer un
ejemplo de cada una de las zonas)



 



Gascuña              Pirineos Sur             Cantábrica



 



Nombre Indígena Sufijación
Latina



 



Samuran              Sangarrén                   Andraca



 



Nombre Indígena Sufijación
Indígena



 



Biscarrosse            Tarrós                      Araoz



 



Nombre Indígena Sufijación
Gala



 



Semeac



 



Nombre Latino Sufijación
Latina (cientos de ellos)



 



Lezignan              Quinzano                Zeberio



 



Nombre Latino Sufijación
Indígena



 



Vidalòs                  Bagüés                    Amaroz



 



 



 



Nombre Latino Sufijación
Gala



 



Armagnac



 



Nombre Galo Sufijación
Latina



 



Preignan



 



Nombre Galo Sufijación Gala



 



Bernac



 



Nombre Galo Sufijación
Indígena



 



Andernos             Gaillagós



 



La extensión de las sufijaciones
galas en estas zonas, es bastante limitada y no sobrepasa los Pirineos, por más
que haya una caterva de panceltistas que a base de confundir el sufijo galorromano
–acum, que daría  -aco al sur de los
Pirineos, con el latino  -ica o –aica que
da  -ca o –aca, nos quieran hacer creer
la existencia de estos en la península. De hecho, según Rohlfs, ni siquiera
llegan a sobrepasar Pau, encontrándose la mayoría de ellos alrededor de la
capital, Ausko, probablemente debido a una mayor migración de funcionarios o
población en general de origen galorromano:



“Los topónimos en -ac, en conjunto, son
testimonio de la colonización galorrománica, que termina la obra de la conquista
romana. Es lógico suponer que las formaciones en - a c u m, en su mayoría, se
desarrollaron a lo largo de los siglos II y III.



En cuanto a su repartición geográfica, estos
topónimos pueden ser considerados como el resultado de un segundo empuje colonizador
en los dominios de los antiguos aquitanos. En la llanura de Tarbes son más
numerosos que los derivados en - a n u m........ Más al oeste estos derivados son
escasísimos. En el valle de Gave de Pau, entre Pau y Orthez, no conozco más que
dos ejemplos.......... parecen representar una vanguardia del empuje
galorrománico que hubiera quedado un poco aislada. No aparecen ejemplos de este
tipo de formación en los límites del País Vasco.



No insisto en la ausencia casi total de nombres en -ac
en el territorio de las Landas al norte de Dax. Se sabe que esta región, cubierta
de bosques, estaba poco poblada en la antigüedad.” (La colonización romana y prerromana
en Gascuña y Aragón, pp. 35-36)



 



Visto lo visto, creo que ha quedado demostrada la
poquísima fiabilidad de las tesis de Marcelino Cortés, su poco bagaje lingüístico
e histórico en general a la hora de analizar la toponimia de base aquitana o
proto-vasca en Aragón y su nulo conocimiento de la lengua vasca. Parece que
este señor se basa en los usos lingüísticos actuales de Las Cinco Villas y a
partir de ello hace un proyeccionismo histórico, sin ninguna base, y que
responde más a razones  ideológicas que a
cualquier otra propuesta investigativa seria.



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