Autor: Teodoro Fondón Ramos
jueves, 28 de abril de 2016
Sección: Prehistoria
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Historia de un descubrimiento: Altamira
Hoy os traigo algo que muchos de vosotros habréis visto en estos días en el cine. Sí, me refiero a la película protagonizada por Antonio Banderas acerca del descubrimiento de lo que los arqueólogos hemos llamado la “Capilla Sixtina de la Prehistoria”; claramente me estoy refiriendo a la Cueva de Altamira. Lo que hoy os traigo no es una crítica de dicha película ni tampoco pretendo desentrañar los secretos de la misma, sino como historiador y arqueólogo daros unas pautas desde mi punto de vista profesional de lo que es la cueva y cuál es su importancia como yacimiento arqueológico.
La cueva de Altamira es la máxima representación del
espíritu creador del hombre. Todas las características esenciales del Arte
coinciden en Altamira en grado de excelencia. Las técnicas artísticas (dibujo, pintura, grabado), el tratamiento de
la forma y el aprovechamiento del soporte, los grandes formatos y la
tridimensionalidad, el naturalismo y la abstracción, el simbolismo, todo está
ya en Altamira.
A la cueva de Altamira le corresponde el privilegio de
ser el primer lugar en el mundo en el que se identificó la existencia del Arte
Rupestre del Paleolítico suPerior. Su singularidad y calidad, su magnífica
conservación y la frescura de sus pigmentos, hicieron que su reconocimiento se
postergara un cuarto de siglo. Fue una anomalía científica en su época, un
descubrimiento realizado en la cumbre y no en su grado elemental, un fenómeno
de difícil comprensión para uno sociedad, la del siglo XIX, sacudida por
postulados científicos extremos y rígidos. Bisontes,
caballos, ciervos, manos y misteriosos signos fueron pintados o grabados
durante los milenios en los que la cueva de Altamira estuvo habitada,
entre hace 35.000 y 13.000 años antes del presente. Estas representaciones se
extienden por toda la cueva, a lo largo de más de 270 metros, aunque sean las
famosas pinturas policromas las más conocidas.
El
hallazgo de la cueva de Altamira se debió a Modesto Cubillas, hacia 1868, quien se lo comunicó a Marcelino Sanz de Sautuola, que visitó
a la cueva por primera vez en 1875. Tres años más tarde acudió a la Exposición
Universal que se celebraba en Paris y allí conoció de primera mano algunos
objetos prehistóricos encontrados en cuevas del sur de Francia, donde se
excavaba desde hacía años en busca de los más remotos tiempos de la humanidad.
Sautuola, que ya tenía una amplia formación en Ciencias Naturales y en
Historia, regresó a España con una Perspectiva renovada y decidido a emprender
sus propios trabajos en las cuevas de Cantabria. Volvió a Altamira, acompañado
por su hija, María, y será la niña la primera en ver las famosas pinturas
polícromas.
En
1.880 publicó el hallazgo en el folleto “Breves apuntes sobre algunos
objetos prehistóricos de la Provincia de Santander”,
atribuyendo las pinturas a la prehistoria, al Periodo paleolítico. A pesar su
lúcido análisis, sus contemporáneos, desde diferentes Perspectivas
intelectuales, evolucionistas, creacionistas o los incrédulos prehistoriadores
del momento, fueron incapaces de asumir su planteamiento. Altamira se sumió en
el olvido.
En
1902, el prehistoriador francés E. de
Cartailhac publicó "Les
cavernes ornées de dessins. La grotte d''Altamira, Espagne. Mea Culpa d''un sceptique", reconociendo
su valor original. A partir de este momento, la cueva de Altamira adquirió
reconocimiento universal, convirtiéndose en un icono, en el destino quienes
querían conocer el origen del hombre.
En
cuanto a la Arqueología de la Cueva
se refiere, la cueva de Altamira contiene los restos de las actividades cotidianas
de sus habitantes durante los milenios que la cueva estuvo ocupada. El
yacimiento arqueológico está en el interior, en la zona cercana a la entrada
actual, buena parte sepultado bajo una espesa colada estalagmítica o por los
muros artificiales construidos en el s. XX. Recientes investigaciones (2008 y
2010) han Permitido localizar yacimiento arqueológico bajo el derrumbe que
destruyó la entrada, actualmente en el exterior de la cueva; descubriendo un nivel del Magdaleniense inferior que
proporcionó un objeto singular de arte mueble, un omóplato grabado con una cabeza de cierva. Además, esta
intervención Permitirá reconstruir la forma y dimensiones de la cueva con
anterioridad al derrumbe.
Marcelino Sanz de
Sautuola realizó en 1879 “rebuscas en el vestíbulo”,
descubriendo abundantes objetos de
sílex, hueso y asta, colorantes, restos de fauna y conchas que le sirvieron
para fijar la edad paleolítica de las famosas pinturas polícromas. El primero que excavó en profundidad y
extensión fue H. Alcalde del Río, Director de la Escuela de Artes y Oficios
de Torrelavega, desde 1903. Describió dos niveles consecutivos, el inferior y
más antiguo, de época Solutrense y el suPerior, más reciente, del
Magdaleniense. Esta secuencia fue confirmada por los trabajos de Hugo Obermaier (1924 y 1925). J. González Echegaray y L. G. Freeman en su excavación de
1980/81 Percibieron una complejidad mayor del registro arqueológico, en la
línea de lo que las recientes excavaciones han confirmado.
En
cuanto al punto de vista artístico,
el arte que se da en Altamira es un patrimonio exclusivo de nuestra especie, Homo sapiens, portadora de capacidades neurobiológicas que
hacen posible la creación simbólica. El conocimiento actual Permite asumir que
el Arte de Altamira corresponde al mismo marco cronológico que el depósito
arqueológico, entre 35.000 y 13.000 años.
La
zona derecha del Techo de los Polícromos
contiene las más antiguas representaciones: grandes caballos de color rojo, de entre 150 y 180 cm de longitud, una mano en positivo y dos en negativo, y
varias series de puntos. Otras figuras
de color negro, dibujadas con carbón, han Permitido su datación por Carbono
14 en el Magdaleniense inferior. A este momento corresponden los signos cuadrangulares, y “las máscaras” que son formas naturales
de la pared a las que se han añadido ojos o boca, humanizándolas.
El
ciervo es la especie más representada,
la mayoría son figuras grabadas durante el Magdaleniense inferior, entre 14.800
y 14.400 antes del presente, contemporáneas de los polícromos. Los 25 grandes polícromos son caballos,
bisontes que miden entre 125 y 170 cm de longitud, y la cierva, de más de dos metros. La
calificación de polícromos es inexacta ya que solo se utilizan dos pigmentos:
el negro de carbón y óxido de hierro rojo o pardo, aplicados directamente o
disueltos en agua. La impresión de policromía viene dada por la incorporación
del color de la roca para que rojo y negro no choquen cromáticamente. También
los bultos naturales del techo y las grietas se utilizaron para dar volumen o
para dibujar el contorno de las figuras.
La Conferencia General de la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, en su 17a, reunión
celebrada en París del 17 de octubre al 21 de noviembre de 1972 aprobó la Convención sobre
la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural. El
objetivo de esta Convención es garantizar la protección internacional de
aquellos bienes culturales y naturales de singular relevancia para cada estado,
así como arbitrar medidas de cooPeración y colaboración en materia de
conservación.
La convención creó el Comité del Patrimonio Mundial con
la misión de llevar al día y publicar la "Lista del patrimonio
mundial", con los bienes del patrimonio cultural y del patrimonio natural,
que poseen un valor universal excepcional siguiendo los criterios que haya
establecido y "Lista del patrimonio mundial en peligro" con los
bienes cuya protección exija grandes trabajos de conservación.
A petición del Gobierno de España, la cueva de Altamira fue incluida en la Lista del
Patrimonio Mundial en 1985 por representar una realización artística única
del genio humano y por aportar un testimonio excepcional de una civilización
desaparecida. El Bien aparece ahora inscrito en la Lista con la
denominación La cueva de Altamira y el arte rupestre
paleolítica del norte de España, que representan el apogeo del arte
y una muestra excepcional de la creación humana. La inclusión obliga a los
Estados titulares de los bienes incluidos en la Lista a lograr la protección,
conservación y revalorización del Patrimonio aplicando su legislación, sus
posibilidades científicas, técnicas y culturales y una acción concertada de
todos los servicios públicos.
Actualmente
la cueva de Altamira se encuentra cerrada al público por motivos de
conservación. Para analizar el estado de la cueva de Altamira, el Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte, a través de la Secretaría de Estado de Cultura,
promueve desde 2012 el Programa de Investigación para
la Conservación Preventiva y Régimen de Acceso de la Cueva de Altamira.
Este programa de investigación fue aprobado por el Patronato del Museo Nacional
y Centro de Investigación de Altamira el día 3 de agosto de 2012 y cuenta con
un plazo de dos años para la presentación de su informe de conclusiones. Parte
de la decisión tomada en el Patronato en 2010 de establecer las condiciones de
máxima accesibilidad que simultáneamente garanticen la sostenibilidad de la
cueva a través de estudios de conservación preventiva de la cavidad, desde un
enfoque interdisciplinar. La finalidad
del Programa es proponer un Plan de Conservación preventiva para la cueva de
Altamira y determinar el impacto que la presencia humana tiene sobre la
conservación de las pinturas. Los nuevos estudios se apoyan en las
investigaciones realizadas hasta el momento y consideran las variaciones que se
han producido en la cavidad. Sus conclusiones Permitirán decidir si la
compatibilidad de la adecuada conservación de Altamira con un régimen de visitas limitada y otorgarán
los protocolos a seguir, en su caso.
Fuente:
HERAS MARTÍN, C.; LASHERAS, J. A. (1997): La Cueva de Altamira: Historia de un
monumento. En: MORA, M; DIAZ-ANDREU, M (Eds.): II Congreso Nacional de
Historiografía de la Arqueología en España, siglos XVIII-XX.
Málaga: Universidad de Málaga, Servicio de Publicaciones, p. 359-368.
Más Información:
HERAS MARTÍN, C. (2002): El descubrimiento de la cueva de Altamira. En
LASHERAS, J.A. (Ed.): Redescubrir Altamira. Madrid:
Editorial Turner, p.17-28 //
HERAS MARTÍN, C.; LASHERAS, J. A. (2003): Venus y Caín: nacimiento y
tribulaciones de la prehistoria en el siglo XIX. Revista de Arqueología,
nº 267, p. 40-45
Más informacióen en: http://www.historiayarqueologia.com/profiles/blogs/historia-de-un-descubrimiento-altamira
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