Autor: Anfus Adair
miércoles, 31 de mayo de 2006
Sección: Lenguas
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Genealogía y Fuentes del Gallego.
El latín vulgar aportado por soldados, funcionarios y colonos romanos halla en el país una determinada situación lingüística preexistente, además de introducirse en determinadas condiciones y cierta dirección. Estos dos factores, sustrato prerromano y estado del latín vulgar importado, constituyen esencialmente las características del romance naciente.
Una lengua conservadora.
El latín vulgar aportado por soldados, funcionarios y colonos romanos halla en el país una determinada situación lingüística preexistente, además de introducirse en determinadas condiciones y cierta dirección. Estos dos factores, sustrato prerromano y estado del latín vulgar importado, constituyen esencialmente las características del romance naciente. Pero, a pesar de tantas hipótesis formuladas al respecto, la ignorancia en torno a materia que defina ambos factores, cuando no supina, suele ser absoluta. Conocemos el resultado pero, acerca las fuerzas que lo produjeron, este conocimiento es sólo formal. Determinado latín opera sobre cierto sustrato que contiene unos elementos genéticos sobre los que los filólogos lanzan sus hipótesis, atisbando indicios para las probabilidades, lo suficientemente confusas, para confrontar las más encontradas y contradictorias opiniones.
Difícilmente en la península un latín romanceado daría paso al romance propiamente dicho, con caracteres de unidad marcados. En tanto no se fijan literariamente, las lenguas viven un constante estado de fragmentación dialectal. En la etapa de gestación de los romances hispánicos, las condiciones geográficas y de comunicación son factores predominantes para conformar la variedad en el habla. El de los mozárabes, continuación de la lengua hablada con anterioridad a la dominación musulmana, muestra ya numerosas divergencias en este sentido, tanto morfológica como léxicamente.
En el noroeste la lengua prerrománica inicial presenta rasgos diferenciales tales como un sustrato prerromano compuesto de diversas capas, datándose pre-indoeuropeas las más antiguas, hablándose de un fondo ligur y discutiéndose la importancia del elemento celta. Los revolucionarios rasgos tempranamente registrados en el romance occidental se atribuyen a la persistencia del sistema fonético pre-romano propio del galaico-lusitano, cuyo dominio territorial coincide esencialmente con la zona de extensión del gallego y el portugués peninsulares (Krüger, Schmoll, Baldinger). Respecto a las condiciones de penetración del latín vulgar en el occidente, la tesis de Harri Meier afirma que partió de la Bética, donde el latín hablado era más culto que el de la Tarraconense, lo cual explicaría ciertos rasgos conservadores del gallego-portugués. Sobre el sustrato lingüístico indoeuropeo actúa entonces la antigua latinidad vulgar galaico-miñota que, con incorporaciones visigóticas, e influjos suevos y celtas en el léxico común y toponímico, constituyeron el romance privativo del noroeste hispánico.
Dos factores, en resumen, que dotan de fisonomía propia al gallego prehistórico, aun admitiéndole aspecto de variante de romance hispánico inicial, como pueda desprenderse del estudio del habla mozárabe. Acelerando la Reconquista el proceso de transformación, las nuevas condiciones socio-políticas determinan la fragmentación lingüística de la etapa románica, representando la gallega la mayor proximidad a la lengua general que los mozárabes conservaran, aun sin escribirla, y matizada por tanto, de variantes locales.
En el galaico-lusitano se reconoce un estrato precéltico, de corte occidental, y una personalidad tan definida como para constituir por si solo un grupo más dentro de la familia indoeuropea de lenguas. Hispania, y especialmente la Lusitania y Gallaecia, presentan varios sustratos étnicos, culturales y lingüísticos. Lingüísticamente, junto al material céltico, aparece uno indoeuropeo que, sin encajar en lo céltico, presenta semejanzas y conexiones en distintas áreas de Europa occidental indoeuropeizadas, con rasgos que no se amoldan tampoco a las formaciones itálicas, célticas y germánicas resultantes de las cristalizaciones y expansiones que simplifican el mapa. Competentes investigadores trajeron a colación otras aportaciones étnicas y lingüísticas indoeuropeas como la ligur, la iliria o la de los ambrones, o acuñaron etiquetas coma paracéltico, celtoide, sorotáptico o alpino, buscando situar los orígenes de este complicado material entre el que sobresale el Alteuropaisch o “antiguo europeo” de Krahe que, presentando en la hidronimia (Sar, Tamba/Tamaris, Camba) vestigios de su situación prehistórica (aprox. 2000-1500 aC.), se extiende de las Islas Británicas y Escandinavia a Italia y, del Báltico a la Península Ibérica; desde la llamada Urheimat o “patria originaria” indoeuropeizadora, previamente a la cristalización y expansión de las lenguas históricamente conocidas.
En el proceso arqueológico parece iniciarse la indoeuropeización hispana en el segundo milenio, escalonadamente, en fases y atendiendo a diversas procedencias por distintas rutas, sin excluir las marítimas. El área del N.E., presentando contradicciones y paradojas a la hora de suponerse ibera, que no indoeuropea, tiene la mejor presencia de Urnenfelder o campos de urnas prehistóricas, presumible consecuencia de las penetraciones centroeuropeas que tradicionalmente actúan como agentes de indoeuropeización lingüística. No obstante, los restos arqueológicos, pudiendo registrar continuidades y rupturas en su registro, no justifican así consecuencias lingüísticas.
Restando importancia como factor a migraciones e invasiones, y con una indoeuropeización inicial “protocelta” de segundo milenio, bastarían la tradición autóctona y factores y contactos inter-hispánicos para explicar la “celtización” de la que resulta, a mediados del primer milenio, la cultura celtibérica y su influjo sobre otras áreas hispanas. Influjo que, en lo que respecta al área galaico-lusitana, se contradice con las notables diferencias lingüísticas registradas entre las documentaciones celtibérica y la del galaico-lusitano. Al lado, o frente a movimientos poblacionales como parte inicial del proceso, no debe excluirse para el mismo la importancia que otros factores, como el intercambio, la difusión, asimilación cultural y política importados, por vía terrestre o marítima, pudieran tener. Con todo esto, aun siendo intensas las relaciones atlánticas de Gallaecia desde fechas preindoeuropeas y precélticas, se deben contemplar con más prudencia que fervor las leyendas irlandesas en las que el N.O. hispano interviene, en tanto que lo que las mismas reflejan son mitos sin un contundentemente determinante mejor documentado peso histórico que las avale.
El estudio de las documentaciones celtibéricas y galaico-lusitanas, distantes en siglos al inicio de la indoeuropeización hispana, no evidencia claramente la reconstrucción del proceso lingüístico, sobre todo en lo referente a relaciones antiguas, y hasta originarias, entre ambas áreas y, desde ellas, con otras indoeuropeas y célticas extrahispánicas. La ruptura de la continuidad temporal es una grave tara en Lingüística Histórico-Comparada. Continuidad rota además en el espacio pues ambas son dos islotes de documentación directa rodeados por el vacío de astures, cántabros, vetones, carpetanos, beturios, oretanos y otras gentes indoeuropeas o, mejor, indoeuropeizadas. Sea como fuere el sustrato preromano, en ocasiones preindoeuropeo, está presente en el latín hispánico y se continua en las lenguas románicas que de él proceden dando testimonio de una latinización gradual, con generaciones de bilingúismo disglósico que dejaron para lo latino unos rasgos fónicos y gramaticales además de un léxico que algo tienen que decir en lo que atañe a asimilación y resistencia culturales.
Anterior a la innegable y abundante presencia del sustrato preromano indoeuropeo y el céltico, tenemos el pre-indoeuropeo. Baldinger, entre otros indoeuropeistas, concluyeron en que poco sino nada relaciona a lo céltico ni indoeuropeo el sustrato septentrional hispano que interviene en el gallego-portugués caracterizándolo peculiarmente con rasgos tan esenciales como la pérdida de *-n- y *-l- intervocálicas (lúa, ceo), la denominada nasalización progresiva, la palatización de nasales (muiño, miña), la geada y el seseo, la palatización de los grupos *cl-, *fl-, *pl- (chamar, Chamoso, chegar) o el betacismo o fusión de *v con *b. Por otro lado, el área galaico-lusitana, documenta mejor que la celtibérica la sonorización de oclusivas sordas intervocálicas o entre sonante y vocal que, unido a la pérdida de las oclusivas sonoras, resulta ser un proceso de polémica relación con la llamada lenición característica del céltico insular, pero remontable a Celta Común y también presente en celtibérico, (PORGOM (Lamas)-PORCOM (Cabeço); CROVGIN/*CROUGIAI (Ribeira) de *kroukeH2 “PIEDRA, ga. croio, a.ir. crúach; TOVDADIGOE (Ribeira), TOUDOPALANDAIGAE (Talaván, Cáceres / * Toutatikoi, Toudopalandaikae.
Formas como lua (luna) o la (lana) o anxo (ángel) presentan pérdida de –n- y –l- intervocálicas, haciéndose derivar respectivamente de las latinas luna, lana, angelus, aun pudiéndose haber usado ya con anterioridad las mismas indoeuropeas voces (Louksna, losna (lua); Sánscrito U(a)rna, uluna, Gótico Wulla, wolle (la); Sánscrito. Ugalg Ie. ong- (anxo) con la misma ausencia de dichas consonantes entre vocales que el primitivo celta irlandés (luann, lann, angel) para los casos muestra también al contrario que las derivadas indoeuropeas latinas. El uso ya preromano de dichas voces lo sugiere, por ejemplo para lua, el epíteto de la deidad ICCONA en Cabeço das Fráguas LOIM (luminosa, brillante *leuk-s-men). En tal caso no cae dicha consonante intervocálica presente en latín, simplemente la forma indígena prerromana de referirse a la luna, indoeuropea a partir del mismo *leuk-, no la presenta ni incorpora con la romanización.
Así con todo, entre los más claramente prelatinismos del gallego, hallamos un pre-indoeuropeo con diversidad de presunciones para su filiación, y un indoeuropeo de difícil o imposible encaje en lo céltico al lado de muchas cosas claramente célticas. Atendiendo a circunstancias culturales Díaz y Díaz estudió una latinización del mundo agrícola y campesino y de relaciones familiares y sociales, con excepciones que confirmarían la regla, en la que perviven las formas indígenas entre lo inculto o no cultivado como álamo, carballo, toxo, carrasca, amieiro, caxigo, bidueira,..., y determinadas formas del terreno braña, pena, leira, croio, veiga, laxe, breña, barcia, bouza, coto, cádavo, gandara, balsa,....
Entretanto los latinos aprenden de las técnicas indígenas asimilando ámbitos léxicos como el de la minería (mina, arrugiae, corrugus/mina, arroio, corga), que además comprenden utensilios, herramientas esenciales para el constante desarrollo del mundo indígena, como en el léxico del carro (canga, cheda, tarago,...), recordándonos la ventajosa experiencia del galo que, con su carrus, suplantara al latino currus; o en el léxico del arado (port. lavego, cama;...).
Al fin, hay multitud de términos seguros o probables de sustrato prelatino que convendría sistematizar pues, siendo el léxico campo abierto e irregular de la lengua, le pesan muchos factores de los que, mejor que el lingüista, pueden dar cuenta el etnólogo y el antropólogo. Son prelatinismos mantenidos en lo cultural (faenas agrícolas y ganaderas, pesca, alimentación, habitación, comunicaciones,...) banzo, beizo, berce, billa, braga, broa, bugallo, busto, cama, camiño, camisa, cantiga, colmea, combarro, embelga, gancho, goro, lousa, reo, rodaballo, seara/senra, tascar, tona, tranca, varanda, verea,... por señalar algunos de tantas voces preindoeuropeas e indoeuropeas, célticas o no, algunas distintivas de la Gallaecia, cuando no comunes a toda Hispania o partes de ella. La presencia céltica en gallaecia y Lusitania la atestiguan formas toponímicas con –briga, -bra, -bre y -ve, o de nombres como Ledesma, Nemenzo, Nantes, Beresmo, Céltigos, ¿Coruña?, la hidronimia como Ambasmestas, Condado, Deva, Druba; además de la atestiguada en fuentes clásicas, onomástica antigua y las pervivencias actuales en el sustrato fónico, léxico y gramatical del gallego-portugués.
En la época de la Tene debió expanderse la cultura celta comprendiendo en su medida desplazamientos humanos, desde el entorno del Mar Negro, siguiendo el Danubio, hacia Italia, Francia, Inglaterra y España, en posesión de unas armas y cultura de un nivel avanzado. En el 400 a.C. los galos se instalan en Italia, y derrotan contundentemente a los romanos en las batallas de Glusium (390 a.C.) y Allia (-387). Venciendo toda resistencia toman Roma que saquean e incendian. Sin duda, el contacto entre ambos pueblos propició el intercambio de vocabulario entre sus respectivas lenguas indoeuropeas. Ya desde antes, sobre el 800 a.C., los celtas, por su desarrollada civilización y poder, son conocidos en toda Europa. La civilización de Hallstat se extiende por Alemania hacia el sur alcanzando Francia, Suiza y Norte de España. Durante todos estos siglos, su relación con la primitiva cultura de la península itálica, implica el contacto entre las lenguas, cediendo una más desarrollada cultura celta vocablos a los pueblos vecinos.
Muchas palabras latinas guardan semejante significado y forma a otras celtas irlandesas de una cultura no romanizada. En la Hispania tantas de estas palabras, mayormente consideradas latinas, serían usadas ya por los primitivos habitantes celtas en sus dialectos. Siendo romanizada la zona, tantas palabras celtas que previamente habían sido asimiladas por el latín que traen los romanos, coinciden en ser las mismas que los indígenas hispanos ya hablaban. Por tanto la latinización no implica un desplazamiento forzoso del vocabulario precedente indígena, en tanto baste cambiar o transformar alguno de sus sonidos consonánticos o vocálicos permaneciendo prácticamente inalterado en definitiva. Se podrían citar, a modo de ejemplo, la palabra carro, claramente celta aun figurando en cualquier manual o enciclopedia al uso de castellano o gallego como derivada del latín carrus, a la vez que se obtiene karro en galo, carrn y carr en irlandés moderno (primitivo probable carr) y carruca en celta galés; o arma, de forma idéntica en latín, armaire en celta primitivo y arm en el irlandés; entre otros tantos casos:
VOCABLOS CELTAS.
(Ga. gallego; Ir.m. irlandés moderno; Ir.p. i. primitivo; C. celta; C.p. c. primitivo; L. latín; Ie. indoeuropeo. B. c. Británico)
Alondra. Ga. Alauda. Galo Alauda.
Banasta. Ga. Banastra (carretón). Ir.m. Bara (carretón). Galo Benna (carro).
Barra. Ir.m. Barra.
(Pan de maíz). Ga. Boroa. Cantabria Borona. C. Bron. Galo Broa. Ir.m. Aran.
Barril. Ir.p. Barille.
Berro. C.p. Beruro.
Bogar. Ir.p. Boga (inclinación, arqueo).
(Ruido de viento, mar,...). Ga. Bruire, bruar. Ir.m. Braim.
(Colina). Ga. Beán. Ir.m. Beinn. Ir.p. Benn.
Calendario. Ir.m. Caladair. L. Calendae.
(Forma curva). Ga. Camba. Ir.m. carnadh. Galo Cumba.
Cama (lecho). Ir.m. ¿Camas? (bahía, cala). Ir.p. Cammas. (lecho marino, fluvial).
(Tierra). Ga. Cée Ir.m. Cé (la tierra). C.p. Kei.
(Canto rodado) Ga. Callao. C. Kail(l)o, caliavo.
Castro. Ir.p. Cathir. C.p. Kastro. L. Castrum.
Corona. Ga. Coroa. Ir.m. Crùn. Ir.p. Oruind. C.Galés Crwn. C.p. Krundi (circular)
Coruña. Ir.m. ¿Crunadh (coronación)?.
(Elevación). Ga. Dumbria. Ir.m. Dun (fortificada). Galo. Dunon.
Dromedario. Ir.m. Dromadair.
Macho cabrío. Ga. (en celo) Godallo. Ir.m. Gobhar. Ir.p. Gabar. C.p. Gabro.
Nada. Ir.m. Neoni. L. Nihil. Ir.p. Nephní, neb-ni.
Prisión. Ir.m. Priosan. Ir.p. Prisún.
Mármol. Ir.m. y L. Marmor (relación con griego).
Raza. Ir.m. Rèis, ruith. Ir.p. Reis.
Sil (río). Ir.p. Sen. Ir.m. Sil (agua deslizante). Indoeuropeo Sei, soi. Ligur. Silarus.
Taladro. Ga. Trade. Ir.p. Tarathar, taradr. C.Galés Twl. C.p. Tukslo.
Vasallo. Ga. Vasalo. Ir.p. Uasal. C.p. Oukselo.
Virgen. Ga. Virxe. Ir.m. Uirge, uar. L. Virgo. C.Galés Gwyryf .
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PALABRAS CELTAS EN LATÍN, O DE PROCEDENCIA INDOEUROPEA COMÚN.
Abadía. Ir.m. Abaid. Ir.p. Abb. L. Abba, abbas. Relacionado Arameo Abba.
Ángel. Ga. Anxo. Ir.m. Aingeal. Ir.p. Angel, aingel. Galo Aingeal. L. Angelus. Sánscrito. Ugalg Ie. ong-.
Arca. Ir.m. Áirc. Ir p. Arc. B. Arch. L. Arca.
Arco. Ir.p. Àrc. B. Arch. L. Arcus.
Arma. Ir. m. Loch-mara. Ir.pr. Arm. B. Arf. L. Arma. C.p. Armaire.
Armadura. Ir.m. Armachd, Armaich. Ir.p. Armda. L. Armatura.
Báculo. Bachall. B. Bagl. L. Baculum. Ie. Bak.
Pico. Ga. Bico. Ir.p. Bac, Ir.m. Bachall.
Barca. Ir.m. Bata. Ir. pr. Barc, bárc. L. Barca. Esca. Batr. (posible origen hispano).
Bardo. Ir.m y p. Bard. Galo Bardus. C.Galés. Bardd. C.p. Bardo-s.
Bestia. Ga. Besta. Ir.m. Biast. Ir.p. Béist. B. Bwyst. L. Bestia.
Abedul. Ga. Biduo. Ir.m. Beithe. Ir. p. Bethe. L. Betulla. Ie. Birke. C.p. Betua.
Bola. Ir.m. Ball, bolla. Ir,p. Ball. L. Bulla. C.p. Ballo.
Bolso-a. Ir.m. Bolg, balg. Ir.p. Bolg. Galo Bulga. L. Bursa.
Bragas. Ir.m. Breacan, Bráid. galo Bracca. L. Braca.
Brazo. Ir.p. Brac. B. Braich. L. Bra(c)cium.
Breve. Ir.p. Breib. L. Breuis.
Cabaña. Ga. Cabana. Ir.p. Cabán. L. Capanna.
Cal. Ir.m. Ca´clc. L. Calx. C.Galés. Calch.
Campo. Ir.m. Càmp. Ir.p. Cam. B. Camp. L. Campus.
Cáñamo. Ga. Cánabo. Ir.p. Cnaib. Germano. Kennep. L. Cannabis. Hispano-L. Cannabum.
Carroza. Ir.m. Carbad. L. Carpentum. C.p. Karbanto-n, karbito-n. C.Galés Cerbyd.
Cera. Ir.p. Céir. B. Cwyr, ciric.
Cereza. Ga. Cireixa. Ir.m. Sirist. L. Cerasus. Germano Kersa (relac. griego).
Círculo. Ga. Circo. Ir.p. Cercal, Cercol. B. Cylch, cicellus. L. Circulus.
Col. Ir.p. Cál. B. Cawl. L. Caulis.
Consolar. Ir.p. Comhsóléis, solad. L. Solor.
Copa. Ir.m. Copan. Ir.p. Copp. L. cuppa. Germano Kopf.
Corona. Ga. Coroa. Ir.p. Corann, coroin. Galo Coryn. L. Coróna. Germano Kron(e).
Credibilidad. Ga. Creto. Ir.p. Credal, cretim, credem. Galo. Credaf. L. Credo, creditus. Ie. Kred(h)-
Cuerpo. Ga. Corpo. Ir.p. Corp. L. Corpus. C.Galés. Corff.
Diablo. Ga. Diabo. Ir.m. Diabhol. Ir.p. Diabul. L. Diabolus. (relación con el griego).
Discípulo. Ir.p. Descipul. B. Dyscu. L. Disco, discipulus. Ie. ¿Dek?.
Dragón. Ir.m. Dràgon. Ir.p. Drac. B. Draig. L. Draco. (relac. gr.).
Duro. Ir.p. Dúr, dron. B. Dur. L. Durus. Sánscrito. Darunah.
Escándalo. Ir.p. Scandal. L. Scandalum. (relac. gr.).
Favor. Ir.p. Fabhar. L. Fauer.
Fin. Ir.m. Finid. B. Fin. L. Finis. Eslavo Fig-sn.
Gallo. Ga. Galo. Ir.p. Gall. Galo Galw. L. Gallus.
Grano. Ga. Gran. Ir.p. Grán. L. Granus. C.Galés Grawn. Gótico Kaurn.
Honor. Ir.p. Onór, onoir. L. Honos
Instrumento. Ir.p. Instrumint. B. Ystryw. L. Struo.
Lana. Ga. La. Ir.p. Lann. Galo Gwlan. L. Lana. Sánscrito U(a)rna, uluna. Gótico Wulla, wolle.
(Largo). Ga. Longo. Ir.p. Long. Galo, C.Galés Llong. C.p. Lo nga.
Leer. Ga. Ler. Ir.p. Liacht, legim, legend. B. Lith, Leu, Len. L. Lego. C.p. Lecht.
Legión. Ir.p. Légion. B. León. L. Legio.
León. Ir.p. Leo. L. Leò. Germano Leo.
Luna. Ga. Lua. Ir.p. Luan, lugna, lun. Galo Llum. L. Luna. Ie. Louksna, losna.
Niño. Ga. Meniño. Ir.p. Menb. L. Minus, minor, minutus. Sánscrito Manak-, ¿men-?.
Muro. Ir.p. Múr. B. Múr. L. Murus. Germano Mura.
Ostentar. Ir.p. Ostent. L. Ostendo.
Pan. Ir.p. Páin. L. Panis. Ie. ¿Paski?.
Papel. Ir.p. Páipeir. B. Pawyr. L. Papyrus. Germano Paffur. (relac.gr.).
Parte. Ir.p. Part. B. Parth. L. Pars, partior.
Pico. Ir. pr. Picc. B. pyg. L. Pix. Ie. ¿pik?.
Puerto. Ga.Porto. Ir.p. Port. L. Portus. C.Galés Porth.
Queso. Ga. Queixo. Ir.p. Cáise. B. Caws. L. Caseus.
Rana. Ga. Ra. Ir.p. Ran. B. Ran. L. Rana.
Rey. Ga. Rei. Ir.p. Rí, rig. Galo Rix. L. Rex. C.Galés Rhi.
Robusto. Ir.p. Robhar, robust. L. Robur. Ie. Reudh.
Sacramento. Ir.p. Sacramint, sacrail. L. Sacramentum. Osco. Sakrim. Umbro Sakre.
Salmo. Ir.p. Psalm, Salm. L. Psalmus. (relac. gr.).
Sol. Ir.p. Sol, solus, suil. Galo Sul.
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Son ejemplos de palabras que, a falta de mejor documentación sobre lenguas pre-latinas carentes de registro literario (al margen de interpretaciones petroglíficas), figuran usualmente como derivadas latinas, incluso presentando rasgos que las aproximan formalmente más a otras variantes indoeuropeas. En su procedencia incierta, es la registrada por escrito y por tanto conservada forma latina la que, en definitiva, deja constancia histórica de la voz en cuestión absorbiendo así a la indígena antecedente, si bien determinantes prehistóricos rasgos fonéticos se conservan, concerniendo a lo que a la misma procedencia atañe, en tantas voces que siendo pre-latinas debieron hallar sus paralelas en latín para crear un romanizante latín vulgarizado/ preromano latinizado que mantiene el propio carácter indígena de los supervivientes rasgos fonéticos pre-romanos que, en ejemplos gallegos como la (lana), queixo (queso) o lúa (luna), se aproximan fonológicamente, más que a las correspondientes latinas lana, caseus y luna, a sus equivalentes lann, cáise y luan irlandesas primitivas respectivas, mostrando unos vestigios autóctonos a los que cabe una filiación pre- e indoeuropea, las veces céltica, antes que latina. El galaico antaño latinizado por la lengua también indoeuropea del Imperio, es el que deviene en ser el gallego, posteriormente vulgarizado, bajo semejantes circunstancias, por otra lengua, a su vez imperialista, como lo es el castellano.
No siendo el galaico escrito es absorbido y acaparado por el latín (vulgarizado durante siglos en la Baética antes de arribar al N.O, y más vulgarizado aun bajo los persistentes rasgos indígenas del área occidental entonces), por el contrario sí se registran literariamente por separado el gallego y el castellano, perteneciendo a históricas culturas tan característicamente diferenciadas por las respectivas peculiaridades, como para que sepamos distinguir entre ambos y no se pueda justificar el ignorante reconocimiento del mestizaje entre los dos idiomas como idioma mismo en tanto que, reconocidos sus antecedentes, este tipo de derivaciones culturalmente híbridas constituyen en todo caso hablas vulgares que, siendo escritas y fijadas regularmente pueden constituirse en dialectos cuya filiación la determina el mayor grado de incidencia morfológica, sintáctica, gramatical y léxica de origen inmediato.
Numerosos elementos léxicos, de origen pre-, indoeuropeo, o simplemente desconocido, conservados en gallego, son comunes al castellano bajo idéntica forma o, como en losa/lousa, morea/morena, morrena, montón, veiga/vega,..., mostrando las diferencias fonéticas resultantes de sus respectivas peculiaridades lingüísticas. Otros, comunes al leonés en ocasiones, son exclusivos del gallego: arume/pinocha, barcia/vega, bourar/golpear, bouza/monte inculto, matorral; cádavo/chamizo, carballo/roble, carrasqueira/brezo, corgo/poza, cotarelo/colina, curuto/cima, esmagar/aplastar, gándara/paramo, laxe/laja, mouteiro/mojón, queiroa/brezo, touza/matorral, toxo/aliaga,..., y no hallan equivalente en castellano, no siendo que la evolución fonética haya apartado la voz tanto de la gallega que tan difícilmente se identifique como tal.
Otros, igualmente comunes al castellano o no, incorporados a través del latín que los adoptara o ya indígenas y prerromanos, son considerados célticos. Entre los más dados característicamente como celtas figuran adobiar/arreglar, adobar; alpendre/cobertizo, amieiro/álamo, berce/cuna, berro/grito, bico/pico, boca, beso, bido/abedul, billa/grifo, bosta/boñiga, bringa/vara de cesta, burato/agujero, callao/guijarro, camba/pieza de la rueda de carro, camiño/camino, canga/yugo, canto/rincón, colmeiro/hacina, croio/canto rodado, cruxol/crisol, cheda/pieza del lecho del carro, eiva/defecto, embelga/tramo acotado en parcela para sembrar, godallo/macho cabrío en celo, olga/haza, tascar/espadar el lino, tona/nata, superficie; touca/toca, touciño/tocino, trado/taladro, virar/volver, torcer, xouba/sardina joven,....
Gran número de vocablos griegos fueron suministrados al gallego por el mismo latín que los había asimilado, otros son adoptados posteriormente como cultismos modernos. Es importante el acervo aportado por el Cristianismo. Directamente del griego difícilmente recogería el gallego helenismos. Con fisonomía más distante a su correspondiente en castellano se recogen angueira/quehacer, anxo/ángel, cadeira/cátedra, silla con brazos; caixa/caja, coengo/canónigo, crego/clérigo, eirexa/iglesia, esmola/limosna, xis/yeso, orfo/huérfano, mosteiro/monasterio, marteiro/martirio,....
Se incorporan términos germánicos registrados, bajo su forma correspondiente, en otros idiomas. Se han reseñado de procedencia sueva britar/romper, gabar/alabar, laverca/alondra, lovio/emparrado, pouta/pata, triganza/prisa, trigar/empujar, trola/mentira,..., aun resultando complicado separar lo suevo de lo gótico. Otras aportaciones germánicas son afagar/halagar, agarimo/amparo, arranxar/ordenar, esgrevio/áspero, espeto/asador, faco/jaco, falcatrúa/engaño, fato/grupo, garfo/tenedor, guindar/arrojar, laido/feo, laído/lamento, luva/guante, mexengra/paro, nifrón/quejumbroso, pote/puchero, rapa/corte lanar de las bestias, rifar/reñir, tripar/pisar,....
Siendo la presencia árabe en Galicia efímera, se insertan en su idioma voces de esta procedencia a través de influencias mozárabes y préstamos castellanos. Figuran entre las más genuinas acea/aceña, adival/soga, alcaiote/alcahuete, alcume/apodo, alfaiate/sastre, alfándega/aduana, alicerce/cimiento, almafí/marfil, barragá/manceba, cirolas/zaragüelles, laranxa/naranja, matraca/carraca, refez/ruin, regueifa/roscón de boda, xarope/jarabe, xirifeiro/vistoso,....
Más modernas son las aportaciones del francés favorecidas por la peregrinación a Compostela, lo mismo que las del provenzal que cede parte de su vocabulario a la lírica cortesana. Siendo la inmensa mayoría de estos galicimos que persisten comunes al castellano, destacan peculiaridades como rúa/calle y chámbón/chamarilero, chapucero. También se incorporan al gallego, en su medida a través del castellano, vocablos de procedencia inglesa e italiana, lo mismo que indígena de América.
Por último el castellano, sobre todo a partir del Renacimiento, influyó poderosamente en la lengua de Galicia, apenas cultivada por entonces literalmente y no pudiendo, por tanto, ofrecer resistencia más eficaz. Léxico, fonética, sintaxis y morfología acusan la, imborrable en su medida, huella castellana. Con la restauración de las letras gallegas en el s. XIX, surge un ideal de pureza que tiende a reaccionar contra los castellanismos, mejor registrado en la lengua literaria que en las castellanizadas hablas vulgares. El gallego que aspira a ser normativo, ya desde Juan Manuel Pintos, muestra un prurito de casticismo, suponiendo entonces Rosalía de Castro más bien una concesión al gallego vulgar. Con firme propósito de restauración, junto a la reactualización del arcaísmo, Eduardo Pondal y otros reincorporan del portugués los legítimos préstamos del idioma hermano que, evolucionando de la misma lengua común a la cultura galaico-interamnense, llamada desde Carolina Michaëlis de Vasconcelo gallego-portugués, resulta menos influenciado por el castellano, conservando aquellas formas que la castellanización arrebatara al gallego. Estas concesiones son frecuentes, ya en escritos novecentistas y hasta la actualidad, aun registrándose en ciertos autores determinado retroceso hacia un gallego dialectal y “cas-trapero”, intoxicado de castellanismos que relega la categoría del idioma a la de dialecto vulgar, en detrimento de la propia cultura autóctona que se ve así engullida por la más ruin de las globalizaciones en cada palabra que escriben sin hacer distinción, al igual que los primeros renacentistas, entre habla literaria y vulgar.
Bibliografía:
1, 5. Ricardo Carballo Calero.-Gramática elemental del gallego común. Manuales Galaxia. Ed. Galaxia. 5ª ed. 1976.
2, 3. Juan J. Moralejo.-Lenguas paleohispánicas. (Os celtas da Europa atlántica.- Actas do 1º congreso galego sobre a cultura celta). Concello de Ferrol, 1977.
4. Ramón Sainero.- La huella celta en España e Irlanda. Ed. Akal. 1987.
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