Autor: Cierzo
sábado, 11 de febrero de 2006
Sección: Artículos generales
Información publicada por: Cierzo


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La blasfemia en el Antiguo Régimen

En el artículo pretendo demostrar que la blasfemia es tan antigua como la religión misma, frente a quienes pueden achacarla a los movimientos anticlericales actuales.

En este artículo pretendo reflejar la existencia de la blasfemia como forma de expresión intrínseca al ser humano desde la creación de la religión. No podemos pensar que el hecho de que existiera una mentalidad dominante y un miedo a lo irracional haría que la verdad absoluta fuera aceptada sin oposiciones dentro del seno de la sociedad.
La dificultad podemos tenerla a la hora de encontrar fuentes pero los procesos inquisitoriales y criminales de los diferentes diócesis reflejan creencias e ideas que estarían dentro de la mentalidad colectiva al margen de la oficial.

Por facilidad de acceso a las fuentes me he basado en los “Procesos criminales en el Arzobispado de Zaragoza” libro-guía realizado por los profesores de la Universidad de Zaragoza M.I. Falcón Pérez y M. Motis Dolader, donde resumen las fuentes que se encuentran en el Archivo Arzobispal de Zaragoza. La mayoría de estos procesos se llevan a cabo entre los siglos XVI y XVII.

En 1511 encontramos ya la primera inculpación penal a Gonzalvo del Prado un tejedor vecino de Zaragoza por causa de blasfemias y amenazas. Dejando del lado este ultimo aspecto el fiscal precisó que exclamó: “reniego de Dios” lo que se entendía como “verba fuerunt in maximam injuriam et offensam eiusdem Nostri Creatoris”. Ingresó en prisión.
Podemos ver que la expresión “reniego de Dios” no tiene la fuerza de nuestras escatológicas blasfemias actuales pero en el momento esa expresión era mucho más ofensiva o por lo menos las consecuencias eran mayores.
He observado que muchas de las acusaciones de blasfemia son motivadas porque se nombra a Dios en vano, lo cual esta alejado del tono ofensivo que se pretende encontrar en la blasfemia actual. Más bien deberíamos achacarlas a una mala interpretación o una mala educación religiosa, no a un reto frente a la Religión dominante.
Es en algunos contextos donde el hombre tiene más dificultades para reservarse expresiones y sentimientos que se crean en su interior y que reprime por miedo a represalias. Me refiero a juegos, competiciones, etc.
En 1531 se celebro un juicio penal contra Antonio Sanz, presbítero, sacristán habitante de Belchite. Se le acuso de diversos delitos entre los que se enumeran: juegos de cartas, dados y pelota en las calles de la villa; la celebración de matrimonios clandestinos, previa aceptación de soborno, riñas emprendidas con mosen Pedro Março, a quien puso su espada desenvainada en el pecho; juramentos a Dios y sus santos (S. Pedro) de los cuales reniega en las calles públicas; y “acuchillarse con otros muchos muchos costumbra, y salirse a matar con otros con broquel y espada, y otras veces con capa y espada, y desafiar a otros muchos hombres”. Estando obligado, como está, a residir es su condición de sacristán y servir en visperas y misas y apenas las atiende, “jugando públicamente desnudo en calças y jubon, y en calças y camissa a la pelota”
Parece que deportes, juegos y blasfemia va unida hasta para los religiosos de esa época.
La relación es clara en el proceso penal contra varios vecinos de Zaragoza en 1597 por su afición a los juegos de naipes y dados, en cuyas partidas se siguen toda suerte de juramentos y blasfemias.

En una sociedad agrícola que lloviera, no hubiera plagas, no helara y demás era demandado a Dios con rogativas, esta implicación de la divinidad con los fenómenos naturales también podría tener el efecto contrario entre los campesinos. En este contexto analizaría yo la acusación de blasfemia contra el agricultor Joan de Leznes habitante de Peñaflor que manifestó públicamente expresiones tales como “no creo en Dios, pese a Dios, descreo de Dios y no creo en Dios, o “pese a Dios, cuerpo de Dios, cabeza de Dios, plagas de Dios”.
La negación de Dios es algo que escandalizaba fuertemente como se demuestra en la causa penal contra el cocinero zaragozano Joan Flamenco quien dijo cosas como “no creo en Dios, pese a Dios, reniego de Christo”, todos los que le escuchaban “scandalizados, cerraban sus oidos por no oyr semejantes palabras”
Existen muchos casos de blasfemias como en 1567 contra Martí Benedit quien además de vivir sin casarse con una mujer (no parece que fuera una práctica rara aunque condenada por la Iglesia) se le acusa de ser “renegador, jurador del nombre de dios” entre cuyas expresiones blasfemas se citan: “¡pese a Dios!” y “¡cabeza de Dios!”, todo ello en ofensa del Señor y con poco temor de la justicia. Esta acusación se repite el mismo año contra Pedro Pastor de Rafals.
La anatomía de Dios, una blasfemia que hoy en día es prácticamente incomprensible lo único que he oído es la frase de mi abuelo “tendrá Dios cara conejo”, vuelve a estar en el centro de los juramentos. Esta vez fue un carnicero zaragozano Juan de PIEDRA quien por lo visto pronuncio juramentos y blasfemias sin causa alguna del tipo: “por vida de Dios, cabeza y cuerpo de Dios”, lo que producía un escándalo entre la feligresía.

Con el paso del tiempo si que vemos que la blasfemia va penetrando más en las iglesias, en 1605, Juan Español vecino de Tauste, herrero que tuvo un proceso criminal por blasfemias que relativas a Dios pronunció durante la celebración de los oficios religiosos en la parroquia.
Más clara es la inculpación penal de Felipe Michela vecino de Mallén, “juramentador y malhablado” por las palabras indecorosas y las blasfemias pronunciadas contra la Virgen junto al convento de San Francisco, así como los insultos contra la congregación a los que trataba como ladrones. Llego incluso a pegarle a un fraile con el palo de un azadón.


Blasfemias y juramentos se repiten a lo largo de muchos procesos en esa época. No es cuestión de reflejarlos todos pero parece que muchos surgen en momentos de embargos y de otras acciones donde nuestra rabia se dirige contra un Dios al que inconscientemente echamos la culpa. Por otro lado en los procesos se hace mención que se hace uso de ellos públicamente, por lo que esta claro que la Iglesia era consciente del uso de expresiones ofensivas contra la Religión pero no podía permitir su uso de forma pública.

Como decía al principio religión y blasfemia surgen al mismo tiempo y así como se modifica la una se modifica la otra. Con ello creo que no se puede achacar a los movimientos anticlericales actuales la utilización ni la creación de la blasfemia.


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Comentarios

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  1. #1 Brandan 12 de feb. 2006

    Sin embargo, lo que peor llevaba la Iglesia era la blasfemia dentro de su seno; y más si, como en el ejemplo que transcribo a continuación, quedaba escrita.

    "Aparte de la historia eclesiástica herética, que es la que ocupa mayor espacio, no faltan en los Índices prohibiciones de la ortodoxa. La Historia pontifical y católica, de Gonzalo de Illescas, prohibida al principio, pudo pasar luego expurgada. Permanentemente, en cambio, fueron suprimidas varias obras de carácter político-jurídico, como las Alegaciones sobre las competencias de jurisdicción entre los Tribunales Real y de la Inquisición de Mallorca, del doctor Joseph de Mur, (...) y la Apología de juribus principalibus defendendis et moderandis juste, de Juan de Roa Dávila.
    Esta obra consta de siete breves tratados, varios de los cuales han sido reeditados recientemente, mas no el referente a los derechos del príncipe contra el poder eclesiástico, que fue la PIEDRA de escándalo.
    Según el moderno editor de uno de ellos, antes de imprimirse la obra el inquisidor fray Marcos de Salazar la había censurado favorablemente, por lo que el rey concedió su aprobación después de oído el Consejo de Castilla (que todo esto hacía falta para publicar en España). Pero la Santa Sede se indignó ante aquel libro «blasfemo y pestífero», tan opuesto por su regalismo a la jurisdicción eclesiástica, y por diligencia del nuncio todos los ejemplares de la obra que se encontraron fueron llevados a Roma y echados al fuego. En consecuencia, la misma Inquisición que había permitido imprimirla en 1591 prohibió la obra por edicto del 18 de febrero de 1592. (Figura por primera vez en el Índice de Sandoval y Rojas de 1612.)
    Al año siguiente, Roa, preso en Madrid a disposición de la Nunciatura, fue procesado y condenado a perder su priorato y demás beneficios y a tres años de reclusión conventual. Pero el papa reclamó al reo y le trasladaron a Roma. Verdadero secuestro que dejó sorprendido al propio Felipe II, el cual comunicó en 1595 a su embajador en dicha ciudad que Roa estaba preso allí «sin saber por qué, si no es por el libro de las fuerzas (que hacen los jueces eclesiásticos) que escribió, se vio y se imprimió con mi licencia, habiéndolo visto y aprobado teólogos y juristas». (A Roa le pusieron en libertad, pero obligándole a quedarse en Roma, donde vivió hasta su muerte.
    A juicio de Luciano Pereña la desaparición de la obra de Roa Dávila, de la que apenas quedan ejemplares, no ha dejado de contribuir a la discontinuidad de la filosofía política de los teólogos españoles del siglo XVI. «Covarrubias, Soto y Medina influyen de manera permanente, y sirven de puntos de partida, que Roa completa y avanza ideológicamente. Pudo constituir un eslabón definitivo en la génesis de la escuela española si el libro no hubiera desaparecido de la circulación y dejara de influir prácticamente en los maestros que siguieron» ."

    INQUISICIÓN ESPAÑOLA,(La historia prohibida) V.Llorens ...
    www.vallenajerilla.com/berceo/ florilegio/inquisicion/historiaprohibida.htm

  2. Hay 1 comentarios.
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