Autor: QartHadasth
martes, 02 de enero de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: QartHadasth


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Tartessos y el sureste español (II)

¿Pudo encontrarse la mítica ciudad de tartessos en el Sureste español en lugar de en la ubicación tradicionalmente aceptada del entorno gaditano?






Para una mejor comprensión del artículo y de los accidentes geográficos se incluyen imágenes de apoyo.


Si queremos comparar las topografías de Tartessos y Cartagena es imprescindible tener clara la de ésta última. Para conocer y reproducir la antigua topografía de Cartagena en época clásica debemos utilizar las fuentes clásicas y los estudios geológicos y arqueológicos que a ella se refieran.
La fuente clásica que mejor describe la ciudad de Cartagena es la ampliamente conocida descripción realizada por Polibio, que estuvo en la ciudad en su época romana.
El texto dice así:
“Está situada hacia el punto medio del litoral español, en un golfo orientado hacia el Sudoeste. La profundidad del golfo es de unos veinte estadios y la distancia entre ambos extremos es de diez; el golfo, pues, es muy semejante a un puerto. En la boca del golfo hay una isla que estrecha enormemente el paso de penetración hacia dentro, por sus dos flancos. ... En el fondo del golfo hay un tómbolo, encima del cual está la ciudad, rodeada de mar por el Este y por el Sur, aislada por el lago al Oeste y en parte por el Norte, de modo que el brazo de tierra que alcanza al otro lado del mar, que es el que enlaza la ciudad con la tierra firme, no alcanza una anchura mayor que dos estadios. El casco de la ciudad es cóncavo; en su parte meridional presenta un acceso más plano desde el mar. Unas colinas ocupan el terreno restante, dos de ellas muy montuosas y escarpadas, y tres no tan elevadas, pero abruptas y difíciles de escalar. La colina más alta está al Este de la ciudad y se precipita en el mar; en su cima se levanta un templo a Asclepio. Hay otra colina frente a ésta, de disposición similar, en la cual se edificaron magníficos palacios reales, construidos, según se dice, por Asdrúbal, quien aspiraba a un poder monárquico. Las otras elevaciones del terreno, simplemente unos altozanos, rodean la parte septentrional de la ciudad. De estos tres, el orientado hacia el Este se llama el de Hefesto, el que viene a continuación, el de Aletes, personaje que, al parecer, obtuvo honores divinos por haber descubierto unas minas de plata; el tercero de los altozanos lleva el nombre de Cronos. Se ha abierto un cauce artificial entre el estanque y las aguas más próximas, para facilitar el trabajo a los que se ocupan en cosas de la mar. Por encima de este canal que corta el brazo de tierra que separa el lago y el mar se ha tendido un puente para que carros y acémilas puedan pasar por aquí, desde el interior del país, los suministros necesarios.”
Polibio, Historias 10, 10. Edición de Manuel Balasch, Ed. Gredos, Madrid, 1981, pp. 361-363.
Diversos autores se han percatado de un error en la orientación de la descripción de Polibio, achacándolo al cambio del punto en el que se produce el ocaso dependiendo de la estación del año. Por tanto, hay que corregirlo leyendo Suroeste donde Polibio indica el Este y Nordeste cuando habla del Norte como así confirman en su trabajo “Las Murallas de Cartagena en la Antigüedad” las arqueólogas Ruiz Valderas y Madrid Balanza.
Una vez solucionado el error, Polibio describe minuciosa y metódicamente la península sobre la que se asienta Cartagena.
Comienza delimitándonos la península, aclarándonos que la rodea el agua por el Sur, el Suroeste, el Oeste y el Nordeste, es decir por todas partes excepto por el Este, donde se sitúa el istmo (“que el brazo de tierra que alcanza al otro lado del mar, que es el que enlaza la ciudad con la tierra firme, no alcanza una anchura mayor que dos estadios”). En él comenzará la descripción de la orografía de la península de Cartagena caracterizada por sus cinco colinas.




Hasta el momento, se ha asumido que la última parte de la descripción (“Se ha abierto un cauce artificial entre el estanque y las aguas más próximas, para facilitar el trabajo a los que se ocupan en cosas de la mar. Por encima de este canal que corta el brazo de tierra que separa el lago y el mar se ha tendido un puente para que carros y acémilas puedan pasar por aquí, desde el interior del país, los suministros necesarios.”) se refiere al canal de la zona suroeste que comunicaba el Mar de Mandarache con la laguna Almarjal, sin embargo, Polibio deja claro que es por la zona donde un brazo de tierra enlaza la ciudad con tierra firme, es decir el istmo del lado este. Nos habla de una canal artificial por lo que debemos descartar la opción de la zona occidental pues la comunicación allí según los estudios geológicos es natural, la salida natural de las aguas del Almarjal y las aguas que a este llegaban.

Polibio deja claro que el canal artificial corta el istmo, pero que sobre él se ha tendido un puente que sigue manteniendo el tráfico terrestre. La función del canal es para facilitar el trabajo a los marinos y pescadores, por lo que podemos entender que era el acceso al Almarjal (el verdadero Cothon de la ciudad en época púnica) de barcos, por lo que debería tener bastante altura el puente sobre el canal. El hecho de que era posible la entrada de barcos a la laguna se demuestra con los primeros proyectos para la creación del arsenal del s.XVIII utilizando el Almarjal, al igual que en época púnica, como puerto para las naves de guerra y que finalmente se desecharon.
Jerónimo Hurtado escribe en “Descripción de de Cartagena y su puerto” (1584) […] “por la parte del norte, que es la salida a Murcia, va angosta y honda, de manera que con una puertecilla baja y de hasta 20 pies de largo se atraviesa: llámase todo esto Almarjal. Puede salir desde la mar un barco pequeño por todo él, si la portezuela no lo estorbase […] Tiene este almarjal de la boca de poniente hasta la otra parte de la ciudad media legua, poco más o menos, que como digo hace isla la ciudad.”
Si a finales del s. XVI eliminando la puerta de la que habla Hurtado podía entrar un barco pequeño, ¿no podría entrar un barco de gran porte en época clásica cuando había un aporte más o menos constante de agua a la laguna y los sedimentos no habían reducido la profundidad del Almarjal y de los canales que lo comunicaban con el mar?

Destinando al Almarjal la función de puerto militar dejaba el resto de las zonas portuarias (lado este del Mar de Mandarache y zona sureste de la ciudad junto a otros aún no aparecidos) como puertos comerciales e industriales como queda patente en las excavaciones realizadas en ambas zonas.

A pesar de que no se han realizado suficientes excavaciones en la zona del istmo se ha podido constatar la posible existencia de este canal del que nos informa Polibio, por donde circulaba el agua y la muy probable existencia de instalaciones portuarias en su desembocadura, bajo el actual baluarte sureste de la muralla del s. XVIII y así lo dice Berrocal Caparrós en su trabajo “Intervención Arqueológica en el proceso de rehabilitación del Real Hospital de Marina en Cartagena”.

“Sobre la topografía original [de la zona oriental del Cerro de la Concepción], parece que existía un promontorio rocoso que era continuación del basamento de filitas en el que se construyó el pabellón de autopsias, al respecto se observa con claridad que se desmontaron las filitas y esquistos naturales en el ángulo NO del edificio, hasta una cota de -8 m. o algo mayor, como parece indicar la subida del Dr. Fleming y la parte posterior en el ángulo
NE del Hospital.
Este promontorio tendría una pendiente más o menos abrupta hacia la mitad Sur del edificio como parece confirmarlo, la cata G en el centro del ala Sur, con unos importantes rellenos estériles (documentados hasta -1,70 m.) que alternan de un modo desordenado bolsadas de filitas violáceas, esquistos rojizos, arcillas y tierras marrones con cerámicas.
De la disposición y textura de estos estratos deducimos que fueron vertidos intencionadamente para nivelar el solar de la edificación y tan sólo pretendían rellenar [para nivelar el terreno donde se construiría el hospital] una vaguada o hundimiento natural que existía en este lugar.
La pendiente continuaba hacia el ángulo SE del Hospital, donde los sondeos han dado niveles de roca de alrededor de 8,85 m., sin embargo este área fue colmatada desde antiguo por rellenos romanos que tenían una cota muy elevada, por lo que en el momento de construcción del Hospital no tuvieron que desmontar estos estratos, sino tan sólo cubrirlos tal como se observa en su posición in situ directamente debajo del pavimento del siglo XVIII.
Además de la pendiente Norte-Sur, los sondeos geotécnicos han confirmado una pendiente Oeste-Este, muy pronunciada, como parece deducirse que en apenas 12 m. de diferencia entre sondeo 2 y 3, hay una diferencia de cota de 3,50 m. del terreno natural entre uno y otro.
Precisamente creemos que por este desnivel natural, documentamos a cotas muy elevadas (-1,20 m.) niveles de relleno romanos en el sondeo 2, mientras que en el sondeo 3, los niveles de relleno documentados son del siglo XVIII y están a una cota de 3,86 m. por debajo de la superficie actual. Todo ello nos llevaría a considerar una vaguada dirección Norte-Sureste, desde la plaza del Hospital hasta la fachada Este del mismo, probablemente hacia algún tipo de instalación portuaria en las inmediaciones de la cuesta del Batel.
Esta vaguada o torrentera parece confirmarse si tenemos en cuenta que la cimentación del muro exterior de este lateral del Hospital tiene forma de talud en la parte externa y sin embargo está cortada “a zanja” en su parte interna, con lo cual los arquitectos del siglo XVIII, para salvar el desnivel preexistente, tuvieron que explanar el ángulo SE interior del edificio y rellenar el ángulo SE exterior del mismo.
Así pues, tan sólo se documentan niveles arqueológicos anteriores al siglo XVIII, en el ángulo SE del interior del Hospital de Marina, estando el resto de la edificación con los niveles del XVIII directamente sobre la roca.”

En el trabajo de Berrocal queda patente la existencia de una torrentera que sigue la dirección Norte (donde se hallaba el Almarjal)- Sureste, donde cae a picado el monte de la Concepción y se encuentra una posible instalación portuaria. La torrentera, por los hallazgos debió colmatarse y quedar cegada en época romana (aproximadamente, según el estudio, en el s. I d.C.), lo que explicaría que no vuelva a hablarse de este canal desde entonces.

Acerca de la zona portuaria al final del canal, Berrocal continúa diciendo:

“Arqueológicamente toma visos de certeza la hipótesis que planteábamos en la fase I, sobre la existencia de algún tipo de instalación portuaria en las proximidades del entrante del Batel, sobre todo tras el análisis detallado de la documentación emitida a partir del siglo XVI, especialmente la referida a la planimetría sobre el estado de los terrenos y el proceso de las obras en el momento de la construcción del Hospital en el siglo XVIII.
Todos los datos indican que cuando se inician las obras el día 1 de julio de 1749 en el paraje conocido como Antiguones nos encontramos en una zona despoblada, en la que existen importantes restos arqueológicos visibles mencionados por los distintos autores, extramuros de la ciudad moderna.
En 1584, Fray Jerónimo Hurtado al respecto escribe
“.. a la parte de lebante de la ciudad, junto al seno del puerto, detrás del castillo parece aber sido muy grande población en tiempo pasado, por allí se muestran muchas ruinas de edificios y muelle para el puerto; llaman esto los moradores oy los Antiguones...”.
Otro escritor de finales del siglo XVI, Francisco Cascales indica: “A la falda del Castillo sobre la parte de levante, hay grandísimos fragmentos de edificios, donde estaba la Chancillería o Convento Jurídico de Cartagena en un famoso Coliseo, no de menos grandeza que el romano. De aquí los vecinos, sin orden, han sacado lindas piedras, figuras, antiguallas y columnas, y sobre quatro destas está fundada la Iglesia matriz desta ciudad, que admira su grandor y altura, siendo piedras vivas de una pieza cada qual. Hasta en nuestro tiempo se llevó de aquí Vespasiano de Gonzaga bellísimas imágenes de piedra para honrar con el desecho desta ciudad su principado. Y aquellos pedazos por allí derramados llaman ahora Antiguones”.
Posteriormente otros eruditos y viajeros hacen referencia a la zona en cuestión, pero centrándose exclusivamente en la figura del anfiteatro romano.
Otra noticia que nos parece especialmente relevante es la aportada por González Simancas en 1925-27 sobre una actuación en el cimiento del baluarte de la muralla de Carlos III en el ángulo SE del Hospital, encontrando en este lugar
“enormes bloques de fuerte caliza, no todos de igual tamaño, y en los que, a pesar de la labores hecha por los canteros del siglo XVIII para acomodarlos como sillares en la moderna construcción, quedaba en ellos el mismo rudo y desigual almohadillado que caracteriza la tosca labra de esterotomía que tienen muchas de las grandes piedras empleadas en ciertos muros de Sagunto que por su situación e igualdad de caracteres con las fortificaciones púnicas de Eryx habíamos supuestos que pudieran ser obra de los conquistadores cartagineses..”.
Todos estos datos nos llevan a plantearnos las siguientes reflexiones:
• En primer lugar, como ha indicado en diversas ocasiones D. José Mª Rubio Paredes, todos estos escritores antiguos entienden por Antiguones la zona alta y despoblada del collado entre los cerros de la Concepción y Despeñaperros, sin delimitación precisa por ninguno de sus lados. Por lo que sin duda nos encontrarnos en las estribaciones más meridionales de Antiguones, es decir en una zona con restos arqueológicos evidentes y al parecer superficiales.
• En segundo lugar, observamos que hay una referencia a la existencia de un muelle, no de una playa o varadero como la del Batel o Santa Lucía, esta noticia convenientemente relacionada con los enormes bloques de caliza bajo el baluarte SE y teniendo en cuenta la línea costera antigua que discurría entre la fachada Sur del Hospital y la muralla del siglo XVIII, nos hacen plantearnos la existencia de una instalación portuaria, precisamente debajo de este baluarte. El estudio de las cotas respecto al nivel del mar nos indican un desnivel de 5,698 m. de altura en un tramo de unos 5 metros lineales desde los rellenos el sondeo geotécnico nº 4 hasta la antigua línea costera debajo de la muralla y del baluarte. Para subsanar esta considerable pendiente y acceder a las embarcaciones, la instalación portuaria tendría que disponer o bien de una rampa muy inclinada –poco práctica para la descarga de mercancías–o de una zona acantilada de atraque para los navíos –mucho más funcional– donde hubiese un cantil de sillares de caliza gris, tal y como lo documentó en el año 1925 González Simancas.
El acceso hacia este lugar es otro de los rasgos que hemos analizado dada la accidentada topografía del área en cuestión, tradicionalmente han existido dos caminos o sendas que comunicaban el arrabal de Santa Lucía con el interior de la ciudad: Por la zona Este, concretamente por el istmo, a través de la Ermita de San José y por el SE, mediante una senda costera a través del paraje de la Gomera pasando por Antiguones . Este último camino nos interesa especialmente ya que, según analizamos en la fase I, los sondeos nos mostraban la presencia de una vaguada dirección Norte-Sureste, que atravesaba en diagonal la plaza del Hospital dirigiéndose por la fachada Este del mismo hacia el ángulo SE, muy probablemente se aprovecharía este acceso natural para el tránsito aunque suponemos que el paso no se realizaría por el fondo de la torrentera sino que se aprovecharía algún aterrazamiento lateral de la misma.
Llegado a este punto del argumento, es donde enlazamos con la interpretación sobre las sucesivas compactaciones halladas en la presente campaña de excavación, éstas según nuestra hipótesis, compondrían o adecuarían el acceso para el tránsito de mercancías desde el interior de la ciudad de Cartago-Nova a través de la Plaza del Hospital hasta la instalación portuaria del SE del Hospital de Marina. Conformarían según los pocos datos que disponemos una especie de avenida o calle, bien compactada como hemos visto y de pendiente manifiesta pero suavizada en ciertos tramos.”

La existencia de este canal artificial con un gran puente aparece en, al menos, otra descripción del puerto de Cartagena en época clásica.
Virgilio, en La Eneida, describe la llegada de Eneas al puerto de Carthago en Libia, sin embargo nos describe un puerto natural que ya en época clásica identifican con el de Cartagena y aceptan la topotesia que realiza Virgilio por la homonimia de ambas ciudades.
"Hay un lugar en una profunda ensenada y, ofreciendo sus costados, una isla lo hace puerto rompiendo contra ellos cuanta ola viene del mar, que se divide en arcos de reflujo. Aquí y allá vastos roquedales y farallones gemelos amenazan al cielo, bajo la cima de los cuales calla en gran extensión un mar seguro; se añade por encima un decorado de selvas relucientes y se alza un negro bosque de horrible sombra. Una gruta se abre enfrente, de colgantes escollos; dentro, aguas dulces y sitiales en la roca viva, morada de Ninfas. Se sujetan aquí las naves cansadas sin maroma alguna, no las ata el ancla con su curvo mordisco. Aquí llega Eneas con las siete naves que reunir pudo del número total, y desembarcando con gran ansia de tierra toman los troyanos posesión de la anhelada arena y tienden en la playa los cuerpos de sal entumecidos." Extracto de La Eneida de Virgilio.

La gruta que describe sería el canal cubierto por el istmo.
El único lugar donde no sería necesario el uso de anclas era la laguna y en menor medida el mar de Mandarache, pues el resto de la bahía queda resguardada salvo cuando sopla el viento del suroeste. Ante la posibilidad de aparición de éste en cualquier momento ningún navegante dejaría la nave sin fondear, a no ser que estuviera en el Almarjal que queda aislado de todos los vientos.

¿Pero quién realizó el canal? Sabemos, siguiendo a Virgilio, que en el s. II a. C. ya existía, pero, ¿desde cuanto antes?
Existe un texto que, prácticamente coincidente con el de Virgilio, describe un puerto similar, de nuevo, al de Cartagena. El texto es del s. VIII a.C., en La Odisea de Homero.
La descripción del puerto de Forcis, en Itaca puede ser, de nuevo, una topotesia y describir el puerto natural de Cartagena (ante el que todos los navegantes se han Maravillado y que glosó, entre otros, Cervantes), que, ya conocería Homero, de forma directa o indirecta, pues en esa época ya llegaban pueblos orientales a la costa sureste de España.
“En el pueblo de Itaca hay un puerto, el de Forcis, el viejo del mar, y en él hay dos salientes escarpados que se inclinan hacia el puerto y que dejan fuera el oleaje producido por silbantes vientos; dentro, las naves de buenos bancos permanecen sin amarras cuando llegan al término del fondeadero. Al extremo del puerto hay un olivo de anchas hojas y cerca de éste una gruta sombría y amable consagrada a las ninfas que llaman Náyades. Hay dentro cráteras y ánforas de piedra y también dentro fabrican las abejas sus panales. Hay dentro grandes telares de piedra donde las ninfas tejen sus túnicas con púrpura marina -¡una Maravilla para velas!- y también dentro corren las aguas sin cesar. Tiene dos puertas, la una del lado de Bóreas accesible a los hombres; la otra, del lado de Noto, es en cambio sólo para dioses y no entran por ella los hombres, que es camino de inmortales. Hacia allí remaron, pues ya lo conocían de antes, y la nave se apresuró a fondear en tierra firme, como a media altura -¡tales eran las manos de los remeros que la impulsaban!”
El nombre del puerto, Forcis, nos lleva inmediatamente a la zona occidental del Mediterráneo y a Tartessos, pues Forcis es antepasado de las Gorgonas y de Crisaor, Gerión y tantos otros seres que se ubicaban en el Occidente. De nuevo aparece la gruta/canal ahora más detallada, con dos accesos, el del norte, cerca del istmo tenía permitido el acceso a los hombres, que además recogerían los múrex que se encontraran en el canal (referenciado por los telares para tejer con la púrpura marina) y el del sur, en comunicación exclusiva con el mar y el muelle se destinaba solo a paso de dioses, tal vez se refiera a los barcos militares y a una talasocracia. Recordándonos la importancia de los militares en la oligarquía íbera.

En caso de que describa el puerto de Cartagena, obtendríamos para la existencia del canal, tal vez simplemente horadado en la roca en épocas tempranas y más adelante, en época púnica reforzado con obra civil, una antigüedad al menos contemporánea a Tartessos.

Aunque tal vez el canal es natural y se tendió, como dice Polibio, un puente sobre él.
Conocido es que Cartagena se levanta en una zona de gran actividad sísmica que continúa produciendo temblores de tierra en la actualidad y que fue la responsable de la importante actividad volcánica que configuró buena parte de su geología.
Existe una fractura en la zona occidental de la ciudad que sigue el trazado original de la rambla de Benipila, del mismo modo, y paralela a esta se halla otra fractura bordeando la falda oeste del Cabezo de los Moros, por el mismo lugar y dirección donde se uniría el almajal con la bahía a levante de la ciudad.

De esta forma, tenemos que la orografía sobre la que se levanta la actual Cartagena presentaba la forma de una isla al fondo de una bahía natural, rodeada en su totalidad por el mar y en su lado este comunicada por un istmo elevado de menos de 350 m de anchura (según el texto de Polibio) sobre el canal este. La laguna se llenaría de agua de mar por este lado y por el lado oeste desagüaría en el Mar de Mandarache.
Los aportes de agua a la laguna no solo provenían del mar, sino que en ella, por su lado este, desembocaba la rambla del Hondón, probablemente con aguas procedentes de los manatiales de San Juan y zona de El Hondón y por el oeste recibía los aportes de la Rambla de Benipila.

Esta rambla de Benipila, que a su vez se comunica con la Rambla más importante del Campo de Cartagena, la rambla del Albujon que desagua en el Mar Menor, pudo canalizar las aguas de los manatiales de Fuente Cubas y de Los Dolores (al norte de Cartagena), así como aguas del río Guadalentín que desembocaba en la rambla del Albujón/Fuente Alamo hasta que por fenómenos geológicos (ligero descenso de la planicie del valle del Guadalentín con respecto a la del Campo de Cartagena) queda sin desembocadura hasta la realización de obras hidráulicas posteriores como la creación del canal del Reguerón para comunicarlo, en el s. XVIII, con el río Segura. Este descenso haría que el Guadalentín dejara de verter sus aguas a la bahía de Cartagena y al Mar Menor.
El río Guadalentín (que nace en la Sierra de María, en el norte de la provincia de Almería) sería el río Tartessos y, como indican acerca de él las fuentes clásicas, recorría toda la región.
Los estudios geológicos son claros en cuanto a la presencia de este cauce en el Campo de Cartagena del que las ramblas actuales son testigo de ello.
Pérez Garrigós en “El país de la plata” (1969) reseña brevemente un estudio geológico que aborda la configuración del Distrito minero de Cartagena y su geogénesis.
“Toda esta gran cantidad de aguas [superficiales y subterráneas] formó varias corrientes fluviales y una principal que constituyó “la corriente fluvial del Campo de Cartagena”, procedente de las vertientes del NO, que fue la que rellenó con sus aguas la fosa del Mar Menor y con los acarreos formó la llamada “Manga” y alimentando al mismo tiempo la laguna del Almarjal. […] La formación del valle del Guadalentín es reciente. Es muy probable que comenzara su descenso en el periodo Neotermal, correspondiente al final del Paleolítico superior, hacia la última etapa del Magdaleniense (unos 10.000 años a. de J.C.). Este descenso no se verificó de una manera súbita, sino en diferentes etapas de largos años de duración cada una, de tal forma que cuando Tartessos se estableció […] el río tenía existencia real.
El examen del plano topográfico nos indica, que su paso sería a través de Cuevas del Reillo, que es donde el valle penetra más hacia el sur de la Sierra de Carrascoy, cuya unión con la del Algarrobo es sólo de 1.875 m., siguiendo su curso por los llanos comprendidos entre El Albujón y La Aljorra, La Palma y El Algar, para desaguar en el Mar Menor. Otro brazo correría en dirección sur, regando parte del Campo de Cartagena para ir a alimentar la laguna (Almarjal), saliendo de esta en dos brazos: el de Levante y el de Poniente, dejando a Cartagena convertida en una isla […] Sabemos que los lagos son zonas deprimidas de la corteza terrestre, una forma transitoria en constante evolución, en las cuales terminan uno o varios ríos, y su régimen, como fácilmente se comprende, está íntimamente ligado a los cursos de agua que los originan. Este es el caso del Almarjal; al desaparecer el río que lo formó por evolución natural del terreno que desvió sus aguas hacia el Segura, la laguna ha ido desapareciendo […]”



De esta manera la ciudad de Cartagena quedaría enclavada en la zona central litoral (al sur) de una gran planicie (Campo de Cartagena) delimitada por sierras al norte, oeste y sur, siendo ésta última la más rica en yacimientos metalíferos (uno de los más importantes de Europa) así como la más explotada desde la Antigüedad. Al este se encontraría la gran formación lacustre conocida como Mar Menor y, a través de un estrecho paso entre las sierras en la zona noroccidental de la planicie entraba el curso fluvial del río Guadalentín que atravesaba de oeste a este y con una inclinación hacia el Sur (hacia donde desciende la cota del Campo de Cartagena) para desembocar en la costa oeste del Mar Menor y en laguna del Almarjal, al norte de la ciudad que quedaba rodeada de agua al fondo de una bahía natural conformada con montes de la Sierra litoral que caen a plomo sobre las aguas del Mediterráneo, configurando una topografía muy similar a la presentada por las fuentes para la zona de la metrópoli tartésside.




Sin embargo, según Polibio, la ciudad la fundaría Asdrúbal, sobre el 230 a.C. como base y capital para el proyecto bárcida. Esta información eliminaría la posibilidad de que Cartagena fuera Tartessos por la inexistencia de una ocupación anterior.
Dejando aparte la identificación de la ciudad con la capital de los mastienos (Mastia), la arqueología demuestra que existió una comunidad íbera en la península cartagenera y en sus alrededores, principalmente dirigidas al comercio y la metalurgia (Los Nietos, Rincón de San Ginés…)
El hallazgo de construcciones y cerámica ibéricas en el casco urbano de la ciudad, que sobrevivieron a la reconfiguración urbanística púnica y romana denotan un asentamiento (del que se desconoce la extensión por los pocos hallazgos) de una aparente gran importancia y como mínimo desde el s. VI a.C.

“[…]sorprende constatar en La Milagrosa [parte del Casco Histórico de Cartagena] algunos testimonios arqueológicos que aportan una temprana fecha de la segunda mitad o fines del s. V a.C.[…]¿Realmente existió en nuestra ciudad una población ibérica anterior a la ocupación de los Cartagineses? No cabe duda que la superposición de las distintas fases de ocupación que se documentan en el desarrollo histórico de la ciudad hacen realmente difícil conocer en muchas ocasiones los niveles más antiguos, resultando en la mayoría de las ocasiones absolutamente imposible poder documentar estructuras que corresponden a la fase de ocupación pre-bárquida y bárquida de la ciudad. No obstante, dentro del capítulo de la arquitectura doméstica son interesantes los hallazgos realizados en dos solares localizados al pie del Monte Sacro, en una zona próxima a lo que sería el límite norte de la ciudad, delimitado por el estero, donde apareció un conjunto de estructuras compuesto por diversas estancias de planta cuadrangular, con zócalos de piedras pequeñas y paredes de adobes, afectadas por un estrato de destrucción e incendio asociado al episodio del asalto de la ciudad. […]Ros y Ramallo defienden la existencia de un poblamiento ibérico en Cartagena. El resultado de los estudios de las cerámicas ibéricas del Molinete y Anfiteatro efectuado por Ros, ofrece una Cartagena Ibérica preexistente no sólo a la dominación romana, sino a la corta ocupación púnica de la ciudad. Para el profesor Ramallo existe un hábitat continuado en el solar cartagenero […]En Cartagena, sin embargo y ciñéndonos a los datos arqueológicos actuales que se conocen de la época prebárquida, dentro de la escasez de éstos, es sintomático que en este contexto el mayor volumen de materiales se agudiza a partir de la segunda mitad del siglo IV y principios del s. III a.C. En La Milagrosa, el primer momento de ocupación parece preceder en poco tiempo a la construcción de la muralla: primera mitad del s. III a.C., ocupación que queda bien reflejada a través de una serie de estructuras excavadas sobre la roca de base –areniscas– integradas en la propia desigualdad del terreno, que se complementan con estructuras de adobe y entramado vegetal. Junto a estas construcciones hay restos de posibles cabañas ubicadas tanto en el interior como en el exterior de la muralla. Únicamente conservan zócalos de planta cuadrada, construidos a base de grandes piedras, colocadas de modo vertical. Cronológicamente son anteriores a la fortificación, aunque por el momento no podemos precisar la datación exacta.
Nosotros pensamos que de algún modo podría haber existido un poblamiento anterior a la ocupación púnica, ubicado en el actual recinto urbanístico o en las inmediaciones de la ciudad; también es posible que los asentamientos más antiguos se distribuyesen en las zonas montuosas (¿en La Milagrosa?). De momento hay que esperar la exhumación de los probables restos arqueológicos de época ibérica asociados definitivamente a un poblamiento ibérico en la ciudad de Cartagena. El futuro es esperanzador.” (MARIN BAÑO, CARMEN. “La cerámica ibérica pintada de la Muralla Púnica de Cartagena”)
Junto a los restos prebárquidas de Monte Sacro, Molinete y San José se han documentado recientemente restos en otra colina de la ciudad, Concepción o Despeñaperros.
“[…] los restos más antiguos documentados corresponden a una cabaña de planta oval fechada en época prebárquida, en el interior de la cual, se conservaba parte de un hogar con abundantes cenizas. […]” MADRID BALANZA, M.J. “Excavaciones arqueológicas en el PERI CA-4 o Barrio Universitario de Cartagena” XVI Jornadas de Patrimonio Histórico. Región de Murcia, 2005.


Una vez delimitada la topografía de la ciudad de Cartagena y habiendo confirmado (hasta donde es posible por la dificultad de hallar restos) la existencia de un poblamiento prepúnico intentaremos identificar los lugares con los nombres que nos dan las fuentes.

Lógicamente esta parte del artículo, la de renombrar los topónimos, es, en parte la que se muestra más proclive a caer en la subjetividad. Sin embargo intentaremos buscar cierta “lógica” y “razonamiento” a la elección de los topónimos.

El texto que más ahonda en la geografía de la ciudad y su zona adyacente es la Ora Marítima de Avieno.
Elaborada con textos anteriores y conservada parcialmente, ofrece el retrato más antiguo de la Península Ibérica.
Pese a haber sido estudiada hasta la saciedad continúa sin tener una lectura e identificación satisfactorias.
Generalmente se ha tratado como una descripción de las costas entre Marsella y las islas Británicas, sin embargo, algunos autores intentan ver en ella una descripción de tierras litorales y de interior similar a la que se haría comentando un plano, en lugar de un periplo costero. De esta manera se observan sustanciales diferencias, y quizás lecturas más “coherentes” que con lo tradicionalmente aceptado.
En lo referente a Tartessos, Avieno introduce comentarios propios asimilándola a la ciudad de Gades, si bien nos transmite que le sorprende que nada quedara en su época de aquella grandeza anterior. En la primera parte de este artículo se expuso la posibilidad de un error continuado, desde época clásica en la identificación de Cádiz con la mítica Tartessos.
La Ora Marítima dice así (texto de la traducción que aparece en el artículo “La Ora Marítima” realizado por Vettonio que puede leerse en esta web.).
Entre paréntesis algunos retazos en el latín original.

“Se yergue luego la mole del monte Casio y a partir de su nombre la lengua griega llamó primero casítero al estaño. Después sigue la prominencia de un santuario y, en lontananza, la fortaleza de Geronte (Gerontis arx), que lleva un antiguo nombre griego, pues hemos oído decir que en tiempos pasados a partir de ella se dio nombre a Gerión.
Aquí se encuentran las amplias costas del golfo tartessio y desde el río Ana, ya nombrado, hasta estos territorios las naves tienen un día de trayecto. Aquí se halla la ciudadela de Gadir, ya que en la lengua de los cartagineses se llamaba Gadir a un lugar vallado. Esta misma ciudad fue denominada primero Tartesso, ciudad importante y rica en tiempos remotos; ahora pobre; ahora empequeñecida; ahora, arrumbada; ahora, en fin, un simple campo de ruinas. Nosotros en estos parajes, excepto las ceremonias en honor de Hércules, no vimos nada digno de admiración86. En cambio, tuvo tal poderío, incluso tal prestigio en épocas pasadas, si damos crédito a la historia, que un rey altanero, y el más poderoso de todos los que a la sazón tenía el pueblo maurusio, muy estimado por el emperador Octaviano, Juba, entregado siempre al estudio de las letras y alejado por el mar que tenía en medio, se consideraba muy distinguido con el honor del duunvirato en su ciudad.
Pero el río Tarteso, fluyendo desde el lago Ligustino (Ligustino Lacu), a campo traviesa, envuelve una isla de pleno con el curso de sus aguas. No corre adelante por un cauce único, ni es uno solo en surcar el territorio que se le ofrece al paso, pues, de hecho, por la zona en que rompe la luz del alba, se echa a las campiñas por tres cauces; en dos ocasiones, y también por dos tramos, baña el sector meridional de la ciudad.
Por su parte, el monte Argentario se recorta sobre la laguna (paludem); así llamado en la Antigüedad a causa de su belleza, pues sus laderas brillan por la abundancia de estaño y, visto de lejos irradia más luminosidad aún a los aires, cuando el sol hiere con fuego las alturas de sus cumbres. Este mismo río, además, arrastra en sus aguas raeduras de estaño pesado y transporta este preciado mineral a la vera de las murallas. A partir de aquí una extensa región se aleja de la llanura de aguas saladas, tierra adentro; la raza de los etmaneos la habita. Y después, por otro lado, hasta los labrantíos de los cempsos, se extienden los ileates sobre tierras fértiles; si bien las zonas marítimas las controlan los cilbicenos.
A la ciudadela de Geronte y al cabo del santuario, como hemos explicado antes, los separa la salada mar por medio; y entre altos acantilados se recorta una ensenada. Junto al segundo macizo desemboca un río caudaloso. Luego se yergue el monte de los tartesios, cubierto de bosques.
Enseguida se encuentra la isla Eritía, de extensas campiñas, y en tiempos pasados, bajo jurisdicción púnica; de hecho, fueron colonos de la antigua Cartago los primeros en asentarse en ella. Un estrecho separa Eritía de la ciudadela del continente en tan sólo cinco estadios.
Por donde se da el ocaso del día, hay una isla consagrada a Venus del Mar, y en la misma un templo de Venus, una ermita en roca viva y un oráculo.
Cuando se viene desde aquel monte, que te había dicho resultaba temible por sus bosques, se halla un litoral de arenales en suave pendiente, en los que los ríos Besilo y Cilbo derraman sus aguas.
Después, hacia poniente, alza sus riscos soberbios el peñón Sagrado. A esta zona, en tiempos pasados, Grecia la denominó Herma. La palabra Herma se refiere a un parapeto del terreno, encarado de frente, y el lugar en sí fortifica el estrecho por ambas bandas. Otros, al contrario, lo llaman ruta de Hércules; pues, de hecho, se dice que Hércules allanó los mares, a fin de que quedara abierto un camino fácil para el rebaño que había apresado. Más aún, la mayoría de los autores afirman que aquella Herma estuvo primitivamente bajo jurisdicción de tierra libia. Y no se debe desdeñar la información de Dionisio, quien atestigua y enseña que Tarteso es el límite de Libia.
En territorio de Europa se levanta el promontorio que, ya lo señalé, sus habitantes llaman Sagrado. Entre ambos lugares fluye una ligera lengua de agua, la cual antaño se llamó Herma o Camino de Hércules. Euctemón, habitante de la ciudad de Anfípolis, afirma que se extiende en una longitud no superior a las ciento ocho millas y que ambas posiciones distan tres millas.”


Pasamos a comentar la posible identificación de los topónimos y accidentes geográficos que Avieno nos ofrece.
Como anteriormente se ha comentado, una lectura de la Ora Marítima como una descripción de un mapa y en el que se nos aporta información general del interior y no sólo del litoral nos proporciona una nueva distribución de los topónimos y nos ofrecería una visión general de los pueblos prerromanos de la Península Ibérica y su orografía, más detallada en el Levante y Sur peninsulares por ser esta la zona mejor conocida por los pueblos que comerciaban con ella. Según esta lectura, diferente a la tradicional (y que espero poder desarrollar en otro artículo) nos sitúa esta parte de la descripción en las referencias al Sureste español.
Lo primero que nos encontramos es una referencia al Monte Casio. Tras una lectura de la Ora Marítima advertimos que no debemos entender “monte” como un una única montaña, sino como una formación rocosa (cordillera o sierra) relevante, por lo que, por ejemplo se entiende que más adelante nos hable de las cumbres (en plural) del monte Argentario.
El nombre Casio podríamos relacionarlo con la actual Sierra de Cazorla (comienzo de la parte final de la Cordillera penibética que continúa, en la actualidad con nombres distintos, hasta introducirse en el mar en la zona de Almería, Región de Murcia y Alicante). La leyenda ibera que aparece en las monedas de Cástulo (importante núcleo minerometalúrgio de la zona) puede darnos la relación.
En la leyenda ibera Untermann lee Kastilo, mientras Correa lee Kastlo, ambas con similar sonido a Casio.

“La diferencia entre la inscripción (kaštilo) y el nombre real (kastulo) puede explicarse perfectamente por el tratamiento de /u/ que tendía a ser cerrada /ü/, cercana al itacismo /i/. Villar, sin embargo, prefiere ver en esto la posibilidad de un -il- diminutivo existente conjuntamente con otro diminutivo en -ul- que podían alternar en la lengua (sin que sepamos su matiz). La silbante /š/ es claramente una /s/ simple.El uso de la -o es bastante común en las numismática del Sur en la que parece denotar un nominativo singular neutro producto de la caída de -n (-on > -on). El acento debía situarse en sílaba inicial lo que explicaría caída de la vocal postónica Kastlo, Kastlwn (recuerde la idea de Correa).
Parece muy acertada la idea de Villar, sobre la raíz *kast- designando un punto "alto, visible, importante". Por otra parte es comparable a nuestra palabra "castillo" cuando esta palabra se refiere a una fortaleza alta.
kastulo > **kastülo/kastilo
kástulo > kástlo > kastlo(na) > Caslo(na) > Cazlo(na)”
Podríamos suponer, pues, que la sierra Casio es la Sierra de Cástulo.

Lo siguiente (avanzamos de oeste a este) que nos encontramos es un promontorio (posteriormente lo denominará cabo) con un santuario. Podría identificarse sin problemas con el cabo de Gata, una de las llegadas al mar de los montes “Casio”, identificando este santuario con el que Schulten situaba en este cabo dedicado a la Afrodita griega y Venus romana.
Al doblar, el Cabo de Gata puede verse en la lejanía la costa de la actual Región de Murcia (“en lontananza, la fortaleza de Geronte” que situaremos más adelante.)
Aquí comienza el Golfo de Mazarrón (antiguamente llamado de Cartagena. Desconozco el motivo del cambio de nombre) que llega hasta Cabo de Palos. La Ora Marítima refleja en este punto el inicio del Golfo tartessio.
Las referencias a la ciudad de Cádiz (e incluso la mención de la distancia en un día de navegación desde el Guadiana) son introducidas por Avieno porque lo que a continuación se describe es la costa de la ciudad de Tartessos que él, siguiendo a otros autores, identifica con Cádiz incluso sorprendiéndose de que una ciudad “pobre”, “empequeñecida”, “un campo de ruinas” haya sido la mítica Tartessos. Avieno llega a dudar que Cádiz haya sido Tartessos y es por ello que incluye un dato que “si damos crédito a la historia” nos proporciona mucha información.
Juba II (protegido de Augusto (Octaviano)) y rey del norte de Africa como descendiente de carhagineses se sentía orgulloso de ser duunviro de la ciudad que antiguamente era conocida como Tartessos. Ciertamente era duunviro de la “pobre” Cádiz de Avieno, pero también lo era de Carthago Nova (así lo dice un epígrafe hallado en Cartagena donde se le otorga el duunvirato honorífico a Juba y sus antepasados y descendientes (que pueden verse en http://www.celtiberia.net/verimg.asp?id=1852&cadena=juba ). Ciudad ésta a la que Augusto dedica gran atención y la llena de majestuosas obras públicas.
Juba se mostraba orgulloso de ser duunviro de la ciudad que fue Tartessos, es decir, Cartagena, no Cádiz.

A continuación nos habla del río Tartessos (Guadalentín), tras pasar por el Ligustino Lacu (Almarjal) desemboca dejando la ciudad de Tartessos (Cartagena/Mastia Tarsseion) en medio. En cuestión a los varios cauces por el este se refiere los cursos hacia el Mar Menor y Cartagena que atestiguan las ramblas actuales.

Retomemos la fortaleza de Geronte.
Lo que marca, viniendo desde el mar, la situación de la entrada a la bahía en el fondo de la cual se halla la ciudad es la fortaleza de Geronte (Ars Gerontis) que se adivinaba en lontananza desde el Cabo de Gata.
Viniendo desde el oeste la entrada al puerto de Cartagena, una vez cerca, la marca la isla de Escombreras, pero desde lejos puede verse la mole de Aguilones que se levanta tras ella.
¿Puede ser Aguilones el Arx Gerontis?
En el s. X al-Razi escribe que Qartayanna (Cartagena) es llamada por los moros Al Querone que se ha relacionado con el nombre de la ciudad tunecina Qairawan que significa plaza fuerte, fortaleza. Sin embargo no se ha encontrado una explicación satisfactoria a este topónimo, ya que algunos hasta lo trasladan como nombre de la ciudad de Aguilas. ¿Podría ser una reminiscencia del nombre Gerontis? ¿Puede que al ser esa la referencia para encontrar Cartagena en la navegación se identificara a la ciudad con ella? ¿Será Aguilones la evolución, tras pasar por el filtro árabe, de Gerontis? Casualmente su posición en relación a Cartagena, la isla de Escombreras (Eritia) y el Cabo de Gata coincide con la descrita por Avieno.




Desde Cartagena hasta el Cabo de Palos se alza la Sierra minera de Cartagena, explotada para extraer plata desde la antigüedad. Esta sierra es el monte Argentario y a sus pies una laguna, diferente a la de Cartagena. Avieno utiliza Lacu para la cercana a la ciudad y la expresión paludem (de Palus) para la que refleja la mole del monte argentario. Esa diferencia es significativa, pues mientras que la laguna del Almarjal no tiene en esa época características pantanosas la zona del Mar Menor (sobre todo el Sur (donde se encuentra la Sierra minera)) se hallaba repleta de zonas pantanosas que en la actualidad conforman el saladar de Lo Poyo, las salinas de Marchamalo y la zona del puerto deportivo de Cabo de Palos. Precisamente el nombre de este cabo, donde acaba la sierra, hace referencia a lo pantanoso del entorno derivando Palos de Palus.



El brillo que referencia Avieno en el Monte Argentario proviene de la existencia en algunas partes de esta Sierra de metales a nivel superficial y ciertamente "brillan" cuando les da la luz directamente.




Tras nombrar los pueblos del sureste inicia con la frase “A la ciudadela de Geronte y al cabo del santuario, como hemos explicado antes, los separa la salada mar por medio” nuevas descripciones del territorio entre Cabo de Gata y Cartagena, más detalladas. El que lo realice en varias ocasiones puede significar que tenía varias fuentes que describían esta zona y quería introducirlas todas en el texto.
En primer lugar vuelve a describirnos el golfo tartéssico, haciendo hincapié en lo abrupto de su costa. Realmente la costa del Golfo de Mazarrón se configura como una de las más escarpadas del litoral español, pues los montes caen a pico sobre las aguas en la mayoría de su costa, dejando escaso espacio a diminutas calas y no a grandes extensiones arenosas. En este golfo nos refiere Avieno la existencia de una ensenada. Debemos entenderlo como una amplia bahía que se introduzca tierra adentro y sea lugar seguro de refugio entre tanto acantilado. Avieno se refiere sin duda a un puerto natural, que debe ser importante para que nos mencione a éste únicamente. Sin duda alguna, la ensenada a la que se refiere en el Golfo de Mazarrón no puede ser otro que el importantísimo puerto natural de Cartagena que desde la antigüedad ha sido considerado como uno de los mejores puertos naturales del Mediterráneo.
Avieno nos informa que cerca de cabo del santuario/Cabo de Gata (segundo macizo) desemboca un río caudaloso. No es otro que el río Andaráx en Almería, que poseía un gran caudal documentado en época histórica.
Haciendo un paréntesis, me llama la atención el parecido entre el topónimo Andaráx en Almería y el de Mar de Mandarache en la ciudad de Cartagena.

El monte de los tartessios no sería otro que la sierra litoral que avanza desde el cabo de Gata hasta Cartagena y que es visible desde el mar durante todo el recorrido.
Se llega a la isla Eritia, al final del monte de los tartessios que corresponde a la isla de Escombreras (que marca la entrada al puerto de Cartagena y consagrada a Melkart/Hércules en época clásica). Se hace mención a las campiñas de Eritia, que serían las tierras del Campo de Cartagena, cuyo color rojo, a causa de la oxidación del abundante hierro que contiene nos recuerda a la palabra eritros, que es rojo en griego y nos hace pensar que Eritia es la “tierra roja”.
La distancia entre la isla de Escombreras (Eritia) y Aguilones (ciudadela de Gerión) no llega a un kilómetro, pudiendo relacionarse aproximadamente con los 5 estadios que aquí se nombran.
Otra posibilidad en la ubicación de estos topónimos puede referirse a que la isla Erítia fuera la zona Este del Campo de Cartagena (circunscrita y aislada del resto por las CORRIENTES del Mediterráneo al Sur y al Este y por los ramales del río Tartessos (Rambla del Albujón) al Norte y (Rambla de Benipila) al Oeste. Refiriéndose los 5 estadios a la anchura del Valle de Escombreras, siendo éste “el estrecho” que separa Eritia de “la ciudadela del continente”, Aguilones.



A partir de este momento, con las indicaciones de “el ocaso del día” y “cuando se viene desde aquel monte” (de los tartessios) dejamos la trayectoria al levante para dirigirnos al Oeste.
La isla consagrada a Venus del Mar podría referirse a la actual isla de las Palomas en la costa oeste de Cartagena, frente al monte Roldán (Sierra de La Muela). Desde al menos el s. IV a.C. la paloma se ha identificado como animal de Venus por lo que habría quedado su nombre denominando la isla. Existen otras islas en el litoral, de Las Torrosas, del Fraile (con restos de un muro romano (ya en la costa de Aguilas))… pero lamentablemente no se han realizado trabajos arqueológicos en ellas.
En la actualidad se encuentra una imagen de la Virgen en el acantilado que cae sobre el mar del Monte Roldán desde el que se ve la isla de Las Palomas. Del mismo modo, todos los años, en Septiembre, se realiza una romería a la ermita de la Virgen de la Muela (junto al manantial de la Fuente Negra) a 280 metros de altitud y desde donde, de nuevo podemos contemplar la isla de La Palomas, en esta misma zona, a nivel del mar se encuentra la llamada Cueva de La Virgen o de Neptuno, cubierta de agua que sólo puede visitarse realizando submarinismo. ¿Podría entenderse esto como un traspaso de las tradiciones de adoración a Venus desde la isla (con un acceso muy complicado) a la zona terrestre frente a ella?




El litoral de suaves pendientes puede referirse a la zona comprendida entre El Portús y Mazarrón, donde se encuentran las playas más largas de la acantilada costa suroeste de Cartagena. Los ríos Cilbo y Besilo que menciona podrían ser las grandes ramblas de El Cañar (en el límite entre los municipios de Cartagena y Mazarrón) y la de Perín que recorre toda esta diputación cartagenera y desemboca en El Portús.

Nos encontramos a continuación la descripción de Herma, que por las descripciones de Avieno parece referirse a una lengua que se usa como ruta marítima y terrestre.
Herma es la lengua de agua que se halla entre el último lugar comentado (costa de Cartagena) y el peñón Sagrado (hacia poniente).
En otra parte de la Ora Marítima se habla del Peñón Sagrado, concretamente en la zona cercana al río Guadiana (Anas).
Tomando como puntos de referencia Cartagena y la zona del Guadiana (peñón Sagrado) pasamos a leer lo que se habla sobre Herma.

“Después, hacia poniente, alza sus riscos soberbios el peñón Sagrado. A esta zona, en tiempos pasados, Grecia la denominó Herma. La palabra Herma se refiere a un parapeto del terreno, encarado de frente, y el lugar en sí fortifica el estrecho por ambas bandas. Otros, al contrario, lo llaman ruta de Hércules; pues, de hecho, se dice que Hércules allanó los mares, a fin de que quedara abierto un camino fácil para el rebaño que había apresado. Más aún, la mayoría de los autores afirman que aquella Herma estuvo primitivamente bajo jurisdicción de tierra libia. Y no se debe desdeñar la información de Dionisio, quien atestigua y enseña que Tarteso es el límite de Libia.
En territorio de Europa se levanta el promontorio que, ya lo señalé, sus habitantes llaman Sagrado. Entre ambos lugares fluye una ligera lengua de agua, la cual antaño se llamó Herma o Camino de Hércules. Euctemón, habitante de la ciudad de Anfípolis, afirma que se extiende en una longitud no superior a las ciento ocho millas y que ambas posiciones distan tres millas. Aquí están emplazadas las Columnas de Hércules, que hemos leído son consideradas como el extremo de uno y otro continente.”

Nos dice Avieno que Herma es lo mismo que el camino de Hércules.

El camino de Hércules o Vía Heráclea, también llamada Vía de Aníbal y Augusta no es otra que la vía litoral que recorre la Península Ibérica. Su trazado unía Cádiz con Cartagena y desde ésta, siguiendo el litoral levantino, llegaba a Tarragona, Barcelona y hasta los Pirineos.
Conocemos pues una vía terrestre denominada de Hércules. Tal vez, la ruta marítima paralela a la terrestre se denominaba también “Camino de Hércules”. De este modo tendríamos una ruta marítima por todo el litoral sur y levantino de la Península Ibérica.
Sin embargo parece que Herma no equivale a toda la ruta, sino que se refiere a ella como una lengua de agua que podría identificarse con la comprendida entre las costas africanas y españolas. Herma sería el, llamado por M.Tarradell en
“Historia de Marruecos. Marruecos Púnico.”, Koiné o Círculo del Estrecho de Gibraltar.
En “La moneda de Rusaddir. Una hipótesis de trabajo” de Pilar Fernández Uriel se dice sobre este Círculo:
“Este ámbito tiene un enorme interés histórico como vía y zona de tránsito entre el
Atlántico y el Mediterráneo, cuyas ciudades se encuentran asentadas entre ambas orillas
de Hispania y África, citando como más significativas: Asido, Baelo, Malaca,
Carteia, Sexs, Abdera, Cartago-Nova, Baria, entre las que pertenecen al litoral hispano,
Sala, Lixus, Zilil, Tingi, Septem Fratres, Tamuda y Rusaddir, en las costas africanas.
Si pudieran precisarse los confines de este ámbito, estos se establecerían desde
Salacia (Alcacer do Sal, Portugal) a Cartago Nova”
Podríamos pues identificar Herma como este espacio comercial y cultural entre ambas orillas, pero tal vez Herma limitaría occidentalmente en el actual Estrecho de Gibraltar o, como mucho, en el Cabo de San Vicente (Portugal).
La distancia máxima entre la costa española y africana en línea recta es de unos 200 km. siendo la más habitual la cercana a los 150 km., lo que hace plausible que la distancia de 108 millas dada por Euctemón sea la anchura de Herma.



En Herma, ciertamente se hallan las columnas de Hércules. En la misma Ora Marítima, los diversos autores, por medio de Avieno, nos confundirán acerca de cómo son las Columnas de Hércules. Unos dirán que son promontorios (Abila y Calpe), otros que no hay elevaciones del terreno. Probablemente todos tengan razón. Seguramente las Columnas de Hércules se identificaban en épocas más antiguas con las costas de Herma y posteriormente se redujo su identificación a los cabos Abila y Calpe como en la actualidad.
Sin embargo nos encontramos con una confusa afirmación: “ambas posiciones distan tres millas”.

¿Cuáles son estas dos posiciones que distan tres millas según Euctemón? Desde luego no es la anchura de Herma, pues nos da como ésta la distancia de 108 millas.

Puede que se refiera a la distancia entre Europa (por la referencia al Peñón Sagrado de nuevo) y Líbia (o las zonas de su jurisdicción) y, tal vez tiene relación con la referencia que el mismo Euctemón hace de las Columnas de Hércules como islas:

“Afirma también el ateniense Euctemón que no existen allí peñas, ni se alzan cumbres en ninguna de las dos partes; recuerda que entre las campiñas de tierra libia y la costa de Europa se hallan dos islas; dice que se las llama Columnas de Hércules; refiere que están separadas treinta estadios (¿puede haber un error en la transcripción de una de las distancias, 3 millas y 30 estadios?); que por doquier están cubiertas de bosques impresionantes y que son siempre inhóspitas para los marinos. Asevera, en efecto, que hay en ellas templos y altares a Hércules, que los bajeles extranjeros se dirigen allí para ofrecer sacrificios a este dios y se van apresuradamente, pues se tiene por impío demorarse en estas islas. Informa que la mar se mantiene tanto en los alrededores como en las cercanías con poquísima profundidad en una amplia área; que los navíos no pueden arribar cargados a estos parajes a causa del poco calado de las aguas y por el espeso fango de la costa. Pero que si alguien tiene el firme propósito de aproximarse allá por el templo en sí, entonces nos informa de que ese tal pone proa hacia la isla de la Luna, libra de carga a la nave y, aun así, aligerada la lancha, apenas logra desplazarse sobre las saladas aguas.”
Desgraciadamente, según las fuentes, los templos en honor a Melkart /Hércules son abundantísimos en islas de ambas costas, por lo que no podemos averiguar, de momento, cuales son las dos islas que nos indica el de Anfípolis.

Más adelante, Avieno, continúa con la descripción donde la dejó:
“Pero ya es hora de que mi pluma vuelva al objetivo anterior.
Por lo tanto, frente a la Columna Libístide, tal y como había dicho, se alza otra en territorio de Europa. Aquí el río Criso penetra en el hondo abismo marino. Por el lado de allá y el de acá, habitan cuatro pueblos, pues en estos parajes se encuentran los arrogantes libifenicios; se hallan aquí los masienos; están también los reinos selbisenos, de campos feraces, y los ricos tartesios, que se extienden hasta el golfo Caláctico.
Además, próximos a éstos aparecen luego el macizo Barbecio y el río Malaca, junto con la ciudad del mismo nombre, que en el siglo pasado se llamó Menace. Allá, bajo dominio de los tartesios, hay una isla frente a la ciudad, consagrada desde antiguo por sus habitantes a Noctiluca. En esta isla hay asimismo una laguna y un puerto seguro. La ciudadela de Menace se halla por encima. Hacia donde esta región se aparta de las olas, se yergue el monte Siluro (Silurus) con su alta cumbre.
A continuación sobresale una peña enorme, que se adentra en la profundidad de la mar. Una pineda, en otros tiempos frondosa, le dio nombre en griego; y el litoral se abaja hasta el santuario de Venus y el cabo de Venus124. Asimismo en esta costa se alzaron antaño numerosas ciudades y abundantes grupos de fenicios controlaron antes estos lugares. En cambio, ahora, este territorio, ya solitario, despliega simples arenales inhóspitos y las campiñas, privadas de labriegos, se echan a perder y son un erial. A partir del cabo recóndito de Venus puede contemplarse Herma en lontananza, en territorio libio, que antes he citado. La costa se extiende aquí de nuevo, desprovista ahora de pobladores, en realidad, puros terrenos abandonados. Antiguamente también aquí se alzaron a la vista muchísimas ciudades y numerosos pueblos frecuentaron estos lugares. Después, el puerto Namnacio se arquea desde la profunda llanura marina, próximo a la ciudadela de los masienos y al fondo de esta ensenada se alza con sus altas murallas la ciudad masiena.
Luego sobresale el promontorio de Trete y, al lado, se halla la insignificante isla Estróngile. Acto seguido, en los aledaños de esta isla, una laguna de enorme amplitud ensancha sus riberas. Allá el río Teodoro (y no te sorprendas de oír en un paraje sin civilizar y bárbaro un nombre en la lengua de Grecia) desemboca lentamente. Los fenicios fueron los primeros en habitar estos lugares.
De nuevo se extienden desde aquí arenales por la costa y tres islas circundan en toda su amplitud esta costa. Aquí en tiempos pasados estuvo la frontera de los tartesios”

Comienza esta parte en el actual Estrecho de Gibraltar, con las columna Libístide y frente a ella Calpe, en el límite occidental de Herma.
Desde aquí hará un rápido repaso de la zona sur peninsular (coincidiendo su identificación con los tradicionalmente aceptados), con referencias a Sierra Nevada (Siluro), llegando hasta el Cabo de Gata (Cabo de Venus).
Avieno se encarga de confirmarnos que el Cabo de Venus es el mismo que el que anteriormente llamó cabo del santuario sin darnos su nombre.
Lo hace a través de las referencias a la existencia de un santuario en el Cabo de Venus, de ahí el sobrenombre Cabo del santuario usado antes, y que desde el Cabo de Gata se observa Herma, de hecho, desde el Cabo de Gata, miremos a un lado o a otro tendremos ante nosotros Herma, que habíamos delimitado como el estrecho formado entre Africa y la Península extendiéndose longitudinalmente entre Cartagena y el sur portugués.

El puerto Namnacio es indicado como una ensenada. Es la misma ensenada mencionada anteriormente, cuando hablaba del Golfo tartessio y a la que no dio nombre (“A la ciudadela de Geronte y al cabo del santuario, como hemos explicado antes, los separa la salada mar por medio; y entre altos acantilados se recorta una ensenada.”).
De nuevo, encontramos paralelismos en lo narrado anteriormente y lo que ahora se nos presenta.
La ciudadela de los masienos junto a la que se abre la ensenada (Puerto Namnacio) no es otra que la ciudadela de Gerión (Arx Gerontis) y la ciudad masiena que se alza con altas murallas al fondo de la ensenada no es otra que Tartessos (Mastia Tarsseion).



Como anteriormente ya describió la zona hasta la laguna (palus) en el límite oriental del monte Argentario continúa ahora a partir de ese punto, el cabo de palos (Cabo Trete) y la Isla Grosa (Strongile). La laguna donde desemboca el río Teodoro (Segura) es el gran delta pantanoso que formaba en época clásica que abarcaba entre Santa Pola hasta Torrevieja, de las que las actuales salinas y lagunas son recuerdo.
A partir de Santa Pola se describen los literales arenosos de la costa alicantina, donde se encuentran las islas de Tabarca, el Islote de Benidorm y la isla Mitjana en las Peñas de Arabí. La frontera de los tartessios se encontraría pues entre el cabo de la Nao y el Júcar cuando no en este último.

¿Son los mastienos y los tartessios el mismo pueblo?
Desgraciadamente no podemos afirmar nada rotundamente.
Los tartessios, según Avieno se extenderían prácticamente desde el Estrecho de Gibraltar hasta el río Júcar, coincidentes prácticamente con el territorio de los mastienos.
Es posible que el gentilicio tartessio hiciera referencia a una zona más limitada en el Sureste peninsular, quizás entre Almería y Alicante, denominando como mastieno a un territorio mayor en el que incluso se incluyeran los mestizos libiofenicios.
También puede ser que el topónimo Mastia Tarsseion produjera una confusión y el uso de los topónimos Mastia y Tartessos indiferentemente para denominar la misma ciudad. Este hecho provocaría que se denominara al pueblo como mastieno o tartessio, gentilicios que, para los autores posteriores, una vez producida la refundación como Qarthadasth y la conquista romana perderían la sinonímia.
Esto podría explicar, tal vez, el hecho de que se nombre a tartessios y mastienos en la Ora Marítima, casi siempre juntos y solapándose en el territorio.
Espero poder realizar una tercera entrega con otros textos sobre Tartessos.


Tartessos y el sureste español(I) en http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=1733&cadena=tartessos






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Comentarios

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  1. #1 Dressel 01 de dic. 2006

    Hombre, teniendo en cuenta que, según las personas que llamaré "revistionistas" (muy entre comillas) hablan de que la actual Cartagena es una fundación, como mínimo del siglo VIII a.c., lo cual la arqueología no ha demostrado todavía, ya que lo único con referencia ibera aparecido son algunas cerámicas y algunos muros del siglo IV a.c.... yo me inclino por no creer que Cartagena=Mastia.
    Ya sé que las fuentes hacen referencia a una Mastia de Tartessos. Pero nisiquiera se sabe la localización de Tartessos; y la hipótesis más fiable es la de que se encuentre, en caso de ser una ciudad, en lo que actualmente es el occidente andaluz. Y en caso de que fuera un conglomerado político, a lo cual me resisto y me inclino más a pensar en una región, sería muy difíci lque en el siglo VIII hubiera una red social tan bien establecida en el occidente europeo. Se podría pensar más en que, lo mismo que hay muchas Tarssis o Tartessos repartidas por la geografía europea de época griega, tanto haciendo referencia a regiones como a ciudades, que este término hiciera referencia a una región que por encontrarse muy distante de Grecia, se le llaMara así. Al igual que había en época griega también dos Iberias: la Península Ibérica y los territorios de más allá de la actual Capadocia.

    Con respecto a los relatos de la fundación de Quart Hadast...en fin, las fuentes no siempre llevan la razón en cuanto a cronología se refiere, ya que cada escritor, tanto antiguo como moderno es hijo de su tiempo, y hasta la llegada del cristianismo no se hacen historias con carácter lienal, lo que implica una concepción cíclica del tiempo. Esto quiere decir que al historiador de la Edad Antigua no le interesa tanto el colocar los hechos en el tiempo como el compararlos con lo que ocurre en su época...En fin, eso me lleva a pensar que lo mejor en estos casos es hacer caso a la Arqueología, a lo demostrable, y no a las conjeturas que no llevan a ninguna parte.
    (espero no tener que recordar los episodios tan bochornosos que he tenido que presenciar cada vez que los de la Plataforma Virgen de la Caridad asisten a una conferencia sobre la Historia de la ciudad, y más sin ser ni historiadores ni arqueólogos).

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