Autor: Silmarillion
jueves, 17 de abril de 2008
Sección: Artículos generales
Información publicada por: silmarillion
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Negocios y expolios
-
El Museo del Prado guarda tres tablas consideradas entre las
obras maestras de la madurez artística del italiano Sandro
Botticelli. De 83 x138 cms, 82 x 138 cms y 84 x 138 cms,
fueron realizadas con la técnica del temple circa 1483,
inspiradas en la obra de Bocaccio, el Decamerón. El episodio
narrado es "La Historia de Nastagio degli Onesti".
Originalmente el grupo pictórico se hallaba compuesto por
cuatro tablas de similar formato que se separaron en el
transcurso de los años. Cada una de las tablas narra un
fragmento de la historia, a modo de cuadro fotográfico o
historieta, retomando el artista para mejor expresión una
tradición expresiva corespondiente al gótico.
La historia narrada se encuentra entre la picaresca y el
exemplum : Nastagio, joven noble, ha sido rechazado por
Paola Travesari a quien requería de amores. Triste y
desolado pasea por el bosque cuando ante sí se desarrolla
una escena que lo llena de asombro. Una joven mujer desnuda
huye de un hombre quien la persigue a caballo con una
jauría. Cuando los perros dan alcance a la mujer, Nastagio
contempla con horror como el caballero le da muerte
arrancándole el corazón, con el que alimenta a los animales.
En breve la mujer se recompone, se levanta del suelo y
recomienza la persecusión. El perseguidor relata a Nastagio
el motivo de este eterno castigo: al negar sus favores al
caballero, la joven ocasionó su suicidio, con motivo de la
crueldad hacia quien la amaba se reiterará esta escena
eternamente.
El joven noble, sumamente impresionado, invita a su
pretetendida y familia a un banquete que se realiza en el
exacto lugar del bosque donde perseguidor y perseguida
realizan su carrera siniestra. En medio de la fiesta, los
asistentes contemplan la espantosa escena que días antes
Nastagio tuvo oportunidad de prescenciar. Paola Traversari,
conmovida ( o asustada?) al conocer la historia, acepta la
propuesta matrimonial que había rechazado. Los esponsales se
celebran en la tabla faltante .
El motivo del corazón devorado se reitera en la literatura
medieval y renacentista, por ejemplo en "Le Roman du
Châtelain de Coucilet et la Dame de Fayel". Raoul de Couci,
herido en batalla hace enviar a la Dame de Fayel, su amada,
su corazón arrancado al morir a modo de amoroso recuerdo. El
esposo de la dama, enterado de este hecho, intercepta el
presente y ordena a los sirvientes le sea servido a su
esposa cocido y debidamente aderezado. Al saber de esto, la
castellana se niega a comer nunca más y muere de inanición
al poco tiempo.
En "Lai d'Ignaure", los esposos de doce damas cuyo goce e
infidelidad provenía del caballero Ignaure, castigan al
osado y a las infieles. Luego de emboscar y asesinar al tal
Ignaure, le arrancan el corazón y cortan su miembro viril.
Luego con estas porciones de su anatomía mandan confeccionar
un delicioso patë con el que por supuesto alimentan a sus
esposas, quienes, una vez enteradas de la ingesta realizada,
como la Dame de Fayel deciden suprimir todo otro tipo de
comida hasta llegar a la muerte.
El corazón devorado aparece en la Divina Comedia como una
visión. En la obra del inglés John Ford, 'Tis pity she's a
whore (1633), el amor incestuoso etre Giovanni y Anabella
termina en el último acto con la muerte de Anabella a manos
de Giovanni y la entrada de éste al salón donde se celebra
un banquete llevando en la punta de su daga el corazón
sangrante de su hermana y amante.
Las pinturas de marras fueron encargadas a Sandro Botticelli
con motivo del matrimonio de dos grandes familias
florentinas y en lo histórico, artístico y literario
quedaría este escrito si no nos preguntamos como, porqué y
cuándo estas tablas paradigmáticas arribaron al Museo del
Prado.
Fueron donadas al Museo del Prado por el catalán Francisco
Cambó, economista, ministro por dos veces de la monarquía y
franquista declarado. Emigró rumbo a Argentina finalizada la
guerra civil para hacerse cargo de la presidencia de la
empresa CHADE (*). Coleccionista de nota, para poder
realizar su viaje y establecerse en Argentina llevándose el
grueso de su colección, realizó una beneficiosa negociación
con el gobierno:
"Yo entregaría al Museo del Prado mi cuadro de Giovanni del
Ponte; mis tres grandes panneaux (pintura sobre tabla) de
Botticelli; los primitivos, atribuidos generalmente a Tadeo
Gaddi, de Pietro Nelli y el fresco de Melozzo da Forli. Los
cuadros que yo solicitaría se me autorizase para enviarme a
América del Sur serían los siguientes: el Tiziano, el
Sebastián del Piombo, el Correggio, el pastel de Fantin
Latour, un cuadrito de Luxes y los retratos por Rubens,
Tintoretto y Gainsborough".
Cambó murió de una rápida enfermedad en Buenos Aires y su
viuda recién logró enviar a España las nueve grandes obras
que su marido había donado al Museo de las Artes de
Barcelona en 1954. Para embarcar los cuadros de Rubens,
Tintoretto, Tiziano y Gainsborough, el embajador de
España, Manuel Aznar, organizó una operación secreta que
le costó el cargo cuando fue descubierta por el gobierno
argentino.
Cambó era un coleccionista muy conocido en Europa desde
bastante antes de la Segunda Guerra Mundial. A partir de
1927 tuvo como objetivo adquirir pinturas de los maestros
italianos y holandeses del siglo XVII y entregarlos como
donación al Museo del Prado, en Madrid, y al Museo de
Cataluña, en Barcelona.
A pesar de estos antecedentes y del volumen que había
alcanzado su colección antes del estallido de la guerra
europea en 1939, un informe de inteligencia de los Estados
Unidos del 27 de junio de 1945 coloca a Cambó a la cabeza
de los sospechosos de haberse apoderado de cuadros y otras
piezas de arte que pertenecieron a judíos confiscados por
los nazis.
La cuarta tabla pertenece a una colección particular e
integró la muestra realizada en en el Musee du Luxembourg
(29 de Septiembre del 2003 ) y en Florencia, en el Palazzo
Strozzi (10 de Marzo de 2004 ). Fue vendida en subasta en
el año 1960 y el comprador fue el diseñador italiano
Emilio Pucci, quien de esta manera logró que 500 años
después la tabla que originalmente había pertenecido a su
familia retornara a ella.
Fuentes:
Diario Clarín edición digital, domingo 31 de agosto de
1997
Decameron Web
Long unseen Botticelli unveiled
Suplemento
REVELACIONES SOBRE LA COLECCION CAMBO
El arte marcado por Hitler
Domingo 31 de agosto de 1997, Clarín Digital, Buenos Aires.
La famosa Colección Cambó de pintura, que estuvo refugiada
en la Argentina junto con su dueño, fue investigada por la
inteligencia de EE.UU. Algunas piezas habían sido compradas
en una galería suiza que reducía cuadros confiscados a
judíos europeos por los nazis.
El documento secreto sobre obras de arte perdidas a causa de
la expoliación de los nazis , en su página 40, dice: "Los
siguientes nombres también han llamado nuestra atención:
Francisco Cambó, anteriormente residente en Barcelona y
ahora en la Avenida Alvear 4654, Buenos Aires, es un
coleccionista de obras de arte y antes de la guerra solía
negociar casi en forma exclusiva con Theodore Fischer, de la
Galería Fischer, en Lucerna, Suiza. Cuando la Galería
Fischer y sus dueños fueron incorporados a las listas negras
por traficar con arte saqueado, en octubre de 1943, se creyó
aconsejable investigar si Cambó había incrementado su
colección de arte desde 1940 gracias a esa fuente." Un
franquista que emigró
Cambó pertenecía a la alta burguesía catalana, era un
economista muy respetado y fue ministro de la monarquía en
dos oportunidades.
En 1936 apoyó la sublevación de los militares de Franco
contra la República pero al finalizar la Guerra Civil
abandonó España y se radicó en Buenos Aires.
En la Argentina, Cambó era el virtual propietario de la
Chade, la compañía que suministraba electricidad a Buenos
Aires, y que fue investigada por fraudes financieros y
corrupción de funcionarios después de la revolución del 4 de
junio de 1943. La historia de Cambó registra su enorme
talento y capacidad de organización que le permitió
convencer a los verdaderos propietarios de la compañía, que
eran alemanes, de que debían utilizar como pantalla a los
españoles para evitar las penalidades del Tratado de
Versalles. Cambó formó en Madrid una compañía española en la
que era accionista hasta el rey de España, Alfonso XIII.
Pero la mayoría accionaria siempre la retuvieron los
alemanes.
Con este panorama económico se explica que Cambó haya
acumulado obras de arte de alto valor, como el Retrato de
Marullo, de Botticelli, que logró comprar a un industrial
alemán mucho antes de la Segunda Guerra Mundial. Fue en 1927
y al cabo de un auténtico acoso por parte de Cambó al
magnate del algodón Eduard Simon. Por fin, Simon le envió un
telegrama a Barcelona con su respuesta: "Puede adquirir el
retrato de Botticelli que tanto le fascina. Déme la
respuesta en 24 horas y el dinero en 48", dijo el alemán. El
mismo Cambó fue a recoger el cuadro en Zurich, ansioso por
contemplarlo.
También fue mucho antes de la guerra cuando Cambó adquirió
en París la colección del millonario Joseph Spiridon, que
estaba formada por 79 obras importantes de las que a Cambó
apenas le interesaban 30, en particular las de Botticelli y
Ghirlandaio. La operación se concretó en forma directa en
1929, es decir, sin la intervención de la sospechosa galería
Fischer, de Lucerna, y por otra parte los nazis no habían
llegado al poder y nadie en Europa imaginaba que el saqueo
de las colecciones de arte se volvería corriente en los años
siguientes.
Las pinturas valiosas fueron arrebatadas por los nazis en
los museos nacionales de los países ocupados, en los
palacios privados de toda Europa y en las galerías de arte
que pertenecían a judíos.
En las postrimerías de 1940, Cambó decidió establecerse en
la Argentina en forma permanente para atender en el lugar
los negocios de la Chade.
Habían corrido por su cuenta muchos gastos del franquismo
durante la Guerra Civil, pero de todos modos no sentía
simpatía por el dictador español ni por su régimen.
El millonario catalán entabló antes de su partida una
negociación con el gobierno español sobre el destino de sus
colecciones.
"Yo entregaría al Museo del Prado mi cuadro de Giovanni del
Ponte; mis tres grandes panneaux (pintura sobre tabla) de
Botticelli; los primitivos, atribuidos generalmente a Tadeo
Gaddi, de Pietro Nelli y el fresco de Melozzo da Forli",
escribió Cambó a comienzos de 1941, y agregó: "Los cuadros
que yo solicitaría se me autorizase para enviarme a América
del Sur serían los siguientes: el Tiziano, el Sebastián del
Piombo, el Correggio, el pastel de Fantin Latour, un
cuadrito de Luxes y los retratos por Rubens, Tintoretto y
Gainsborough".
Su pedido fue aceptado con la condición de que los cuadros
que quedaban en España pasaban inmediatamente a ser
propiedad del Museo del Prado, en Madrid.
Con intelectuales
Ese mismo año, Cambó viajó a la Argentina, donde
inmediatamente estrechó sus vínculos con los grandes
empresarios, los banqueros y los intelectuales.
En la casa de Victoria Ocampo se reencontró con Ortega y
Gasset, a quien había conocido bien en España, y sobre ese
encuentro anotó en su diario que el filósofo estaba
"inteligente y brillante, como siempre; cursi y pedante,
como siempre".
Según los testigos, Cambó había pensado que su residencia en
nuestro país no sería muy prolongada y menos definitiva, lo
que alienta algún interrogante sobre sus motivos para
trasladar los nueve valiosos cuadros cuya salida de España
negoció con el régimen español.
En Buenos Aires, alquiló un enorme piso en la Avenida
Alvear, hoy Avenida del Libertador, que es la dirección
mencionada en el informe de inteligencia norteamericano. Los
cuadros le llegaron desde Europa a principios de 1942. Pero
cuando advirtió que la guerra iba a continuar comenzó a
comprar obras de arte en casas de remates porteñas, se hizo
enviar muebles costosos de su piso en Barcelona y adquirió
también ediciones raras de coleccionistas locales, entre
ellos la biblioteca del escritor español Ramón Pérez de
Ayala, que contenía libros antiguos, astrolabios y mapas de
siglos anteriores.
En algún momento, sus compras desbordaron el piso de la
Avenida Alvear y abarrotaron la mansión italiana de su
quinta "Mon Repós", en San Miguel, provincia de Buenos
Aires. A "Mon Repós" fueron a parar los cuadros de Anglada
CaMarasa y Sert, pintores catalanes que ya cotizaban
internacionalmente y a quienes Cambó había comprado piezas
importantes.
La inclusión de Cambó en la lista de compradores de cuadros
robados en Europa es sorprendente aunque no debe ser
despreciada por completo.
Cambó era un coleccionista compulsivo, tenía dinero
disponible y en Buenos Aires se relacionó enseguida con
otros coleccionistas pudientes, como el pintor Jorge
Berystain, Alejo González Garaño, Enrique Larreta, los
banqueros Carlos Mayer y Alejandro Shaw y la misma Victoria
Ocampo.
Lo que no parece suficientemente probado es que Cambó haya
comprado muchas obras en la Galería Fischer, de Lucerna, que
efectivamente fue incluida en la lista negra de los Estados
Unidos por traficar centenares de cuadros requisados a sus
legítimos propietarios.
Las razones del viaje
Hay un punto oscuro en la decisión de Cambó de salir de
España -donde el régimen no le era hostil, aunque Franco
sabía que no contaba con la simpatía del millonario- con sus
mejores cuadros a cuestas y ese punto es conocer a qué o a
quién temía este hombre imponente, fogueado en la política,
exitoso en los negocios y tratado como un igual por los
intelectuales de España y de la Argentina.
Tal vez una respuesta pueda encontrarse en que Cambó, según
el gran historiador español Salvador de Madariaga, tenía
antepasados judíos y la perspectiva de que los nazis ganaran
la guerra era, en 1941, perfectamente posible. Cambó no
hubiera aprobado un examen de pureza racial porque, como
escribió Madariaga, "su misma elegancia y distinción eran
muy sefarditas y además latía en él un rasgo que he dado en
considerar como indicio de judaismo".
La guerra europea y enseguida las complicaciones de la Chade
con los militares argentinos volvieron muy desconfiado a
Cambó, que debía su fortuna a los individuos de la compañía
eléctrica de Buenos Aires, donde poseía 15.000 acciones
preferidas. El magnate dispersó sus inversiones en Estados
Unidos, Gran Bretaña y Suiza, donde los servicios de
inteligencia de Estados Unidos detectaron su conexión con la
galería de arte de Lucerna.
A pesar de su fortuna Cambó vivió cargado de temores su
etapa argentina y la nostalgia de Cataluña entristeció sus
últimos días, en 1947.
Lo que sin duda no imaginaba entonces es que su viuda iba a
participar de un auténtico complot con el gobierno español
para exportar a España los cuadros que había traído al país
en 1942 y que recién pudieron salir doce años más tarde,
disimulados con los muebles y los enseres del marqués de
Torrehermosa, diplomático español que falleció en Buenos
Aires en 1954.
(*) Perón, tal vez la historia
Por Horacio Vázquez-Rial
© Copyright Libertad Digital SA. Conde de Aranda 8, 28001
Madrid.
Merece párrafo aparte en este contexto José Figuerola. Este
brillante personaje, cuya influencia en el nacimiento del
primer peronismo aún no ha sido lo bastante valorada, había
sido en España funcionario de la dictadura de Miguel Primo
de Rivera, en el Ministerio de Trabajo, Industria y
Comercio, cuyo titular era el conde Eduardo Aunós. Ambos,
Figuerola y Aunós, tenían vínculos personales con el gran
empresario catalán Francisco Cambó, el principal accionista
de la CHADE (Compañía Hispano-Americana de Electricidad; la
radicación de capitales españoles en la Argentina no es
ninguna novedad), que él mismo había creado en 1919, a
partir de la compra de la CATE (Compañía Alemana
Transatlántica de Electricidad). Al caer el marqués de
Estella y, poco después, la monarquía de Alfonso XIII, en
1931, Figuerola se había marchado a París, en una suerte de
exilio voluntario en el que no habían faltado las penurias
económicas. Le había escrito entonces, hablándole de su
situación, a Cambó. Y éste le había propuesto emplearlo en
la CHADE, cosa que Figuerola había aceptado.
Por su parte, Eduardo Aunós, quien posteriormente volvería a
ser ministro, esta vez de Justicia y con Francisco Franco
como jefe del Estado –para promover desde ese puesto la
Causa General contra los militantes de la República
Española–, fue en 1942 a Buenos Aires para dirigir una
negociación triangular en la cual España sería el país
intermediario para la compra de armas por el ejército
argentino a Alemania. Además, Aunós estaba encargado de la
reorganización de la Falange Española Tradicionalista en
Buenos Aires. Si a Perón, en la vejez, le daba cierta
vergüenza (...) reivindicar las corporaciones medievales,
Aunós no tenía el menor empacho en hacerlo, como se
comprueba en su discurso de asunción como miembro de la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Cambó, por su parte, vivía en Buenos Aires desde 1941, y,
por sus propios intereses, tenía que estar en estrecho
contacto con las autoridades, ya que en 1943, como una de
las primeras medidas del Gobierno militar, Bartolomé
Descalzo creó la Dirección Nacional de Energía, lo cual
implicaba un primer paso hacia la nacionalización de las
compañías eléctricas. La posición de Cambó en este tema
requiere una investigación a fondo del problema de las
compañías eléctricas en la Argentina, que aún no se ha
realizado.
En 1936 el Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires
prorrogó las concesiones de las dos empresas que
proporcionaban luz y fuerza motriz a los porteños, la CHADE
de Cambó y la CIAE (Compañía Ítalo-Argentina de
Electricidad), hasta el año 2000. La sesión en que fue
aprobada esa prórroga, de hecho sine die, duró veintisiete
horas y estuvo señalada por el escándalo, ya que era de
público dominio que varios ediles habían sido sobornados,
cosa que probó en 1943 la comisión investigadora designada
para el caso, a la vez que demostraba que los contratos
habían sido redactados en las oficinas de la CHADE. En ese
mismo 1936 el paquete accionario de la CHADE pasó a manos de
un consorcio francés, SOFINA (sólo nominalmente francés,
porque en su directorio había banqueros españoles y
alemanes, y algún miembro del Consejo Fascista), y la
empresa pasó a denominarse CADE (Compañía Argentina de
Electricidad). Fue vox populi que los nuevos capitales no
eran tan nuevos, y que ciertos miembros del consorcio con
sede en París eran testaferros de Cambó: la vox populi, como
se sabe, no siempre es de fiar, pero el tema merecería gran
atención.
-
Más informacióen en: http://apresmoiledeluge.blogspot.com/2006/02/el-corazn-delator.html
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