Autor: Irluachair
martes, 17 de mayo de 2005
Sección: Artículos generales
Información publicada por: Irluachair
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Las tierras de la poesía: Andalucía e Irlanda
Andalucía e Irlanda como lugares con una tradicción poética y literaria muy destacable.
Se suele decir que Irlanda es la tierra de la poesía. Es increíble cómo un país tan pequeño ha dado tantos genios literarios, mundialmente conocidos.
En el aspecto poético, Irlanda cuenta con muchos poetas o bardos legendarios, y un corpus poético antiguo y medieval impresionante. Mientras, en los tiempos modernos, como poetas internacionalmente reconocidos, tenemos sobre todo a Yeats y a Seamus Heaney, ambos premios Nobel.
En cuanto a la narrativa y el teatro, es increíble el número de narradores y dramaturgos importantes mundialmente reconocidos que ha dado Irlanda, para ser un país tan pequeño. Un país que cuenta con nombres como Joyce, Becket (premio Nobel), Oscar Wilde, Synge, Bernard Shaw (premio Nobel), Flann O'Brien, Bram Stoker, Arthur Conan Doyle, etc...
La literatura andaluza no cuenta un número de escritores, sobre todo narradores en prosa, tan importante para la cultura mundial como el caso de Irlanda, pero es que el caso de Irlanda es inigualable, casi ningún país lo puede superar. Pero se le acerca mucho.
Sin embargo, es sorprendente el número de poetas importantes que ha dado Andalucía. Como los más importantes, reconocidos universalmente, tenemos a Góngora, Gustavo Adolfo Becker, Federico García Lorca, Juan Ramón Jimenez, Antonio Machado, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, dos de ellos Juan Ramón, y Aleixandre, premios Nobel (dos justamente como Irlanda). Andalucía ha sido la región española que más buenos poetas ha dado, esto es muy evidente.
En el siglo veinte la generación poética más importante, la generación del 27, contaba con mayoría de poetas andaluces, como Luis Cernuda, Luis Rosales, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, que junto a Lorca y Alberti, eran el alma de todo este movimiento que ha sido tan reconocido por la cultura española y universal.
También andaluces eran los poetas Manuel Machado, Fernando de Herrera, Diego Hurtado de Mendoza, Espinosa, Soto de Rojas, y narradores como Ángel Ganivet, Juan Valera, José Cadalso, Fernán Caballero, Francisco Delicado... que han sido poetas y escritores fundamentales de la literatura en castellano.
Decididamente, Andalucía es una tierra con una vena literaria muy fuerte.
En cuanto a la literatura antigua, Andalucía ha tenido el problema de haber sufrido varias fracturas históricas y culturales, principalmente con la reconquista y la expulsión del Islam, lo cual parece ser el motivo de que se haya excluido de la cultura oficial algunas manifestaciones literarias que se han dado en esta tierra, como la literatura árabe-andalusí.
Si nos remontamos a los romanos, curiosamente uno de los grandes poetas latinos, Lucano, poeta épico autor de "La Farsalia", era andaluz de Córdoba, lo mismo que Séneca.
Pero la poesía andaluza tiene gran tradición, y lo mismo que en Irlanda, Andalucía contó con una edad legendaria en cuanto a su poesía, y esa es la época musulmana, la poesía de Al-andalus, con poetas que por suerte o por desgracia son reconocidos como grandes poetas en los países árabes, y en la historia de la literatura, pero que aquí no cuentan en los programas oficiales, por pertenecer a una lengua ajena a nuestra tradición en lengua castellana más inmediata.
En Al Andalus había un fervor poético desmesurado, existían escuelas de poesía y existía un ideal de vida en todas las cortes y ambientes aristocráticos basado en una especie de epicureismo poético, que se embelesaba en los placeres de la vida, en el sentimiento del amor, en la poesía, cuyos símbolos eran el vino, la belleza femenina, el jardín etc... La obra más famosa de este ideal, es "El collar de la paloma" de Ibn Hamz de Córdoba, una cumbre de la poesía amorosa en el mundo Árabe.
Otros grandes escritores andalusíes son Ibn Quzman; Mutamid, el rey poeta de Sevilla; el místico Al Arabi (aunque era de Murcia); Abú Bakr, Boabdil, Ibn Zamrak, Zaydum, Jatib, y muchos más...(también hay que mencionar al filósofo Averroes, entre otros muchos escritores como figura importante de la época) todos ellos hicieron vivir a Alandalus un momento de verdadero esplendor poético, una edad de oro de la poesía comparable al esplendor de la tradición bárdica de la poesía irlandesa.
En fin, sirva esta introducción para demostrar que Andalucía es una tierra con una gran tradición y un fervor poético destacable en el mundo, comparable al caso irlandés, lo que todavía hace más sorprendente la afinidad y los paralelismos que se pueden comprobar entre ambas culturas.
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http://www.iespana.es/revista-arbil/(42)irla.htm
Irlanda: historia de una opresión.
El artículo hace un resumen histórico sobre el problema irlandés y resume las posiciones de los diferentes actores del mismo.
Para entender el problema nos hemos de remontar al año 1170, cuando, con la caída de Dublín en manos del inglés conde Pembroke, se inicia la lenta agonía del pueblo gaélico. En 1536, después de una larga serie de tristes episodios, Irlanda es ya una colonia inglesa en la que el racismo y la barbarie hace décadas enteras que dictan su ley. Pero es en este año (1536) cuando viene a añadirse el problema religioso, ya que Enrique VIII rompe su sumisión a Roma, y dicta una llamada "Acta de Supremacía", que bien pronto tratará también de aplicar en Irlanda.
Pese a todas las presiones, los isleños resisten. Irlanda, cristianizada por San Patricio, reserva de la espiritualidad católica durante el largo periodo en el que Europa vivió sujeta al yugo bárbaro, se identifica demasiado con su fe como para renunciar galanamente a ella por el mero capricho de un monarca extranjero. El cisma, pues, no prospera, y en 1569, ya bajo el reinado de Isabel I, la conferencia de Munster acuerda "la defensa de Irlanda y de la religión católica". Se traza así, por vez primera, el enunciado de una lucha que es la misma que anima, todavía, la justa rebeldía de los condados del Norte, y que ha convertido al Ulster en una gigantesca hoguera.
Isabel, como todos los monarcas posteriores, reacciona contra los rebeldes y ordena su aplastamiento por las armas. Y también, por vez primera, surge la idea de construir un enclave protestante en la zona más gaélica de Irlanda (el Ulster). Será en el siglo XVII, después de una serie de matanzas, cuando se empiezan a repartir miles de hectáreas entre colonos presbiterianos de origen inglés y escocés, para ir sustituyendo físicamente a los irlandeses. Como los colonos son minoría, y con el tiempo pueden acabar deglutidos en la masa irlandesa, tal como pasó con los normandos, Londres rompe hasta el último de los puentes, y entre los autóctonos y los forasteros, entre católicos y protestantes, entre los gaélicos y los sajones, entre los explotados y los explotadores, no habrá el menor contacto y se castigará duramente cualquier aproximación.
En 1641, los irlandeses no pueden más. Las vejaciones y humillaciones les lanzan a empuñar las armas y consiguen deshacerse en grandes zonas de muchos colonos. Pero el enemigo está en la isla de al lado y envía un gran ejército para vengar los agravios. La guerra dura 12 años y los irlandeses son derrotados. Cinco sextas partes de la población irlandesa ha muerto, los dos tercios del suelo isleño es repartido entre los colonos, y son pocas las casas de católicos que quedan en pié. A partir de ahora los irlandeses aun serán más duramente reprimidos, no podrán trabajar en la administración, ni poseer un caballo de precio superior a cinco libras. El clero, animador vital de la rebelión, será castigado. Uno de los obispos, Monseñor Queely, cayó combatiendo en campo abierto, pero otro, Monseñor MacMahon, es ahorcado... mientras sacerdotes, mujeres y niños serán vendidos en las Indias Occidentales como esclavos.
Con la restauración de los Estuardos en la Gran Bretaña cambia un poco la situación y la cosa se suaviza. Jacobo II aún es mas condescendiente con los católicos, pero desgraciadamente es derrotado por Guillermo de Orange, implacable enemigo del "papismo".
Los orangistas.
En 1689, apoyado por Luis XIV de Francia, Jacobo desembarca en el Eire, al frente de un ejército compuesto por refugiados irlandeses y tropas galas. La preparación de estas fuerzas es escasa, y el pueblo irlandés está agotado. Aun así se cerca Derry, ciudadela en manos de los protestantes, que no se rinden después de tres meses de asedio. Pero los católicos fracasan y para postre el propio Guillermo de Orange aparece mandando un cuerpo de veinte mil hombres, y en Boyne, el primero de Julio de 1690, acaba por completo con las fuerzas que se le oponían.
Desde entonces, cada año, estos acontecimientos vienen siendo conmemorados clamorosamente por los protestantes del Ulster, y la noche del más despiadado colonialismo vuelve a caer sobre el Eire. Y es a partir de ahora cuando al movimiento de opresión protestante se le denominará también "Orangista".
Represión y respuesta global.
La maquinaria represiva continuará desarrollándose y junto a los sajones se instalarán ahora numerosos hugonotes franceses, aventureros sin escrúpulos, funcionarios rapaces, clérigos fanáticos anticatólicos y toda clase de chusma. Los sacerdotes católicos no podrán oficiar misa, al católico que se le encuentre una espada se le ahorcará inmediatamente y se endurecerán las medidas contra la lengua Gaélica.
Mientras, el hambre fuerza a los irlandeses a la emigración, pero estos siguen velando para que su personalidad no se pierda. Desafiando los atroces castigos, los padres enseñan a leer a sus hijos y les dan lecciones de historia. Los sacerdotes ofician y llevan esperanzas a los fieles en burla constante de la muerte. Y día a día, las nociones de patria, de libertad, de justicia y de religión se van entremezclando y convirtiendo en motor general de todas las batallas, en causa por la que luchar y sacrificarse.
Los desastres británicos en la guerra de América del Norte hacen que la represión en Irlanda disminuya, pues no se puede mantener tanta presión. En 1778, se les permite heredar y hacer leyes, y cuatro años mas tarde se autoriza la enseñanza de los católicos y el libre ejercicio de su culto, y esto les convierte en algo parecido a seres humanos.
La nueva política hace crecerse al movimiento irlandés, pues estos ven que los gobiernos británicos tarde o temprano se cansarán en su tarea de represión. "Si nos dan un dedo es porque podemos tomarnos toda la mano; si nos dan la mano es porque podemos tomarnos todo el brazo", piensan. Por otra parte, el ejemplo de las colonias que se han ido independizando abre ciertas esperanzas al movimiento irlandés. ¿Porqué no seguir la huella americana?
En 1783, tiene lugar en Dublín una gran convención nacional, cuyo capítulo de conclusiones despierta la alarma de los protestantes. Nace como consecuencia de esta convención la Liga de los Irlandeses Unidos que, poco a poco, multiplica sus efectivos y que, en 1796, cuando ya suma casi medio millón de miembros, desata la insurrección. El nuevo caudillo independentista se llama Wolf Tone. Cuenta con el apoyo de una armada francesa, que ha zarpado de Brest, pero el mal tiempo la dispersará por el océano y sus cuarenta unidades no podrán intervenir,
Pese a este fracaso, dos años mas tarde, en Mayo de 1798, se plasma otra sublevación en Dublín, pero los "Yeomanry", la milicia protestante, aplasta sangrientamente a los revoltosos. No obstante, al poco tiene lugar un segundo desembarco, y esta vez Wolf Tone es capturado, y se le corta el cuello en el calabozo adonde había sido conducido. Tone supo recoger el apoyo de la burguesía mas radical de la isla, pero no supo granjearse el apoyo de los masas campesinas, pues lo veía todo a través de los esquemas de la Revolución Francesa, y este enfoque le restó el apoyo de ciertos sectores de la sociedad irlandesa.
Alertados por la escalada de insumisiones, y temiendo que su vecina colonia cayera bajo la férula de Francia, los ingleses decretan, en 1800, la "unión" entre Gran Bretaña e Irlanda. A la CáMara de los Lores irán veintiocho pares y cuatro obispos, elegidos por sufragio. A la de los Comunes, cien diputados. En otros términos, Irlanda vuelve a desaparecer del mapa, aunque ahora de forma mas disimulada.
Ni que decir tiene, los representantes "irlandeses" en Westminster pertenecen al estrato colonizador, pero en 1828, el joven abogado, Daniel O'Connel obtiene un acta de diputado, y aunque se niega a jurar lealtad a la corona protestante, es admitido en el parlamento. Es el primer católico que entra en aquel alto organismo: su presencia resulta explosiva. O'Connel, además, es un gaélico de pura cepa, un luchador firme y un patriota que cree arrebatadoramente en la bandera que empuña. Refundador de la Asociación Católica, que había sido disuelta anteriormente, consigue la abolición de los abusivos diezmos que los católicos debían pagar en calidad de tales y más tarde organiza la "Rapeal Association", cuyo fin no es otro que el de destruir el acta de unión entre Irlanda y la Gran Bretaña.
Para llevar a cabo sus proyectos, O'Connel reúne asambleas multitudinarias, a las que acuden decenas de miles de irlandeses, que ven en el eclipse del Acta de Unión el remedio para sus miserias y frustraciones. El Domingo 8 de Octubre de 1843, en Clontarf, se esperan un millón de manifestantes, y Wellington, comandante británico, asustado, prohibe el mitin. O'Connel, ante esta reacción, y sabiendo que los ocupantes no vacilarán en disparar, lanza un llamamiento suspendiendo la manifestación. Esta actitud no es comprendida, y el famoso combatiente muere cuatro años mas tarde, despreciado por la mayor parte de quienes le habían seguido.
En 1845 y hasta 1847 aparece una devastadora plaga, que destruye las cosechas de patatas: el alimento clave de la dieta irlandesa. El hambre es feroz y sus consecuencias fatales. Seiscientas mil personas fallecen y ochocientas mil emigran. Los campesinos se arruinan y pierden sus tierras.
En Londres, por supuesto, no se mueve un dedo en favor de los damnificados, pues en realidad el conflicto les beneficia. Primero porque muchos se van y otros mueren, y "muerto el perro muerta la rabia", y el problema irlandés se suaviza. Y después porque una parte de esa inmigración va a parar a los centros industriales británicos, como Londres, Liverpool, Manchester, Australia, Nueva Zelanda y Canadá, como mano de obra barata.
Mientras que unos se van, otros permanecen, y el viejo espíritu rebelde precipita una enésima sublevación, otra ves en Munster, que es sofocada como las anteriores, pero que dará al país una bandera: la verde, blanca y naranja, que hoy flamea sobre los mástiles oficiales del Estado libre de Irlanda y en las barricadas de Belfast, de Derry, y de todos aquellos lugares en los que la resistencia católica hace frente a los golpes de un enemigo ya varias veces secular.
En 1867 tiene lugar otro alzamiento, que tampoco triunfa y que lleva a la cárcel, severamente condenado, al arzobispo católico de Dublín. Pero ya, para esos momentos, una nueva etapa comienza: la de la lucha por el "Home Rule", o lo que es lo mismo, por la autonomía de Irlanda; una autonomía tras la que se trasluce, claramente, una meta definitiva: la independencia.
Es que lo que os pasa a los dos es que estais desfasados, manteneis clichés que ya hoy día casi nadie mantiene:
los moriscos no fueron completamente expulsados:
si quieres lo miras, y si no sigue con lo tuyo.
http://www.islamyal-andalus.org/nuevo/moriscos/la_expulsion.htm
Sin embargo, según afirma Blasco Martínez, el mismo prelado, meses después, confirma la permanencia de moriscos en un memorial que dirige al rey, el 10 de marzo de 1610:
«En Alicante y toda su huerta quedan muchos moriscos, assi pequeños como grandes, assi hombres como mujeres, de 20, 30, 40 y 50 años, los quales los han trahydo como esclavos y los tienen por tales" .
Este mismo obispo clasifica en cuatro apartados a los moriscos o que se quedan en su diócesis, dando un total de 306 personas;
Niños moriscos (aunque incluye también en este apartado algunas personas mayores que permanecen sin licencia, en número de 248.
Moriscos que tienen licencia del obispado por haber dado muestras de ser buenos cristianos antes del decreto de expulsión, en número de 47 .
Moriscos que han probado ser hijos de cristianos viejos; son 7.
Moriscas casadas con cristianos viejos o que han quedado viudas; son 4.
La permanencia de moriscos en España, después de las órdenes de expulsión, es un hecho indudable, pues, a pesar de los sucesivos decretos proclamados contra su estancia en nuestro país, muchos de ellos consiguieron mantenerse en estas tierras, que no deseaban abandonar, valiéndose para ello, como hemos dicho, de muy diversas estratagemas. Algunos de ellos, incluso, se mantuvieron ocultos en sus viejas tierras, eludiendo el cumplimiento de todas las disposiciones, amparados por sus mismos señores, que temían perder su valiosa mano de obra, tan experta para la agricultura; y, aún de los que se marcharon, fueron muchos también los que regresaron de nuevo a España, buscando la forma de permanecer en ella subrepticiamente. En este sentido se expresan las quejas de Fr. Marcos de Guadalajara, acerca de la desidia de los responsables de llevar a efecto la total expulsión, y dice:
"En las justicias y personas a cuyo cargo estaba el Andaluzia, Reyno de Granada, y de otras partes, no auia tanta diligencia en expeler los que alli auian quedado, y castigar los que se auian buelto como conuenia" .
Estas afirmaciones se ven ampliamente confirmadas en la carta que el conde de Salazar dirige al rey Felipe III, fechada en Madrid a 8 de agosto de 1615, cuando la operación de expulsión debía de estar completamente acabada, en la cual se queja con los siguientes términos:
"En el Reyno de Murcia, donde con mayor desberguença se an buelto quantos moriscos del salieron por la buena boluntad con que generalmente los reciben todos los naturales y los encubren los justicias..."
"... que ya se an buelto los que espelió, y los que abyan ydo y los que dejo condenados a galeras acuden de nuebo a quejarse al consejo en toda el Andalucia por cartas del duque de Medina Sidonia, y de otras personas se sabe que falta de bolberse solos los se an muerto en todos los lugares de Castilla la Byeja y la Nueba y la Mancha y Estremadura, particularmente en los deseñorio se sabe se buelben cada dia muchos y que las justicia lo disimulan
Las quejas se refieren también a las justicias ordinarias de otras regiones, por el incumplimiento de las órdenes reales:
"No se sabe que ayan preso ningun morysco ny yo e tenido cartas de ninguna dellas: las islas de Mallorca y de Menorca y las Canarias tienen muchos moriscos asi de los naturales de mysmas yslas como de los que an ydo espedidos, en la Coros de Aragon se sabe que fuera de los que se han buelto y pasado los de Castilla ay con permision mucha cantidad dellos y la que con las mysmas licencias y con probanças falsas se han quedado en España son tantos que era cantidad muy considerable..."
"... de los moriscos de Tanger me a obligado a dalle quenta del mal estado que tiene la espulsion de los moriscos por los muchos que cada dia se buelben y por los que an dejado despelerse que todos juntos es una cantidad muy considerable".
También Pedro de Arriola, encargado de la expulsión de los moriscos de Andalucía, se queja del gran número de éstos que regresa, en una carta dirigida al rey, fechada en Málaga a 22 de noviembre de 1610:
"Muchos moriscos de los expedidos del Andaluzia y Reyno de Granada se van bolbiendo de Berberia en navios de Franceses que los echan en esta costa de donde se van entrando la tierra adentro, y he sabido que los mas dellos no buelben a las suyas por temor de ser conosçidos y denunçiados, y como son tan ladinos residen en qualquier parte donde no los conosçen, como si fuessen christianos viejos.
Y dice más adelante:
"Y los que quedan se buelben a España y tengo presos cinco que se han atrebido a venir a esta ciudad y estos me dizen que se van bolbiendo todos...".
Acerca de estas inmigraciones subrepticias, una de las descripciones; más sugestivas es la que hace Cervantes, en su parte II del Quijote ( editada en 1615), cuando refiere el encuentro de Sancho con los al parecer peregrinos extranjeros, que pedían limosna cantando, entre los que se encontraba su antiguo vecino Ricote, "transformado de morisco en alema o en tudesco", el cual le refiere sus cuitas, "sin tropezar nada en su lengua morisca, en la pura castellana", diciendo:
Cómo, ¿y es posible, Sancho Panza hermano, que no conoces a tu vecino Ricote el morisco, tendero de tu lugar?"... "Finalmente, con justa razón fuimos castigados con la pena del destierro blanda y suave al parecer de algunos; pero al nuestro la más terrible que se nos podía dar. Doquiera que estemos lloramos por España; que, en fin, nacimos en ella, y es nuestra patria natural; en ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea; y en Berbería y en todas las partes de Africa, donde esperábamos ser recibidos, acogidos y regalados, allí es donde más nos ofenden y maltratan. No hemos conocido el bien hasta que lo hemos perdido; y es el deseo tan grande que casi todos tenemos de volver a España, que los más de aquellos (y son muchos) que saben la lengua como yo, se vuelven a ella, y dejan allá sus mujeres y sus hijos desamparados: tanto es el amor que la tienen" (cap. LIV).
Es interesante en este pasaje la referencia que Ricote hace de Alemania, como país adecuado para establecerse los moriscos:
"Salí como digo, de nuestro pueblo, entré en Francia, y aunque allí nos hacían buen acogimiento, quise verlo todo. Pasé a Italia, llegué a Alemania, y allí me pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus habitadores no miran en muchas delicadezas: cada uno vive corno quiere, porque en la mayor parte della se vive con libertad de conciencia".
"Ahora es mi intención...pasar desde Valencia a mi hija y a mi mujer, que sé que están en Argel, y dar trazas como traerlas a algún puerto de Francia y desde allí llevarlas a Alemania, donde esperaremos lo que Dios quisiere hacer de nosotros".
Esta tolerancia alemana hacia los moriscos se debía a la influencia de la Reforma de Lutero; en Francia también habían encontrado buena acogida por parte de los protestantes del Mediodía, en el Bearn y en el Languedoc, pues en el sínodo nacional de Montauban de 1594 se precisa que pueden recibir el bautismo "les enfants de ceux qu'on appelle Bohémes, Sarrasiris 011 Egyptiens" . Vemos, pues, ya mezclados socialmente en Europa a los moriscos con los bohemios y los gitanos, todos marcados entre las razas proscritas.
Cuando la expulsión, Enrique IV había permitido que los moriscos se instalasen en Francia, aunque con la condición (ya que en 1593 había abjurado del protestantismo) de que se adhirieran a la "religión católica, apostólica y romana"; a pesar de la tolerancia religiosa expresada en el edictó de Nantes (1598), muchas familias moriscas prefirieron continuar su éxodo hasta Alemania para "vívir con mas libertad", según las palabras de Ricote. Algunos, sin duda, buscarían regresar de nuevo, del modo que, fuera, a España.
Bernard Vincent, al tratar de los moriscos de Extremadura, considera que durante el último tercio del siglo XVI los cristianos establecieron ciertas distinciones dentro de esta minoría, que se consideraba globalmente peligrosa con cierto fundamento, dividiéndolos en tres grupos: Los primeros, los más peligrosos eran los moriscos viejos de Benquerencia Hornachos y Magacela, dispuestos a alzarse en cualquier momento, mantenían relaciones constantes con el reino de Granada; los eran la mayoría de los granadinos que unía a su intransigencia una inquietante movilidad; el tercer grupo era el de los moriscos de las ciudades estaban en franca minoría, que constituían un elemento estable, recuperable, pero que con la llegada de los granadinos se soliviantaron también como ellos. Bajo este criterio se decretaron las primeras expulsiones, por lo que el resto de los moriscos, no incluidos en estos tres apartados, pudieron librarse de estas medidas, conforme se puede leer en el informe del de Salazar.
Por ello, Vincent afirma: "Sin duda estos criterios prevalecieron en todas partes, lo que plantea el problema de la permanencia en España de una población morisca más numerosa de lo que generalmente se admite, después de 1610. La toponimia atestigua su pervivencia en Extremadura. Sin embargo, considera la imposibilidad de precisar cuántos fueron los moriscos que se quedaron, ya que siempre se ha considerado que la expulsión de 1609-1610 fue el exterminio radical de su presencia en España.
Los procesos inquisitoriales del Santo Oficio, conservados en los archivos, demuestran de forma evidente que los moriscos mantenían su presencia, aunque de una forma latente. Un ejemplo de ello podría se el caso de un tal Juan Fernández, morisco de los que quedaron en Valdepeñas después de la expulsión, tras haber acreditado una sincera conversión; sin embargo, en 1613, en la noche de la boda de su hija, ante la presencia de diez personas, pronunció una oración en árabe, amonestó al novio para que cuidase de su hija y declaró que ya estaban casados, porque la ceremonia de la Iglesia no tenía ningún valor .
Respecto a jurisdicción de Murcia, según los procesos registrados de la inquisición, gran parte de los moriscos expulsados que se habían refugiado en Orán, fueron pidiendo, poco a poco, volver a la fe católica, como ocurrió en 1624, año en que fueron absueltos 28 de ellos. Durante todo el siglo XVII se sabe de la gran abundancia de moros en Cartagena, incluso todavía en 1677 eran muchos los que se encontraban, algunos libres y otros a los que se les denominaba "cortados o atajados a çierto prezio pagando por el conforme a sus cantidades de jornales crezidos que son usuras conoçidamente...; se atajaban por 100 pesos. No debía de diferir mucho esta situación en el siglo XVIII, ya que el rey de Argel edificó una mezquita para los moros de Cartagena, que fue asaltada por los cristianos de la ciudad, lo cual provocó las protestas de los argelinos ante el P. Alonso Zorrilla, que amenazaron con la destrucción de todas las iglesias de Argel y el derribo del hospital .
Pero, el hecho es que toda esta masa de población incontrolada, de ascendencia morisca, se fue sedimentando, al correr de los años, y asentándose de la mejor manera que pudo, en los lugares en que la convivencia con otros grupos sociales les era posible, aunque manteniendo, en la mayoría de los casos, su propia identidad humana y cultural. De la misma manera que, en los albores de la reconquista, los primeros árabes sometidos, precursores de los mudéjares, en la cuenca del Duero, llegaron a formar pueblos bien diferenciados, como es, probablemente, el caso de los Maragatos y, tal vez, el de los charros . Estos nuevos conversos entraron a formar parte, de hecho, en la sociedad española de la Edad Moderna y de la Contemporánea.
Siguiendo, en lo posible, los rastros de las huellas que estas gentes nos fueron dejando, apoyándonos en los datos lingüísticos y culturales de algunos pueblos españoles, hemos intentado encontrar una relación entre unos y otros, mientras nos preguntábamos: ¿quiénes eran los “maños", los majos , los "quinquis"...? (gentes que han constituido siempre una población consolidada en sus usos y costumbres, bien diferenciadas). ¿Por qué se llamaban así?. ¿Por qué eran tan abundantes las palabras de origen árabe entre las gentes de germanía o del "hampa", y entre ellos formaban categoría social los "guapos", los "chulos", los «jaques", los «jayanes", los mandiles", los «gorrones"...? Una profunda curiosidad por estos grupos sociales me llevó a ir buscando, en cada uno de ellos, un posible entronque con los supervivientes de los antiguos moriscos
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