Autor: Marc Ferro
viernes, 11 de noviembre de 2005
Sección: Artículos generales
Información publicada por: Cossus
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Objetivos de los aliados y alemanes en la Primera Guerra Mundial
La Primera Guerra Mundial es la gran desconocida de las dos Guerras mundiales. La Segunda Guerra Mundial, que no era sino una reedición de la primera, hizo palidecer los excesos y penurias de la Primera.
Hace 87 años, exactamente, se firmó el armisticio. Había producido la muerte de tres monarquías y de veinte millones de hombres.
Hagámos un repaso a los objetivos que explicaron en gran parte la entrada de las grandes potencias en esta guerra, la Gran Guerra.
Los objetivos de guerra de los aliados
Dejando aparte el retorno de Alsacia y Lorena, las ambiciones de los franceses fueron relativamente modestas. Se referían más al restablecimiento de de una situación pasada o a las garantías para la seguridad del país que a la práctica de una política de poder. Cuando los medios dirigentes defendían una política expansionista, pensaban más en conseguir una compensación fente a las ventajas que podian alcanzare sus aliados que en engrandecerse ellos mismos.
Así, en 1915, ya el pte. del Comité de Forjas, Robert Pinot, planteaba la cuestión del Sarre. A su modo de ver, no se trataba de una compensación por las pérdidas sufridas a causa de la ocupación y de la guerra, sino de una adquisición definitiva. Por su parte, los círculos nacionalistas, sostenidos por una cohorte de historiadores, tales como Lavisse, Sagnac, etc., planteaban la cuestión de la anexión de la orilla izquerda del Rhin. Según el ultranacionalista Maurice Barrès, Francia debía asegurarse una zona de defensa contra las infiltraciones alemanas. Las poblaciones podrían tener la posibilidad de elegir entre la unión con Francia y la independencia unida a la neutralidad. El “Comité de la orilla izquierda del Rhin” recordaba las afinidades de esas poblaciones con la civilización latina; Barrès insistía en su catolicismo y el historiador Aulard invocaba el comportamiento de los renanos en al época de la Revolución Francesa. Briand estimó que estas declaraciones eran inoportunas y daban pie a la propaganda enemiga y a la de los socialistas, que, hasta aquel momento, proferían acusaciones sin pruebas. Por otro lado, el Zar Nicolás II declaró al embajador francés: “Tomad Maguncia, tomad Coblenza, avanzad más lejos si lo estimáis útil”.
La victoria de Verdún, el éxito de la ofensiva de Brusilov y la entrada en la guerra de Rumanía abrieron nuevas perspectivas. Aparte de la neutralización de la orilla izquierda del Rhin, se consideró la posibilidad de quebrar el Imperio alemán y el militarismo prusiano.
Delcassé había dicho en otro tiempo unas palabras a Isvolsky aludiendo a las colonias alemanas y a los dchos de Dinamarca sobre Sleswig. Hasta había recordado el caso de Hannover, cuya independencia quizá deseaba Inglaterra. Estas ideas volvieron a cobrar consistencia en 1916. Joffre, por su parte, indicaba a Poincaré los fines que era preciso conseguir: la anexión de la orilla izquierda del Rhin, la formación de tres o cuatro estados que estarían separados políticamente de Alemania, aunque ligados a Francia por una unión aduanera; la creación de cabezas de puente en la orilla derecha del río, frente a Estrasburgo y Gemersheim, y la reestructuración del mapa político de Alemania, a fin de reducir la extensión de Prusia. Así pues, se trataba de destruir a Alemania como potencia e incluso como Estado. Pointcaré ofrecía además Silesia y Baviera a Austria-Hungría.
Estos proyectos nunca fueron comunicados a Gran Bretaña; en relación con la orilla izquierda del Rhin, Briand recordó solamente la necesidad “de una cobertura para toda Europa”. La cuestión de la orilla izquierda del Rhin fue el centro de las conversaciones secretas franco-rusas. El acuerdo entre éstos se hizo sobre la base de la constitución Estados autónomos, independientes de Alemania y neutralizados, a lo largo del Rhin. A cambio, los franceses permitirían a los rusos mantener sus reivindicaciones sobre Constantinopla. Los rusos pensaban que los estrechos eran la compensación ofrecida a cambio de la devolución de Alsacia-Lorena; a cambio de la orilla izquierda del Rhin, ellos pedían “libertad de acción en su frontera occidental”, es decir, que abandonase Francia la causa de la independencia polaca. Este acuerdo franco ruso se firmó el 10 de marzo de 1917, tratado que caducó tan sólo unos días después a causa de la revolución rusa.
Por su parte, los ingleses tenían la intención de apropiarse el antiguo Imperio alemán, “cuya reconquista sería irreversible”. Tenían también ambiciones en el Imperio turco, rico en recursos petrolíferos, sobre los cuales habían puesto los ojos hacía tiempo. Los franceses habían puesto los suyos sobre Siria y dieron comienzo a unas negociaciones secretas a las que Rusia fue asociada e Italia marginada. Estos acuerdos Sykes-Picot delimitaban las zonas respectivas que se reservaban las tres potencias en relación con la posible creación de un reino o de una federación árabe. Palestina sería beneficiada con un estatuto especial; los sionistas esperaban establecer allí el hogar de la colonización judía. Tanto en los EEUU como en Gran Bretaña, los sionistas actuaron en este sentido, obteniendo del Gobierno inglés una promesa que se hizo pública a finale sde 1917 (Nota Balfour). Al norte del Imperio turco, las provincias de Erzerún, Trebisonda y Ardayán pasarían a la soberanía del Zar.
Los objetivos de guerra de los alemanes
La voluntad de poder de los dirigentes alemanes fue origen de conflictos mortales para la solidez de las alianzas y para el porvenir de la propia Alemania.
Los cambios del mapa de la guerra entre los años 1914 y 1918 hicieron estas ambiciones imperialistas más o menos irreales y en el momento de los reveses el ejército se mantuvo, de un modo absurdo, intransigente, mientras que el Gobierno estudiaba la posibilidad de operar un cambio. Pero si la táctica variaba, el objetivo de los “moderados” y el de los “extremistas” seguía siendo parecido: se proponía la transformación de Alemania en una potencia “mundial”.
Como en Francia, los considerados atestiguan su carácter defensivo: “Se trata de garantizar la seguridad de Alemania al oeste y al este para un futuro indeterminado. Así pues, Francia tiene que ser devilitada de forma que jamás pueda convertirse en una gran potencia. Rusia tiene que ser rechazada lo más lejos de las fronteras orientales de Alemania y su dominación sobre los pueblos no rusos tiene que ser quebrantada”.
Francia debería ceder la cuenca minera de Briey, Belfort y la costa desde Dunquerque hasta Bolulogne. Debería desmantelar sus fortificaciones al oeste de los Vosgos. Debería formar un tratado que, una vez pagada la indemnización, la colocaría bajo dependencia de Alemania. Bélgica cedería Lieja y Verviers; sería reducida a vasallaje, mientras que Luxemburgo, engrandecido con su territorio belga y con Longuy, sería anexionado. Los Países Bajos serían puestos bajo la dependencia de Alemania, aunque tomando ciertas precauciones. Una asociación económica de la Europa Media (Escandinavia, Francia, Austria, Polonia, etc.) sería creada bajo el liderazgo de Alemania (la “Mittel-Europa”)
Ajustando cuentas con Francia, estos fines de guerra obedcían igualmente a las pasiones anglófobas de la Marina, deseosa de obtener el máximo de ventajas al Oeste para hacer caer de rodillas a Inglaterra. Para asegurar la victoria contra Gran Bretaña, el verdadero enemigo, el almirante Tirpitz y el industrial Hugo Stinnes eran partidarios de una paz de compromiso con sus otros enemigos.
Bajo la firma de su pte., Class, la Alldeutscher Verband había redactado un programa que preveía el regreso de Rusia “a las fronteras de Pedro el Grande”, la adquisición de las provincias fronterizas de Polonia, Lituania, y las provincias bálticas. Estos objetivos representaban el fin esencial de la guerra para la gran industria: “eliminar la tutela intolerable que Gran Bretaña ejerce sobre Alemania en los negocios mundiales”. Todos estos territorios estarían divididos en dos campos: La “Kulturland”, poblada con colonos alemanes, y una “Vorland”, zona oriental de transición frente a Rusia. Así se hubiera llegado a un replanteamiento total del mapa étnico y económico de Europa. Hitler tomaría luego este programa por su cuenta.
En ultramar, las ambiciones de los hombres de Estado alemanes seran de la misma naturaleza. Portugal cedería Angola y la mitad noprte de Mozambique, para poder unir el oeste y el este africano-alemanes. Además, el Imperio alemán debería incluir el Congo belga, el África ecuatorial francesa hasta el lago Chad, la totalidad de Togo y de Dahomey, así como el nrote de Senegal y de Gambia, hasta Tombuctú. El arco del río Níger sería así la frontera norte de este imperio, cuya joya debía ser Katanga. Lo spryectos de Zimmermann iban más lejos. Imaginaba un Imperio alemán que englobaría el África Central, entre el Sahara y el Zambeze, y que también comprendería Madagascar, las Azores, Madeira y Cabo Verde. Estos territorios permitirían controlar las rutas del Imperio Británico entre la India, Africa del Sur y Australia. Ulteriormente, gracia al prestigio que ejercería este nuevo imperio de las Indias africanas, América Latina se desviaría de la influencia de los EEUU. En el Este, las posiciones alemanas de Chang Tung abrirían el camino a un protectorado sobre China; así, más allá, de Mesopotamia, el eje Berlín-Bagdad se dividiría en dos ramas. Una, por Persia, Afganistán y el Asia Central, llegaría hasta China, alargándose luego hasta Samoa; la otra, por Arabia y la India africana, extendería sus tentáculos hasta Santa Catarina, en Brasil.
Estos planes salvaban la integridad territorial del Imperio británico, potencia mundial que se tenía por invencible. Cuando pudo parecer que no, los objetivos de guerra de los marinos, de los industriales y de los hombres políticos se extendieron todavía más.
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Comentarios
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Si, Giorgio, ambos Libros ha pasado por mi cabeza y también conozco la versión del Ihr.
De Marc Ferró tengo un libro sobre la Gran Guerra que está muy bien, pero no conocía su gusto por el cine... curioso.
Salud.
Hay 1 comentarios.
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