Autor: Francisco Javier Jimenez Martinez
sábado, 18 de noviembre de 2017
Sección: Historia Antigua
Información publicada por: JAVIER JIMENEZ
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Las columnas de Hércules y el simbolismo de los confines del mundo

La expansión fenicia por el Mediterráneo y la llegada de los fenicios orientales a la zona del estrecho, ha contado desde un primer momento del proyecto colonizador fenicio, con una importante carga mitológica. Son muy prolíficas las referencias mitológicas que guardan relación con los confines del mundo y el viaje de Melkart.

Según autores
como Estrabón, o Pomponio Mela, la expansión fenicia por el
Mediterráneo se inicio con la conquista simbólica de los confines
del mundo, que se manifiesta en las Columnas de Melkart. Partiendo de
la propia mitología fenicia, Melkart fue el creador del Estrecho de
Gibraltar, al separar con su extraordinaria fuerza dos montañas que
en su origen estaban unidas. 


Esta heroica hazaña fue asimilada por
los griegos, que en su mitología se la atribuyeron a Herakles. A
pesar de ello, no todos los autores clásicos daban credibilidad
mitológica a la referida proeza, como Estrabon, que a principios de
nuestra era, afirmaba que el origen del estrecho no era otro que un
antiguo lago, que gracias al agua de la lluvia, llegó a crecer
tanto, que sus aguas acabaron por nivelarse con las del propio Océano
Atlántico.





No obstante la
comprensión de este mito hay que buscarlo en su aspecto histórico
ya que la llegada de un Dios, ya sea del panteón fenicio o griego,
al sur de la Península Ibérica aparece atestiguado por numerosos
autores clásicos, como Diodoro de Siculo, Pomponio Mela o
Asklepiades, por citar algunos, además del propio Estrabon.





Por ello no
resulta difícil imaginar al propio Herakles o Melkart, separando los
peñones de Abyla y Calpe, como relata a continuación Pomponio
Mela;





“… Hércules mismo separo
estas colinas que antes unían una cadena montañosa continua, así
el océano hasta entonces parado por la masa de montañas pudo
penetrar hasta las orillas que ahora baña...”





Pero siguiendo la
senda de la mitología, sería muy probable que el propio Herakles no
arribara solo a las costas del estrecho, sino mas bien encabezando
una expedición colonizadora. Según Salustio fueron los persas los
acompañantes de Herakles, coincidiendo en sus afirmaciones con
Estrabon y Pomponio Mela. 


Lejos del ámbito mitológico, podemos
afirmar que era práctica común entre los colonos fenicios, el
levantamiento de hitos terminales, que sirvieran para atestiguar, a
través del tiempo, el haber llegado a un lugar determinado. Por ello
las famosas columnas de Herakles no serían más que los hitos
terminales de una expedición que simbolizaría la llegada de
Herakles a occidente. Cosa distinta sería atrevernos a afirmar con
rotundidad que elementos, posiblemente arquitectónicos, se atrevió
a erigir el heroico dios.








-
Estatuilla en bronce de Herakles, 

Museo de Cádiz-





Si nos guiamos por
las afirmaciones de Estrabon, es posible que se tratara de columnas,
torres o altares, aunque no contamos con
elementos de juicio suficientes para decantarnos por uno de estos
elementos en concreto. Acudamos entonces a Avieno y su “Ora
Marítima”, donde afirma;





“…Yacen dos islas entre las
riveras de Europa y el césped líbico, conocidas como Columnas de
Hércules….allí existen dos altares y templos de Hércules…”





De aquí podemos
obtener una información más clara y concreta sobre qué fue lo que
realmente levantó Herakles en el Estrecho de Gibraltar a su venida
, concretamente altares y templos, como bien hace en recordarnos
Avieno. Y es muy posible que se tratara de estos dos elementos que el
poeta latino se molesta en señalar, si tenemos en cuenta que los
fenicios eran dados, al llevar a cabo una fundación, tras el ritual
religioso, levantar un altar y fundar un Templo al dios protector de
la ciudad. Más aun, el modelo de templo exportado por los fenicios a
occidente contaba con dos columnas en su parte frontal como elemento
fundamental y distintivo.





Siendo algo más
realistas, y alejándonos de esta visión mitológica de la realidad
debemos interpretar que una expedición colonizadora arribó en
tiempos remotos a las costas del Estrecho de Gibraltar, procedente de
las remotas costas de Fenicia, y al momento del desembarco le siguió
la edificación de altares y templos que sirvieran para marcar el
final de una expedición culminada con éxito. Posteriormente a este
hecho la tradición popular de aquellos pueblos, convirtió un
acontecimiento humano en algo divino, atribuyéndole a Herakles, la
creación del Estrecho de Gibraltar.








Independientemente
de la controversia que ha podido suscitarse en torno a que elementos
fue capaz de separar Herakles con su magna fuerza, fuera lo que fuese
(columnas, montañas, islas…) siempre existieron dudas acerca de su
localización geografía. 


En el siglo I d. c, este debate ya estaba
abierto como refleja Estrabon en sus obras, manifestando que había
quienes ubicaban las columnas en los dos promontorios del estrecho,
otros en las columnas del Herakleion gaditano, y finalmente no
faltaba quienes señalaban su localización en dos pequeñas islas
situadas en ambas orillas del estrecho. Siguiendo
al propio Estrabon y Avieno podríamos aventurarnos a situar ambas
islas en la Isla de las Palomas, en su ubicación europea, y el Monte
Hacho en la costa africana.






       - Grabado de como sería el Herakleion gaditano -


Continuando con
Estrabon, los íberos y libios, situaban las columnas de Melkart en
el mismo Herakleion gaditano, describiéndolas, como robustas
columnas de bronce de unos 8 codos de altura, y donde estaban
registrados los gastos de construcción del Templo. Pero el mismo
Estrabon dudaba de esta afirmación, poniendo en cuestión, que las
mencionadas columnas de Herakles, fuesen las del santuario de Gades,
ya que no tenían inscritas la famosa consigna “Non Plus Ultra”,
en lugar de una simple relación de gastos de la edificación del
santuario. 


Ello se contraponía a la idea conmemorativa de una gran
empresa marítima que poco tenía que ver con un catalogo , más o
menos extenso de gastos de construcción .Más aun , la existencia de
columnas en la entrada a los santuarios fenicios era norma casi
general en la construcción de los templos de tradición fenicia, sin
ir más lejos en Tánger, Procopio, nos apunta la existencia de
sendas columnas de gran tamaño que se erigió para conmemorar
pasadas excursiones extranjeras y en la que se podía leer,”
Nosotros somos hijos de Josué, el ladrón, los expulsados de su
patria legitima”,
por lo que es probable , que
pudiera tener cierta relación con las columnas de Hércules.





Los autores
clásicos no se ponen de acuerdo en sus afirmaciones al señalar una
ubicación concreta, y la comparación de columnas con montañas era
algo común en la antigüedad, así por ejemplo Homero hace
referencia en sus textos a las columnas de Atlas, o Tácito que cita
la columna de Helgoboland, lo que hace aun mas difícil en establecer
un punto geográfico concreto.







Esta es la manera
mitológica en la que Melkart llega hasta el Mediterráneo
occidental, inaugurando un dilatado proceso histórico, como será la
colonización fenicia. Pero un viaje a los confines del mundo, en
los que se repite la hazaña de un dios peregrino como Melkart, tenía
una dimensión cosmológica, como se advierte en muchos mitos
orientales y griegos, en los que el propósito general no es otro que
el de conseguir más poder, tanto por parte de la divinidad como de
los humanos que la emulan. 


La llegada de Melkart al Estrecho, que
posteriormente recibirá el nombre de las Columnas de Herakles de
manos de los griegos, representa el símbolo de la llegada de la
vieja civilización fenicia oriental a las lejanas tierras
occidentales donde acabara arraigándose y transmitiendo su cultura.


Bibliografia


García Bellido. “España y los
españoles hace 2000 años según la geografía de Estrabon”. Ed.
Calpe Madrid 1968



“Mitología del Estrecho
de Gibraltar”. Extracto de la revista Jabega nº23. 1978. Ed.
Diputación de Malaga.







“Mitología del Estrecho
de Gibraltar”. Extracto de la revista Jabega nº23. 1978. Ed.
Diputación de Malaga









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