Autor: Teodoro Fondón Ramos
martes, 22 de diciembre de 2015
Sección: Protohistoria
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La Edad del Bronce: Un tiempo de cambio
Para todos aquellos que nos dedicamos al estudio del pasado, es de bien sabido que la Edad del Bronce es un tiempo de cambios a nivel social y a nivel del registro arqueológico, y por supuesto no en todos los lugares se da del mismo modo pues en cada lugar hay particularidades que a los arqueólogos nos proporcionan datos significativos sobre las sociedades del II Milenio a.C.
Para
todos aquellos que nos dedicamos al estudio del pasado, es de bien sabido que la Edad del Bronce es un tiempo de cambios a
nivel social y a nivel del registro arqueológico, y por supuesto no en todos
los lugares se da del mismo modo pues en cada lugar hay particularidades que a
los arqueólogos nos proporcionan datos significativos sobre las sociedades del II Milenio a.C. Un
ejemplo es el Mediterráneo Oriental donde
se dan ciudades fortificadas con ciudadelas a su vez fortificadas también, palacios
(residencia, administración y almacenaje), el uso de armas como poder
coercitivo, y la economía es esencialmente agropecuaria, artesanal y comercial.
Por su parte, en el Mediterráneo Central,
para su estudio los arqueólogos lo han dividido por zonas: en Sicilia surgen poblados,
siempre amurallados, en la costa para controlar la presencia de gente de fuera
de la isla, y donde se han hallado objetos procedentes del mediterráneo
oriental y que nos habla de un desarrollado comercio marítimo. En Cerdeña se
desarrolla la Cultura Nugara, donde
encontramos poblados de chozas circulares y alrededor una muralla con piedras
ciclópeas. La más singular de esta cultura son las torres amuralladas cuyas estructuras recuerdan a los poblados
calcolíticos. Destacan también figuritas
de bronce (lo más característico son los arqueros).
En
las Islas Baleares se da otra cultura totalmente distinta a la anterior, la Cultura Talayótica en la que destacamos
tres construcciones características: el Talayot
que son torres circulares hechas de
piedra ciclópeas que servían para controlar la costa desde el interior de la
isla, y alrededor de los cuales hay poblados donde aparecen armas de bronce
como puñales, y herramientas como punzones. Los mangos de las armas están
unidos a la pieza con remaches. Otro de los edificios son las cabañas en forma de herradura hecha de
piedra ciclópea. En tercer lugar están las navetas,
cuyo uso no está bien definido, presentan lados trapezoidales y se les ha
considerado como funerarias pero a lo largo del tiempo se han utilizado para
múltiples usos. Por último, nos encontramos las Taulas que son lugares de culto, recintos religiosos donde aparecen
ofrendas de carácter votivo.
Durante
el Bronce Antiguo y Medio, las
importantes culturas de este período dependen de los recursos, fundamentalmente
mineros, y de los factores estratégicos. En general, los poblados son altos, pequeños y medianos, y amurallados;
que aprovechan bien el factor estratégico, donde hay presencia de espacios
domésticos, artesanales y de almacenamiento. En algunos también hay cisternas,
y las casas no solo son circulares sino también rectangulares, y las rocas se
colocan sin argamasa. En algunos lugares lacustres o pantanosos surgen los
palafitos sobre postes, con planta rectangular, y son sociedades dedicadas a la
pesca y a la sal.
En
el aspecto funerario, destaca el fin de
las tumbas colectivas. Lo que se da son los enterramientos en Cistas (estructuras de caja de piedra
dentro de un agujero en el suelo) individuales o dobles con el difunto. A veces
se destacan algunas tumbas (jefes) mediante túmulos. En algunos lugares surge
un tipo de enterramiento llamado Phitos,
este es un tipo de enterramiento para jefes y clases altas.
Ya
durante el Bronce Final existen tres grandes corrientes en el estudio de la
Edad del Bronce Final: bronce Final
Atlántico, la cultura de los Campos de
Urnas del Bronce Final (Centroeuropa), y en la Península ibérica
encontramos la Cultura Argárica. En
el bronce final atlántico encontramos una tecnología muy peculiar, como son los
moldes bivalvos que son dos moldes
que se juntan y que pon agujero se introduce la aleación líquida y cuando esta
se enfría y vuelve a ser sólido, una de las partes se rompe para sacar la pieza
entera. Respecto a los componentes culturales del bronce final atlántico
encontramos una total ausencia de tumbas
y, por lo tanto, de registro arqueológico, aunque sí se han hallado ofrendas, como son espadas arrojadas al agua (en todos los ríos del Atlántico hay
hallazgos del bronce final), joyas de
oro enterradas (en escondrijos, es el mismo comportamiento que con las
espadas arrojadas al agua pero aplicado al oro) o depósitos de bronces.
Entre
las joyas características del bronce final atlántico destacan los torques y los collares rígidos para el cuello. No presentan huellas de uso por lo
que son elementos simbólicos propios
de las mujeres de la jefatura. También hay brazaletes y pulseras, tobilleros y
espirales. Estos elementos son de oro macizo, hechos sin molde. La mayoría de
los torques han aparecido fuera de los núcleos de población, enterrados en el
suelo (son lo que se llaman tesoros). Los torques suelen ir acompañados de
brazaletes, tienen la misma forma que los torques pero son de tamaño más
pequeño. También son muy característicos piezas muy pequeñas, conjuntos
formados por dos espirilleros, dos brazaletes y un espiral. Por su tamaño se
han relacionado con los niños, son los signos de identidad de los hijos del
jefe (la condición del jefe se hereda). Luego también existen recipientes de
vajilla.
Por
su parte, encontramos el bronce final característico de Centroeuropa con la Cultura de los Campos de Urnas cuya cerámica, normalmente, es de buena
fractura con una superficie lisa y
suave, y un perfil bien marcado, siendo especialmente características las ollas
bicónicas, con cuellos cilíndricos. Las decoraciones suelen ser acanaladas,
incisas o excisas, aunque una gran parte de la superficie se dejaba lisa. Los
motivos ornamentales incluyen bandas de líneas paralelas (horizontales,
verticales u oblicuas), círculos concéntricos y aves, posiblemente acuáticas.
La cerámica encontrada en las viviendas suizas sobre pilares muestra una
decoración incisa incrustada en ocasiones con laminillas de estaño. Los hornos
cerámicos ya eran conocidos, como lo indica la homogénea superficie de la
alfarería producida. Se han hallado abundantes recipientes de metal, entre los
cuales se incluyen copas, sítulas, y grandes calderos, hechos con láminas de
bronce batido, con asas remachadas. Pueden ser lisos o con adornos, geométricos
o de aves asociadas a discos, los llamados pájaros-soles. La ornamentación se
conseguía mediante la técnica del repujado. Los recipientes de madera sólo se han
preservado en contextos anegados por el agua, pero debieron de estar
ampliamente extendidos.
Finalmente,
llegamos al Bronce final en la Península
Ibérica, cuya metalurgia del bronce no se empezará a usar hasta pasado el
1.200 a. C. Conocemos (sobre todo en El Argar) algunos hornos a cielo
abierto y crisoles, aunque la mayor documentación sobre el proceso de fabricación
nos la dan los restos de escoria así como los moldes bivalvos sobre los que se fabricarían las hachas planas
típicas del horizonte del Bronce Inicial. La industria metalúrgica del Bronce
Peninsular comienza con la herencia de piezas ya recibidas a través del
Calcolítico Final y propias del horizonte del Campaniforme como son las puntas Palmelas, los adornos de oro o el puñal de lengüeta (abundantes en
yacimientos de la Meseta). Sólo en el Sudeste existen desde el Bronce Inicial
piezas que se convierten en típicas del horizonte
cultural Argárico (espadas de hoja ancha, alabardas, hachas planas,
punzones, cinceles…) y un desarrollo notable de la orfebrería (diademas y
espirales de oro y plata). También Galicia manifiesta desde fecha temprana, por
los contactos atlánticos, cierto desarrollo metalúrgico.
En
este horizonte del bronce final peninsular destacamos una cultura, El Argar, que es una manifestación y expresión de los poblados
del sudeste de la Península Ibérica en la Edad del Bronce, que formaron una de
las sociedades de mayor relevancia en la Europa del II milenio a. C. y de las
mejor estudiadas gracias al excelente estado de conservación de los restos
arqueológicos.
El Argar
es un importante yacimiento arqueológico de un poblado prehistórico del sudeste
ibérico (Antas, Almería) que da nombre a la Cultura de El Argar. El
espectacular desarrollo de esta cultura hizo pensar que no mantenía ninguna
relación con las fases anteriores, teniendo su origen en influencias
mediterráneas; ahora se piensa que es una continuidad de Los Millares. Tiene un
urbanismo complejo, exclusivo de esta cultura. En el lugar se han hallado unas
dos mil sepulturas aunque apenas se conocen las estructuras de las viviendas.
Se caracteriza por un urbanismo en terrazas, con una acrópolis situada en lo
más alto del yacimiento.
En cuanto a su metalurgia
se caracteriza por las armas que son: puñales, espadas y alabardas. Se muestra
la creciente presencia de adornos de plata y oro en los ajuares funerarios de
mayor prestigio. Al final del período se realizan las primeras aleaciones de
bronce.
Su patrón funerario
se basa en sepulturas individuales o dobles, ubicadas bajo las casas. El ritual
y los ajuares reflejan una marcada desigualdad social. A partir sobre todo de
la distribución de los objetos en las necrópolis del mundo argárico, se ha
llegado a proponer que la sociedad argárica ya estaría estratificada.
La
ideología dominante es aristocrática y guerrera. Esto se refleja en la
fortificación de los poblados, la gran importancia de las armas y la presencia
de estas en los ajuares funerarios. La evolución social argárica cesa en el
bronce tardío y en torno al 1300 a.C., la información decaerá en toda la
Península; para volver a tener información clara de la posterior etapa, el
Bronce Final, habrá que esperar en torno al año 1000 a. C.
Bibliografía
Müller-Karpe,
Hermann (1982). Historia de la Edad de Piedra. Madrid, Ed. Gredos.
Eiroa,
Jorge Juan (2010). Prehistoria del Mundo. Barcelona, Ed. Sello.
Eiroa,
Jorge Juan (2006). Nociones de Prehistoria General. Barcelona, Ed. Ariel.
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