Autor: César Cervera
martes, 28 de julio de 2015
Sección: Roma y Grecia en Celtiberia
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Trajano, el emperador español que recuperó la perversión sexual más execrable de los griegos.

Nacido cerca de la actual ciudad de Sevilla, Marco Ulpio Trajano estaba considerado el ejemplo de emperador óptimo, solo por detrás de César Augusto. Su enorme popularidad no se vio afectada ni siquiera por su atracción sexual por los niños

FUENTE: DIARIO ABC  http://www.abc.es/espana/20150724/abci-trajano-emperador-espanol-sexualidad-201507202256.html




ABC





Arco de Trajano en Benevento, el emperador aparece representado a la derecha


Frente a la sucesión interminable de emperadores
incompetentes e incluso dementes, se hizo costumbre desear con la muerte
de cada princeps la llegada de un sucesor que fuera «mejor» (melior) que Marco Ulpio Trajano, como sinónimo de un dirigente digno de admiración, «el Optimus Princeps». Según la costumbre popular solo el primero, César Augusto, había sido mejor que el español Trajano, nacido en la ciudad romana de Itálica (junto a la actual Sevilla), al que incluso se le perdonó su censurable inclinación sexual por niños y adolescentes. Trajano fue el último gran conquistador romano, y el primer emperador nacido en Hispania.


Hispania (nombre del que deriva la palabra moderna España,
aunque entonces solo fuera una designación geográfica) fue pionera en
muchas cuestiones dentro de la República Romana y después en el Imperio. «Tú, Francia, fuiste sujeta por Césare, antes de tres años, Hispania lo fue por Catones, Escipiones, Sertorios, Pompeyos y Césares no antes de 200», recordó el escritor Juan Pablo Mártir como síntesis del paso de Roma por la Península Ibérica,
en el contexto de un enfrentamiento dialéctico con Francia en 1626.
Hispania fue uno de los primeros territorios de ultramar en los que Roma
puso sus ojos, pero uno de los que más tiempo tardó en someter
completamente. Fue, además, el lugar de nacimiento del primer cónsul
nacido fuera de Italia, el gaditano Lucio Cornelio Balbo
–amigo personal del emperador Augusto–, y de tres emperadores. Salvo
Claudio, que nació de forma casual en la provincia de la Galia, ningún
emperador había alcanzado la cabeza de Roma habiendo nacido fuera de
Italia hasta la llegada de Trajano.


El general más destacado, convertido en emperador


El primero de ellos, Marco Ulpio Trajano,
nació y se educó en la ciudad Itálica. Su familia decía descender de
alguno de los soldados originarios de Roma que formaron esta colonia
española establecida por Escipión «El Africano»
después de su victoria en Ilipa, en el 206 a.C. Recientemente varias
investigaciones han apuntado, no en vano, que los antepasados de la
familia eran nativos de Hispania, siendo Trajano el Viejo en realidad un Traius adoptado por la familia de los Ulpii.
La cuestión no tiene mayor importancia: si la aristocracia local
ocupaba magistraturas públicas tenía derecho a la ciudadanía romana
plena, y, en caso de contar con las riquezas necesarias, accedía a una
plaza en el Senado Romano. El padre de Trajano siguió una carrera senatorial bastante destacada e incluso fue cónsul y legatus Augusti
durante una campaña en Siria. El joven Trajano, que recibió una
educación típicamente romana y sobresalió en los ejercicios físicos
desde muy joven, acompañó a su padre como tribuno senatorial de una de las legiones destinadas en Siria.
Trajano mostró gran disposición por la vida militar y alargó su
servició por más tiempo de lo que era habitual entre los senadores.






ABC




Ilustración moderna del Foro de Trajano y la Columna del mismo nombre





«A lo largo de diez campañas, conociste las costumbres de
las naciones, la situación de los países, las ventajas de los lugares,
te avezaste a soportar el diverso temperamento de las aguas y del cielo
como las fuentes de la patria en el cielo patria. ¡Cuantas veces cambiaste los caballos, cambiaste las armas, ya fuera de uso!»,
recoge un relato de la época sobre la actividad militar de Trajano.
Así, en el momento del asesinato del emperador Domiciano y el posterior
ascenso de Nerva, el general romano ya era ampliamente respetado como uno de los hombres más dotados en lo militar de todo el Imperio romano. Frente a la presión pretoriana para que los asesinos de Domiciano fueran castigados, Nerva adoptó a Trajano en el 97 d.C, nombrándole su heredero,
como concesión al pueblo y al ejército. La adopción de personas ajenas a
la familia imperial era una constante en Roma, donde no era tan
importante mantener la sangre como preservar el nombre de la familia. Un
año después de la adopción, Nerva falleció y Trajano se convirtió en
emperador.


Como intrépido militar, el emperador Trajano sondeó las posibilidades para iniciar con su reinado alguna campaña militar de renombre
y puso sus ojos en Dacia, una área que corresponde aproximadamente con
la actual Transilvania. Tras el agresivo reinado del líder local
Decebalo, que había realizado importantes incursiones al otro lado del
Danubio e infligido serias derrotas a los romanos, Domiciano solo pudo
arrancar un tratado insatisfactorio, donde Roma pagaba una indemnización anual a este rey
a cambio de no proseguir con los saqueos. En la concepción romana
aquello era un agravio, dado que solo los tratados dictados con la
derrota total del enemigo eran aceptables, pero el precario régimen de
Domiciano se conformó por el momento con esta solución temporal. En
tanto, Trajano no estaba dispuesto a tolerarlo y en el 101 d.C.
desencadenó una invasión sobre Dacia que resultó un éxito. El hecho de que Trajano escribiera al final del conflicto unos «Comentarios», como hiciera Julio César en la guerra de la Galia, y de que los relieves en torno a la columna levantada para conmemorar el triunfo, la Columna Trajana, narren episodios de la campaña hacen que la invasión de Dacia sea especialmente conocida incluso hoy.


Trajano conquistó Dacia casi completamente en el año 106,
enfrentándose en persona a los temidos guerreros dacios, que si no caían
en la batalla se suicidaban por su dios Zalmoxis antes que rendirse. Los romanos tomaron la capital dacia, Sarmizegetusa, y la destruyeron. Decébalo se suicidó, y su cabeza cortada fue exhibida en Roma en los escalones que llevaban al Capitolio.
Pese a que no era su intención inicial, el emperador español colonizó
Dacia y la anexionó al imperio como una nueva provincia. Las campañas dacias de Trajano, además, beneficiaron las finanzas del Imperio
a través de la adquisición de las importantes minas de oro de Dacia. Un
año después, Trajano extendió todavía más las fronteras de Roma cuando el fallecimiento del rey Rabbel II Sóter sirvió en bandeja la anexión del reino nabateo, un territorio situado al Sur y al Este de Palestina.


Los vicios de un emperador «optimus»



Las victorias de Trajano,
que pasó la mayor parte de su vida en el ejército, fueron celebradas
con un amplio programa de construcciones, del que el complejo del Foro
constituyó solo una ínfima parte. Nadie salvo Augusto gozó de un gobierno con la popularidad tan elevada
como el hispano, al que incluso se le perdonó sus vicios: era propenso a
sentir una desmesurada pasión por los niños y los adolescentes. El historiador de origen griego Dión Casio
apunta en sus textos que Trajano bebía mucho y que tenía debilidad por
los muchachos como hicieran los antiguos griegos: «Sé, por supuesto, que
se dedicaba a los chicos y al vino,
pero si él cometió o soportó algún acto abyecto o infame como resultado
de esto, habría incurrido en censura; en cambio, bebió todo el vino que
quiso, pero permanecía sobrio, y en relación con los chicos no hirió a
nadie».






Gliptoteca de Múnich




Busto de Trajano



Rara vez esta perversión de su vida privada influyó en su
buen gobierno, pero Dion cita al menos una ocasión en que ocurrió así,
que, por aprecio al hermoso hijo de un dirigente, favoreció al rey de Edesa: «En esta ocasión, sin embargo, Abgaro,
inducido en parte por la persuasión de su hijo Arbandes, que era
hermoso y en plena y orgullosa juventud y por lo gozando del favor de
Trajano, y en parte por miedo de la presencia de este último, lo
encontró en el camino, se excusó con él y obtuvo el perdón, pues tenía un poderoso intercesor en el chico».


Sin alcanzar lo que los romanos consideraban una conducta
excesiva o malintencionada, la vida privada de Trajano –que no llegó a
tener hijos con su única esposa, Pompeya Plotina–
nunca afectó a su fama de hombre sensato. Después de un período de
relativa paz dentro del Imperio, lanzó una campaña final en 113 contra Partia, llegando hasta la ciudad de Susa en el 116, y alcanzando con ello la máxima expansión del Imperio romano en toda su historia. En un intento por emular las grandes conquistas de Alejandro Magno en Oriente,
Trajano avanzó por las entrañas del continente sin cuidarse en asegurar
plenamente sus conquistas recientes. En el año 116, estalló una
rebelión entre la comunidad judía de Egipto y otras provincias que le
obligó a volver sobre sus pasos. Durante el asedio a la ciudad de Hatra, en el desierto de Arabia,
Trajano estuvo a punto de ser alcanzado por un proyectil que mató a uno
de sus guardaespaldas mientras cabalgaba cerca de las murallas
enemigas. Aunque el emperador se cuidaba de no llamar la atención con la
vestimenta sobre su rango, su avanzada edad, 60 años, y su porte altivo
denotaban al enemigo su importancia. Sin agua ni provisiones, los
ejércitos romanos abandonaron el asedio y se retiraron a preparar nuevas
operaciones. En la retirada, lo que no pudo la guerra lo deshizo la
salud.






mUSEO DEL Louvre




Busto de Antínoo de la Villa Adriana, en Tívoli



La muerte alcanzó a Trajano en medio de la campaña en Oriente, cuando se vio afectado por un ataque de apoplejía.
Le sucedió como emperador su primo Adriano, otro español, cuyo acento
provinciano fue motivo de burla entre los senadores, pero que también
fue considerado un buen emperador. Amante de la cultura y tradición
griega, una de sus contribuciones más curiosas fue la introducción de la barba en la sociedad romana, lo cual evidenciaba su filohelenismo ya lejanamente presente en Trajano. Con la excepción de Nerón –otro amante de la cultura helena–, todos sus antecesores se habían afeitado cuidadosamente, pero a raíz del mandato de Adriano se puso de moda en las siguientes generaciones la costumbre griega. Al igual que Trajano, Adriano también mostró inclinación sexual por menores, siendo recordado sobre todo por su enfermiza obsesión por Antínoo,
un joven que conoció cuando éste tenía 13 años y al que ordenó
divinizar tras su prematura muerte. En su caso, se estimó que su
orientación sexual derivaba de su devoción por la cultura helena, donde la pedofilia y la homosexualidad habían formado parte en el pasado de la introducción de los jóvenes a la vida adulta en muchas ciudades-estado griegos.







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