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El Losino o jaca burgalesa es uno de los sub-tipos descendientes del primitivo caballo de las mesetas. Es el único existente en la actualidad, ya que las demás variedades se extinguieron.
Su hábitat es la zona norte de la actual provincia de Burgos. Este territorio es montañoso (con altitudes de 800 a 1400 m.), con valles intercalados, como el de Mena, Losa, Tobalina, Valdibielso, Valdegobía o la Bureba. La agricultura sólo es posible en estos valles, por lo que las zonas de pastos de montaña son muy abundantes. Estas montañas son de roca caliza y forman grandes escarpes y desfiladeros. Su vegetación arbórea está compuesta por encinas, robles, hayas, álamos y pinos de repoblación. En el estrato arbustivo aparecen arces, avellanos, acebos, espinos albares, endrinos, etc. Sus pastos son de calidad intermedia y ricos en carbonato cálcico.
La suma de estas circunstancias permitieron que en estos pastos de montaña se mantuviese, desde tiempos inmemoriales una abundante población caballar autóctona, criada en semi-libertad. Su mantenimiento resultaba muy económico y sus productos servían para abastecer la demanda de las extensas comarcas agrícolas vecinas. En estas zonas agrícolas se recriaban los potros para satisfacer sus necesidades y como negocio, vendiéndolos a comarcas más distantes, e incluso a toda España, a través de las ferias de Miranda de Ebro, Burgos o Villadiego.
A la llegada de los romanos, esta zona estaba habitada por la tribu de los Autrigones. Este fue un pueblo agrícola y ganadero que opuso mucha resistencia al invasor. Eran buenos guerreros y excelentes jinetes. Por sus restos arqueológicos podemos comprobar que el animal que con más frecuencia aparece es el caballo y también son muchas las piezas ecuestres (bocados y espuelas) encontrados.
Es muy posible que ya en esa época estuviese establecido el sistema de zonas de montaña – productoras de caballos y zonas agrícolas – recriadoras de potros.
Los romanos introdujeron la producción de mulas en la Península Ibérica y desarrollaron la agricultura. Las zonas agrícolas – recriadoras de potros, pasarían a ser productoras y recriadoras de mulas, en base a las yeguas procedentes del área montañosa.
Estas comarcas se vieron poco afectadas por la invasión árabe, a pesar de que fue escenario de cruentas batallas.
De esta región, conocida como Castilla, parte la reconquista de los territorios que luego comprenderán el Reino de Castilla. Sus caballos tuvieron un papel de primera magnitud en estos hechos y en especial con la Caballería Villana.
Se desconoce cómo denominaban a estos caballos, en la antigüedad, ya que como caballos losinos no se les menciona hasta los tiempos modernos.
A partir del siglo XIII decae la producción de caballos y se fomenta la de mulas. Este hecho afecta a las zonas agrícolas – recriadoras, pero no a las de montaña, que siguen con su sistema de producción caballar a bajo costo. La producción de mulas, aunque necesaria, fue funesta para la, hasta entonces, abundantísima cría caballar de Burgos.
D. Nicolás Casas, en su “Tratado de la cría del caballo, mula y asno”, de 1843, comentaba:
[...] En Castilla se producen algunos de buen servicio, pero el mayor número son ya de raza cruzada con extranjera. En las demás provincias, así como en muchas de estas, toda la atención la absorben las mulas, y solo por cumplir con la ley que obligaba á echar la tercera parte de las yeguas al caballo criaba algunos potros aunque pocos, porque solían matarlos así que nacían (a no ser que prometieran ser muy buenos), á fin de echar las yeguas á los nueve días de haber parido al garañón.
Las zonas agrícolas o de vega se especializaron en la producción de mulas, pero eran deficitarias en la de las yeguas necesarias para su producción. Las zonas de montaña eran las que las abastecían de ellas.
Marcial Prieto Ramos, ingeniero agrícola provincial, nos da una semblanza de cual era la situación de la cría caballar en Burgos, en el año 1878:
[...]“El ganado caballar, si bien no tiene importancia por su número y condiciones exteriores de alzada y configuración, no deja de tenerla por otras especiales dignas de aprecio. La raza que predomina es, en general de poca alzada, seis cuartas y media a siete, pero fina, sobria y de gran tensión muscular; soporta bien las fatigas, muy apta para terrenos escabrosos, a propósito para el tiro y no menos para la silla.
El tipo más puro de esta raza se encuentra en el Valle de Losa y si bien está generalizada en toda la provincia, en muchos puntos se mezcla con otras distintas, variando algún tanto sus caracteres. No existen ganaderías dedicadas a la obtención y cría de caballos, sino que los labradores, hortelanos, molineros y otros industriales rurales tienen yeguas que dedican, a la vez que a la cría, que es su objeto principal, a pequeños trabajos de sus respectivas industrias; en esta forma existen en la provincia más de 7.000 yeguas. Con una buena elección en los reproductores y algún estímulo se obtendrían, sin duda alguna, caballos de buenas condiciones, y prueba de ello es que, en el tiempo que el Gobierno tuvo establecidos puestos con buenos caballos sementales, se presentaron a optar al premio que ofrecía la Junta de Agricultura, con productos de recomendables condiciones; desgraciadamente el mayor valor que tienen las mulas inclinan a los dueños a hacer cubrir sus yeguas mejores por garañones, y el poco estímulo hace que en general se descuide tan importante ramo y se las deje cubrir en los pastos por caballos de inferior calidad. El valor que suelen adquirir los caballos losinos jóvenes es de 150 a 250 pesetas”[...]
Este es el primer texto en que se hace referencia al caballo Losino y el motivo parece ser que, mientras en el resto de la provincia se va perdiendo el tipo puro, en la zona de Losa se mantiene.
Por lo que dice Manuel Prieto, el Gobierno ya habría establecido paradas públicas en la provincia de Burgos antes de 1878, aunque de manera efímera. La mayor ingerencia de la Administración en la raza burgalesa se inicia en 1904, con la creación de la Dirección General de Cría Caballar y Remonta. Se establecen paradas de sementales en las cabezas de comarca y, con los años se extienden por toda la provincia
Por la acción de estos establecimientos, el caballo autóctono fue desapareciendo de las comarcas agrícolas pero aún se conservaba en las de montaña. Rafael Janini, en su “Selección de estudios de cría caballar”, de 1924, nos lo describe así:
En la provincia de Burgos, donde en el valle de Losas hay las famosas y resistentes jacas, como las hay en Villamayor de los Montes, supera la cría caballar a la mular y apostilla: Hace años vengo llamando la atención en el caballo losino, ya van fijándose en él.
La población caballar autóctona de Villamayor de los Montes, y otras, que seguramente existían en aquel tiempo, desaparecieron.
Al valle de Losa no llegaron las paradas oficiales hasta los años 20. Bañuelos dice en “La ganadería en el Valle de Mena”(1951) Justo es reconocer que en este sentido de mejora caballar llevamos diez años de retraso con el resto de la provincia de Burgos, parte Este principalmente (partidos de Briviesca, Belorado y Miranda de Ebro)
El primer experimento consistió en el cruzamiento con sementales árabes y anglo-árabes, con la intención de obtener potros aptos para la remonta militar, pero resultó un fracaso ya que la Comisión de Compra del Ministerio de la Guerra rechazó a estos caballos por estimarlos de poca alzada. Marcos Sáinz dice: No recuerdo haber conocido mejor representación de la producción caballar del Valle de Losa, en cuya ocasión me cupo el honor de verificar las operaciones de mensuración correspondiente, dando, respecto a la alzada, las del 1,47 a 1,52 metros. Y en opinión del veterinario militar G. Ferreras: De manera particular creo yo que hubiera sido una medida de alta política ganadera la adquisición por dicha Comisión de los productos que se la presentaron, no dudando en afirmar que los productos por ella examinados hubieran servido de una manera perfecta las necesidades de la Caballería ligera (Cazadores de nuestro ejército). Este experimento terminó con la retirada de los sementales árabes y anglo-árabes, entre los años 27 y 30, para dar paso al de producción del caballo agrícola-artillero. Para ello aportó el Gobierno sementales de las razas Cob Galés y Postier Bretón, que empezaron a actuar a partir del año 1925.
El proceso de bastardeamiento sigue el mismo esquema; comienza a afectar a las poblaciones de las zonas más habitadas, más llanas, de mayor riqueza agrícola, y, por tanto más próximas a las paradas públicas. Por el contrario la raza se mantiene pura en las zonas más montañosas, más inaccesibles, menos pobladas, con menos agricultura y más alejadas de las paradas. Sólo afecta a las yeguas que superan los 142 cm. de alzada, ya que las menores de esta talla no eran admitidas en estos establecimientos. Santos Arán lo explicaba así, en 1959:
Ahora bien, la modificación más importante la han experimentado las jacas cuya alzada es de 1,42 metros o más, porque éstas son admitidas desde hace unos años para ser cubiertas por los sementales del Estado, si se trata de las razas gallega, asturiana, navarra y losina. Se comprende que al no ser cubiertas por sementales de la propia raza con vistas a su unificación y mejora, se haya producido una verdadera disgregación, ya que sobre yeguas de estas zonas y sobre sus cruzas han actuado sementales árabes, postier bretón, españoles, etc. No es que censuremos la medida. Puesto que en las respectivas provincias nadie se ha cuidado de depurar, de unificar y mejorar lo propio, es preferible que se saque algún partido de aquellos animales que por su alzada puedan dar productos de más valor y, por consiguiente, de mejor aplicación en la agricultura, en la industria y, acaso, en los deportes. De modo que la pureza de la raza hay que buscarla y admitirla en los animales de poca talla.
El efecto de los sementales extranjeros sólo se hacía sentir en las yeguas de más de 142 cm. y mansas, ya que las cerriles no permitían ser llevadas a la parada. Por otra parte, los productos de estos cruces eran los que mejor y con más celeridad se vendían (para la producción de mulas), por lo que este efecto fue más lento de lo que puede parecer.
En el circulo de técnicos y responsables de la cría caballar se creó un intenso debate sobre la conveniencia o no de estos cruzamientos. Unos apreciaban en la raza losina suficientes méritos como para intentar una mejora por selección endógena, mientras que el “sector duro” propuso su total desaparición por absorción mediante cruces con Postier Bretón. El más conspicuo representante de esta facción fue Ferreras, oficial veterinario y veterano de la guerra de África, quien realizó el vergonzante estudio “El Caballo de Losa”(Ganadería Vasca, Vol. I, Ed. Diputación de Vizcaya, Bilbao, 1935). En él hace un análisis osteológico de esta raza, y explica:
[...] El material ha sido recogido en Quincoces de Yuso, uno de los lugares más nutridos con grupos losinos. Hallado en distintos sitios pertenecientes al Municipio, no nos cabe la más mínima duda son de caballos losinos cuya filiación osteológica, revelan cruces distintos a juzgar por las diferencias que sin entrar en detalles se observan en un examen general. Total de calaveras 18.[...]
La irresponsabilidad de este sujeto es sorprendente, pues realizó su estudio en base a 18 cráneos encontrados al azar por los alrededores de Quincoces de Yuso (una de las poblaciones en las que antes se estableció una parada pública) y además reconoce que procedían de animales cruzados. Eso sí, en su análisis contempla la anchura del cráneo, anchura frontal, índice de convexidad craneal, índice de Nehring, longitud del vértice, anchura del cerebro, anchura condilar, anchura de la región facial, índice de Salensky, método de Ewart, longitud basilar, angulo facio-craneal de Osborn, índice de Franck, longitud del diastema, anchura entre las apófisis mastoideas, anchura entre los conductos suditivos externos, índice occipital de Tscherscki..., lo que le permite determinar, con el mayor rigor científico que:
“ La consecuencia que de este hecho se deduce es sencilla; el caballo de Losa no pertenece ni a grupos occidentales ni a grupos orientales; se acentúa la creencia de la inseguridad genotípica”
En su peculiar firmeza de criterio quedaba un pequeño resquicio:
“ Cabe argüir que 18 calaveras son pocas para determinar una raza.”
Pero concluye:
“ más cráneos nos afianzarán seguramente las conclusiones obtenidas, concretadas en la siguiente afirmación. No existe raza ni variedad losina en sentido genético.”
“ El caballo de Losa pasó a la historia, es decir, ¿tuvo historia alguna vez?”
“ recomendamos un cruzamiento único en bloque sobre las poblaciones equinas norte-españolas con un caballo agrícola-artillero pequeño como el Bretón seguido de selección y consanguinidad en demanda de líneas puras.”
Bien sea por lo convencido que estaba de sus argumentos o porque fuera éste el motivo por el que estaba tan empeñado, llegó a ofrecerse a las autoridades de Cría Caballar para llevarlo a cabo personalmente:
“ Nosotros no tendríamos inconveniente en iniciar la mejora en este sentido con la máxima responsabilidad inherente a los grandes problemas,”
Y para acallar definitivamente al sector conservacionista, no tuvo empacho en escribir lo siguiente:
“ Toda raza, dice Rof Codina “forma con su ambiente agrícola y social una unidad tradicional que hay que respetar y comprender”; el respeto añadimos nosotros no se comprende más que asimilando lo respetable y la tradición no es más que una hilación histórica cuyo resultado es el presente.”
A pesar de su absoluta falta de rigor científico, el Sr. Ferreras tuvo muchos adeptos, entre los que merece la pena destacar a Raúl Lión Valderrábano, quien en el año 1970 escribía:
De entre los estudios, relativos a las razas equinas cantábricas, que hemos manejado, ninguno nos ha dado una impresión de absoluta objetividad, ni nos ha parecido tan realista y acertado a la hora de ofrecer soluciones, como los del veterinario militar G. Ferreras; por lo común, coinciden todos en un desfasado sentimentalismo, que agiganta las pretendidas virtudes de cada variedad, y propugnan el resurgimiento de morfotipos originarios e ideales, de cuya existencia se impone dudar ya que, las más de las veces, son tan sólo imaginarios.
[...] de ahí nuestra total conformidad con Ferreras cuando recomendaba, para las poblaciones equinas norte-españolas,”un cruzamiento único y en bloque con un caballo de tiro ligero, como el bretón, seguido de selección y consanguinidad, en demanda de líneas puras, y buscando homozigocidad a partir de la tercera generación”
[...] Y, en efecto, ha sido mediante tales cruzamientos como se ha conseguido mejorar, en bloque, la ganadería caballar de unas regiones pobladas antes por las numerosas subrazas hoy desaparecidas; sirva de ejemplo, a este respecto, el que en la actualidad y en todo el valle de Losa no se registra la existencia de yegua alguna de raza losina. Simplemente ha desaparecido para bien del ganadero.
La política de cruzamientos arrinconaba al caballo losino y, ciertamente estuvo a punto de desaparecer.
En 1878, según Marcial Prieto, existían 7.000 yeguas losinas en la provincia de Burgos.
En 1935, según Ferreras, existían 1.755 yeguas en el Valle de Losa, de las que 333 las considera de raza losina.
En 1951, según el Sr. Bañuelos, la situación en el valle de Mena era la siguiente:
En la actualidad puede considerarse esta raza como desaparecida; son pocos los animales que quedan con las características próximas al losino.
Aunque, en esa misma comunicación, podemos leer posteriormente:
A estas paradas acuden aproximadamente unas 600 yeguas, la mayor parte del tipo losino ya descrito.
Sin embargo el Censo de Ganadería Española de 1955 refleja la existencia de 4.000 cabezas de caballo losino en todo el territorio nacional.
En 1960, G. Aparicio, en su “Zootecnia Especial”, publicó lo siguiente:
En el valle de Losa han querido ver algunos zootécnicos españoles un tipo diferente de ponei de los que se producen en el resto del Norte de España. Lo cierto es que el caballo Losino no se diferencia en nada del Vasco Navarro ya descrito; pero tal vez basándose en su magnífica resistencia, sobriedad y excelente temperamento, se quiso hacer de él un caballo más agrandado. La finalidad era buena, pero los medios para conseguirlo carecieron desde un principio de falta de criterio propio y sostenido, y el resultado fue el empleo de multitud de razas con tipos y aptitudes completamente diferentes como mejoradoras – árabe, poneis ingleses, postier bretonés, norfolk, etc. – y la consecuencia inmediata, la pérdida total de las características raciales propias, absorbidas por esa heterogeneidad de etnologías diferentes, hasta el punto de poder manifestar que el caballo Losino no existe en la actualidad.
En 1970 Raúl Lión Valderrabano da por extinguida la raza.
El caballo losino, jaca burgalesa o pony losino, último representante del caballo castellano, también conocido como "de la Meseta", Thieldón, Celdón o Fieldón, es autóctono de la provincia de Burgos (España) y estuvo a punto de extinguirse a mediados de los años ochenta del siglo pasado.
En aquellos días se inició su "Proyecto de Recuperación y Cría en Pureza del Caballo Losino", gracias al cual perviven doscientos setenta ejemplares de pura raza en régimen de semilibertad en las sierras de Pancorbo (Burgos).
Tras diecinueve años dedicado a este proyecto, he decidido publicar esta página web en la que pretendo dar a conocer mis reflexiones, teorías y convencimientos sobre esta raza, así como algunos datos y experiencias acumuladas.
Comienza con el origen de los caballos de la Península Ibérica, a los que, en contra de la mayoría de las opiniones, les considero descendientes directos de los caballos peninsulares del Paleolítico, los cuales, debido a su aislamiento producido por la acción de los glaciares, devinieron en un tipo o variedad de Equus ferus de unas cualidades físicas y psíquicas tales que permitieron su domesticación en un tiempo anterior a cualquiera otra parte del mundo. Por tanto, según esta teoría, la domesticación del caballo surgió en la Península Ibérica y desde aquí se extendió, junto con los caballos ibéricos, al resto de Europa y a los demás continentes.
A continuación se analiza el concepto de raza, el origen de las razas autóctonas, los tres troncos raciales equinos ibéricos y se hace un seguimiento histórico del caballo castellano y del caballo losino.
Posteriormente relato el inicio y desarrollo del "Proyecto de Recuperación y Cría en Pureza del Caballo Losino", en donde se pueden rastrear las causas que le han llevado a su fracaso.
En los anexos se encuentra la bibliografía, el archivo de documentos y otros textos relacionados con la raza losina y su historia.
Debido a la amplitud del tema no he podido abarcarlo en su totalidad pero pretendo completarlo en breve.
Con estos textos no se pretende pontificar, sino plantear unas teorías novedosas para su conocimiento y discusión. Para cualquier comentario, crítica o consulta se puede dirigir el internauta a la dirección de correo electrónico siguiente:
losino@soscaballolosino.com
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Origen del Caballo Losino.
El origen de la raza Losina, como el de todas las razas de ponis del norte de España, ha sido tradicionalmente considerado como un enigma poco menos que irresoluble, hasta tal punto que cuando ya a mi entender no lo es, sino que su origen es claro y evidente, el peso de las opiniones tradicionales sigue imponiéndose por inercia a la evidencia.
Cuantos autores se han acercado al tema, afirman que el origen de los ponis españoles no está esclarecido y parece hundirse en la noche de los tiempos, tanto por su antigüedad como por su oscuridad, no obstante lo cual, la mayoría aventura posibles orígenes, a cual mas variopinto.
Mi colega Jesús Martinez Saiz, joven veterinario burgalés que ha dirigido las investigaciones de su tesis doctoral hacia la caracterización morfológica y genética de la raza Losina, en una reciente y exhaustiva revisión bibliográfica (1999), ha recogido todas las opiniones lanzadas hasta ahora, pudiéndose agrupar en tres hipótesis:
1. "El caballo Losino descendería del árabe (BAÑUELOS, 1951). Esta opinión se fundamenta en que algunos caracteres parecen ser comunes en ambas razas (fogosidad, resistencia, finura de las extremidades con vasos y tendones muy ostensibles, etc.). Añadiendo además que tanto el caballo árabe como el anglo-árabe han influido a través del tiempo en la mejora del caballo Losino.
2. El caballo Losino sería uno de los tres tipos caballares indígenas de la Península Ibérica, diferenciándose de las razas Cantábricas y de las del sur de la península. Entroncado genotípicamente con el Tarpán, y descendiente igualmente de especies que han poblado la Península Ibérica desde los tiempos del Terciario y Cuaternario (Hipparion Gracile). Esta hipótesis podría llamarse monofilética, es decir, que la raza del caballo Losino tendría un origen depurado en una subespecie salvaje (CASTEJON, 1953).
3. La gran mayoría de los autores, (CABRERA, 1919; SKOROWS-KI, 1974 y NOBIS, 1979), apoyan el origen de las poblaciones de las razas equinas del norte de España (donde se incluye el caballo Losino), en las emigraciones de diferentes pueblos del Norte, principalmente los Celtas, que trajeron aquí sus caballos ya domesticados, o bien por el cruzamiento entre subespecies salvajes que más tarde son domesticadas en nuestro suelo. Es decir, un origen polifilético.."
Estas tres hipótesis recogidas de la bibliografía existente sobre el tema por Martínez Saiz, son harto discutibles:
La primera de ellas (descendencia del árabe), opinión de terceros citada por Bañuelos, no tiene la más mínima consistencia, ya que todo el denominado tronco céltico de ponis atlánticos se encuentra ya extendido y documentado en épocas anteriores a las primeras dataciones arqueológicas de restos de caballos árabes, que se circunscriben además a los desiertos del medio oriente, y la "mejora" citada en el Losino, ha tenido lugar en el siglo XX. El parecido, que en los detalles citados es ciertamente notable, bien pudiera explicarse en una posible primitiva ascendencia común.
La hipótesis monofilética, (origen independiente del de las razas cantábricas y de las del sur peninsular), si ya era harto extraña por la similitud de fenotipos y la proximidad cuando no continuidad e incluso solapamiento de áreas de distribución con el resto de razas cantábricas, se ha desvanecido con los primeros estudios genéticos, que indican el cercano parentesco y consiguiente origen común de todas ellas, y su diferenciación del resto de razas peninsulares.
Aún cuando suele reconocerse la incertidumbre sobre su origen, la hipótesis polifilética, y mas concretamente la hipótesis Celta, es la generalmente admitida como válida por cuanto autor se ha acercado a los ponis atlánticos. Nuestros ponis, serían por tanto un legado que nos trajo el pueblo celta, allá por el 1600 a. de C. La ausencia de restos y documentos rupestres, que implicaba la desaparición en la península desde principios del Mesolítico (9.000 a. de C.) de todos los tipos de caballos preexistentes, y la aparente reaparición en el norte de los ponis cantábricos en forma mas o menos coincidente con la llegada de las tribus Celtas, originarias de las estepas eurasiáticas, estepas que aún hoy (Siberia, Mongolia), están pobladas por ponis con ciertas similitudes, ha proporcionado, sino evidencia, sí una gran lógica a la hipótesis del origen celta de nuestros ponis.
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