Autor: Por Andrés PENA GRAÑA, dr. en Arqueología e His
viernes, 26 de mayo de 2006
Sección: De los pueblos de Celtiberia
Información publicada por: crougintoudadigo
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DERECHO HISPÁNICO PRERROMANO

El desconocimiento del derecho prerromano hispano puede dificultar en nuestra protohistoria la observación de las instituciones y de la organización social vernácula hispana y hace muy dificil observar su pervivencia y evolución a lo largo de la dominación romana.






PATRONATO Y CLIENTELA CELTA COMO ORIGEN DEL SISTEMA FEUDOVASALLÁTICO GALLEGO E HISPÁNICO MEDIEVAL

FAMILIARIDAD Y LAS “TRES VOCES”
Remontándose probablemente los horizontes indoeuropeos de esta institución a tiempos muy remotos, conocemos el origen en occidente del beneficio y del patronato base del sistema feudal por un mutilado pasaje de Festo en el cual se señala como los patroni distribuían entre su clientela más pobre y limitada en recursos, los tenuioribus, parcelas en precario (precarium) para que estos las trabajasen, obteniendo así los dichos patroni su clientela según un sistema semejante al descrito por Tácito para los Germanos, bien conocido entre las culturas de base Territorial y bastante atestiguado en el registro epigráfico de la Gallaecia (PENA GRAÑA 1992, p. 133). Pero la interdependencia de obligaciones entre patronos y clientes tiene en el universo celtoatlantico unos límites temporales, reduciéndose estos a la familia legítima, a tres voces, es decir a la derbfine céltica. Designando en la Edad Media tanto la propiedad cuanto la generación, la voz no se extiende más allá del abuelo en la línea directa ni se va colateralmente allende los primos segundos, esto es el sexto grado (PENA GRAÑA: 1992, p. 293-94) como lo muestran P. DE FRANCISCI (1), la epigrafía gallega (2) y nuestros foros, fósiles institucionales que toman el nombre de la asamblea estacional oenach/ forum, donde nacen y pervivirán en Galicia hasta el siglo XX.


El cada vez más real y menos supuesto conservadurismo y carácter de la estructura territorial de Galicia, similar a las estructuras de Gales y de Irlanda, la galesa conformada sobre reinos subdivididos en territorios -cantref- gobernados por clanes familiares y sobre los túaithe, la irlandesa, permite a nuestro juicio, reconocer en los foros Bajo Medievales una serie de arcaicos elementos institucionales atlánticos referidos a las relaciones de clientela.

En este ambiente estructural clientelar presente en el foro explicaríamos la familiaridad adquirida por el conductor tras la percepción de Tierras, ahora integrado como miembro sujeto a obligaciones y derechos, en la que fue, con total certeza, la célula institucional básica de relación en el mundo del Hierro del Noroeste Peninsular: la Familia y la Casa entendida en sentido extenso, claro está, no como un edificio. La Familia (=Clan Familiar), única base y subdivisión, de la gens -concepto que sin otra pretensión frente a la común opinión esencialmente significa “gente”, “habitantes de un lugar” en el Noroeste atlántico de la Península Ibérica -, se extiende así en un amplio círculo, desbordando las murallas y los fosos del recinto fortificado del castro, representado ahora por el ámbito espacial o la vuelta (3) jurisdiccional, una demarcación o coto perfectamente determinado por marcos, naturales o artificiales, en cuyo interior ejercía su omnipotencia el Pater Familias sobre los hijos, los clientes, los siervos, los instalados, los bienes raíces, el peculio castrense (=los “esclavos”), y el ganado, configurando una jerarquía vertical dentro del castro apreciable incluso hoy, para los que sepan ver, en su estructura interna.
La Gens puede invocar siempre su ius Gentilitatis sobre los descendientes de los que alguna vez fueron in fidem acceptos. Y aunque gens y gentes significa seguramente en el noroeste “población”, esta “población”, las gentes “gentes” de un castro, del territorio económico jurisdiccional de una casa noble y la gens “gente” o “población” de una treba o territorio político autónomo celta, lejos de formar parte, como hoy sucede de las estadísticas de meros consumidores, está definida sobre un marco institucional, donde todos tienen su sitio, como los jugadores de un determinado equipo de fútbol tienen su camiseta y su reglamento interno. Es también un marco definido por los usos y las costumbres ancestrales del lugar 'consuetam rationem', definido también por los colores y esquemas de tejidos de la ropa de cuadros al bies de los lugareños, realizadas en los telares por las mujeres del castro que probablemente, y como se hizo hasta hace poco tiempo, se habrían podido reunir en una casa para este fin, y es también un marco politico-institucional de la treba bajo la autoridad del príncipe y de su consejo.

El sistema articulativo de la llamada gens, esto es la ‘gente’ vinculada, vertical y jurisdiccionalmente, al señor” en la antigua Gallaecia, se basa en culto a la fides, aparatosamente explicitada en los reales rituales entronizatorios, en la taurina circunambulación jurisdiccional y en la imagen del príncipe celta con sus amenazadoras tijeras en una mano y el minúsculo pajarito, un reyezuelo, en la otra (ALONSO ROMERO 2001, pp. 83-102). Un culto similar al instituido por la versión romana del equivalente celta Tuathal, el legislador y ordenador Numa Pompilio (4). Esta fides o devotio, que ata hasta el sexto grado, vasallática, tiene más importancia de la que parece por ser la base institucional en la que se articulaban los efectivos militares de la Treba, con probabilidad una centuria o su equivalente pero, sobre todo, aunque no sea ello fácilmente reconocible, esta devotio, la disciplina y el sentido vertical jerárquico tan arraigado en el pueblo gallego, era la puerta de acceso de los conquistadores (5), la llave que a través del hospitium les abría el uso y el disfrute del enorme potencial militar del Noroeste peninsular, de los hombres sólidamente articulados, valientes, resistentes, dura et adstricta parsimonia, disciplinados y fáciles de mantener.

En el hospitium, contrato sinalagmático (recíproco), basado en la bona fides, está presente la temporalidad. Esa temporalidad en Galicia abarca tres voces o generaciones. La extensión del vínculo sagrado de dependencia a tres generaciones (la derbfine celta. PENA 1994, p. 66) no es gratuito, sí, en cambio, significativo en cuanto conecta la relación de clientela con la estructura de la familia.


P. DE FRANCISCI, ut supra, demostró, con claridad (6)–si se nos permite la transposición- que la relación de parentesco en el seno de la familia, fácilmente observable a retro-tempo en el culto a los parientes y testimoniado por la epigrafía gallega en la filiación ‘indígena’, ni se puede remontar más allá del abuelo, ni sobrepasa, colateralmente, a los primos segundos o sexto grado. Interpretado en este contexto adquiere pleno sentido el poder solutorio del polisémico “siete”: aquel “número septenario (Paulo Orosio) que borra (solvit) todos los vínculos”, que ni siquiera sobrepasa la terrible imprecatoria presente en las conminatorias cláusulas de los diplomas galaico-leoneses.

Los límites verticales, o diacrónicos, y horizontales, o sincrónicos, del parentesco, reconocibles en las cláusulas aludidas, inciden especialmente en los foros –que han sido si cabe el sistema de vincular y de transmitir más efectivo que ha existido al preterir la prelación del nacimiento basando exclusivamente la reproducción del vínculo y el mantenimiento del préstamo de uso vasallático, el ius in aliena re, en la línea superviviente en lo que constituye un efectivo ‘vínculo de reversión’-, procedimiento gallego por excelencia de la locación/conducción representada por las dos cartas hechas “en hun tenor”, para el patrón y para el cliente, siendo posible apreciar en la mayoría de los casos en estos foros la paleo-estructura de parentesco para vincular, dicho con propiedad, para regular las relaciones de clientela, ya señalada por DE FRANCISCI en un arcaico horizonte de la primitiva Roma, donde en el seno de esta peculiar transposición del modelo familiar, las obligaciones mutuas de locación-conducción entre el patrón y el cliente sólo podrían en principio extenderse a las tres voces o generaciones de la ‘familia cierta’.


Las persistentes tres voces originadas en el primordium institucional, y el procedimiento seguido para establecer vínculos clientelares entre el locador y el conductor en los contratos de foro parecen ser desconocidas en el resto de las instituciones feudales clásicas: Francia, Borgoña, Provenza y Alemania, y F. L. GANSHHOFF, no recoge ninguna institución feudovasallática similar. Tal vez la hubo, pero en la Edad Media habrían podido haber desaparecido ya, y podríamos confirmar este aserto por el hecho de que ambas estuvieran desarrolladas en la Península Ibérica plenamente en los llamados Hospitia, unos contratos sinalagmáticos específicos para establecer estas relaciones de clientela.

Inferimos también (PENA 1992, pp. 282-314) la confluencia de estas instituciones feudovasalláticas hacia un común topos, un marco institucional “negotiationis locus” por excelencia: el Forum u *Oenach, lugar donde estos contratos posiblemente habrían tenido su génesis y donde se habrían determinado las actiones noxales de una de las partes contra la parte transgresora presentes en los fueros, noxalidad, “acciones penales”, contemplada en la seriación discriminada de obligaciones mutuas en las condiciones particulares de la conducción o de la locación (locatio-conductio) y estipuladas con unas cláusulas específicas.


O POSTREMEYRO “EL POSTRERO”
En los pactos de hospitalidad, el marco familiar y generacional del vínculo de clientela y de patronato se establece con una misma melodía: Sibi, uxori, liberis posterisque suis, eumque uxorem liberoque eius (Carbedo do Courel), constantemente repetida por patrón y cliente, implicados ambos en el considerable repertorio de contratos sinalagmáticos basados en la bona fides, repertorio presente en un institucional mobiliario arqueológico que con la proliferación de furtivos con detectores de metales va hoy incrementándose vertiginosamente.

La cláusula que extiende a tres voces la temporalidad de las mutuas obligaciones entre el patronus y el cliente del hospitium aparece reiterada también en una placa de bronce hallada en algún lugar de Lugo. Ahora el pacto de carácter sagrado tiene la particularidad de que toda la civitas/populus de los Lougei pasa a engrosar los efectivos gentilicios del cónsul Emilio Paulo mediante una fórmula clientelar para los habitantes de los castros galaicos bastante familiar (7), pues provenía de la coiné institucional indoeuropea (8). Veremos de nuevo como reaparecida pretendidamente vía deum ex machina, en el siglo XIII esta simetría institucional, no se debe, obviamente, al azar como -si no lo hicimos ya en 1991 cuando señalábamos que el tipo de relaciones de clientela detectado del Noroeste recordaba estrechamente el feudal (9) de la Edad Media, de la que era precedente- ahora demostraremos enseñando los rincones menos visibles de esta complejísima realidad institucional:

CIVITAS LOVGEIORVM HOSPITIVM FECIT CVM/ G. ASINIO GALLO [1ª voz] LIBEREIS POSTEREISQVE EIVS/ [2ª voz] EVMQUE LIBEROS POSTEROSQVE EIVS [3ª voz] SIVE LIBE/REIS POSTEREISQVE SVIS PATRONVM COOPTARVMT/ ISQVE EOS IN FIDEM CLIENTELAMQVE SVAM SUO/RVMQUE RECEPIT/ EGERVNT LEGATI/ SILVANVS CLOVTI/ NOPPIVS ANDAMI (10) .

O en otra tabla hospitalaria de Carbedo del Caurel conservada en el Museo de Lugo
[…] TILLEGVS AMBATI F(ilius) SVSARRVS/) AIOBAIGIAECO HOSPITIVM/ FECIT CVM LOVGEIS CASTELLANIS/ TOLETENSIBVS [1ª voz] SIBI VXORI [2ª voz] LIBE/RIS POSTERISQVE SVIS [3ª voz] EVMQ/VE VXOREM LIBEROQVE EIVS/ IN FIDEM CLIENTELAMQVE SVA/M SVORVMQVE […] / […]/ […]/RECEPERVNT […]”

Son estas cláusulas, análogas, palabra por palabra, a las cláusulas empleadas en la Galicia Medieval para establecer con idéntica secuenciación temporal las obligaciones mutuas entre el conductor y el locador de un foro. Primando en una sociedad caballeresca, donde la vida marcial del caballero se expone a diario para la sucesión y para la tenencia y el disfrute de la cosa locada, del préstamo de uso vasallático, del ius in aliena re, la pura y simple supervivencia del último de los hermanos, o de los hijos.

Es este un sistema de rara perfección que prima la persistencia del linaje “postromeyro”, superviviente, la selección natural –si es que, audaces fortuna iubat, el hecho de ser el campeón comporta garantías de supervivencia- la fortuna y la ley de vida, los derechos adquiridos por el azar de la supervivencia.

El vincallo, el “vinculo”, o la voz, el “derecho hereditario de uso de la cosa ajena”, se va pasando o transmitiendo, del padre a los hijos, y heredada la voz por los hermanos, cada vez que muere uno pasa su cuota o su quiñón a los supervivientes, heredándolo todo el último de ellos en morir, el “postremeyro”,, esto es, recomponiendo la totalidad del fundo, de el bien locado, o alodio, en su extensión originaria, y este postremeyro o último de los hermanos vivos, a su vez lo traspasa a su muerte de nuevo a sus hijos y al postremeyro. Ceden en el sistema céltico gallego estrepitosamente lo que llamamos los derechos de primogenitura o de morgado “mayorazgo”, la prelación a la hora de nacer no cuenta.

En estado puro, como en la cuna institucional de la sociedad heroica indoeuropea, las bases del sistema articulatorio de las relaciones feudovasalláticas, el beneficium y el patronatus celta, el primordial sistema de locación-conducción (11), llegaría en Galicia, en la Tierra de Trasancos, intacto hasta el final de la Edad Media fosilizado o “encapsulado” residualmente en el sistema foral donde a lo largo de tres generaciones, ligadas al aprovechamiento de un determinado beneficium, usualmente el superviviente heredaría las obligaciones mutuas, transmitiéndoselas a sus hijos y a sus nietos.

Así lo vemos en:

“[…] Nos, Johan Fernández, prior do moesteyro de San Salvador de Pedroso […] aforamos a vos, Fernan Peres Tinnoso de Ferrol et a vosa muller María Rodriguez, et a todos los fillos et fillas et neptos que anbos ouverdes de consuun, et de vos et deles descenderen; morrendo huns que vagen nos outros, ata a morte do postromoeyro de vos et deles; et ata a morte do postromeyro a sua voz por mais tenpo de vynte et nove anos […]” (12); y, de nuevo, en: “[…] Antón Lopes, prior do moesteyro de San Martinno de Jubia […] aforamos a vos, Juan Cardon, fillo de Lopo Cardon para vos en vosa vida et para vosos fillos et fillas et netos, husando vos primeiramente et despoys de vos ditos vosos fillos et fillas et netos, morrendo huns que vage ennos outros et de hun enno outro ata a morte do postremeyro de vos et dellos, husando huns apos los outros de grado en grado […]” (13).

Tanto en los hospitia como en los foros gallegos estamos, seguramente, ante una forma de vincular al linaje conductor o cliente con su locador o patronus “por reversión”, un sistema de los más perfectos que hayan podido existir al preterir la prelación del nacimiento buscando la garantía de una línea sucesoria superviviente en la que, indivisas, permanezcan las propiedades vinculadas:

“[…] La sentencia judicial dictada por el ‘juis comisario do sennor Fernán Pérez d’Andrade –Vasco Rodríguez, en A Pontedeume o 22 de febreiro de 1469- resuelve un pleito entre los hermanos Juan Fernández y Pedro de Ferrol, por una parte, y su tío Roy Paas hijo de otro Pedro de Ferrol (el tercero de este nombre) por la otra. El pleito se estableció ‘sobre rason da cortinna da Xorda et posison et propydade dela, a cual dita cortinna ias açerca da uilla de Ferrol, onde se acustuma lavar as redes e enxugar […] e bisto de commo o dito Roy Paas probou por escrituras publicas, a dita cortinna seer do moesteyro de San Salvador de Pedroso; et bisto de commo o Prior Gomes Fernándes, con seus canonicos […] aforou a dita cortinna con outras herdades et cousas a Pedro de Ferrol, padre de dito Roy Paas et de Fernán Rodrígues, seu yrmao, por en días da sua vida do dito Pedro de Ferrol et da sua moller Milia Fernández et dos fillos et fillas que abian et oubesen den consun, et do postremeyro deles; et visto de commo aa morte do dito Fernán Rodrígues os ditos foros ficaron et vacaron et o dito Roy Paas soçede en elles de dereyto por ser o postromeyro fillo; et bisto de commo os ditos Juan Fernández et Pedro de Ferrol, seu Yrmao, se fesseron reveldes et non queseron pareçer […] fallo que o dito Roy Paas probou ben cunplidamente sua entençon et que lle devo julgar et julgo a dita cortina et posison et propiedade dela durante o termino e condiçoes do dito foro; et que debo poner et pono perpetuo silençio aos ditos Juan Fernández et Pedro de Ferrol, que non molesten nin inquieten sobre la dicha cortyna, et que os debo condenar et condeno en as custas et reteno en min a taixaçom delas”.

Es decir, a la muerte de Pedro de Ferrol III pasó la voz a Roi Pas (de Mandiá y Parga) casado con Urraca Fernándes e a Fernán Rodrigues casado con Maior Fernándes, su hermano, y al morir Fernán Rodríguez vacó la voz al postremeyro de ellos, al superviviente: Roi Paas, perdiendo los hijos legítimos del hermano difunto, Juan Fernández de Mandiá, célebre notario de la segunda Revuelta Irmandiña, y su hermano Pedro de Ferrol IV, nietos estos de Pedro de Ferrol III, la voz y todos los derechos del foro al morir su padre Fernán Rodríguez, y haber quedado y vacado los foros a su tío Roy Paas, de acuerdo con el arcaico sistema heredado de los hospitia del Noroeste y en general hispánicos, por el que se rigen los foros, vinculando desde su remoto origen institucional la transmisión del precarium y de las obligaciones mutuas a la línea superviviente en cada una de las tres voces.

En caso de que ese linaje se cortase (por no haber herederos directos) se recurría en Galicia en la Edad Media a una institución jurídico-sucesoria conocida como “Foro da troncalidade” que permite sin tener en cuenta a los parientes o la proximidad de grado volver al tronco del que proceden los bienes familiares.

Si la examinamos detenidamente con esta óptica, la secuencia de la tessera hospitalis do Courel (Montecido, Museo de Lugo) del año 28, en la que los Lugueios aceptan in fidem clientelamque a Tilego, hijo de Ambato liberis posterisque suis, se encuentra, clonada, también diez años antes cuando esta ciuitas de los Lougueios, en la tabula hospitalis del Castillo de San Antón (A Coruña), toma como patrono a Asinio Galo quien los recibe in fidem clientelamque suam suorumque.

La confusión entre una generalizada descendencia, entre‘os que an por vir ou virán’ posteri “los que vendrán” y ‘os postremeyros’ postremi, “los últimos de la fila”, no debe hacernos soslayar el hecho de que tan refinado sistema de la Edad del Hierro, verosímilmente tan perfecto o acabado ya que hubo de proceder aún de épocas posiblemente anteriores, daba ya por arcaico y vetusto, tal y como nos lo ilustra la sentencia del Bacharel en Decretos y Xuiz Comisario de Fernán Pérez de Andrade, Vasco Rodríguez, pie en la Baja Edad Media a numerosos y desagradables problemas sucesorios. Con todo la exacta secuenciación de las tres voces es irrecusable, al menos hasta que se pueda desmontar el céltico sistema sucesorio “por reversión” y aún la organización familiar de la Tanistry dar pábulo a la aparición de los cotos jurisdiccionales con su vínculo y mayorazgo, reformas propiciadas en Galicia seguramente por la acción de los Reyes Católicos y de su comisionado el obispo de Catania don Alonso Carrillo de Albornoz (1489).

Se aprecia la caducidad de estas voces en el hospitium de Asturica Augusta del año 152 que renueva y amplia a otras gentes un pacto de hospitalidad de las gentilitates, “gentes” sin más, de los Zoelas del año 27 porque transcurridas ya las voces hubo prescripción “HOSPITIVM VETVSTVM AMTIQVOM RENOVAVERVNT”. Este es asimismo el sentido del hospitium de Castromao del año 132 d.C., en el que los Coelernos renuevan con el prefecto de la cohorte I de los Celtíberos Cayo Antonio Aquilo, el oficial del campamento que tienen más a mano como representante en remota instancia del emperador, un vínculo ya caducado (14).

EXTRUCTURAS CÉLTICAS Y GERMÁNICAS COMO BASE DEL SISTEMA FEUDAL DE GALICIA
En 1997 (15) señalamos como hace mas de sesenta años Marc BLOCH advirtiera (16) la evidente, para él, existencia en la primitiva Europa no solamente de jefaturas rurales al frente de las cuales se encontrarían príncipes de carácter hereditario, sino también de una base común bien desenvuelta y hace más de treinta y siete años, Stuart PIGGOT remontó las estructuras célticas y germánicas a un común ambiente indoeuropeo en la Europa del II milenio de nuestra Era “con sus jerarquizadas obligaciones de relación y de servicio que a menudo se llamaron feudales” (17), este es el marco que venimos estudiando desde el año 1991 en la Terra de Trasancos - con la excepción de Amancio ISLA FREZ autor del irreprochable estudio de La Sociedad Gallega en la Alta Edad Media, prácticamente en solitario-, dada la desatención hacia el ‘Mundo Medieval’, de nuestros compañeros de aventuras por los senderos institucionales de la antigüedad. Recientemente estas cuestiones, estudiadas también con mucho detalle por Amancio ISLA FREZ (18), alejadas del gran público, se han replanteado con fortuna desigual por los medievalistas Españoles, un tanto retardatarios y desconocedores de nuestras investigaciones, publicadas en Galicia y en gallego del año 1992.

En el año 1998 (19) se celebró en Salamanca un Congreso en el que se debatieron ampliamente las tesis “continuistas” de Abilio BARBERO y de Marcelo VIGIL, reunido bajo el epígrafe La formación del feudalismo en la Península Ibérica, un balance historiográfico, desgraciadamente no pudimos dar a conocer nuestros siete años de trabajos publicados en gallego en este campo, desconocidos sin duda por motivos lingüísticos, que desde otro ángulo podrían haber aportado también alguna luz este problema.

Con cierto silencio culpable de los intervinientes la realidad institucional atlántica gallega, de compararse con el tratamiento recibido por el ámbito Celtibérico, resultaría un poquillo agraviada o tal vez considerada solo de manera marginal o tangencial a no ser por los remarcables papeles de Amancio ISLA FREZ (20). Este ambiente lo sintetiza la exposición de Arturo RUÍZ (21) [1998:91-102] quien encabeza su trabajo diciendo:

“LA ARISTOCRACIA IBÉRICA es producto de un largo proceso cuya base se remonta en la Península Ibérica al menos al segundo milenio […]”

Sólo Francisco Javier LOMAS en “Vigencia de un modelo Historiográfico. De las sociedades gentilicias en el Norte peninsular a las primeras formaciones feudales” visitando cosas por nosotros ampliamente expuestas ya en los años 1991 y 1992se ocupa del caso gallego al referirse al Parochiale Suevorum [103-19] diciendo:

“Si del movimiento priscilianista volvemos nuestros ojos al Parochiale Sueuum (sic) observamos cómo el Cristianismo, allí expresado mediante las sedes episcopales (en número de 13) y las parroquias que le son adscritas, es una realidad rural, no urbana [-como sucedía, añadimos nosotros, en todos los países o reinos celtoatlánticos-]. Ciudades seguras allí nombradas son Bracara Augusta, Conimbriga, Lucus Augusti, Asturica Augusta, Legio, Bergidum Flauium; das demás (sedes o parroquias) hacen referencia a realidades sociales indígenas ya conocidas por nosotros a través de la documentación altoimperial (es el caso de Equesis, Pannonias, Tongobria, Cauarcos, Bibalos, Gueurros, Pesicos, Pestemarcos, Coporos, Celticos) o asiento de grandes propiedades (Curmiano, Uilla Gomedei; Cantabriano, Carisiano, Marciliana, por ejemplo) amén de 25 pagí [110]”.

Continuando LOMAS en buena sintonía con nuestra ideas de los años 1991 y 1992:

“Dos realidades sociales, y por ende económicas, distintas hubo. ¿Es necesario enfatizar esta consideración? Una viviendo al norte de la cordillera, la otra al sur. Esta sujeta a los influjos del modelo cultural y político romano vehiculados a través de la principal arteria de comunicación […]. La eminentemente septentrional vivió a lo largo de la época romana con unos lazos políticos con Roma que no son bien conocidos. La rareza (22) cuando no la carencia de documentación impide pronunciarse, siquiera por aproximación, sobre la naturaleza, y sobre todo profundidad de los vínculos políticos mantenidos con Roma a través de los órganos pertinentes. Todo parece sin embargo, que Roma nunca llegó a tener el pleno control de tales territorios, si bien es cierto que al menos determinadas áreas estaban más en contacto con Roma que otras [111]”.

En un trabajo sin duda interesante, pero poco novedoso intitulado “Pervivencias sociales de astures y cántabros en los modelos administrativos Romanos [117-28]” Julio MANGAS por su parte en el mismo congreso arriba mencionado se hace eco de los tópicos del común de anticuarios hispánicos, incidiendo substancialmente sobre fuentes, materiales y documentación, básicamente procedente de una Gallaecia Antigua y del Regnun Sueuorum, exponiendo la crisis del siglo III, sin adentrarse o ladeando las tesis continuistas de las instituciones desde el mundo prerromano al medieval de BARBERO-VIGIL –como ladearía, seguramente, de conocerlas, las nuestras – y aplicando el llamado en sociolingüística “Principio Orwelliano”, sostiene todavía que:

“En el área oriental de los astures y el la mayor parte del área cántabra, más distante de los grandes centros económicos y de las grandes vías de comunicación, las formas indígenas tuvieron una duración más larga aunque dejaron también de testimoniarse en el s. III p. C. (23) El pensamiento de BARBERO-VIGIL sobre la larga pervivencia del indigenismo se correspondería mejor con este ámbito geográfico aunque con retoques cronológicos. No es difícil suponer que muchos ‘jefes’ de grupos parentales se fueran transformando en las nuevas oligarquías locales hispano romanas de época alto imperial y, más tarde, sus descendientes en los dueños de las grandes uillas rústicas de la Antigüedad Tardía. Y esas adaptaciones y transmisiones permiten suponer más pervivencias indígenas que las documentadas en los textos” [127-128] (24).


Nuestro presente trabajo pretende demostrar este último aserto de BARBERO-VIGIL.
En el espacio de tiempo, o la breve estancia que va de BLOCH a PIGGOT, fascinados por la mirada agitada de Don Carlos ALONSO DEL REAL, nuestros arqueólogos y anticuarios enterraron, pero sin drama, los estudios institucionales de CUEVILLAS y de SERPA PINTO sobre Las Tribus de Galicia y su Constitución Política y, con ellos el abierto y europeísta espíritu del desaparecido Seminario de Estudios Gallegos, sumiendo al país, privado de aquella potente voz, en la llamada -como se podría haber llamado también “Longa Noite de Pedra”- “Cultura Castrexa”.

Unas estructuras provenientes del Neolítico Atlántico, de una coiné y de un proceso de larga duración más que suficiente cuando menos para que, lejos de aislarnos pudiésemos los gallegos acomodar o modelar nuestro hábitat y formar, a lo largo de miles de años de vecindad, una familia cultural con los vecinos pueblos de la Europa Atlántica, la koiné de ideas y de cosas que definen una cultura – indoeuropea o no- que denominamos Neolítico Atlántico, y luego –ahora ya plenamente indoeuropea- Bronce Atlántico. Un modelo de comportamiento señorial y vertical, asociado desde al menos seis o siete mil años, tiempo suficiente para, poco a poco, haber diseñado unos comunes estándares de convivencia y de relación, a una economía agropecuaria redistributiva, doméstica y muy estable.

Un modelo de subsistencia o de supervivencia autarcico (sic), plenamente desarrollado posiblemente ya en lo que llamamos el Neolítico Atlántico, un modelo de rara y persistente articulación vertical de campesinos productores y de señores distribuidores, protectores, donde un ingenioso y sencillo sistema de rango y de jerarquía, calcado de las relaciones de parentesco y afectivas del ámbito doméstico, de tutela, de familiaridad y de mutuas obligaciones, no solo bastarán para garantizar a una comunidad tribal, el gobierno y la provisión de alimentos, la autarquía y la autarcía necesaria para afrontar, y así desde el Neolítico hasta el siglo XIX, con éxito cualquier crisis y contingencia social, sino que todo ello habría posiblemente estado muy cerca de la cuna de las instituciones indoeuropeas y posteriormente, siendo en muchas cosas Galicia un fósil viviente, de alguna manera habrían sido también casi hasta hoy supervivientes.







HOSPITALIDAD, NO MISMOS DERECHOS

Se deduce habitualmente de numerosas y abonadas opiniones, RAMOS Y LOSCERTALES (1942); BLAZQUEZ (1977:405 SS.); de LE ROUX y TRANOY (1983); de MARCO SIMÓN (1989: 112-114) y aún de otros muchos largos de enumerar, que se enmaraña con el concepto moderno de hospitalidad lo que no se debe: la facies clientelar de la briugaid atlántica, confundiéndose el clientelismo indoeuropeo con la caballerosa “hospitalidad indoeuropea” y el ambiente hospitalario que genera el ciclo de las “ciudades asulagadas” de Valverde, donde un dios travestido en miserable (PENA 1991: 52-6] -tal y como un voz lo advierte en Itáca, cuando una banqueta lanzada al aire por los pretendientes (25) en el salón golpea y lastima por azar a Ulises, convertido en mendigo, fulmina y asolaga “hunde” así en la Sodoma de Lot, en la Frigia de Filemón y Baucis, o en la laguna de Carregal, la casa y la ciudad de los que no lo ayudan, ambientes propios de hospederías y de hospitales del Camino de Santiago y del Camino de San Andrés de Teixido.

Siguiendo a VIGIL, Eduardo PERALTA LABRADOR (2000, p. 142), con quien, esencialmente compartiendo la visión de muchas otras cuestiones institucionales, no podemos estar aquí de acuerdo, envuelve ex pari a las dos partes implicadas en los hospitia de la Península Ibérica en un mismo plano horizontal e igualitario, una rasa que él citando a Diodoro (V, 34), a César (26) (BG VI, 23), a Tácito (Germania XXI, 2-3) y a Nicolás Damasceno (Frag. 103) denomina “hospitalidad espontánea de los celtíberos”.


Cediendo la palabra a Marcelo VIGIL (1973) quizá podamos ver como se viene haciendo en realidad, en todos los casos, una transposición apriorística al ámbito celta y celtibérico del concepto romano de organización gentilicia articulado en los comicios curiados de la época republicana:

“Como los grupos gentilicios eran comunidades cerradas, en las que solo tenían cabida los miembros emparentados descendientes de un antepasado común, las relaciones entre ellos o entre miembros de un grupo con otros grupos, tenía que darse sobre la base de la personalidad propia de cada uno. Es decir las gentilitates que formaban parte de una misma gens, constituían grupos aislados entre si. Las relaciones entre estos grupos y sus miembros, cuando por alguna razón se querían establecer lazos de alianza más estrechos, se hacían por medio de los pactos de hospitalidad o hospitium que convertían en huéspedes, hospites, mutuos a los que contraían este pacto, según las costumbres de hospitalidad generalizados en las sociedades organizadas de manera gentilicia. Los grupos o individuos que establecían pactos de este tipo adquirían los mismos derechos, es decir, que se creaba una comunidad entre ellos, aún que los grupos actuantes en estos pactos pudieron conservar su propia personalidad. No se trata, por tanto, de una adopción, aún que esta existiera también. Los pactos se realizaban en plano de igualdad, sin que hubiera una dependencia de un grupo respecto del otro (VIGIL, 1973, pp. 261-2629)”.


Es empero posible que la organización gentilicia de la época republicana que recoge la historia de las instituciones (in J. IMBERT, G. SAUTEL y M. BOULET-SAUTEL 1957, p. 123-170) donde el clan o grupo reivindicando un antepasado común, un linaje, se cohesiona por la mancomunada celebración de sus sacra o cultos privados y la posesión de sus tumbas domésticas, diste mucho de ser un concepto igualitario, sino todo lo contrarío.


En efecto “No formaban la gens únicamente quienes tuvieran entre si vínculos de parentesco natural”, señala HEURGON (1976, p. 125) “Además de los gentiles propiamente dichos, comprendía también a numerosos clientes, nombre –inexplicado (27) - que designa cierto grado de dependencia y que se encuentra asimismo en otros pueblos itálicos: los etruscos (etera) y los celtas (ambacti (28)), llegando a la conclusión de que “el núcleo primigenio de la clientela estaba formado por campesinos sometidos a las gentes de los propietarios rurales quienes se servían también de ellos para sus milicias privadas (Ibíd. p. 126)” y esta exacta, contrastada y autorizada definición de Jaques HEURGON (1976:124ss) dista mucho ya de aquella igualitaria de VIGIL, tan desconsiderado en este caso puntual con la importancia y con el alcance de las, forzosamente verticales y jerárquicas relaciones clientelares de la organización gentilicia indoeuropea que nada tienen que ver con el ambiente hospitalario y la comensalía.

EL CIS/CENS O CENSO COMO TRAZADOR DE LAS RELACIONES DE CLIENTELA
EL CIS/CENS O CENSO es una institución que, como veremos, sólo puede nacer en el contexto de la relación de clientela, en el marco de los Castella y Territorium en el que estos se contienen; y de la relación vertical establecida entre la clientela de cada uno de sus castros (29) y el dominus ‘señor’.

El cliente socorre a su patrono, obligación moral fundamentada en la bona fides (y lo mismo que sucede entre vasallo y señor) yendo armado a defenderlo; las contrapartidas son la protección del ‘patronus’, fides patroni a sus ambacti o clientes similar a la que un padre Pater = patronus dispensa a sus hijos liberi (= hijos legítimos) (30). La Ley de las “Doce Tablas” declara maldito sacer esto al patrón que haga daño al cliente (equivale a la consabida execratio al trasgresor o a la omnipresente escomoión “excomunión” de los contratos sinalagmáticos gallegos), ahora los clientes adoptan este título de liberi en calidad de hombres libres (31).


Caracterizan los fueros las cláusulas dúplices expresivas de esta mutua obligación:
“Et debedes seer, vos e as persoas sobreditas (las voces) mandados, obedientes, amigos e familiares do dito mosteiro et personas del, et nos, et o dito moesteyro et donos del, devemos vos faser saa et de paz este dito foro, a dereito. E esto e feito e outorgado entre nos, partes sobreditas, a boa fé sen mao engano…]” etc.


Recordemos por enésima vez como Tácito, al hablar de los germanos, dice:
“no utilizan a los demás esclavos, encomendándoles funciones domésticas concretas, como hacemos nosotros; cada cual lleva su casa y sus penales. El señor impone la entrega de cierta cantidad de trigo o de ganado o de tela, como si fuese un colono, y el esclavo acata estas condiciones (32) .


Evidentemente estos señores no comercializaban estos productos, los almacenaban en tullas y lo consumían durante el año. Sabemos que en el mundo indoeuropeo los clientes a cambio de los servicios (obsequia) que entregan al patronus: auxilium, consilium y rentas, reciben en precario (precarium) tierras, confirmado por primera vez en un pasaje de Festo (33). Esta es la esencia del sistema de locación-conducción gallego. La mutilación de tan revelador texto, no empaña su utilidad en la fácil comprensión de la génesis de ese fósil institucional que son los fueros. Simplemente explican su origen. Los patroni distribuían entre su clientela más pobre o limitada en recursos (tenuioribus) parcelas en precario (precarium) para que las trabajasen, el pasaje de Festo se debe estudiar en sinergia con los autorizados estudios de Fustel de Coulanges (34). Al ser el Castro, territorio económico autárquico perfectamente deslindado por marcos y puntos de referencia físicos, una ′casa noble′, propiedad de un señor (35) tenían que pagar a estos señores unas contribuciones por la recepción de Tierras (precarium).


Las relaciones de clientela antes expuestas aparecen documentalmente en los monasterios de Xuvia y Pedroso (Narón, A Coruña) en unos engañosos contratos agrícolas entre señores y labriegos llamados fueros, que son el sistema gallego por excelencia de regulación de las relaciones de la locación-conducción (36) en la Galicia feudal del siglo XIII, tal y como lo fueron en la Galicia del Siglo XII o del XI, y como luego veremos, tenemos motivos suficientes para afirmar (registro epigráfico incluido) que también lo fueron durante la Edad del Hierro.


Si algunos medievalistas relacionan el pago en especie de las rentas presentes en los contratos de fuero, a falta de otra cosa, con el contexto coyuntural (inmediato) de la aparición de las ciudades lo hacen a espaldas de la evidencia factográfica que señala que estos pactos en especie son mucho más antiguos- como la donación al monasterio de Xuvia de Adosinda Froilaz de 1116 muestra-.


Por el foro el conductor que no tiene porque ser un campesino, (en Xuvia y Pedroso, a la vista están, raramente lo serán), adquiere un ius in re aliena por varias voces -generalmente 3 seguido de un período de tempo (29 años) de libre disposición en la transmisión- sujeto en primer lugar al pago de una renta (en la mayoría de los foros de Xuvia y Pedroso, conocidos, esta renta es simbólica) o canon en especie (fijo o proporcional a la cosecha) o en dinero. En segundo lugar junto a la renta figura un censo. Aunque las palabras “renta” y “censo” aparecen aparentemente confundidas en el foro, su secuencialización revela el originario dimorfismo funcional e institucional de estos distintos cánones y objetos jurídicos.


Mientras la renta se paga por el usufructo de las Tierras y su pago es universal, el censo CIS/CENS tiene un origen institucional específicamente indoeuropeo y posiblemente celta bien distinto, conservada “fósil” en el foro, forma gallega tradicional de la locación-conducción.


El censo, enmascarado con la renta, se mantiene en la secuencialización todavía institucionalmente discriminado relacionado con una constante: el pago de un animal usualmente gallinas, capones o una colleita “comida completa” –lo que lo conecta estrechamente con los “servicios” y con el “xantar” de clarísimo carácter vasallático y lo pone en estrecha correlación con las cláusulas formales que en el foro señalan la relación vertical de clientela, omnipresente en el sistema de locación-conducción gallego: Ser vasallos, mandados, ayudadores, familiares, amigos, etc., del locador, que concede el foro. El pago de la “colleita” o de unos animales (pollos, capones) para la mesa desentrañan el origen institucional del censo, y refieren esta forma de la locación-conducción al Forum/*Oena [ch] o Feria.


Podrá parecer rebatible buscar la génesis de este fósil institucional gallego en el marco donde nace: La Feria a quien desconoce la articulación política y económica, religiosa e institucional del NW en la Edad de Hierro y en la Edad Media. Sabido es, desde hace mucho tiempo, que el foro tiene un vetus origo, ya observado por un Murguía sorprendido con foros del año 1000 en el archivo particular del Marqués de Castelar. Antigüedad reiterada, entre otros ejemplos, por la calificada por D. Víctor COVIÁN de gravísima retesía, promovida en 1075 por los foreros de Langreo, al donar Alfonso VI sus tierras al obispo de Oviedo. Pero donde la existencia secular de esta institución consuetudinaria que señala el foro, digan lo que digan, como fósil institucional del Derecho Privado Gallego se explicita quizá mejor es en la queja de ciertos prelados y nobles laicos en 1082, recogida por SARMIENTO, cuando cierto ministro real saltándose una consuetam rationem “aforabat illos dextros sicut nunquam in nulis temporibus sic fueran aforatos […]”.


Común a celtas, germanos, y demás familia indoeuropea, La recepción de tierras en precario testimoniada en la epigrafía gallega, en Noville y en Remeseiros, se reconoce, por primera vez documentalmente en Trasancos, en S. Martín de Xuvia, en el año 1116: Adosinda Froilaz por una ′ganancia′ en Perlío, que obtiene en oscuras circunstancias del monasterio, se compromete a pagar anualmente el foro de las heredades de Ibbo castro consistentes en la tercera parte del cereal y las labores agrícolas, además de los diezmos que antes quizá percibía -como dueña que había sido de la iglesia de San Estebo de Perlío- y la mitad de la sidra. Simultáneamente Adosinda, tras la recepción de tierras -previamente donadas- en precario se declara implícitamente cliente: “et ego servian vobis de eo cum fide y veritatis” del Prior D. Pedro, el primer prior de Xuvia de la Orden de Cunegoó “Cluny”.

Aunque en la donación de Adosinda se menciona sólo de pasada el contrato de foro que había hecho con el monasterio, en él estaría presente probablemente, el pago de un censo, para ayuda de la mesa del prior, y, lo que es más importante, con registros o sin ellos, este era el sistema habitual de locación/conducción, no sólo en Trasancos sino en toda Galicia desde época inmemorial.

BRIUGAID, COMENSALÍA HOSPITALARIA CELTA
“There was indeed no doctor of seanchus in Ireland who did not write in the Roll of Tara the names of the nobles who were lords of territories, each according to his rank and title as regulated at the Feis of Tara, and every leader of those bands of warriors who had free quartering for the defence and protection of the lands of Ireland, had his name similarly inscribed by the ollamh; and there was none of these, either territorial lords or leaders of bands of warriors, who was not accompanied by a shield-bearer. Moreover, the banquet halls they had were narrow and long, with tables along the side-walls. Along each of these side-walls there was placed a beam in which there were numerous hooks above the seats on which the company used to sit, with only the breadth of a /p.253 /shield between each two of the hooks, and on these hooks the seancha hung the shields of the nobles and of the warriors before they sat down, each under his own shield, both nobles and warriors. But the territorial lords had the choice of a side, and the leaders of warriors had the other side; the upper end of the hall was occupied by the ollamhs, and the other end by the attendants who waited on the company.
It was also their custom that no one should sit immediately opposite to another, but that all, both territorial lords and leaders of warriors, should have their backs to the wall and sit each under his own shield. It was their custom also not to have women in the banquet-halls, but they were given a separate apartment in which they were served. It was, moreover, their custom, before the company was served, to clear out or empty the banquet-hall, so that only three remained in it, namely, a seancha, a bollsaire, that is a marshal of the house, and a trumpeter who had a trumpet or horn to call all the guests to the banquet-hall. He sounded his trumpet three times. The first time he sounded it, the shield-bearers of the nobles assembled at the door of the banquet-hall; and the bollsaire took the shield of each noble according to his title, and placed, according to the direction of the seancha, each of the shields in its own appointed place. The trumpeter sounded his trumpet a second time and the shield-bearers of the leaders of warriors assembled at the door of the banquet-hall; and the bollsaire took the shields from them and placed each shield, according to the direction of the seancha, at the other side of the house, over the warrior’s table. Then the trumpeter sounded his trumpet the third time; and thereupon the nobles and warriors assembled in the banquet-hall, and each of them sat beneath his own shield, so that there was no contention or disagreement between them as to their seats” (Geoffrey KEATING, ob. cit.v II XXXIX, p.255)

“Citando a McCONE, PENA (37) señalando al estudiar el origen del censo medieval (38), mencionado en los contratos medievales de locación-conducción, como se establece para el colono cierta cláusula que obliga a dar de comer al señor y al séquito que le acompaña cada vez que acude este a alojarse y a cobrar en la casa de aquél las rentas trató la función del hospedero celta llamado en irlandés briugú. Esta figura aparecería, aunque ello no sea visible a primera vista, contemplada prácticamente en todos los foros gallegos medievales. Las comidas ofrecidas a los señores consistían al parecer en la carne o en el pescado y el vino necesarios para los huéspedes, así como una abundante provisión de heno para las cabalgaduras, remitiendo el mencionado autor esta costumbre y obligación a tiempos remotos y considerando estos usos de dar de comer al señor preceptor de rentas, fuentes medievales de un mismo origen indoeuropeo de varios impuestos: el “yantar”, el “conducho”, la “colleyta”, la “colación” o el censo” (CARRERA & PENA 1998 (39)).

“En el mundo indoeuropeo (CARRERA & PENA 1998), sin excluir que sea el éranos ‘aportación equipolente de comida por varones de un mismo grupo’, señala Victor ALONSO TRONCOSO (40), especialista en instituciones micénicas y de la Grecia Arcaica, versado en comensalía antigua y medieval, el hecho de que “primitivamente se realizaban prestaciones obligatorias como contribución a los ágapes y como de aquí han salido las ideas de prestaciones rituales, feudales, protocolarias o matrimoniales […]” (41). La colleita, el conducho y el yantar pudiera compartir origen con el éranos de la Grecia Micénica o, cuando menos heroica, que, presentándosenos equivocadamente como una comida “a escote”, aparece mencionado en la Odisea cuando en un banquete en casa del rey Menelao:

[…] iban llegando los invitados al palacio del divino rey. Unos traían ovejas, otros llevaban confortante vino, y las esposas de lindos velos les enviaban el pan. Así preparaban comida en el palacio (42)”. (CARRERA & PENA 1998)


“Como los siervos dan de comer a los amos cuando vienen a su casa a cobrar la renta, siendo honrados con su visita, de igual modo mantenían en Galicia a su Rey los grandes nobles. Pero también solían alimentar al Rey los que, sin ser de origen noble, de él obtuvieron privilegios como muestra la “Carta de Irmandade” que los concejos de los reinos de León y de “Calliça” hicieron en Valladolid, año de 1295, en su artículo I:

Primeiramente que guardemos á nuestro Señor el Rey Don Fernando fijo del Rey D. Sancho é de la Reina Doña María, e a los otros Reys que vernan despues del, todo so señorio, é del demas todos sos derechos bien é cumplidamientre. Nombradamientre... Iantar ali du la solian haver los Reys de fuero una vez en el año, quando venieren al logar, asi como la daban al Rey D. Alfonso de León el bueno, que venció la batalla de Merida, é á su fijo el Rey D. Fernando, é non á otro ninguno si non al Merino Mayor una ves en el año en aquellos lugares du la deben dar de derecho, guardando los Previlegios, é las Cartas que los Conceios han en esta razón. Fonsadera: quando fesier hu gueste ali du la solian dar de fuero en tiempo de estos Reys, guardando á cada uno sos Previlegios, é Cartas, é usos, é libertades, é franquezas que tenemos [CARRERA & PENA 1998] (43)”. (CARRERA & PENA 1998)

MIDCHÚAIRT: ¿LA VERGÜENZA DEL GALLEGO?
Señalan CARRERA&PENA como, basándose fundamentalmente (como la Trebad estudiada por MC CONE: 1995 en Irlanda y en Galicia por PENA (44)) en la rectitud del soberano, asimilándose a la conducta regia la prosperidad del estado en su aspecto más general: la abundancia de alimentos en el país durante un justo reinado, la fertilidad de los campos, incluyendo el aspecto material de la soberanía la conjura de las sequías y de los temporales (45) y la protección universal contra las plagas, todo lo que está relacionado con la provisión de alimentos se expresa socialmente a través de la hospitalidad con su dispensa. Entre los celtas del atlántico como lo señala Kim McCONE (1990:12:5) “todo el sistema se fundamenta en las actividades del Grád -Túaithe, clase de soldados-labriegos propietarios de tierras llamados los grados del reino/sociedad laica. Llamándose las actividades de este Grád Túaithe en torno a la posesión de los bienes en una “Terra en paz” Trebad, palabra proveniente de la soberanía doméstica Treba = Domo, “Casa”que no convendría perder de vista por ser el nombre seguramente de la unidad política territorial gallega: la “Treba”. La provisión de hospitalidad fue una de las grandes funciones reales (46) ya en la Europa Arcaica, vemos en la Odisea, el recibimiento de Telémaco en el palacio de Néstor en Pilos siguiendo un estricto código (47) y McCONE nos comentó la excelente imagen del Brigú Bucher, un rico campesino empobrecido por el abuso del yantar señorial que ganándose las alabanzas del rey Cathaer: Ciertamante fuisteis, o Buchet, hospedero por dar comida a los compañeros (brugaid bíata dám), es un regalo tu valor (gal), tu generosidad (gart) tu esfuerzo (gaisced), y tu sonrisa de bienvenida(fáilte) a cada uno en tu gran salón de bebida (midchúairt)” y, sin perder los nervios como Ulises, Bucher, como decíamos antes se alegraba de que “el fuego nunca decayera bajo su caldero desde que estableciera su casa” (48).

DIODORO SÍCULO refiere como los bardos celtas ‘cantaban, unas veces un elogio, otras una sátira acompañados de instrumentos similares a liras’ (49) según lo piensa Dáithí Ó HÓGAIN, a quien seguimos, para la literatura Celta estas sátiras eran tan poderosas que al satirizado, literalmente, se le caía la cara de vergüenza provocándole catastróficas consecuencias, incluso la muerte como lo refiere un texto, sino más temprano, datado en el siglo IX d. C. recogido por el reseñado autor, que muestra como el poeta Néide mac Adhna satirizó a su tío Caier, rey de Conach, injustamente porque era un hombre generoso, provocando su sátira que la cara del rey se le desfigurase inhumanamente, su abandono del trono e incluso posteriormente en presencia del poeta (50) su sobrino, la muerte “de vergüenza” del difamado tío. Pero en realidad hoy ya no se le cae a nadie ¿Verdad meu trasnillo Mobbingneng? la cara de vergüenza.

No indultan tampoco en Galicia y en Portugal, en sus cantigas de escarnio social los juglares gallego-portugueses al ruin antihospedero como no perdonaron a Bres, el rey cicatero en Irlanda quien por una sátira, “un juego de palabras que constituye el declinar del reino” (51) bria-mon is methe righe según un dicho irlandés, habría perdido la soberanía. Siendo celta también el contexto caballeresco que habría forjado las cantigas de nuestros fili, llamados en la forma gallega latinizada, posiblemente, fistores, no es infrecuente ver como, en análogas sátiras, Pero VIVIAEZ, a finales del siglo XIII, en su cantiga de mestría "Por Dom Foam en ssa casa comer" brincando con las palabras entre Ioam, “Juan”, y Foam, “hambre”, hace lo propio:
“[…] Hi en ssa casa comer non usou/ quer ben quer mal, que ‘ssi como a el praz: / quem mal nen ben d’ el diz sandece faz, / pois ben nen mal do jantar non gastou,/ nen mal nen ben d’ adubar hy non há, / et mays que a ben a mal lhe salrrá / de ben nen mal dizer, hu non jantou” (52).

Otrosí, desairando, en la cantiga de refrán "Un infançon mi ha convidado", un mezquino yantar, hace el xogral NUNES:
“Un infançon mi á convidado/ que seja sey jantar loado/ par mi, mais eu nono ei guisado; / e direi-vos por que mi aven: / ca jádes antan’ ei jurado/ que nunca diga de mal ben./ Diss’ el, poi-lo jantar foi dado: / -load’ este jantar onrado! / Dix’ eu: -faria-o de grado, / mais jurei antan’ en Jaen, / na oste, quando fui cruzado, / que nunca diga de mal ben (53).

Lo propio hace, cáustico, Roi PAEZ DE RIBELA:
“Preguntade’ un ricome/ muy rico, que mal come, / porque o faz/ e de fam’ e de sede/ mata home, ben sabede/ porque o faz. /Mal com’ e faz nemiga; / dizede-lhi que diga/ porque o faz( 54)”.

Y, asimismo victima de los perros de un caballero que colegía que venía a comer a su casa un explayado trovador de la cuenca del río Vez, afluente del Lima (Portugal), muerde a su vez el llamado Roi QUEIMADO en "O demo m’ ouvera oj’ a levar":
“O Demo m’ ouvera oj’ a levar/ a ũha porta dun cavaleiro, / por saber novas; e o porteiro / foi-lhi dizer que querria jantar; / e el[e] tornou logo sa via/ con dous cães grandes que tragía,/ que, na porta, m’ ouveran de matar”.

“La arqueología constata en Galicia el Trebad en su aspecto mas amable -aunque gravoso-, de la Briugaid, en las grandes casas circulares con largo asiento pétreo corrido o incluso sin el, verdaderos “royal halls” o midchúairt y a la luz de las fuentes vemos a los cabaleiros yantar en grandes salones iluminados por velones de cera “sentados en bancos alrededor de las paredes, situándose, según la edad y la dignidad mientras se va jerárquicamente pasando en rueda” (55) la comida de un modo similar al que Ateneo, citando a Posidonio (56) efiere. Pero no hay que ir tan lejos pues sigue aún vigente hoy cuando se celebra el “día do patrón” o festividad local en las aldeas esta costumbre, siendo mismo impensable para nosotros que se pueda agotar en una fiesta la comida. Así cuando un gallego come fuera del país no concibe que el hospedero pueda dejar que las viandas se acaben ya que esto constituiría para el una vergüenza: He aquí el contraste entre la llamada “vergüenza del gallego” y la menos celta e indoeuropea “falta de vergüenza” de otros pagos foráneos.

Explica finalmente a función de los cargos de palacio medievales aula regis y aula comitis el hecho de que cuando el Conde de Galicia D. Pedro Froilaz entronizó en Santiago al infante Afonso Raimúndez, en el espléndido banquete que al joven monarca se ofreció el día 17 de setiembre de 1.111, en el palacio del obispo Xelmirez, como muestra la Historia Compostelana (57) , el Conde Don Pedro hizo de repostero mayor, su hijo Don Rodrigo Pérez, primer conde de Trastamara, sirvió como portador de las armas reales, otro hijo del conde, Don Bermudo, hizo de copero, presentándole en fin los manjares al rey el yerno del Conde de Galicia, según el rígido y viejo protocolo celta”. (CARRERA & PENA 1998)

GRAN SALÓN CIRCULAR
En los castros gallegos, presente en el registro arqueológico de algunos de cierta entidad, quizás de todos ellos, desempeñaba la función hospitalaria una gran casa, con banco corrido o sin él, al poder ser estos en algún caso como refiere Ateneo de madera y no dejar por ello huella en el registro. En el que, como cuenta Estrabón, los guerreros y los que han dejado por su edad las armas “toman sus comidas sentados en bancos alrededor de las paredes, situándose según la edad y la dignidad; la comida se va pasando en rueda” (58). Y esto hacíase de modo análogo al que, de nuevo, Ateneo (ex Posidonio) indica que es costumbre entre los celtas.


Adoptando los señores recompensar con tierras en las sociedades caballerescas indoeuropeas o feudales a los que saben servir, de una manera destacada los principes o imperantes de la Gallaecia antigua y medieval conceden verdaderos feudos a sus caballeros destacados. Cualquier territorio demarcado sea este una simple leira, un castro o una uilla se puede formar de un tirón mediante este tipo de concesiones de los patrones a los clientes y los territorios jurisdiccionales, territorios demarcados de succo mortuorum uel antiquorum o ex novo crecen en el territorio político al compas del crecimiento demográfico y da las roturacines no siendo estraño que se formen castros por este sistema en el siglo I , en el siglo II o en el siglo III d. C. como se habrían formado uillae en el siglo IV y se seguirían formando-“Uillas que meo dato haberente meos infanzones (AHN sobrado cd. 976 b fol 7 r y v. año 966, 10 de diciembre)” -en los siglos IX, X y XI por concesión de los principes seu imperantes de los territoria o territorios políticos autónomos celtogallegos.

Esto se atestigua en la epigrafía del noroeste, como lo hemos visto en varias ocasiones, en lo que se debe de considerar el primer foro o prestámos de uso vasallático gallego.

Alius Reburri rogo Deu Adiutorem in ac conducta conservanda. Si quis in ac conducta (59) p[ossesionem] migi aut meis involaverit si[t] r[eus]. Quaecumque res at mii aussi siquit ea res v. s. l. v. l. s. rancerom (60). CIL II 2476.

Donde tras la imprecación del conductor poniendo a Dios por testigo y garante, con lo que esta inscripción ya cristiana, se situa no antes del año 314, Alio hijo de Reburro ruega a Dios ayudador para conservar esa conducta” viene la conocida fórmula para los que estamos familiarizados con las cláusulas medievales de la diplomática gallega medieval “Si alguien de mi parte o de los mios fuera contra la posesión de esta conducta sea reo” omnipresentes en los contratos altomedievales gallegos y asturianos, y aún en las clausulas correspondientes de las losetas de pizarra hispanas:

“Si quis in ac conducta possesionem michi aut meis involaverit sit omnipotente Deo ante faciem suam reus”

Cláusulas conminatorias que exponen a la ira divina o a la venganza humana, como una excomunión o una execratio, al pérfido transgresor, aussus, de la bona fides, y reserva al locador el ejercicio de la actio noxal drástica contra el conductor privado de sus derechos civiles:

“Si quis contra hunc factum meum aliquies ad irrumpendum uenerit, sit omnipotenti Deo ante faciem suam reus et de santa comunione sit extraneus […]” (61).


Y por ende estas actiones vienen nuevamente acompañadas o reforzadas con clausulas específicas de la obligación de reposición o restitución por el conductor o por sus voces y heredes de la cosa dañada, lo cual sin embargo no impide que el locador se reserve el ejercicio de una actio noxal de tener lugar la transgresión, el aussus del locador, mediandte una cláusula que suele venir a continuación del muy tipico de la tradición celta (cf. las tablillas de Bregenz) bloque de execratio, en la que se obliga al mencionado conductor a la restitución del bien dañado y al pago de una multa para el locador, consistente en el duplo o el triple del valor del fundo, más una cantidad semejante para el juez o el fisco real:

“Et qui eum uel in modico emutare temptaberit, quisquis ille fuerit, in primis sit excomunicatus […] et in super redat […] decem millia solidorum regalis monete pariat et quidquid inquietaverit uel calupniauerit in duplo componat”.
Estas cláusulas son a nuestro juicio la clave que abre el sentido institucional de los textos celtibéricos y pueden resultar decisivas para el desciframiento de esta lengua, que en Botorrita podría estar ya infiltrada por el latín, como lo podemos ver en la penúltima cláusula del célebre Bronce de Contrebia donde tendríamos atestiguada esa multa en una versión vernácula –contexto hispano. De usos institucionales “celtas” que nos señala en la dirección apuntada, para considerarla en la tradición apuntada de los contratos de locación-conducción:

“Tocoitei iós urantiomue auseti aratimue deca medam datus”

Es decir expresando la deturpada y latinizada cláusula“Quaecumque aussus uel urantiom uel aratim deca medam datus”, es decir “quien quiera que ose a un urantium o a un arati que dé diez medas (62).

El repertorio comminatorio o de execratio que posibilita tras dejar fuera de la sociedad civil al trasgresor, las actiones noxales contra el conductor viene usualmente seguido de una cláusula específica, como dicho es, recogiendo la obligación de la restitución de la cosa dañada por la parte o por las voces, llevadora del ius in aliena re, más el sobreañadido pago de una gravosa multa. Este sería el sentido de la última cláusula de Remeseiros a pesar de su oscuro final quaequmque res at mii aussi, siqui ea res v[obis] s[olvita], l[ibenter] ,v[im] ] e[t] s[ine] rancerom por la que la parte conductora se obliga a restituir, por las buenas o por las malas a la voz del locador la cosa dañada, y a no pleitear.

Tenemos una inscripción de locación conducción, de derecho común celtogallego y posiblemente hispano celta junto al río Limia, una inscripción interna, del interior del territorio político. No se corresponde con las fórmulas de los hospitia que establecen nudos de clientela y patronato entre las trebas y el Imperio o sus representantes, ni se corresponde tampoco con las fórmulas que anudan hospitia inter ciuitates o ente una ciuitas y un particular noble.

Por un feliz aunque mutilado resto epigráfico o fragmento de una cláusula conservada en una pequeña loseta de pizarra de la villa de Noville (Terra de Bezoucos, Mugardos) sabemos que tampoco en Remeseiros estamos ante la concesión a un particular de una simple leira pues este ultimo procedimiento era inusualmente verbal leyéndose las cláusulas ante testigos hasta bien entrada la Edad Media.

Esta es la cláusula quimcumqua auxe quaruqq(ua) uerba quiqui […] (63), a lo que seguiría la obligación de la reposición de la cosa dañada. Este epígrafe con otros de difícil lectura se encuentra próximo al biselado hecho en la parte superior de la placa para llevar un marco de madera. Su utilización como registro viene avalada por otros epígrafes de fácil lectura que contiene. IKEOTONEQVAM CCCV IKVRIONEQVAM L? Quizás como observa de manera más feliz PÉREZ en nexo con “signos que también pudieran ser numerales” que de nuevo caprichosamente interpreta Pérez “como un deseo de maldición para estos dos personajes (Ikeoto e Ik[u]rio (64)) de nuevo mágicamente, cuando lo que recoge la placa es, a nuestro modo de ver seguramente, el precio de compra o de venta, de dos caballos (*ikkwos, -de donde ps. provendría Iccona = Epona, según lo pensamos) llamados Ikeoto e Ikurio expresado en dinero o en marcas de plata, unos lingotitos de determinada ley y peso que harían función de moneda, en los numerales.

El locador en Noville no sería otro que el dominus de la uilla y el conductor un campesino. La importancia de la inscripción de Remeseiros es enorme pues estamos ante el primer foro gallego.

Visualmente y como marco institucional empleamos aquí como ilustración de todo lo expuesto las siguientes láminas, 1, 2, 3, 4, [NOTA INTENTAREMOS PONERLAS MÁS ADELANTE] donde, dibujado bajo nuestra dirección por Eva MERLÁN en un libro para niños editado por el Concello de Narón (65) en 1993 en ellas apreciamos por primera vez en España en un cuadro evolutivo, mostrando pervivencias de inmobiliario arqueológico jurisdiccional de larga duración (expuesto ya en nuestra inédita tesis de licenciatura) se figura el paso del castro a la uilla galaico romana y medieval; e una lámina B donde sobre el territorio de los Ártabros, Tartares o Trasancos, decoirado, “demarcado” por un inmobiliario arqueológico en un imperecedero marco geográfico e institucional milenario, se contiene el promptema de este territorio político, reflejado en un cuadro evolutivo, similar y aplicable al de las otras unidades territoriales celtoaltlánticas e indoeuropeas que REFREW 1884.85 llamaría early state module “ESM” tal y como figura representado en el estudio factográfico –trascripción incluida del códice del AHN clero 64b del Monasterio de San Martín de Juvia por mí realizada- intitulado A Terra de Trasancos ollada dende os Mosteiros de Pedroso e Xuvia na Idade Media, Narón un Concello con historia de Seu vol II 1992, véanse comparativamente estudios de estos territorios de JOHNSON & EARLE. 1987, p. 207; FIRTH. 1936; SAHLINS. 1958; KIRCHOFF. 1955; CARNEIRO, R. L. 1970; GIBSON 1990; GIBSON & GESELOWITZ. 1988 y SERVICE. 1975.

A modo de resumen podemos decir, con las ideas claras y habiéndolo exhaustivamente demostrado en esos papeles, que en el periodo convencionalmente llamado de los castros y convencionalmente considerado entre los años 600 (66) antes de nuestra era y el año 500 de la era actual, la gente vive dentro de los muros, desarrollando su actividad social y económica, de señores campesinos y ganaderos fuera de la casa, en las tierras de cultivo y en los pastizales y bosques en un espacio económico exterior decoirado (67) “demarcado” por límites y por marcos de gran solidez y pervivencia. Por este motivo, el castro sería el asentamiento humanizador del paisaje.

Dentro de una similar demarcación, en el mismo espacio jurisdiccional, los asentamientos y el modo de vida campesino va evolucionando, y los campesinos pasan a vivir en modestas chozas o cabañas con el techo de paja, modestas y aisladas granjas, mientras los señores poderosos se construyen uillae al modo romano (fig. 2).

La uilla, salvando las distancias, funciona de modo análogo a como lo haría un pazo gallego de los siglos XVI a XVIII, los señores y los campesinos viven ahora fuera del recinto fortificado.

Es una lujosa residencia, clonada plenamente del modelo romano con calefacción, baños, letrinas, habitaciones amplias y cómodas, buenas y bien dotadas despensas, y aún piscinas donde engordan los peces, y quizás puertos privados en las villae litorales, y aún una flota privada para comercializar las conservas y otros productos, sus comedores contaron con espléndidas vajillas, copas, y buenos vinos en la mesa. Es empreo una residencia dominical, de un dominus y señor jurisdiccional, mientras sus campesinos dependientes y sus hombres libres, bajo su jurisdicción, vasallos todos suyos, se distribuyen cada uno en su casa dentro de la inmemorial demarcación, de succo mortuorum uel antiquorum, que antes tenía el castro. Solo cambia la forma de la distribución de las viviendas, una forma más práctica y cómoda de vivir y disponer la casa junto a los recursos, pero no cambian los usos jurisdiccionales y las costumbres anteriores. Eso permanece igual.

En este espacio de tiempo tomado arbitrariamente, entre los años 300 y 600 de nuestra era el antiguo territorio de los castros habría pasado por las dos opciones descritas.

Entre los años 400 y 800 de nuestra era, entrando ya en la Alta Edad Media, los señores más modestos construyen castronelas o granjas defendidas a las que también llaman uillae ( fig. 3) aunque por su aspecto y forma nada tienen que ver por lo que entendemos por una uillae, con su forma de castros minúsculos que fácilmente podríamos confundir, al menos teóricamente al no tener ninguno de estos recintos excavados, con los llamados redondos o cousos vedros, con los corrales para el ganado del Neolítico y del Calcolítico que presentan una forma similar.

Va evolucionando así el tipo de asentamiento pero conservándose la demarcación o espacio económico jurisdiccional y lo que es más importante, el sistema de locación-conducción, las cargas fiscales, los usos y costumbres heredados de los anteriores modelos derivados de la mencionada jurisdictio con lo que, desde el punto de vista institucional, el orden anterior se mantiene imperecedero.

Esta forma habitacional se habría extendido poco a poco hasta convertirse a partir del siglo V probablemente en la única forma de hábitat en la Terra de Trasancos y previsiblemente en las otras terras o comarcas gallegas, así hasta finales del siglo XII (fig 4) periodo del que en Narón gracias a un enorme acervo documental, pudimos identificar a lo largo de este dilatado estudio por primera vez en la historia de la arquitectura civil gallega e hispana y publicar en la serie intitulada Narón un Concello con Historia de Seu vol II (PENA 1992) varias uillae como la que, siguiendo nuestras indicaciones, aquí nos ha ilustrado – y tomamos las ilustraciones del libro Narón, una Historia Ilustrada na Terra de Trasancos- Eva MERLÁN BOLLAÍN.

Esclareciendo la permanencia institucional del mundo celtoatlántico el paso del castro a la uilla galaico romana y a la uilla medieval, en uno de los cinco espacios acotados de la feligresía de O Val, Narón, muy bien conservada y conformada posiblemente por cinco jurisdicciones o castros primordiales (68) que sin desaparecer del todo, dieron pábulo, conservándose siempre esencialmente y con el mismo inmobiliario de termino, túmulos, “mámoas”, en muchas ocasiones, a cinco uillae medievales, y ya en el siglo XVI a la aparición de cinco cotos jurisdiccionales sobrepuestos a estos espacios.

Estas aparentes novedades, permiten sino apreciar, al menos continuar con la digestión y explotación de lo que han vendido picoteando durante estos años, a nuestros veladísimos discípulos paisaxistas, anticeltistas tradicionalistas, neoceltistas, etc., viendo ahora a modo de postre como, no habiendo nosotros seleccionado aleatoria o apriorísticamente esta ilustración, recogemos como existe claramente en la parroquia una versión gallega del coiced irlandés, cinco jurisdicciones y cinco señores de un quinto parroquial.

El quinto espacio, no siempre es un castro, podría haber dado lugar al topónimo Quintá o Quintana, una quinta parte teóricamente situada en el centro de la feligresía. Un topónimo Qintá que, con más de medio millar de topónimos y tal vez de circunstancias similares que habrían podido dar lugar en muchas ocasiones a la existencia de la propia iglesia parroquial, construida aparentemente en lugares deshabitados, tal vez donde antes estuvo un outeiro, pala o altar de piedra secundario, como parece ser el caso de la iglesia pretendidamente mozárabe de San Miguel de Celanova.

Para comprender esta milenaria pervivencia relacional entre los señores y campesinos, arropados por un común lenguaje institucional, entre la nobleza y el objeto de su jurisdicción expresado en un invariable marco relacional inmune al paso del tiempo, que da píe a la larga pervivencia, aún apreciadas en las actuales bisbarras o comarcas, de la estructura territorial de las trebas, ciuitates, populi, y de sus espacios jurisdiccionales interiores, los castella, domi, uici aut pagii que muestran las fuentes clásicas y el común sentido, para acompañar los pasos de esta evolución solo tuvimos que pelar o romper la cáscara para acceder al fruto analizando el mecanismo socio institucional interno del territorio político comparativamente a través de la mirada de las fuentes alto medievales (69) como para las Galias lo habría hecho el egregio Numa Denis FUSTEL DE COULANGES (70) (1908) y para Galicia lo vio simultáneamente, con disparidad de medios y de métodos, Amancio ISLA FREZ y lo vio el autor de estos papeles recorriendo la génesis y el desarrollo del territorio jurisdiccional de un castro (71):

“Os indicios que temos sobre usos e costumes atávicos na agricultura galega permítenos supor que os usos comunais nas agras (testemuñados -M. Iuniano Iustino Epitoma XLIV, 36- na península polas fontes) non impiden no horizonte céltico que se dividiran estas en tenzas de cadanseu labrego ben demarcadas que a arqueoloxía non intervencionista amosa nas ladeiras aterrazadas (Eiravedra, Sedes) próximas ao castro. Trala colleita os monllos dispostos o pe das leiras serían desmados polo señor e polo clero indíxena con distintos criterios dependendo da posición do labrego (home libre con bois e terras, servo cós bois e a terra posta polo señor). Polo que permite ver o sistema comparativo (Gibson 1988, 1990; Paterson 1981,1991 e 1994; Webster 1990) os usos agrícolas serían moi estables cá división en tres follas das parcelas e a rotación de cultivos […] sistema este que non altera o medio e, conserva os recursos naturais” (72) .








CONCLUSIÓNES


Partiendo de nuestro particular huevo colombino, un simple mapa de arciprestazgos de la diócesis de Santiago, coincidente con los principados o territorios políticos autónomos celtas del noroeste de Galicia, que hemos visitado multifocalmente, en numerosas autopsias, cerramos ahora el largo proceso abierto en el año 1932 por Don Florentino LÓPEZ CUEVILLAS y por Rui de Serpa Pinto, la realidad territorial que geográficamente reducimos en 1991 en la serie de la Historia de Narón intitulada Narón un Concello con Historia de Seu (vol I y II), un largo discurso para una compleja evidencia que para conseguir hacerse imponer y alcanzar la aceptación generalizada que ahora tiene, quizás por retomar un viejo y tradicional camino historiográfico y arqueológico gallego, el del celtismo, embabosado entonces por la necia y sañuda cruzada de oportunistas e ignorantes anticeltistas -pero eso era entonces, pues disfrutando ahora nosotros de dannatio memoriae, todos ellos, o casi todos, van felizmente ya la cara muy alta por la senda del celtismo -, requirió de densas publicaciones y de largo tiempo.

En la lámina, pese a estar toda la estructura al revés en realidad, en un cuadro espacio-temporal presentamos visualmente nuestro primer promptema revelando el carácter celta de la institución territorial de la sociedad galaica: la Treba o la Terra, conformando la Galicia Celta en torno a un común espacio jurisdiccional demarcado, el territorio político del medievo, de la antigüedad, y de la protohistoria, un verdadero mosaico de proto-estados, de unidades territoriales políticas autónomas, que existiendo en la Edad del Bronce en toda la Europa Indoeuropea habrían quedado residualmente en el Atlántico, unidades territoriales políticas autónomas celtas llamadas bárbaramente étnicos por algunos anticuarios y lingüistas, que tiene una organización institucional ‘de seu’ “propia”, unas bisbarras “comarcas” políticamente indivisibles a modo de prótomos de estado o de átomos de estado, perennes bisbarras, vivientes, activas y nada mejor que pertenecer a una de ellas, sentirse hoy mariñán “natural de las Mariñas” o bergantiñán “natural de Bergantiños” para comprender este aserto, aunque la actual Xunta de Galicia no desarrollando el plan comarcal está estrangulando este milenario sentimiento de pertenencia a la bisbarra, “comarca”.

Intuida ya en el Seminario de Estudios Gallegos a través del registro epigráfico“dos nosos devanceiros” - aunque eso ya no significa nada- que no deja de ampliarse, fue a la luz de la amplia documentación de la Divisio, a la amplificada luz de las cartas altomedievales, y -en medio, claro está de una también nada desdeñable información paleoetnográfica- aún de la nítida y clara representación territorial de una sin par factografía medieval compensatoria de la pereza y de las vagas referencias con que los historiadores antiguos, apenas nos legaron algunos nombres, que la estructura y la constitución política de las trebas de Galicia que presentamos fue descubierta plenamente por nosotros entre los años 1991 y 1992.

Hemos visto como se comparte la soberanía ejercida por el rey o por el princeps, con otra no menor de un alto colegio sacerdotal como sucedía en la mayor parte de la Europa Atlántica (73) , representado por el jerarca religioso, por el *ovate, el episcopus el abba, cabeza de un clero organizado receptor de diezmos, de primicias, de donaciones y de rentas.

El aspecto sagrado de la dúplice primera función celta en el territorio político, mostrando como este horizonte institucional se mantiene heredado por el cristianismo es descrito en la parte inferior izquierda de la lámina.

A partir del año 314, la proliferación de diócesis rurales sobrepuestas a las jurisdicciones políticas territoriales que llamamos trebas, no solamente perpetuaría, conservando los antiguos nombres prerromanos Lapatianci, “Labacengos”, Arroni, “Arrós”, etc., que sin fastidio nos transmitieran Estrabón, Mela, Plinio o Tolomeo, en el presente cristiano, aflorando ahora una brillante pervivencia territorial del pasado pagano, pervivencia reforzada con las reorganizaciones del Concilium Lucensis del año 569 y del Concilium Bracarensem secundum del año 572, sino que también facilitaría, en el seno de los ahora denominados arciprestazgos o arcedianatos, el reconocimiento de esta continuidad a lo largo de miles de años en algunos casos de la mano del arcipreste, del arcediano o del abba. En determinados tramos conservándose incluso el mismo inmobiliario demarcatorio de termini o decorias de la Edad del Hierro.

Intentando representar por primera vez en la arqueología europea sobre un mismo marco espacial en la articulación celta prerromana, en la articulación celta galaico romana y en la articulación celto-medieval gallega, a los ‘príncipes territoriales’, continuadores de la función soberana en el Territorio Político, según lo viéramos hace una década al estudiar la relación del ‘clan’ nobiliar de los Froilaz, con la Terra de Trasancos en el siglo XII (PENA 1992:54-234), encuadramos a estos verdaderos soberanos territoriales ahora en la parte central derecha de la mencionada lámina 2, sin abandonar la línea sucesoria, el linaje, desde el prerromano *corono, hasta el galaico-romano princeps y aún hasta el princeps/ imperante medieval.

No deja de admirarnos sinceramente, y de incomodarnos políticamente, la continuidad biológica de estos linajes ‘celtas’ en sus Terras familiares, la perduración de ese orgullo de casta y de indómita fachenda “licencia” o de prudencia, según expresión de su mejor representante, el conde de Lemos y Andrade, de El Búho Gallego, casta y licencia de los clanes y de las familias de la Gallaecia Antigua, casta y licencia de los clanes y de las familias de la Urbe Gallaecia Medieval.

No dejará de admirarme nunca la persistencia de estos linajes mantenidos mediante la celta tanistry durante cientos sino miles de años en la herencia de la treba, de la ciuitas, de la respublica, del comisum, de la terra, del mismo suelo familiar, de las plebes, de las criationes, de los homines de ganantia cuasi parias, linajes principescos señores también ya, descendiendo en el orden feudovasallático desde la parte más alta de los grados de la sociedad civil (grád túaihe) un puesto, de las gentes que Isidoro considera escogidas entre mil, los milites transmitidas asimismo con la tierra y con la jurisdicción que ocupan hasta la extinción y posterior renovo, como Ave Fénix, del plazo legal cada tres generaciones.

La fachenda reaparece de nuevo en los milites y nobiles, y en los grados intermedios de los clientes devotos, de los ambactos y de los satellites, fachenda definitiva que solo cede cuando se inclinan ante el amo o “le hacen la rosca” (74). Orgullo de comarca y de país - negado por el actual nacionalismo celtófobo, que se figura a Galicia como una especie mujer fea y vejada por atroz consorte-, proveniente de la tierra y de los hombres y de las mujeres que desde los primeros tiempos del Neolítico la aplastaron con sus pies, comieron de ella, y, con un ojo abierto por si acaso, durmieron con ella y aún duermen. Fachenda al cabo, transmitida con la Tierra desde, según se desprende le relatos contenidos en los nobiliarios gallegos y portugueses, como el de Don Pedro, conde de Barcelos, la divina, alta y mítica cuna que Dumézil consideró “melusina”.

El recuadro centrado en el margen superior de la lámina pretende mostrar el carácter de las relaciones feudales del Territorio Político Celta prerromano y medieval, originadas entre los domini o nobiles gallegos. Descendientes por la derecha, unas flechas nos enclavan en el ambiente de obligaciones y de derechos, de petitum, de cis, de pididos, de serviços, de censos, de auxilium, de consilium, de prestimonia y de beneficia que tienen los nobles con el aludido princeps o imperante de la treba do del territorium. Ambiente derivado (considerando su esencia) de la propia relación feudal, del valor de la palabra y del honor, del compromiso recíproco nunca nebuloso, nunca roto –ocasionalmente garantizado con la toma de rehenes y el fosterage- y, salvo que el noble cruzara siete veces el río fronterízo del reino nunca invalidado.

Comenzando en el tiempo por el castro y finalizando con la uilla medieval dispusimos (Pena 1992) de nuevo al revés, esto es de abajo a arriba, tal como figuran representadas en el cuadro superior izquierdo de la lámina nº2 unas flechas provenientes de la tenencia y del aprovechamiento de los eidos “las tierras y las posesiones” familiares, de los espacios y de las jurisdicciones que a menudo, y con propiedad, llamamos feudos, dirigiendo el tiro ahora, o la intención ascendente, hacia los domini o nobiles gallegos.

No parecen, y no a causa de nuestra urbana insatisfacción, los nobles posesores de uillae galaico-romanos precisamente dedicarse en la crisis del siglo III a la conversio morum urbanícola en servil condición aldeana. No son estos nobles presuntos herederos ahora de terratenientes romanos, conjeturales hospederos de ciudadanos sin techo, de pobres cabanarios inermes creados como condenados a vivir al aire libre, ni son estos los domini de una ordine nuova a modo de mesíanica estructura que, pronto, en el Bajo Imperio deberan inventarse algunos avispados del discurso historiográfico vigente para que cuadren bien sus desteñidas profecías o se cumplan las escrituras, ¡no! Estos no son los domini del discurso de Julio MANGAS (1988:127-8), ni nobiles novos carentes de patrio concepto, ni recastados invasores que inician el medievo, o la mediocridad, profesando ciega obediencia a un deseo organizativo ‘acidulado’ que a las palpas, deus ex machina, el medievalista hispano apone a una llamada “sociedad hispano goda” falta de substancia y de pasado, o ya en la cenicienta reconquista en un discurso historiográfico mondote, fatídico y vigente (García de Cortazar J. A. 1998: 323), al monarca astur. El castellum castro y la uilla compartiendo el mismo cuadro, compartiendo la misma jurisdicción y los mismos marcos, ocasionalmente conservaría el mismo topónimo, uilla Ciobre; Ibbo Castro, etc.

Sentada la cabeza, abandonadas las actividades de bandido y de rapacerías, de cazador de fortunas indoeuropeo, de beber, de rifar, de llamar por el ganado ajeno, de maniobrar con las portillas, las nuevas aventuras del “moucho galego”, del nuevo heredero casado se mueven en su Domus, en su “Casa”, en su Castellum, en su “Castro”, o en su Villa ejerciendo una jurisdicción.

Una jurisdicción tomada, como la entrada del gallo, o del raposo, en el gallinero pomposamente y a portadas, bajando y levantando en la liza el señor las ventanas de las casas a la vista de todos, en un estudiado rito de posesión (Víctor MIGUÉS) pública, abriendo y cerrando, y aún con arrogante violencia, varias veces las puertas de las moradas de su gente ante la concurrencia batiéndolas destempladamente, atando y desatando en la liame “ataduras del ganado , entrando o saliendo como un perturbado de los cercados, las sementeras, las estibadas “montes rozados para el cultivo” y de los campos yermos, haciendo lo que no podía en Irlanda hacer el rey Math, lo que ilustra el carrito votivo de Guimarães, circunvalar la tierra, arrancando de las célticas leiras (ie. *plaros > celt. laria) la tierra a puñados “coma un tolo ou coma un lobishome”, levantando las piedras de los muretes, las tejas o la paja de las casas y de los hórreos, la misma hierba, las mismas piedras y también la misma tierra de la jurisdicción suya ‘e dos seus’ que quizás arrancaran, reclamándola, a puñados, desde los primeros tiempos del Neolítico los hombres y las mulleres de las generaciones familiares.

Jurisdicción suya y de los suyos, la Terra del noble cum quantum ad prestitum homines est es comprensiva de los hombres que la habitan, de los padres de familia, de los viudos o de los solteros, del mobiliario desde las brochas marcas para la maquila de las tolvas de los molinos hidráulicos harineros, hasta la leña del horno comunal, del semoviente que pulula tras los cercados de las tierras cultas que barbechan, de las incultas, de los prados y de los pastos donde pacen vacas propias y postas “en aparcería”; la jurisdicción suya “e dos seus” es comprensiva del inmobiliario de los pazos y de las casas con los edificios y los graneros adyacentes; de las casas esparcidas por la red viaria creada por el paso del carro que no ha cambiado, y así hasta hoy desde la Edad del Bronce, y aún de los hórreos y de los celeiros, de las alvarizas (tanto de las húmedas pretensiones de Villar cuanto de los alvéolos de las abejas de Monteagudo) “panales”, de los sotos y de las castañas que “petelan nas corripas”, de las aguas, de los caneiros “pesqueras”, de los bosques, de las brañas, de los montes, y hasta de la fauna salvaje.

Derivado del alto concepto de Soberanía Celta, las nuevas aventuras del dominus en su Domus, en su “Casa”, en su castellum, “castro” o en la uilla ‘de seu’, domésticas y familiares, son ahora los lances de paternidad en todo el couto de su jurisdicción, las aventuras del mantenimiento de la bonhomía del campo en su dominium con los aparceros, colonos y siervos que en el rebumbio feriante trafican con el ganado propio o puesto por él, que el domingo, montados en la bruto o en la mula recién retirada del arado para ir a la feria, para atender sus asuntos propios, o para ir a misa, quienes lo saludan con respecto y confían en él; las nuevas aventuras del dominus posibilitan, garantizando los derechos y las obligaciones de sus conductores, de sus aparceros, de sus colonos y de sus siervos que, llamando por los bueyes con el carro lleno y con los zuecos puestos para no hundirse en los lamigueiros, “enlamados”, puntualmente acudan con la renta a la puerta de su pazo esos aparceros, esos colonos, esos siervos suyos. Las aventuras domésticas y familiares del Señor lo son ahora del mantenimiento de la rectitud en la vara de su vicarius, de la justicia en la rasa de la aramena o ferrado (75) de su villicus y del comedimiento en la mano de su diezmero.

Dentro de los grados de la sociedad laica celta (grád túaithe) los pecheros ocupan el cuadro central de la lámina, primero los campesinos libres o “homines bonos” con tierras ‘de seu’ propias, bajo la jurisdicción del señor natural al que prestan servicio de armas y al que pagan las dos anuales gallinas, los pididos “contribuciones extraordinarias” y otras menudencias jurisdiccionales; vienen luego los hombres solteros que viven al aire libre, jornalearos y aprendices de oficio, los artesanos, los comerciantes, los exiliados asilados, los huéspedes; figurando en la base de la pirámide social y del sistema los siervos (servi) que comprometiéndose a acatar a cambio de una renta, determinadas obligaciones “ego seruiam uouis de ea cum fide et ueritate et do de illa suo foro […] iº ano illo foro iiiª de pane siue de labore, quo modo decimus et media de sicera, et uos et uestros uicarios et […] qui post uos uenerit semper contineat me in uilla in omnibus diebus (AHN. Cód.1044 B nº 116, fol 21v.)” recibian las tierras en precario.

Aclarando algo las sucintas menciones a la “ayuda militar” que figuran al margen de algunas flechas en la lámina, el ejército de una Treba, de un Territorium compuesto originariamente por los señores de a caballo -la clase de los caballeros propietarios terratenientes- y sus escuderos y peones, la clase de granjeros soldados de infantería ligera, durante los primeros siglos de la reconquista tendería lentamente a prescindir de los servicios de estos últimos a favor de los caballeros, cambiándose -y así hasta la entrada de los almorávides y la derrota cristiana, revitalizante del valor de la infantería de Sacralinas, Extremadura, el 23 de octubre del año 1086, en la Alta Edad Media la obligación de prestar los campesinos propietarios peonaje armado, por una tasa, pagada a los señores por los mencionados labradores, substitutiva de esta obligación anual del fossatum ‘ ‘servicio militar’ obligatorio: “[…] Et [damus] Pelagius Moniiz et sua mulier et suos filios cun sua hereditate, et per im quoque annum persoluat uouis ve solidos de fossadeira […]” (76).

Comparativamente similar quizás a los comicios curiados (de ie. *ko-wiria = “reunión de homes armados” como se desprende del fragor, suffragium, o ruido que hacían batiendo con las lanzas en los escudos al aprobar colectivamente sus decisiones) de la antigua Roma, posiblemente una asamblea de los hombres de armas de la Treba/Territorium, se reunía en el campo de la feria estacional con el soberano en el lugar famoso y cargado de significado que toda la tribu conocía, en un “*oenach” militar presidido por el aparentemente polifuncional dios, soberano y militar, de la Gallaecia Antigua: Coso según lo vemos medio Marte (Mars Cosus), acaso medio Júpiter (Cos/Iovi) y aún también algo feriante y asambleario (Coso Oenaeco esto es “del Oenach”).

Trabajando en el polisémico espacio de encuentro del tráfico económico, político, jurídico y religioso de la comunidad: el campo de la feria, un estructurado avanzado y muy estable lugar central rural, el *Oenach, el Forum, el Conventus publicus vicinorum o la Feria, como un espacio – representado en un cuadro dispuesto en la esquina superior derecha de la mencionada lámina nº 2- donde se componían límites, se arreglaban pleitos, se anudaban vínculos, se realizaban oficios religiosos y así mismo juegos y competiciones, etc., como el recinto, tal y como sucedió con los orígenes de Roma, donde la topografía simbólica de los eventos programados en el espacio y en el tiempo de la Feira estacional, confiriendo a la treba -sin que sea preciso recurrir axiomas mercantilistas, a las parafernalias del urbano y globalizador “Central Place”, ni a las heladas evoluciones de la fantasía arqueo paisajista- una perenne dimensión de “estado sin vida urbana”, funcionaba de facto y de iure como su efímera capital estacional.

En este espacio de succo mortuorum uel antiquorum, de marcos inmemoriales, y en este esquema territorial, se entiende que están comprendidos los imperfectamente llamados en Galicia étnicos, los “Territorios Políticos autónomos Celtas” que citan las fuentes clásicas y que de algún modo nuestros papeles en esta tesis habrán contribuido a desvelar, las bisbarras, “comarcas” tradicionales gallegas, demostrándose, ni más, ni menos, que en Galicia, a diferencia de lo que sucedió en el resto de la Península Ibérica, se habría desarrollado naturalmente y sin interferencias del exterior, a modo viviente de fósil, una sociedad y una cultura celta sobre territorios e instituciones, usos y costumbres autóctonos procedentes de un remotísimo pasado.

No podemos por más tiempo el anticuario receloso, el desconfiado arqueólogo, el sediento lingüista y aún las alpinistas vacas que, usando la expresión gallega ao chamo de Villar trepan a lo alto de los outeiros “altares rupestres”, a abrevar en las palas, negar el común origen de ese surco profundo y celta que comparte nuestro linaje hidalgo o campesino, nuestros arciprestazgos y los comissa altomedievales, evitar detenerse a considerar tan solo la contingencia de una larga, muy larga pervivencia de los “Territorios Políticos autónomos Celtas” en el caso gallego, ni podemos temerosos de encontrarnos con una continuidad evolutiva que moleste a estos deconstructivos tiempos, el anticuario y el arqueólogo, sin prueba real, sin base documental, obscura per obscuriora, asulagar “hundir” esta pervivencia o esta monstruosidad, tirando sobre el estrecho campillo de concentración competencial, sobre el efímero y evanescente marco territorial de la Galicia, prerromana, romana, y medieval y aún moderna, como se tiran vientos, ficticios desteñidos territorios, límites territoriales de área ilusoria imaginados en aparatosas escenografías.

Aunque estamos seguros de que el esencial debate de la permanencia y del cambio de los usos y de las costumbres de las tribus o de las bisbarras de Galicia, de la nobleza, del clero, del sistema impositivo, de la evolución de nuestros limites territoriales, del origen y de la pervivencia de la jurisdicción y de las casas nobles que la detentan, de interesar a alguien, acaba de empezar, y sino, terminando, se acaba de terminar.

Estos papeles son parte de la tesis doctoral de Andrés Pena Graña intitulada: Treba y Territorium. Génesis y desarrollo del mobiliario e inmobiliario arqueológico institucional de Gallaecia. Publicada por la USC en 2004 (ISBN 84-9750-450-x)








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  1. #1 Adoni 23 de mayo de 2007

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