Autor: Tito Livio
miércoles, 28 de noviembre de 2001
Sección: Roma y Grecia en Celtiberia
Información publicada por: Silberius
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Relato de algunas guerras Celtibéricas

Tito livio, en su relato de la campaña de Sempronio Graco, nos ha dejado un precioso retrato de las tierras celtibéricas.

La relación de los primitivos pobladores con las legiones romanas tenía cierta semejanza a la que más tarde tuvieron los guerrilleros con los soldados de Napoleón; rebeldía áspera desordenada y demasiado directa, por una parte; actitup burlona, no exenta de simpatía, por parte de los legionarios. Estos eran plenamente conscientes de su superioridad, pero admiraban, a la vista del valor celtibérico, las viejas constumbres ya desaparecidas en la metrópoli romana.

Entró el cónsul con sus legiones por el camino tradicional de penetración hacia el interior, desde la Bética, subiendo hacia el Tajo, para desde allí, bordeando el Henares, llegar al Jalón y al Ebro. Es un itinerario que veremos una y otra vez repetirse en las incursiones de los principales dominadores de la Península y que pasa en su eje principal por Hita y su tierra.

En los comienzos, el avance encontró alguna resistencia por parte de las tribus, que escalonadamente se cedían a la guerrilla. Tito Livio hace historia de varios de estos combates que caracterizan la estrategia militar de su tiempo y la ingenua actitup celtibérica. Veamos un ejemplo.

Las puertas de la villa ibérica de Certina, situada en el avance hacia el Tajo, se abren y se acerca hacia la primera línea romana un pequeño grupo. Avisan al Pretor, que se adelanta a recibirlo. El más viejo de los delegados se dirige hacia él y le dice: "Venimos en nombre de todos. Estamos dispuestos a defendernos pero querríamos saber si tendremos suficientes fuerzas para hacerlo. Déjanos ir a las tierras aliadas de Celtiberia; les pediremos ayuda. Si ellos no nos la dan, nosotros nos separaremos del resto de nuestra nación y os entregaremos la ciudad."
Los romanos han escuchado con asombro una petición tan extraña y fuera de las constumbres militares. Pero Sempronio Graco acepta la propuesta sin poner la más mínima condición.
Al poco tiempo vuelven al campamento romano los mismos delegados, acompañados por diez representantes de varias ciudades de Celtiberia. Es mediodía y la primera petición que dirigen al Pretor es ésta: "Dadnos de beber". Beben despacio, varias veces, mientras los soldados romanos los contemplan. La escena es tan imprevista que todos acaban riendo en espera de ver en que va a terminar aquella extraña embajada. Los emisarios ibéricos no se ofenden y por último el más viejo de ellos se dirige al Pretor:"Querría preguntarte qué motivo te ha impulsado a venir hasta aquí. Cómo has la audacia de atacarnos?". Sempronio le responde con naturalidad: "Cuento con el valor de mis soldados. Y si queréis comprobarlo para que podáis llevar una noticia directa a vuestros aliados, yo os haré una demostración". Acto seguido, Sempronio ordena a los tribunos militares que formen con sus armas todas las fuerzas de infatería y caballería y que hagan ejercicios y maniobras delante de los delegados celtibéricos. Han desaparecido las risas y es fácil imaginar el soberbio alarde de disciplina romana, que asombra a los guerrilleros pobremente armados y no muy bien vestidos, con sus características mallas cortas.

No hizo falta más. Fue inútil que los habitantes de la villa cercada encendieran durante la noche, sobre sus torres de la muralla, los fuegos que habían convenido como señal con sus aliados. Nadie vino a socorrerlos.
Rendida la villa, Sempronio Graco le impuso sus habituales condiciones, en cuya humanidad se mantuvo hasta el final de la campaña, seguramente estuvo la clave de la pacificación: una contribución de 240.000 sestercios, 40 caballeros de las principales familias, que pasaban a ser aliados y no prisioneros de las propias legiones. Así fue formando un ejército hispano-romano que sería siempre fiel y que permitió muchos triunfos.

En su marcha hacia el norte, Sempronio Graco entra en la Carpetania. Numerosas torres flanquean la región. En la Campiña, los cerros testigos sirven de asiento a pequeños burgos apenas defendidos por muros de piedra y argamasa.

Hita, en este período de colonización que precedió a la campaña, no opuso resistencia al paso de las legiones. Más al norte no ocurriría lo mismo con las tribus arévacas, que se harían famosas por la resistencia de sus ciudades, Termancia y sobre todo Numancia.
En su primer intento de penetración, Sempronio Graco, buen negociante, que había aprendido a conocer el punto débil de las tribus valientes, pero insolidarias, consigue llegar hasta ocilis (Medinaceli)a la que domina a pesar de su gran fortaleza natural.

Su campaña llega al momento decisivo. Junto al moncayo estaban reunidas las principales tribus celtibéricas. La vctoria romana es indudable y consigue la sumisión de todo un enorme territorio. Sigue un convenio que vendrá a demostrar el gran sentido político del Pretor y su conocimiento del áspero mundo que desea pacificar: reparto de las tierras entre las tribus, fijándoles los puntos en que deberían asentarse los poblados, para reducir su tendencia nómada, que poco a poco irá siendo sustituida por constumbres sedentarias. Les prohibe amurallar los nuevos castros y les convierte en colaboradores del ejército romano, al que han de contribuir con jóvenes de las principales familias. Para celebrar la conquista y pacificación, Graco funda la villa de Gráculis sobre un asentamiento ibérico anterior (Ilucis). Será una constumbre tradicional, que explica la acumulación de restos romanos sobre otros ibéricos en toda la amplia extensión de la meseta. Hita, en este periodo de colonización que precedió a la campaña numantina, estará ya muy dentro de las línias de pacificación romana.

[Nota de celtiberia.net]
Ante estos relatos, no debemos olvidar que fueron escritos por un historiador romano...

Más informacióen en: http://www.alcarria.com/template_historias.cfm?key=55


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