Autor: Marduk666
miércoles, 15 de marzo de 2006
Sección: Historia
Información publicada por: Marduk666
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REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA SOBRE EL ORIGEN DE DON PELAYO: ¿UN VISIGODO?
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El presente artículo pretende aportar una imagen que se contrapone a la ofrecida hasta el momento en este foro sobre el origen de don Pelayo, aunando diferentes perspectivas historiográficas junto al tratamiento de las fuentes a raíz del trabajo realizado en su día por Julia Montenegro y Arcadio del Castillo en el CSIC, cuyo objeto de estudio es el contraste del protogoticismo de las crónicas astures. Apoyándonos en estos análisis trataremos de ofrecer un nuevo enfoque sobre la personalidad histórica y los factores que rodearon a este personaje (1) .
En este sentido, el trabajo citado anteriormente sostiene como conclusión que el núcleo astur no tuvo su origen en un movimiento popular de los astures acaudillados por un visigodo refugiado como defendía Sánchez Albornoz, ni tampoco en un movimiento popular dirigido por un jefe local astur, como sugieren Barbero y Vigil, sino que para dichos autores, “se debió a la actividad de un visigodo en un pueblo ya incardinado en el mundo visigodo”.
Para comprender esta hipótesis debemos, por tanto, analizar todos aquellos factores que entran en juego: el territorio, el colectivo humano asentado en él, la personalidad de don Pelayo y las motivaciones que pudo tener nuestro protagonista para iniciar un movimiento centrífugo con respecto al poder de Córdoba, sin pasar por alto la estructura y el conjunto de relaciones sociales de producción que contextualizan dicho fenómeno.
1. EL TERRITORIO Y SUS HABITANTES: ASTURIAS.
Cuando las crónicas hacen mención a los astures, ¿se está haciendo referencia a una etnia o a los habitantes de un ducado denominado Asturiense?. Pretender que el territorio estuviese poblado por esta etnia exclusivamente es una mera utopía. No se obvia el papel de este colectivo en esta parte del espacio cantábrico, pero ni serían el grupo predominante, ni su estructura productiva sería la que imperase sobre todo el territorio. Ya en su día Barbero y Vigil demostraron la presencia de cántabros vadinienses en el valle del Sella(2) . Así mismo, tras la caída del imperio romano las crónicas mencionan la presencia en la zona de varios grupos, como los ruccones y los pervasores provinciae(3) , estos últimos formaban un colectivo hispano-romano que consolidará la explotación vilicaria en la llanada de Gijón, con gran importancia en los acontecimientos venideros.
Del mismo modo, hay constancia de la presencia visigoda en la cornisa cantábrica; sabemos que Sisebuto conquistó el territorio cántabro y creó el Dux Cantabriae, controlado por la fortaleza de Amaya y dotado con la diócesis de Auca en 589(4) . Igualmente, las Actas del XIII concilio de Toledo (5) denotan la presencia de ocho duces provinciae, dos más que en épocas anteriores, debido a la adición no sólo de la zona cántabra, sino también de la asturiana, gracias a la militarización de la zona en tiempos de Chincasvinto y Recesvinto, que entre 653 y 683 habrían creado esta nueva circunscripción supeditada a la fortaleza de Astorga. Es cierto que en tiempos de Wamba pudieron desarrollarse expediciones militares contra cántabros y astures, pero hacía tiempo que habían dejado de ser los principales protagonistas en sus territorios, ya no eran el único y preponderante grupo humano presente en su espacio, con lo que no tendrían mucho en común con la primigenia etnia astur de tiempos prerromanos (6) .
El papel de las fortalezas de Amaya y Astorga, además de controlar militarmente a estos colectivos, resultó fundamental para la aculturación de aquellos espacios. Tampoco es de extrañar que cuando los musulmanes penetraran en la península y muchos grupos visigodos se refugien en el norte, buscaran la protección de las mencionadas fortalezas. Así lo atestigua, por ejemplo, la campaña de Taric contra la fortaleza burgalesa (7) .
2. EL PERSONAJE Y SUS MOTIVACIONES:
Tras la batalla de Guadalete los musulmanes procedieron a una rápida conquista de la península ibérica. Ésta se produjo más por pactos de capitulación (8) que por acciones militares (salvo golpes de fuerza como el mencionado de Amaya). Bien como partidarios de Witiza o como meros oportunistas, los nobles visigodos participaron en estos contratos que legitimaban su posición social ascendente dentro del nuevo orden. Los mejores ejemplos de esta política son los condes Teodomiro, Casio (fundador del linaje de los Banu Qasi) y posiblemente también el de la fortaleza de Astorga.
Asturias, esto es, el ducado asturiense, se encontraba en manos de los musulmanes en los años posteriores a la invasión, como atestigua la presencia del gobernador musulmán Munuza en Gijón, lo que invalidaría la teoría de que Pelayo fuese un visigodo refugiado en Asturias para escapar de la ocupación. Lo que parecen apuntar las crónicas, -tanto la Albeldense, las crónicas de Alfonso III (en las versiones Rotense y Ovetense), como Ibn Hayyan en cita de Ibn Jaldun, es que don Pelayo era visigodo. Incluso la crónica Albeldense, la más antigua y por tanto menos contaminada de protogoticismo, afirma que llevaba afincado largo tiempo en la región y que ejercería algún cargo en ella. ¿Incluso como hijo del Dux Asturiensis Favila? (9)
Sin que podamos afirmar rotundamente esta última idea, el supuesto episodio del matrimonio de Munuza con la hermana de Pelayo sugiere esta hipótesis, no tanto como máximo responsable del poder visigodo en Asturias, pero al menos con cierto cargo ascendente en la zona. Desde el punto de vista de Pelayo, revelarse contra el matrimonio de Munuza tendría su lógica, puesto que a nadie en su situación le parecería lícito que “un foráneo” ejerciese la supremacía de su grupo familiar, ya que dicha “gestión” relegaba a Pelayo a puestos secundarios dentro de su posición social.
Por otra parte, ¿qué motivaciones podía tener Munuza para realizar dicho acto? ¿Acaso pretendía legitimarse en la cúspide de la élite nobiliar visigoda en Asturias? Todas estas hipótesis redundan en la dimensión que adquiría el cargo de espatario que Pelayo ejercía en la zona. A pesar de que los mencionados sucesos tengan cierta carga de ficción, nos remiten a otro momento, el del viaje de Pelayo a Córdoba en condición de legationis causa, que trasciende al tercer elemento de análisis.
3. ESTRUCTURA Y RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN.
A su llegada a la península, los musulmanes impusieron una nueva estructura productiva a la que podríamos denominar “modo de producción tributario-mercantil”. El gran éxito de los agarenos a lo largo de sus conquistas había sido el del máximo respeto mostrado hacia las instituciones e infraestructuras locales de las áreas conquistadas (como demuestra su gestión de los territorios arrebatados a los bizantinos o a los persas, incorporando instrumentos de la administración local a su gobierno) bajo la imposición de un régimen fiscal.
En este contexto se llevarían a cabo los anteriormente mencionados pactos de capitulación y se desenvolvería el papel de espatario de Pelayo, es decir, el de negociar las condiciones entre Córdoba y la nobleza hispano-visigoda de la llanada de Gijón. Así debieron transcurrir varios años de tranquilidad, durante los cuales los aristócratas mantenían sin interferencias su posición privilegiada.
Todo debió cambiar con el motivo del viaje de Pelayo a Córdoba como legationis causa, motivo por el cual nuestro personaje se declaró en rebeldía. Dicho viaje coincide cronológicamente con la llegada de un nuevo gobernador a Córdoba, al-Hurr. Conocemos que dicho gobernador realizó una profunda reorganización administrativa y fiscal (10) , así que es posible que dicho gobernador quisiese cambiar las condiciones del pacto que unía a los nobles asturianos y los agarenos. Esto dejaba a Pelayo en una situación muy comprometida como responsable de alcanzar nuevos acuerdos entre ambas partes.
Debemos señalar también su presencia en la capital andalusí, una presencia que lo mantenía prácticamente como un rehén (como sugieren las crónicas), y que era lo que garantizaba el cumplimiento del tratado. Una falta de acuerdo proscribía a Pelayo por las dos partes, ya que aún en discordia con las condiciones, los solicitantes estaban interesados en mantener el estatus quo (11) .
Declarado enemigo por todos, a Pelayo no le quedó otra salida que huir refugiándose en las montañas del norte, y recurrir a quién más le podía interesar una inversión de la situación. En dichas montañas vivirían astures (12) no muy entusiasmados con la llegada de los musulmanes. Antes de la invasión, coexistían pacíficamente con los propietarios hispano-visigodos de la costa, dedicados a una actividad pastoril e imponiendo un régimen estipendiario a todos aquellos territorios que se escapaban del control de los próceres, pero con la irrupción de los musulmanes, su papel había sido obviado en el mantenimiento del sistema; los grandes propietarios eran ahora los que efectuaban la labor recaudadora, mientras ellos quedaban relegados a las agrestes montañas.
El resto ya lo conocemos, los astures cerraron filas en torno a su jefe (13) ; ambos habían salido mal parados con el nuevo cambio estructural provocado por la llegada del Islam: Pelayo se jugaba su pellejo y los montañeses habían perdido importancia en el sistema productivo junto a unos suculentos ingresos. Tras la victoria en Covadonga –recordamos que en las filas agarenas militaban nobles witizianos como el obispo Oppas- Pelayo pudo dar cabida en su movimiento a la nobleza hispano-visigoda mediante el matrimonio de su hija Emersinda con Alfonso, hijo de Pedro, dux cantabriae (14) . No había escrúpulos en esta nueva relación, los aristócratas se adherían a la rebelión a cambio del reconocimiento de su posición preponderante dentro del sistema productivo; estaban acostumbrados a este tipo de pactos debido a la fragmentación del poder político y dado que, desde las últimas décadas del estado visigodo habían quedado abandonados a su suerte por parte de la monarquía toledana (15) .
CONCLUSIONES:
Apoyándonos en la teoría de J. Montenegro y A. del Castillo, se concilian dos elementos en principio contradictorios, el inicial protagonismo astur y las instituciones y autoridades visigodas.
¿Constituía esto un intento de rescatar el reino de Toledo?. De forma unánime concebimos la creación de un principado territorial en torno a la figura de don Pelayo, pero no estamos de acuerdo con dichos autores en relación a la recuperación del “reino perdido”. En palabras de Pastor Díez de Garayo: "la organización de este territorio tuvo que seguir los esquemas, aunque simplificados por las circunstancias, de época visigoda, pues tanto el rey como sus habitantes lo eran, y era el único modelo de referencia valido para que resultase efectivo" (16) . No creemos pues, que existiese esa intención.
Será durante la soberanía de Alfonso III, cuando este principado se consolide como reino con cierta solvencia, y cuando se desarrolle la mayoría de la producción cronística. Ésta se elabora cargada de elementos protogoticos y produce la acuñación del concepto de “reconquista”, más como un intento legitimista de la monarquía astur -situándose como primus inter pares en relación con los nuevos focos de resistencia frente al Islam que habían surgido a lo largo del siglo IX en la cornisa pirenaica- que como una declaración inicial de intenciones del núcleo astur.
No obstante, el análisis de estos elementos requeriría un estudio propio, en el que se también se examinarían componentes como la intervención de los mozárabes, el “supuesto” abandono integral de la cuenca del Duero, etc.
MONTENEGRO, Julia y DEL CASTILLO, Arcadio; “Don Pelayo y los orígenes de la Reconquista: un nuevo punto de vista” en Hispania, Revista Española de Historia, CSIC, nº 180.
NOTAS (pies de página):
(1) Es posible que algún lector eche de menos en este estudio un peso específico más importante de las crónicas, más no es esta nuestra intención metodológica, de ello se ocupa el trabajo de Montenegro y del Castillo que os invitamos a conocer mediante la bibliografía mencionada en este artículo. Por otra parte, en celtiberia han aparecido trabajos de esta índole, por lo que nosotros relegamos el papel de las crónicas a un segundo plano
(2) BARBERO, A. y VIGIL, M; La formación del feudalismo en la península Ibérica, Barcelona, 1979, pp. 279-ss.
(3) GARCÍA GONZALEZ, JJ; “Valpuesta y su entorno en épocas tardoantigua y protomedievales” en VV; MCC Aniversario del Obispado de Valpuesta 804-2004, Estudios Mirandeses XXIV, Miranda de Ebro 2004 pp. 25-212.
(4) GARCÍA GONZALEZ, J.J; “Valpuesta y su entorno…. También en GARCÍA GONZÁLEZ, JJ; “Avatares del episcopado castellano en la Tardoantigüedad y la Alta Edad Media” en III Jornadas de Investigadores en Humanidades, Aula Caja de Burgos de Estudios Humanísticos, Burgos 2005 (en prensa).
(5) GARCÍA MORENO, J.A; “Estudios sobre la organización administrativa del reino visigodo de Toledo”, AHDE, XLIV, 1974, pp. 138-ss. MARTÍNEZ DÍAZ,G; El condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la leyenda, tomo I, Junta de Castilla y León, Ed. Marcial Pons Historia, Valladolid, 2005, p. 24, donde el autor coincide con esta división provincial de la península con la aparición de la provincia Asturiense.
(6) Esto nos plantea otro interrogante. De aceptar el papel hegemónico de la etnia astur en el movimiento de rebeldía contra el Islam, ¿no es más lógico que estos se hubieran dedicado a conservar su “espacio milenario” que ha iniciar una campaña expansiva de ampliación de su territorio?
(7) PETERSON, D; “Frontera y lengua en el Alto Ebro. Siglos VIII y XI” en III Jornadas de Investigadores en Humanidades, Aula Caja de Burgos de Estudios Humanísticos, Burgos 2005 (en prensa). También en GARCÍA GONZÁLEZ, J.J; “Avatares del episcopado castellano…”.
(8) PASTOR DÍEZ DE GARAYO, E; Castilla en el tránsito de la antigüedad al feudalismo. Poblamiento, poder político y estructura social del Arlanza al Duero (siglos VII al XI), Junta de Castilla y León, 1996
(9) CRÓNICA DE ALFONSO III, versión Ovetense, p 128.
(10) COLLINS, R; La conquista árabe 710-797, Historia de España III, Barcelona 1991, p 48.
(11) El incumplimiento de cláusulas (impago de tributos, trato hostil, falta a la fidelidad) no sólo suponía una anulación jurídica del contrato, sino también una reacción violenta. Recordamos como los emires y califas recurrieron a las expediciones de castigo para recordar las obligaciones tributarias. GARCÍA DE CORTAZAR, J. A; La sociedad rural en la España medieval, Madrid 1988. Sobre la naturaleza de los pactos: PASTOR DÍEZ DE GARAYO, E; Castilla en el tránsito…. También en MARTÍNEZ DÍAZ, G; El condado de Castilla…, p. 54: donde se diferencian además los suscritos entre los sometidos voluntariamente (ahd-tratado) de los que capitularon con alguna resistencia (suhl).
(12) Definimos así, como ya hemos dicho, a los habitantes del ducado asturiense, por oposición a la aristocracia hispano-visigoda. No confundir, repetimos, con la etnia que en tiempos prerromanos habitaba la conquista cantábrica.
(13) La crónica Albedense asume este liderazgo como natural, la Rotense mediante la elección.
(14) “Y poco tiempo después vino a Asturias Alfonso, hijo de Pedro, duque de los cántabros, de regio linaje. Tomó por esposa a la hija de Pelayo, llamada Emersinda. Éste, junto con su suegro y también después, logró muchas victorias…”, Crónica de Alfonso III, Versión Rotense, Traducción de MORALEJO, J. L; en Crónicas Asturianas, Oviedo, 1985.
(15) Con esto no estamos indicando que la fragmentación política del estado visigodo se deba a la existencia de un protofeudalismo en dicho estado, sino a una crisis en la estructura productiva. Como ejemplo: MINGUEZ, J. M; Las sociedades feudales, Madrid 1994, pp. 55.
(16) PASTOR DÍEZ DE GARAYO, E; Castilla en el tránsito…
PD: Este artículo ha sido posible gracias a la colaboración de "Lapatri"
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