Autor: J.J.Guijarro
miércoles, 26 de enero de 2005
Sección: Roma y Grecia en Celtiberia
Información publicada por: J.J.Guijarro
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Miaccum: en busca de la mansio perdida
Los trabajos arqueológicos desarrollados por el Servivio de Arqueologia de Collado Mediano en el yacimiento de El Beneficio-Miaccum desde el pasado año han permitido localizar, tras un exhaustivo estudio arqueológico e histórico, la 'desaparecida' mansio de Miaccum.
Aquí ofrecemos a la comunidad un extracto de un trabajo científico más amplio que está a punto de salir a la calle.
INTRODUCCIÓN
No debían saber los Anticuarios de la Real Academia de la Historia que, desde 1917, entre las pilas de cartas, documentos y papeles del Gabinete de Antigüedades se encontraba la solución a los desvelos de muchos investigadores de la época y de muchos otros que tomarían su relevo en el ardiente estudio de la Vía romana 24 o de La Fuenfría.
En esa carta, con un sobre modesto dirigido al Padre Isla desde la modesta Parroquia de San Ildefonso de Collado Mediano, el párroco de ésta, D. Ricardo Fernández García, daba oportuna y exacta cuenta de los espectaculares hallazgos realizados en las cercanías del pueblo.
Mucho dudamos que D. Antonio Blázquez y Delgado-Aguilera supiese nunca de la existencia de esta carta. Su espíritu sagaz y el cariño y dedicación con que trató siempre a la Vía de la Fuenfría, pero sobre todo sus desvelos por situar de forma correcta las mansio de Miaccum y Titulciam, le habrían llevado a asociar de forma inmediata los hallazgos de Collado Mediano con esta importante vía. Así habría sido dado por zanjado, sin apenas comenzar, el problema secular que hoy nos ocupa y que también nos ha robado horas preciosas.
Queda para el anecdotario si algún tipo de enfrentamiento personal o enconamiento profesional llevó a José Ramón Mélida, entonces Anticuario Perpetuo de la Institución, a no ofrecer la información a Blázquez. Tal vez simplemente ni siquiera él mismo abriese una carta dirigida a un desconocido...cuando no a un difunto.
El Padre Isla de nuestra carta no puede ser otro que D. José Francisco Isla, fallecido en 1781. De ser así, difícilmente podría haber atendido a la modesta llamada de atención del Padre Fernández. No obstante, en la docta Institución, como en otras, la falta de personal, la desidia o el exceso de celo ha dificultado de forma notable el desarrollo correcto de los acontecimientos. Sirva tal vez este hecho como justificación.
No debe pasarse por alto tampoco que es precisamente durante la concurrencia de Mélida como Anticuario Perpetuo cuando el Gabinete de Antigüedades inicia una llamativa y acusada fase de disminución de su actividad (Almagro Gorbea, 1999).
El caso es que, este documento escueto pero sin desperdicio alguno, quedó relegado al olvido hasta que la reorganización del Gabinete sacó a la luz el Catálogo e Índices de la Comisión de Antigüedades de Madrid (Maier, 1998).
En el catálogo ésta era una carta más, pero para nosotros suponía un acicate especial pues desde 1997 dirigíamos el Proyecto de Investigación sobre poblamiento Neolítico y Megalitismo en la Comunidad de Madrid teniendo a nuestro cargo la prospección, entre otros términos municipales de la Sierra, del municipio de Collado Mediano. Es más, en ese mismo año habíamos sondeado, a la búsqueda de túmulos prehistóricos y por encargo expreso de la Dirección General de Patrimonio Histórico como Asistencia Técnica, un extraño amontonamiento de tierra, tejas, piedras y ladrillos en el paraje de El Beneficio, en ese mismo municipio.
El yacimiento resultó ser de cronología más reciente que lo encomendado en nuestra carta de encargo motivo por el cual se levantó un acta e informe preliminar del sondeo y se dictaminó lo que entonces se esperaba, que su cronología era histórica y no prehistórica.
Desde que tuvimos la oportunidad de leer la misiva del párroco de San Ildefonso jamás pudimos olvidar lo explícito de lo señalado. Por ello, movida la acción por la curiosidad y el buen hacer profesional, en la III Campaña del mencionado Proyecto regresamos varias veces al municipio con la intención de localizar el enclave señalado...siempre sin fortuna.
Pero la vida da muchas vueltas, y en arqueología más –eso lo saben bien quienes están leyendo estas líneas- y hete ahí que en el año 2002 gracias a la arqueóloga Cristina Ruiz y a algunos artículos que habíamos escrito sobre la zona según avanzaban nuestras excavaciones en el cercano dolmen de Entretérminos y las investigaciones de nuestra Tesis (Jiménez Guijarro, 1998;2000), llegamos de nuevo a Collado Mediano. Gracias a esta arqueóloga y al empeño de Juan Carlos Bustos, Alcalde de la corporación, conseguimos sacar adelante un Proyecto de Investigación y un Inem que en 2003 trabajaba, con ocho personas a pleno rendimiento en el municipio.
Ese fue el momento de los paseos, del tiempo para pensar...y de los quebraderos de cabeza. Así regresó la carta del párroco, como una leve brisa de invierno que acaricia fría la cara del arqueólogo avezado –que es el que está en el campo...y no el del despacho por mucho que alguno de mis maestros me lo hiciese creer durante años-. Así regresó la carta y las palabras de Don Ricardo tomaron voz, y allí, ante nosotros, por donde pasamos cien veces, donde yo mismo excavé años atrás, asomaban desafiantes las canteras someras del pórfido...y los ladrillos, y los muros y la argamasa...y las tejas...
La insistencia de algunos vecinos de Collado Mediano y el interés de la corporación municipal nos condujo, como un torbellino a un descubrimiento escalofriante. Allí estaba todo, removido, olvidado, con casi cien años a la espalda y una Guerra que borra memorias cuando no las aniquila. Ante nosotros las ruinas, tímido asomo de muro, se convirtieron en la vetusta Pompeya.
Claro, que la gente del pueblo, la que de verdad conoce los recovecos de la Historia –muchas veces porque forman parte cotidiana de ella- siempre tiene algo más de información de lo que parece. Sobre todo más información de la que de forma alegre pero inquisitiva les solicitamos los arqueólogos.
Quizás por ello aquellas personas tenían algo más de información...y en ella, con rigor científico y bisturí certero, basaba su empeño –que era mucho- en que centrásemos nuestras pesquisas en El Beneficio. Allí era conocido que habían excavado, cuando menos, un maestro de escuela allá por los 40 o 50 y D. Rufino Ortega, el penúltimo sacerdote titular de la Iglesia de San Ildefonso que con gran ahínco y desvelo, acompañado de una caterva de chavales, se había empeñado en arrojar algo de luz acerca de tan misteriosas ruinas. Intención puso mucha, pero debían de ser –como siempre- malos tiempos para la arqueología y nadie le hizo caso. Tal vez por aquellos felices años 70-80 la creencia de algunos arqueólogos de que un aficionado era un peligro había calado tan hondo que derivó en un incomprensible ostracismo hacia quienes más datos tienen siempre y con más desprendimiento y generosidad los comparten.
Perdió la Historia la segunda oportunidad para resolver el acertijo y El Beneficio, junto a Collado Mediano volvió a quedar arrinconado por la historia –así, con minúscula, que la de verdad, la de la H, no conoce de bajezas ni ostracismos- y vetado su acceso a la investigación arqueológica.
Con el permiso de excavación en la mano y un nuevo Inem de cinco arqueólogos en el bolsillo, hincamos el pico en la cima misma del montículo. Y digo pico porque la piqueta rebotaba sobre la tierra compactada que había dejado en herencia un circuito de motocross ilegal que pasaba literalmente por encima de los restos arqueológicos.
Tres días bastaron para que se empezasen a dejar ver los muros trabados con mortero de cal, las tejas curvas, los ladrillos de hypocaustum, los bipedales...y algo más tarde las sigillatas y las cerámicas de cocina. Nuestro júbilo era total. Un poco más y allí estaban también los restos humanos a los que se refería la carta de Don Ricardo, y un sin fin de muros que delimitaban, día a día estancias, accesos, derrumbes, hornos...
Por entonces el Ayuntamiento había establecido las pautas básicas de trabajo y tomado tan en serio las recomendaciones de su recién estrenado y flamante Servicio de Arqueología que procedió al cierre de la zona. La restricción del paso hizo un bien inmediato que pocos han sabido ver: ya no hay motos...y eso es una victoria, porque algunos aficionados al campo motorizado –que se disfruta de otra forma- no comprenden que la libertad de uno acaba justamente donde empieza la de los demás. Gran acierto celebrado con pocas alharacas pero que yo quiero reconocer públicamente desde aquí. Luego se cerró el recinto destinado a la excavación para permitir una mayor protección y el desarrollo cómodo de los trabajos hasta hoy y esperemos que mañana también.
NUEVOS HALLAZGOS EN TORNO A LA VIA 24
Estudiado con detenimiento, el Itinerario de Antonino, aún cuando no deba ser considerado una especie de Biblia oficial de la caminería romana –¡ay, si supiésemos de veras con cuántas páginas originales se escribió ese otro magno libro!- no merece el ultraje de tacharlo de incompleto o poco cuidadoso tan sólo porque lo que dice no se acomoda con nuestras expectativas.
Así, Saavedra, uno de los máximos especialistas en caminería romana de fines del siglo XIX, había señalado entre Segovia y Miaccum la clara omisión de una mansio que él creía haber localizado en el Ventorrillo del Duende, a tres kilómetros de Guadarrama (Saavedra,1862). Aún no se había establecido como seguro el tránsito a través de la Fuenfría y ya, para que los cálculos encajasen, se había supuesto la falla del Itinerario.
Con estas noticias y conocimientos D. Antonio Blázquez se dispuso, desde 1906, a buscar el paso serrano que conectase, siguiendo el Itinerario, ambas mesetas. Fruto de estos desvelos fue el hallazgo por parte del avisado ingeniero de montes, D. Alberto Martínez, de un miliario en las proximidades del Puente de la Venta [de Santa Catalina] de Cercedilla.
Gracias a este célebre y bien conocido hallazgo quedó demostrada la existencia de un trazado viario que desde Segovia, a través del Puerto de la Fuenfría, bajaba hacia las tierras de la Meseta Sur pasando por Miaccum.
Blázquez, como muchos otros investigadores, tomó en su primera publicación por válida la conjetura de Saavedra acerca de la carencia de una mansio y situó Miaccum en las proximidades de Madrid, a orillas del Arroyo Meaques (Blázquez, 1911). Erró el sabio en la situación de Albucella en Villalba como bien rectificó con posterioridad (Blázquez, 1912) y pensamos, como han señalado numerosos investigadores, entre los que queremos destacar a G. Arias, también erró en la situación de Miaccum.
Lamentablemente la transcripción del miliario que publicó Blázquez no era muy completa debido a la extrema dificultad para leer el campo epigráfico. Un trabajo exhaustivo de Ruiz Trapero, de Santiago y Olmos (2001) ha venido a arrojar algo de luz al respecto. La lectura que ellos dan, basada en la de Stylow (1994) y con la que tras revisar la pieza estoy de acuerdo, es la siguiente:
[-]CO +
[-]DECIO LG AVG PR P
[-]+ P XVII
Se advierte la discrepancia entre las lecturas de Blázquez y estos últimos autores en la tercera línea, donde el primero de ellos leía C [-] VII, interpretándolo como el VII Consulado de Vespasiano.
No es mucho, pero es suficiente para trazar una hipotética adscripción a una restitución de piedras miliarias y tal vez mejora de parte del trazado por parte del gobernador de la Hispania Citerior, C. Messius, Q.L. Decius Valerianus –luego emperador Decio Trajano-. El miliario estaría dedicado a Maximinus Augustus y a Maximus Cesar y podría datar de los primeros meses del 238 d.C.
Sabemos de la existencia de otro fragmento de miliario, más reciente, tal vez del siglo IV, recuperado junto al anterior (Ruíz Trapero et alii, 2001:223). Por tanto es de suponer que un camino construido en el siglo I o II d.C., cuyos miliarios fueron restituidos en el siglo III d.C. estaba en funcionamiento aún en el siglo IV d.C. bajo dominio romano.
No es este momento para tratar con detenimiento la implicación de este tipo de miliarios y su relación con el proceso de romanización de la sierra madrileña. Será algo sobre lo que incidiremos en próximos trabajos.
Pero sabemos también algo más trascendente: desde el Puente donde se recuperó la miliaria de Cercedilla hasta una de las dos mansio señaladas por el Itinerario –Segovia o Miaccum- había XVII millas.
Blázquez señaló al respecto que no podíamos fiarnos de que la lectura de millas, en caso de serlo, fuese correcta, ya que podía hacer referencia, como en otras ocasiones, a las millas medidas desde dos o hasta tres mansio anteriores. En el caso de Cercedilla esto me parece absurdo, pues si hay un verdadero lugar, como veremos en un momento, donde son necesarias este tipo de indicaciones, es en un puerto de montaña. La disyuntiva reside en si uno asciende o no el puerto y dónde dirigirse a pernoctar.
Es en cierto modo lógico pensar que esta mansio se tratase de Segovia. Para llegar a esta conclusión nos basamos en varios datos. En primer lugar sería lógico que al inicio del ascenso del puerto se señalase la distancia hasta la siguiente posada, que sería Segovia, al otro lado de la Sierra. No debemos olvidar que el tránsito de este tipo de vías no debía ser un viaje de placer y que atravesar tierras poco pobladas y quizás mal defendidas podría resultar harto arriesgado. Ni qué decir tiene lo que debía suponer hacer ese trayecto en pleno invierno cuando a uno aún se le ponen los vellos erizados al pensar en atravesar Navacerrada tras unos días de nieve.
Por otra parte, si tenemos en cuenta que la distancia entre Segovia y Miaccum, según el Itinerario es de XXIV millas, quiere decir que desde ese miliario hasta la otra mansio debía haber VII millas. A la vista de este dato inequívoco es imposible que el miliario se refiera a Miaccum. Sin embargo si es a Segovia a quien se refiere, las millas –empleando la milla de 1480 metros o la de 1666 metros- se ajustan bien al recorrido real. Si pensásemos que desde el miliario hasta Miaccum había XVII millas –algo que a algún municipio podría interesarle-, sería obligatorio que desde él hasta Segovia hubiese VII... y eso no ocurre ni siquiera trazando el camino en línea recta.
Por ello, desde el puente del miliario hasta Miaccum debe haber VII millas, esto es, 10’36 kilómetros tomando la milla de 1480 metros o un máximo de 11’66 kilómetros tomando la de 1666 metros. Así, la situación de Miaccum no puede superar esta extensión máxima en línea recta. Curiosamente El Beneficio queda perfectamente comprendido en esa misma distancia, mientras que otra de las pretendidas candidatas a situar esta mansio, allá por las tierras de Collado Villalba, en las proximidades del Arroyo del Guatel (Arias,1987), y en cuyas cercanías se recuperaron algunas aras votivas (Ruíz Trapero, 2001), queda fuera del límite máximo de distancia tomada en línea recta –que ya es de por sí irreal-.
Gonzalo Arias (1987) ya situó hace años, en una de sus interpretaciones al camino de la Vía 24 y al Itinerario, Miaccum en El Beneficio. Aunque también lo hizo en El Cerro de El Castillo, donde damos fe cierta de la inexistencia de restos arqueológicos. Sí los encontramos nosotros hace años en cambio en El Jaralón (Jiménez Guijarro, 2000), consistentes en restos de cerámica y sílex correspondientes al Calcolítico-Edad del Bronce y posiblemente a la I Edad del Hierro a juzgar por la tipología de algún elemento de molienda descubierto en fechas recientes.
De El Beneficio se sabía lo que Arias recogió en los años 70. De estos datos, sin más evidencia, se colegía la existencia de un emplazamiento posiblemente romano sin más. Seguramente el peso de los descubrimientos realizados en las inmediaciones del Arroyo Guatel, incluidas las evidencias romanas, hicieron que la balanza se inclinase a favor de la creencia de que, de haber una mansio, debería estar allí. Nosotros mismos lo hemos pensado varias veces y tan sólo hemos llegado a la conclusión de que hubiese cierta relación entre la ‘posada’ de El Beneficio y un asentamiento mayor en las proximidades del Guatel. Pero aún está por determinar la verdadera entidad de los restos villalbinos.
Antes, y quizás fuese este dato el que condujo a Arias a Collado Mediano en sus andanzas provechosas, Blázquez y Sánchez Albornoz (1920:10) ya habían señalado la existencia entre los términos de Guadarrama y Collado Mediano (...)por donde va la cañada de ganados, a unos 500 metros de la actual carretera, existe el llamado pajar de La Puerta Latina. Dato interesante sobre el que casi nada hemos podido averiguar.
Hoy el panorama ha cambiado bastante. Desde que se iniciaron las excavaciones arqueológicas en El Beneficio-Miaccum en Julio de 2004 el creciente número de restos recuperados, la clara concentración de los mismos en un tramo temporal muy determinado y la existencia de tres fases de construcción sucesivas –cronológicamnete similares a los pretendidos tres momentos de construcción y reparación del camino de La Fuenfría- nos han llevado a la conclusión de que El Beneficio-Miaccum no puede ser más que la evidencia de esa mansio perdida y hoy felizmente hallada.
El edificio hallado presenta una estructuración peculiar en torno a unos baños modestos a los que se anexan áreas de servicio y un tramo de vial empedrado que le da acceso. No estamos ante una villa o lo que arquitectónicamente se esperaría que lo fuese. Más bien, todo lo descubierto hasta la fecha parece señalar hacia una edificación muy concreta y funcionalmente estructurada para la prestación de un servicio determinado.
La problemática principal del estudio de los trazados viarios romanos en la Península Ibérica, y en especial en zonas que como nuestra Sierra Norte no parece prolija en yacimientos –o tal vez en hallazgos- reside en el hecho de que, durante casi un siglo, cualquier tímida aportación hacía variar , de forma indefectible, el trazado de las vías.
Desde la famosa creación de Titulcia –la ficticia y moderna, que no la de origen romano- y el establecimiento de la igualdad entre el Arroyo Meaques y Miaccum por esa curiosa validez –un tanto problemática no obstante- de la asimilación fonética, se han sentado verdades como catedrales que, hoy por hoy no se sostienen. Razón tenía el afamado Albert Einstein cuando señalaba que en este mundo nuestro es más fácil desintegrar el átomo que un prejuicio. En Arqueología a veces desmontar lo que se ha tenido por cierto, por falaz e imaginario que esto fuese, supone una crítica acérrima.
Hoy, al fin de nuestro primer acercamiento a la temática viaria, y sin negar el enorme valor que el trabajo de muchos otros que nos han precedido supone, podemos señalar que, como diría Don Santiago Ramón y Cajal, no hay más religión que la de los hechos. Y hechos, lo que se dice hechos hay pocos fehacientes que sustenten el andamio de lo construido en torno al trazado viario de la Sierra de Madrid.
Tenemos la evidencia de un posible miliario localizado por Blazquez y Sánchez Albornoz (1920:11) en el camino de Torrelodones a Galapagar, en las proximidades del Puente de La Alcanzorla. Es no obstante piedra anepígrafa y dada a la confusión si tenemos en cuenta la presencia de algunas piedras similares en los trazados carreteros de época de Felipe II. Tampoco tenemos más evidencias que las dadas por estos investigadores para pronunciarnos a favor o en contra de la atribución. Para nuestro estudio no resulta muy relevante al carecer de epígrafe pero sí resulta factible que el camino descendiese hacia las tierras llanas de Las Rozas por este lugar.
Sabemos algo más. Miaccum no debió ser más que una posada de cierta importancia, eso sí, dada su ubicación en el acceso al paso de sierra. En cambio a Titulciam, la mansio siguiente en la Via 24 según el Itineraio, debe suponérsele una importancia mayor puesto que debió ser un nudo de comunicaciones que enlazaba los trayectos de las vías 24, 25, 26 y 29.
Hay que preguntarse de nuevo si es realmente necesario que cada mansio fuese en realidad algo más que una posada en el camino y si realmente es necesario que surgiese en torno a ella –en proximidad inmediata- una gran población. La respuesta es clara a la luz de las evidencias.
Pero tenemos algunos datos más de cierta relevancia. En primer lugar que parece existir una clara relación entre el trazado del viario romano y la existencia de un camino previo de origen indígena. No es gran descubrimiento este sobre el que ya han dado su opinión numerosos investigadores, pero sí permite suponer la existencia, en las inmediaciones de algunos de los principales puntos de parada en el trayecto, de restos de poblaciones indígenas. No en vano el comercio y en ocasiones la defensa también les incumbía a ellos. En algunos sectores del Sur de la Comunidad de Madrid este dato no es significativo, pero en el sector serrano, que tenemos la certeza acusó una población menor y quizás más tardía, sí presenta visos de ser un dato relevante.
Pero aún tenemos más. Mediante la técnica de localización que hemos empleado en nuestra investigación, hemos decidido seguir la regla de las distancias máximas de radio. Según esta y basándonos en los datos del Itinerario, hemos trazado una serie de círculos y arcos de círculo desde los puntos seguros y otros, provisionales, desde los lugares posibles de localización (Fig.1).
En esta regla, aún cuando no pueda aplicarse de forma tajante a todos y cada uno de los casos, hemos detectado que suele cumplirse el hecho de que la localización de las mansio no excede el arco máximo de radio. Como es de esperar, al contrario, las mansio suelen situarse dentro de este radio máximo, entre 2 y 5 kilómetros –a veces más, variando de la orografía- al interior del límite.
Este hecho, que creemos puede entenderse como una suerte de norma de límites, nos ha servido de apoyo a la hora de establecer la situación de algunos puntos del trazado y sobre todo para la confección de un mapa, creemos que más aproximado a la realidad, del sistema básico de viarios romanos principales. No entraremos de momento en los ramales secundarios, vías transversales, etc. puesto que es un tema que excede lo planteado en esta primera aproximación y sobre el que ya se está preparando un concienzudo estudio.
EVIDENCIAS MATERIALES
Respecto a los datos, como se ha señalado, tenemos que en El Benefico-Miaccum hemos empezado a desenterrar los restos de un edificio singular con un sistema termal modesto, un área de cocina y servicios, y lo que es más importante, una vía empedrada de servicio que daba acceso a las instalaciones.
Las evidencias constructivas, como señalamos antes, evidencian de momento tres fases constructivas. La primera, datada en el siglo I-II d.C. y por completo desmantelada, una segunda, que muestra ciertas variaciones en planta respecto a la fase anterior, datada entre los siglos II y IV d.C. –y que debe considerarse la fase más activa o importante a juzgar por los restos hallados y la entidad de las construcciones-, y una última fase, muy tímida, que reacondiciona espacios y estancias de la fase anterior y parece centrada en un área de servicios –tal vez un sector metalúrgico- asociada a un sector muy concreto del recinto. Esta fase se data en el siglo IV-V d.C.
No deja de ser curioso también que estas fases, como ya quedó dicho se asocien de forma directa a las diferentes fases de construcción, uso y reparación del camino romano. No en vano la mansio era por lo general un establecimiento público regido por un oficial mansionarius, con lo cual sería de esperar que en las diferentes reparaciones se efectuase también algún tipo de intervención en este tipo de establecimientos.
Resulta curioso que en el caso de El Beneficio-Miaccum las dos primeras fases constructivas han deparado evidencias de una destrucción que dio paso a la renovación de las instalaciones. Quizás esta persistencia en el establecimiento –aún dada la aparente inseguridad- se debiese más que nada al hecho deque no podía o debía ser trasladada la edificación a otro lugar. Este hecho corrobora nuestra tesis de que estemos ante una verdadera mansio cuya ubicación exacta cumplía un papel de cierta magnitud.
EL ‘NUEVO’ TRAZADO DEL ITINERARIO
Sobre el Itinerario, y de forma más concreta sobre su paso a la cartografía, han corrido ríos de tinta y sin duda seguirán corriendo aún. La arqueología, como base documental de la construcción secuencial y cultural asociada a la Historia es una ciencia que demuestra así su imperfección. Pero visto desde un aspecto positivo, esta misma falibilidad es la que permite el avance científico.
Por ello, basándonos en lo ya escrito y sin recurrir a un nuevo planteamiento minucioso y exhaustivo de cada uno de los tramos a los que se han dedicado con ahínco otros colegas, nos permitimos presentar las conclusiones fundamentales a las que nos conducen los estudios que, en torno a Collado Mediano y al yacimiento de El Beneficio-Miaccum, estamos llevando a cabo.
Hemos visto cómo hubo, años atrás, algunas aproximaciones acerca de la importancia que Collado Mediano pudo tener en la Antigüedad Romana. Para A. Blázquez y Sánchez Albornoz el paso de la Vía 24 por las tierras del municipio, coincidiendo en gran medida con lo que siglos después sería la cañada de merinas y el Camino Viejo de Segovia, era cosa cierta.
Más acertado fue el planteamieto de G. Arias quien llegó a señalar, por vez primera, la posibilidad de que Miaccum fuese El Beneficio. Sus trabajos fueron los que nos hicieron reflexionar en profundidad acerca de esta cuestión.
Sin duda si estos investigadores hubieran conocido la carta del párroco de San Ildefonso o hubiesen tenido la oportunidad de llevar a cabo las pertinentes excavaciones arqueológicas hubiesen llegado a la misma conclusión que nosotros.
Visto que no hay demasiados problemas para hacer coincidir las distancias que unían Segovia-Miaccum y sobre todo las que iban desde Miaccum hasta el miliario de Cercedilla, podemos señalar que la Vía 24 ascendería la falda Norte de la Sierra de Guadarrama hasta el Puerto de la Fuenfría. De allí descendía la ladera Norte, paralela al Arroyo de la Venta, lugar en cuyas proximidades -a 700 metros del Puente de la Venta de Santa Catalina- apareció la referida piedra miliaria (Blázquez, 1911).
Hasta aquí las evidencias del camino no dejan lugar a dudas. Si tenemos en cuenta los datos que sobre la presencia de tres posibles piedras miliarias situadas en las tierras de Guadarrama recogieron Blázquez y Sánchez Albornoz (1920:10) el camino podría pasar por las proximidades del Egido de Guadarrama y cercano a la linde con las tierras de Alpedrete.
Aquí empiezan –y continúan- las posiciones encontradas. Unos hacen coincidir la Vía 24 con una pretendida Vía de La Machota (Arias, 1987:380), bajando el camino desde Cercedilla directo por Los Molinos y Guadarrama hacia El Escorial. Impensable según nuestra opinión para una vía principal.
Para Blázquez y Sánchez Albornoz el camino, desde el miliario de la Venta de Santa Catalina, bajaría siguiendo el cordel de ganados, quizás por la denominada Puerta Latina (Ibidem, 1920:10), cercana a la Venta de ‘La Serranilla’ o de los Pajares de San Juan (Espinosa Montalvo, 1996:198) en tierras de Collado Mediano. Desde aquí descendería por el cordel ganadero limitando los términos de Alpedrete y Guadarrama. Está claro que el camino no iría en dirección Oeste, pasando por Los Molinos y Guadarrama.
Nosotros consideramos que el itinerario, desde el miliario de Santa Catalina descendería paralelo al Río de La Venta, pero por su margen izquierda –según su curso natural de descenso- por el camino viejo hasta las proximidades de la Ermita de Santa María y hasta el interfluvio de este Arroyo con el Río Puentes.
No tiene sentido que el camino romano cruce el Río de la Venta por el puente de Santa Catalina o de la Venta para tener que volver a cruzarlo una milla aguas abajo. Además, el pretendido paso del camino por Los Molinos y Guadarrama es ilógico puesto que en ese trazado es obligado que la vía atraviese no sólo el mencionado río, sino todos y cada uno de los arroyos que desde La Peñota descienden para desaguar en el Guadarrama.
Proponemos que el trazado siguiese, tras cruzar el Río Puentes paralelo al Cerro de la Peña del Sol, por el Collado de la Peña del Guijo y en la ladera de Jarahonda, paralelo siempre al Arroyo de La Ventilla hasta los Pajares de San Juan. Este es el camino que seguía el cordel ganadero tal y como señala J. Espinosa (1996:199) y el que conducía al Puerto de la Fuenfría hasta el Siglo XVI.
De aquí partiría un camino de dos millas de longitud que llevaría hasta la mansio de Miaccum, lugar de parada tras el descenso del Puerto de la Fuenfría.
Desde aquí la vía continuaría, tal y como la describieron Blázquez y Sánchez Albornoz (1920), por el cordel de ganados, siguiendo en parte el trazado del Camino Real y siempre paralela al Arroyo de Los Linos por Fuente Vallejo y Los Labajos.
El camino seguiría hacia Galapagar atendiendo a los importantes hallazgos epigráficos y romanos localizados en torno al kilómetro 40 de la vía férrea (Ruíz Trapero, 2001), los restos de calzada empedrada recuperados en el seguimiento arqueológico de las obras de Casrrama (J.M. Rojas, com. per.) en las proximidades de Galapagar, las evidencias romanas de esta localidad, y sobre todo el posible miliario localizado por Blázquez y Sánchez Albornoz en la carretera de Torrelodones a Galapagar, en el paso sobre el Guadarrama y al que antes se hizo alusión.
Una vez superado el Guadarrama a la altura de Torrelodones el camino descendería paralelo a la margen izquierda de este río. Según nuestros cálculos la siguiente mansio se encontraría situada en el interior de un triángulo hipotético con vértices en las proximidades de Torrelodones al Norte, Fuencarral-Alcobendas (proximidades del Arroyo de la Vega) al Este y Ventorro del Cano-Arroyo de Los Meaques al Sur.
Este límite máximo viene indicado (Fig.1) merced a la regla de los radios máximos por la distancia que el Itinerario establece (Tabla 1) entre Toletum-Titulciam, Miaccum-Titulciam y Complutum-Titulciam. Por el trazado y la orografía consideramos que la mansio de Titulciam podría haber estado ubicada en las proximidades del paraje denominado Casa Quemada, situada entre Las Rozas y Pozuelo. No obstante esta no es más que una ubicación aproximada y en cierto modo arbitraria.
Lo cierto es que la localización de la mansio de Miaccum nos permite no sólo ubicar de forma muy aproximada Titulciam, sino que a su vez parece corroborar la ubicación de la mansio de Vico Cuminario –perteneciente a la Vía 29- en las inmediaciones del Caserío de Milla, al Sur de Quijorna. Este hecho revalida la hipótesis de que el camino de la Vía 29, como era lógico pensar, viniese desde Extremadura por las tierras abulenses, en un trayecto similar –cuando no coincidente- con las actuales carreteras CL-501 –por Santa María del Tiétar como acertadamente señaló G. Arias (1987), M-501 por Chapinería y al Sur de Quijorna y Brunete por el Caserío de Milla (ubicación de Vico Cuminario) y por Boadilla del Monte hasta Casa Quemada o el Ventorro del Cano (ubicación de Titulciam).
Además el perfil definitivo de los caminos queda menos sinuoso y zigzagueante que lo que se pensaba hasta la fecha. Los pasos de ríos y arroyos se minimizan –como es lógico en una obra en cierto modo concebida de modo previo y planificada- y se acierta a entender cómo el camino romano, al menos en el sector serrano parece seguir un itinerario anterior que pasaba al pie de numerosos castros y asentammientos de grupos indígenas.
REFERENCIAS MILES DE PASOS
Miliario Santa Catalina-Miaccum 7
Miliario Santa Catalina- Segovia 17
Segovia-Miaccum 24
Miaccum-Titulciam 24
Titulciam- Vico Cuminario 18
Tabla 1- Distancias validadas para la ubicación de las mansio.
CONCLUSIONES
En lo esencial el descubrimiento de la mansio de Miaccum en el yacimiento de El Beneficio no viene a suponer más que una confirmación de cuatro extremos:
A- El Itinerario, aún cuando deba ser considerado con cautela, no presenta en el trazado que nos interesa un error tan grave como es el de la omisión de una mansio. Por ello, a la luz de los datos no es necesario añadir milla alguna al mismo.
B- El trazado fundamental de la Vía 24 discurre por un camino que, a juzgar por los asentamientos indígenas ya estaba en funcionamiento en época prerromana.
C- No es necesario recurrir a empalmes ni a nuevos trazados viarios de dudosa veracidad que demuestren que el camino va por donde uno quiere hacerlo ir.
D-Las mansio no siempre se corresponden con ciudades ni dieron lugar a grandes asentamientos a su alrededor. Visto de otro modo, un lugar prolijo en hallazgos tal vez no sea el emplazamiento ideal de una mansio intermedia. Tal vez sí de una coincidente con un cruce de caminos.
El plano que hemos elaborado es el esqueleto principal del trazado viario que señala el Itinerario. Por supuesto no debe pensarse que estos eran todos los caminos que el Imperio estableció y empleó en nuestro solar. Es más que probable, y las evidencias así vuelven a demostrarlo, que existiese una red de caminos secundarios asociados a las posadas que facilitasen el tránsito a lo largo y ancho del territorio.
Así, merced a las evidencias arqueológicas puede suponerse una derivación en dirección Este-Oeste que enlazase Miaccum con Arriaca a través de Colmenar y Talamanca. Gracias a este camino, con evidencias materiales a su paso por El Boalo, Manzanares y Colmenar el viajero se evitaría la obligación de descender la ‘rampa de Galapagar’ para ascender de nuevo a la búsqueda del camino de Caesaraugusta.
Debemos ser cautos no obstante ante la multiplicidad de caminos. Sin duda muchos de ellos debieron estar en funcionamiento en época romana pero supeditados en un principio –siglos I-II d.C.- a los trazados principales.
Solucionado uno de los problemas principales del trazado viario romano original en la Sierra de Madrid, es hora de ponerse manos a la obra con la búsqueda de las vías secundarias y con ambas evidencias tratar de superar esta etapa de erráticas búsquedas, para destinar el tiempo al estudio concienzudo de la incidencia de la romanización en el área serrana madrileña, la importancia del comercio, los establecimientos militares, el crecimiento de grandes asentamientos y el por qué de sus emplazamientos, etc.
Los trabajos iniciados en Collado Mediano arrojan datos de interés, pero sobre todo están abriendo al equipo encargado de su estudio interesantes vías de interpretación para algunos de estos interrogantes. Es necesaria, no obstante, la publicación de trabajos de otros equipos y otras áreas para poder llegar, en un futuro próximo, al establecimiento de teorías globales tan necesarias hoy en día.
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