La
idea no prosperó, pero sin embargo con los beneficios obtenidos de las
representaciones teatrales de la obra "Juan sin tierra" que tuvieron
lugar en Teruel, una comisión presidida al efecto por el Gobernador
Civil, D. Miguel Díaz, encarga una urna apropiada para albergar las
momias. El templete, más que una urna por su forma y disposición, fue
realizada por el ebanista turolense Policarpio Serrano y colocado en
una sala colocada al efecto en el claustro de la citada Iglesia de San
Pedro.
Allí
estuvieron hasta el 27 de mayo de 1902, fecha en que fueron trasladados
a la capilla en la que han permanecido hasta su actual ubicación.
Durante
nuestra Guerra Civil (1936-39) los restos fueron trasladados para su
custodia a los sótanos del Convento de las Monjas Carmelitas de la
ciudad, para una vez finalizada la contienda, ser devueltos a su
anterior emplazamiento.
Ya
en el año 1955, con ocasión de los actos organizados para conmemorar el
IV Centenario de su descubrimiento, el diario local "Lucha" inició una
campaña a nivel nacional para la definitiva construcción de un digno
mausoleo. Y aun cuando la campaña no tuvo el éxito deseado desde el
punto de vista económico, Juan de Ávalos, durante su primera visita a
Teruel a instancias de los más destacados promotores de los actos,
"horrorizado ante la visión del espectáculo de aquellas momias", según
sus propias palabras, se comprometió a hacer algo digno de acuerdo con
la historia.
Tan
sólo unos meses después, Juan de Ávalos regalaba prácticamente su
espléndida y bellísima obra al pueblo de Teruel, logrando de esa manera
que el definitivo enterramiento de Isabel y Diego se convirtiera en el
más bello símbolo del amor y en lugar de obligado perenigraje para
todos los visitantes que acuden a Teruel.
Las
manos de Isabel y Diego que no llegan a rozarse, esculpidas por Juan de
Ávalos de forma insuperable, son la más bella expresión de la historia. |
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