Autor: Ego
jueves, 23 de junio de 2005
Sección: Artículos generales
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LA ESPADA VIKINGA.

Introducción a esta herramienta precursora de la espada medieval tradicional.

No existen evidencias que arrojen una evolución significativa desde las viejas espadas romanas hasta el último tercio del primer milenio de nuestra era. En el siglo XIX se encuentran dos yacimientos arqueológicos del siglo V de relativa importancia en este sentido: Kragehul Mose en Dinamarca y Vendel en Suecia. En ambos lugares aparecieron ambas armas del tipo romano, gladio y spatha, sin apenas variaciones respecto de las latinas.
Con la denominación de Era Vikinga (aprox. 700-1000 d.C) conocemos, para el estudio de la evolución de esta herramienta, según el catálogo de Petersen (1918) y Jakobsson (1992) y por supuesto, la tipología de Oakeshott´s (tal vez, el mayor historiador y anticuario sobre las espadas), un conjunto de espadas que se extienden por todo el norte, centro y oeste de Europa. Siguiendo la clasificación del Dr. Jan Petersen, encontraríamos un total de 26 variaciones de este grupo de armas, si bien es cierto que las diferencias son nimias, reduciéndose en su práctica totalidad a pequeñas variantes en la forma del pomo o la guarda.
Estas armas no son exclusivas de los pueblos vikingos, sin embargo fueron estos los que las dieron a conocer en el Sur del continente. Sirva como ejemplo que uno de los principales yacimientos de este tipo de espadas radica en Schelde (Bélgica), Holanda o Norte de Francia. Por cierto que, en un yacimiento noruego (Oppland Filke) apareció una de estas espadas en la tumba de un niño, arma notoriamente más pequeña que la de sus padres. Su nombre tradicional y común a la hora de clasificarlas, desde el siglo XIX, es el de “Espadas Vikingas”. En este sentido mencionaremos que en el sur de Europa aun se mantienen los modelos romanos clásicos, adaptados y perfeccionados pero sin apenas evolución morfológica.
Estas nuevas armas clasificadas como vikingas si manifiestan una evolución morfológica que las caracteriza: Aumento del grosor de la hoja hacia el puño y progresiva disminución hacia la punta. Continúan siendo rectas y de doble filo. La hoja no es tan aguda como cabría pensar, acabando en una punta casi roma, lo que denota la prioridad del tajo frente al estoque. Además, se desarrolla notablemente la longitud de la hoja, alcanzado en muchos casos los 90 cm. Armas más pesadas y grandes (aunque no superan el kilo y medio) que sus predecesoras romanas que bajan considerablemente el punto de equilibrio hacia la punta, facilitando la esgrima en combates de formaciones abiertas o sin formación ya que el golpe es poderoso pero la recuperación del arma es más pesada (más cercano a la falcata que a sus homónimas imperiales). Es un arma principalmente de ataque, dificultando la parada y defensa. El puño de este arma es corto, lo que implica el uso con una mano exclusivamente. Este hecho es consecuencia de la necesidad de defensa mediante escudo (por la propia dificultad de la espada para esta lAbor defensiva), lo que obvia la necesidad de la utilización del arma a dos manos. Asimismo, la guarda del arma se recorta lo que apoya la tesis de usar el arma como elemento meramente ofensivo, dejando la defensa del guerrero en otros medios activos como el escudo o pasivos como la armadura. No hay luchas de espada contra espada, como en las películas, solo tajos a diestro y siniestro (en realidad no a diestro y siniestro pues la técnica de uso estaba asentada y existían distintos golpes preestablecidos, pero para que nos entendamos, pues no pretendemos un estudio de esgrima). Indicaremos también que ya como característica común, estas espadas mantienen la acanaladura por ambas caras de la hoja.
Se conocen otros tipos particulares de espadas vikingas, por ejemplo, las británicas (Tipología V). Notoriamente más cortas, apenas alcanzan los 75 cm y cuya guarda, también corta, se curva ligeramente hacia la hoja así como el pomo en sentido contrario. Estas espadas fueron comunes en las islas entre los años 875-950.
Por otro lado encontramos otra subcategoría en las espadas Noruegas de estos años (aprox. 775-900). A veces también encontradas en tierras suecas y raramente en Dinamarca. Son espadas cuya hoja carece de doble filo, más cercanos a los sables comunes de caballería salvo que poseen una hoja recta y el puño propio de estas armas a caballo. Carecen de acanaladura y siendo más cortas que las vikingas características la punta es más aguda que sus homónimas del sur, lo que facilita ataques de estoque y tal vez fueran armas para la caballería. Se conservan algunos modelos de estas curiosas armas en el Scottish National Museum en Edimburgo o el National Museum en Dublín. Probablemente restos de incursiones de pueblos escandinavos en las islas.
Propias del noroeste de Europa son las espadas vikingas cuyo pomo se basa en iconos zoomórficos y con guardas poderosas. Serían las vikingas del tipo III según la clasificación de Oakeshott. Muy comunes en la zona de influencia germana y escasas en tierras escandinavas o la península de Jutlandia.
En fin, muchas de estas espadas portaban, a modo de decoración, símbolos, runas o palabras en su hoja. Siembre cerca del puño y rara vez más allá de la mitad de la hoja. También el maestro herrero, dueño del secreto de su construcción, alojaba su firma en estas herramientas de tan funesto objetivo y secreta fabricación. El más conocido proviene de las cercanías de Manhenim en el sureste de Alemania. Bajo la “firma” de Ulfberht existen numerosas espadas a lo largo de 200 años, si bien es cierto que no sabemos si este nombre hace referencia a una persona en particular y su escuela o a una familia de herreros. Desde luego tuvo que ser un importante herrero pues no son pocas las armas que recogen este nombre. “Leofric me fec”, “Hiltipreht”, “Hartofer”, “Ranvic” o “Tasvit”. son otros nombres comunes en algunas de las espadas halladas.
También aparecen objetos que presumiblemente se fabrican incluyendo el nombre de su dueño. Tal es el caso de “Ingelrii” con inscripciones adicionales como “Homo Dei”. Espada vikinga tardía perteneciente a un cruzado en torno al año 1099 de nuestra Era y aparecida en las cercanías de Dresde.

Una evolución de la espada vikinga deriva en la conocida como espada normanda (950-1100 d. C). Denominada así al sentarse las bases de su desarrollo con el advenimiento de Carlomagno al trono y cuyo máximo desarrollo se produce en torno al cambio de milenio. La morfología radica básicamente en su predecesora vikinga pero se aprecia una reducción en la anchura de la hoja así como de la longitud. El punto de equilibrio se retrotrae hacia el centro del arma facilitando la defensa con la misma. Asimismo, se dota el arma de una guarda, más larga lo que aumenta la protección de la mano que la maneja. Este es el paso preliminar hacia las grandes espadas medievales tradicionales. Se apunta ya, en este momento, a una espada con características ofensivas y cierto talante defensivo, a diferencia de las vikingas. La punta de la hoja se vuelve más aguda, de manera que la estocada cobra cierta importancia aun siendo el tajo el ataque básico de ese tipo de espadas.
Sin duda, la espada Vikinga es la más importante en la evolución de esta herramienta hacia el medievo. Es la primera que apunta un cambio respecto de sus predecesoras. El resto no mostrarán más que pequeñas variaciones morfológicas con el fin de adaptarse a la circunstancias guerreras del momento, sobre todo el arte de la esgrima y por supuesto, la técnica de su fabricación, lo que posibilita el uso de mejores aleaciones y tratamientos. Otro salto cuantitativo en la fabricación de la espada vendrá con el renacimiento (donde, como ya hemos indicado, se impone un nuevo uso de herrería dando luz a nuevas espadas como los montantes, mandobles, roperas y sus distintas variantes).

BIBLIO:
Oakeshott, R. Ewart, The Archaeology of Weapons (1960).
Petersen, Jan, The Norwegian Viking Swords (1919).
Lee A. Jones, Serpent in the Sword (1997).
Graham-Campbell, James, Viking Artefacts (1980).

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