Autor: guillen
viernes, 09 de marzo de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: guillen


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Atila y la batalla de los campos Cataláunicos

Trata de la vida de Atila y de la mas grande de sus batallas.
Y si os interesa el tema escribid y preguntad lo que no sepáis que alguno de estos druidas sabe mucho sobre roma



Atila y los hunos

Los hunos europeos parecen haber sido una rama occidental de los hsiung-nu, grupo proto-mongol o proto-túrquico de tribus nómadas del noreste de China y del Asia Central. Estos pueblos lograron superar militarmente a sus rivales (muchos de ellos de refinada cultura y civilización) por su predisposición para la guerra, su asombrosa movilidad y sus armas específicas, tales como el arco huno.

Atila nació en torno al año 406. La suposición de que a temprana edad era ya un jefe capaz y un avezado guerrero es razonable pero no existe forma de constatarla.

Otro de los nombres con los que se lo conocía era el de "Azote de Dios", debido a su gran poder de conquista. tras la muerte de su padre Atila se encuentra con su tio y decide acompañarlo para aprender el arte de la guerra.

El trono compartido.

Hacia el 432, los hunos se unificaron bajo el rey Rua o Rugila. En el 434 murió Rua, dejando a sus sobrinos Atila y Bleda, hijos de su hermano Mundzuk, al mando de todas las tribus hunas. En aquel momento los hunos se encontraban en plena negociación con los embajadores de Teodosio II acerca de la entrega de varias tribus renegadas que se habían refugiado en el seno del imperio de Oriente. Al año siguiente, Atila y Bleda tuvieron un encuentro con la legación imperial en Margus (actualmente Pozarevac) y, sentados todos en la grupa de los caballos a la manera huna, negociaron un tratado. Los romanos acordaron no sólo devolver las tribus fugitivas (que habían sido un auxilio más que bienvenido contra los vándalos), sino también duplicar el tributo anteriormente pagado por el imperio, de 350 libras romanas de oro (casi 115 kg), abrir los mercados a los comerciantes hunos y pagar un rescate de ocho sólidos por cada romano prisionero de los hunos. Éstos, satisfechos con el tratado, levantaron sus campamentos y partieron hacia el interior del continente, tal vez con el propósito de consolidar y fortalecer su imperio. Teodosio utilizó esta oportunidad para reforzar los muros de Constantinopla, construyendo las primeras murallas marítimas de la ciudad, y para levantar líneas defensivas en la frontera a lo largo del Danubio.
El imperio huno se extendía desde las estepas de Asia Central hasta la actual Alemania, y desde el Danubio hasta el Báltico
El imperio huno se extendía desde las estepas de Asia Central hasta la actual Alemania, y desde el Danubio hasta el Báltico

Los hunos permanecieron fuera de la vista de los romanos durante los siguientes cinco años. Durante este tiempo llevaron a cabo una invasión de Persia. Sin embargo, una contraofensiva persa en Armenia concluyó con la derrota de Atila y Bleda, quienes renunciaron a sus planes de conquista. En el 440 reaparecieron en las fronteras del imperio oriental, atacando a los mercaderes de la ribera norte del Danubio, a los que protegía el tratado vigente. Atila y Bleda amenazaron con la guerra abierta, sosteniendo que los romanos habían faltado a sus compromisos y que el obispo de Margus (cercana a la actual Belgrado) había cruzado el Danubio para saquear y profanar las tumbas reales hunas de la orilla norte del Danubio. Cruzaron entonces este río y arrasaron las ciudades y fuertes ilirios a lo largo de la ribera, entre ellas –según Prisco– Viminacium, que era una ciudad de los Moesios en Iliria. Su avance comenzó en Margus, ya que cuando los romanos debatieron la posibilidad de entregar al obispo acusado de profanación, éste huyó en secreto a los bárbaros y les entregó la ciudad.

Teodosio había desguarnecido las defensas ribereñas como consecuencia de la captura de Cartago por el vándalo Geiserico en el 440 y la invasión de Armenia por el sasánida Yazdegerd II en el 441. Esto dejó Atila y Bleda el camino abierto a través de Iliria y los Balcanes, que se apresuraron a invadir en el mismo 441. El ejército huno, habiendo saqueado Margus y Viminacium, tomó Sigindunum (la moderna Belgrado) y Sirmium antes de detener las operaciones. Siguió entonces una tregua a lo largo del 442, momento que aprovechó Teodosio para traer sus tropas del Norte de África y disponer una gran emisión de moneda para financiar la guerra contra los hunos. Hechos estos preparativos, consideró que podía permitirse rechazar las exigencias de los reyes bárbaros.

La respuesta de Atila y Bleda fue retomar la campaña (443). Golpeando a lo largo del Danubio, tomaron los centros militares de Ratiara y sitiaron con éxito Naissus (actual Nis) mediante el empleo de arietes y torres de asalto rodantes (sofisticaciones militares novedosas entre los hunos). Más tarde, presionando a lo largo del Nisava tomaron Serdica (Sofía), Filípolis (Plovdiv) y Arcadiópolis. Enfrentaron y destruyeron tropas romanas en las afueras de Constantinopla y sólo se detuvieron por la falta del adecuado material de asedio capaz de abrir brecha en las ciclópeas murallas de la ciudad. Teodosio admitió la derrota y envió al cortesano Anatolio para que negociara los términos de la paz, que fueron más rigurosos que en el anterior tratado: el emperador acordó entregar más de 6.000 libras romanas (unos 1.963 kg) de oro como indemnización por haber faltado a los términos del pacto; el tributo anual se triplicó, alcanzando la cantidad de 2.100 libras romanas (unos 687 kg) de oro; y el rescate por cada romano prisionero pasaba a ser de 12 sólidos.

Satisfechos durante un tiempo sus deseos, los reyes hunos se retiraron al interior de su imperio. De acuerdo con Jordanes (quien sigue a Prisco), en algún momento del periodo de calma que siguió a la retirada de los hunos desde Bizancio (probablemente en torno al 445), Bleda murió y Atila quedó como único rey. Existe abundante especulación histórica sobre si Atila asesinó a su hermano o si Bleda murió por otras causas. En todo caso, Atila era ahora el señor indiscutido de los hunos y nuevamente se volvió hacia el imperio oriental.

Rey único.

Tras la partida de los hunos, Constantinopla sufrió graves desastres, tanto naturales como causados por el hombre: sangrientos disturbios entre aficionados a las carreras de carros del Hipódromo; epidemias en el 445 y 446, la segunda a continuación de una hambruna; y toda una serie de terremotos que duró cuatro meses, derruyó buena parte de las murallas y mató a miles de personas, ocasionando una nueva epidemia. Este último golpe tuvo lugar en el 447, justo cuando Atila, habiendo consolidado su poder, partió de nuevo hacia el sur, entrando en el imperio a través de Moesia. El ejército romano, bajo el mando del magister militum godo Arnegisclo, le hizo frente en el río Vid y fue vencido aunque no sin antes ocasionar graves pérdidas al enemigo. Los hunos quedaron sin oposición y se dedicaron al pillaje a lo largo de los Balcanes, llegando incluso hasta las Termópilas. Constantinopla misma se salvó gracias a la intervención del prefecto Flavio Constantino, quien organizó brigadas ciudadanas para la reconstrucción de las murallas dañadas por los sísmos (y, en algunos lugares, para construir una nueva línea de fortificación delante de la antigua).

Ha llegado hasta nosotros un relato de la invasión:

La nación bárbara de los hunos, que habitaba en Tracia, llegó a ser tan grande que más de cien ciudades fueron capturadas y Constantinopla llegó casi a estar en peligro y la mayoría de los hombres huyeron de ella (…) Y hubo tantos asesinatos y derramamientos de sangre que no se podía contar a los muertos. ¡Ay, que incluso capturaron iglesias y monasterios y degollaron a monjes y doncellas en gran número!

Callínico, Vida de San Hipatio

Atila reclamó como condición para la paz que los romanos continuaran pagando un tributo en oro y que evacuaran una franja de tierra cuya anchura iba de las trescientas millas hacia el este desde Sigindunum hasta las cien millas al sur del Danubio. Las negociaciones continuaron entre romanos y hunos durante aproximadamente tres años. El historiador Prisco fue enviado como embajador al campamento de Atila en el 448. Los fragmentos de sus informes, conservados por Jordanes, nos ofrecen una gráfica descripción de Atila entres sus numerosas esposas, su bufón escita y su enano moro, impasible y sin joyas en medio del esplendor de sus cortesanos:
“La Fiesta de Atila”, cuadro del pintor húngaro Mór Than. Se basa en el fragmento de Prisco, al que representa de blanco en la parte derecha, sosteniendo su libro de historia.
“La Fiesta de Atila”, cuadro del pintor húngaro Mór Than. Se basa en el fragmento de Prisco, al que representa de blanco en la parte derecha, sosteniendo su libro de historia.

Se había preparado una lujosa comida, servida en vajilla de plata, para nosotros y nuestros bárbaros huéspedes, pero Atila no comió más que carne en un plato de madera. En todo lo demás se mostró también templado; su copa era de madera, mientras que al resto de nuestros huéspedes se les ofrecían cálices de oro y plata. Su vestido, igualmente, era muy simple, alardeando sólo de limpieza. La espada que llevaba al costado, los lazos de sus zapatos escitas y la brida de su caballo carecían de adornos, a diferencia de los otros escitas, que llevaban oro o gemas o cualquier otra cosa preciosa.

Durante estos tres años, de acuerdo con una leyenda recogida por Jordanes, Atila descubrió la “Espada de Marte”:

Dice el historiador Prisco que fue descubierta en las siguientes circunstancias: Cierto pastor descubrió que un ternero de su rebaño cojeaba y no fue capaz de encontrar la causa de la herida. Siguió ansiosamente el rastro de la sangre y halló al cabo una espada con la que el animal se había herido mientras pastaba en la hierba. La recogió y la llevó directamente a Atila. Éste se deleitó con el regalo y, siendo ambicioso, pensó que se le había destinado a ser señor de todo el mundo y que por medio de la Espada de Marte tenía garantizada la supremacía en todas las guerras.

Jordanes, origen y gestas de los godos” (XXXV)

Más tarde, los estudiosos identificarían esta leyenda como perteneciente a un patrón de culto a la espada común entre los nómadas de las estepas de Asia Central.

Atila en Occidente

Ya en el 450 había proclamado Atila su intención de atacar al poderoso reino visigodo de Toulouse en alianza con el emperador Valentiniano III. Atila había estado anteriormente en buenas relaciones con el imperio occidental y con su gobernante de facto , Flavio Aecio. Aecio había pasado un breve exilio entre los hunos en el 433, y las tropas que Atila le había proporcionado contra los godos y los burgundios habían contribuido a conseguirle el título –más que nada honorífico– de “magister militum” en occidente. Los regalos y los esfuerzos diplomáticos de Geiserico, que se oponía y temía a los visigodos, pudieron influir también en los planes de Atila.

En cualquier caso, en la primavera del 450, la hermana de Valentiniano, Honoria, a la que contra su voluntad habían prometido con un senador, envió al rey huno una demanda de ayuda juntamente con su anillo. Aunque es probable que Honoria no tuviera intención de proponerle matrimonio, Atila escogió interpretar así su mensaje. Aceptó, pidiéndole como dote la mitad del imperio occidental. Cuando Valentiniano descubrió lo sucedido, sólo la influencia de su madre, Gala Placidia, consiguió que enviara a Honoria al exilio en vez de matarla. Escribió a Atila negando categóricamente la legitimidad de la supuesta oferta de matrimonio. Atila, sin dejarse convencer, envió una embajada a Rávena para proclamar la inocencia de Honoria y la legitimidad de su propuesta de esponsales, así como que él mismo se encargaría de venir a reclamar lo que era suyo por derecho.

Mientras tanto, Teodosio murió a consecuencia de una caída de caballo y su sucesor, Marciano, interrumpió el pago del tributo a finales del 450. Las sucesivas invasiones de los hunos y de otras tribus habían dejado los Balcanes con poco que saquear. El rey de los salios había muerto y la lucha sucesoria entre sus dos hijos condujo a un enfrentamiento entre Atila y Aecio. Atila apoyaba al hijo mayor, mientras que Aecio lo hacía al pequeño. Bury piensa que la intención de Atila al marchar hacia el oeste era la de extender su reino –ya para entonces el más poderoso del continente– hasta la Galia y las costas del Atlántico. Para cuando reunió a todos sus vasallos (gépidos, ostrogodos, rugianos, escirianos, hérulos, turingios, alanos, burgundios, etc.) e inició su marcha hacia el oeste, había ya enviado ofertas de alianza tanto a los visigodos como a los romanos.

En el 451 su llegada a Bélgica con un ejército que Jordanes cifra en medio millón de hombres puso pronto en claro cuáles eran sus verdaderas intenciones. El 7 de abril tomó Metz, obligando a Aecio a ponerse en movimiento para hacerle frente con tropas reclutadas entre los francos, burgundios y celtas. Una embajada de Avitus y el constante avance de Atila hacia el oeste convencieron al rey visigodo, Teodorico I, de aliarse con los romanos. El ejército combinado de ambos llegó a Orleans por delante de Atila, cortando así su avance. Aecio persiguió a los hunos y les dio caza cerca de Châlons-en-Champagne, trabando la batalla de los Campos Cataláunicos, que terminó con la victoria de la alianza godo-romana, aunque Teodorico perdió la vida en el combate. Atila se replegó más allá de sus fronteras y sus aliados se desbandaron.

Invasión de Italia y muerte de Atila
Atila y sus hunos invadiendo Italia
Atila y sus hunos invadiendo Italia

Atila apareció de nuevo en el 452 para exigir su matrimonio con Honoria, invadiendo y saqueando Italia a su paso. Su ejército sometió a pillaje numerosas ciudades y arrasó Aquilea hasta sus cimientos. Valentiniano huyó de Rávena a Roma. Aecio permaneció en campaña, pero sin potencia militar suficiente para presentar batalla

Finalmente, Atila se detuvo en el Po, a donde acudió una embajada formada, entre otros, por el prefecto Trigecio, el cónsul Avieno y el papa León I. Tras el encuentro inició la retirada sin reclamar ya ni su matrimonio con Honoria ni los territorios que deseaba.

Se han ofrecido muchas explicaciones para este hecho. Puede que las epidemias y hambrunas que coincidieron con su invasión debilitaran su ejército, o que las tropas que Marciano envió al otro lado del Danubio le forzaran a regresar, o quizá ambas cosas. Prisco cuenta que un temor supersticioso al destino de Alarico, que murió poco después del saqueo de Roma en el 410, hizo detenerse a los hunos. Próspero de Aquitania afirma que el papa León, ayudado por San Pedro y San Pablo, le convenció para que se retirara de la ciudad. Seguramente la indudable personalidad de San León Magno tuvo más que ver con la retirada de Atila que la entrega a éste de una gran cantidad de oro, como suponen algunos autores, dado que tenía ya al alcance de su mano la plena posesión de la fuente de la que ese oro manaba.
El encuentro de San León Magno y Atila”, de Rafael, en el que se puede ver a San Pedro y San Pablo apoyando al papa desde lo alto en su encuentro con el rey huno.
El encuentro de San León Magno y Atila”, de Rafael, en el que se puede ver a San Pedro y San Pablo apoyando al papa desde lo alto en su encuentro con el rey huno.

Cualesquiera que fuesen sus razones, Atila dejó Italia y regresó a su palacio más allá del Danubio. Desde allí planeó atacar nuevamente Constantinopla y exigir el tributo que Marciano había dejado de pagar. Pero la muerte le sorprendió a comienzos del 453. El relato de Prisco dice que cierta noche, tras los festejos de celebración de su última boda (con una goda llamada Ildico), sufrió una grave hemorragia nasal que le ocasionó la muerte. Sus soldados, al descubrir su fallecimiento, le lloraron cortándose el pelo e hiriéndose con las espadas, pues –como señala Jordanes– “el más grande de todos los guerreros no había de ser llorado con lamentos de mujer ni con lágrimas, sino con sangre de hombres” . Lo enterraron en un triple sarcófago –de oro, plata y hierro– junto con el botín de sus conquistas, y los que participaron en el funeral fueron ejecutados para mantener secreto el lugar de enterramiento. Tras de su muerte, siguió viviendo como figura legendaria: los personajes de Etzel en el Cantar de los Nibelungos y de Atli en la Saga de los Volsung y la Edda poética se inspiran vagamente en su figura.

Otra versión de su muerte es la que nos ofrece, ochenta años después del suceso, el cronista romano Conde Marcelino: “Atila, rey de los hunos y saqueador de las provincias de Europa, fue atravesado por la mano y la daga de su mujer”. También la Saga de los Volsung y la Edda poética sostienen que el rey Atli (Atila) murió a manos de su mujer Gudrun, pero la mayoría de los estudiosos rechazan estos relatos como puras fantasías románticas y prefieren la versión dada por Prisco, contemporáneo de Atila. Siendo este el fin de 8 años que duro las invasiones de los hunos, los bárbaros que hicieron retroceder y extinguirse a Roma, el Imperio Romano de Occidente que lo único que quedaba prácticamente era Roma fue terminada y destruida por los vándalos, otro pueblo bárbaros.

Sus hijos Ellak (al que había designado heredero), Dengizik y Ernak lucharon por la sucesión y, divididos, fueron vencidos y desperdigados el año siguiente en la batalla de Nedao por una coalición de pueblos diversos (ostrogodos, hérulos, gépidos, etc). Su imperio no sobrevivió a Atila.

hunos, y en el que se habían establecido, como del tamaño de una ciudad grande, con sólidos muros de madera. Al propio Atila lo retrata así:

Corto de estatura, de ancho pecho y cabeza grande; sus ojos eran pequeños, su barba fina y salpicada de canas; y tenía la nariz chata y la tez morena, mostrando la evidencia de su origen”.

La apariencia física de Atila debía ser, muy probablemente, la de alguien del Extremo Oriente o del tipo mongol, o quizá una mezcla de este tipo y del de los pueblos túrquicos de Asia Central. En realidad, seguramente mostraba rasgos del oriente asiático, que los europeos no estaban acostumbrados a ver, y por eso lo describieron con frecuencia en términos poco elogiosos.

Atila es conocido en la historia y la tradición occidentales como el inflexible “Azote de Dios”, y su nombre ha pasado a ser sinónimo de crueldad y barbarie. Algo de esto ha podido surgir de la fusión de sus rasgos, en la imaginación popular, con los de los posteriores señores esteparios de la guerra, como Gengis Kan y Tamerlán: todos ellos comparten la misma fama de crueles, inteligentes, sanguinarios y amantes de la batalla y el pillaje. La realidad sobre sus caracteres respectivos puede ser más compleja. Los hunos del tiempo de Atila se habían relacionado durante algún tiempo con la civilización romana, particularmente a través de los aliados germanos (foederati) de la frontera, de modo que cuando Teodosio envió su embajada del 448, Prisco pudo identificar como lenguas comunes en la horda el huno, el gótico y el latín. Cuenta también Prisco su encuentro con un romano occidental cautivo, que había asimilado tan completamente la forma de vida de los hunos que no tenía ningún deseo de volver a su país de origen. Y la descripción del historiador bizantino de la humildad y sencillez de Atila no ofrece dudas sobre la admiración que le causa. Asimismo, está claro de los relatos del mismo Prisco, que Atila no sólo hablaba perfectamente el latín, sino que sabía escribirlo; además hablaba griego y otros idiomas, por lo que muy probablemente se trató de un hombre de gran cultura para los cánones de la época.

El contexto histórico de la vida de Atila tuvo gran trascendencia a la hora de configurar su posterior imagen pública: En los años de la decadencia del Imperio occidental, tanto sus conflictos con Aecio (conocido a menudo como “el último romano”) como lo ajeno de su cultura contribuyeron a cubrirlo con la máscara de bárbaro feroz y enemigo de la civilización con la que ha sido reflejado en un sinnúmero de películas y otras manifestaciones artísticas. Los poemas épicos germanos en los que aparece nos ofrecen un retrato más matizado: es tanto un aliado noble y generoso –el Etzel del Cantar de los Nibelungos– como cruel y rapaz –Atli, en la Saga de los Volsung y en la Edda poética–. Algunas historias nacionales, sin embargo, le retratan siempre bajo una luz favorable. En Hungría y Turquía los nombres de Atila y su última mujer, Ildico, siguen siendo populares actualmente. De forma parecida, el escritor húngaro Geza Gardonyi, en su novela A láthatatlan ember (publicada en español con el título de El esclavo de Atila ), ofrece una imagen positiva del rey huno, describiéndolo como un jefe sabio y querido.

Se ha clasificado a Atila como un "bárbaro" sin darse cuenta de que lo romanos llamaban así a cualquier pueblo que no fuera romano o romanizado, sin importar su grado de cultura ni su estado de civilización. Hay que tener en cuenta, a la hora de formarse una idea correcta del personaje, que lo relatos que nos han llegado son todos de pluma de sus enemigos, por lo que es imprescindible un adecuado expurgo de los mismos.

Aparte de esto, no es improbable que el jefe de una nación guerrera (un jefe inteligente) sopesara la ventaja propagandística de ser considerado por sus enemigos "el Azote de Dios", y que debido a ello fomentara esa imagen entre ellos.

El nombre de Atila podría significar “Padrecito”, del gótico “atta” (padre), con el sufijo diminutivo “-la”, ya que sabemos que muchos godos sirvieron en sus ejércitos. Podría ser también una forma pre-turca, de origen altaico (compárese con Ataturk y con Alma-Ata, la actual Almaty). Es muy posible que provenga de “atta” (padre) y de “il” (tierra, país), con el sentido de “tierra paterna” o “madre patria”. Atil era también el nombre altaico del actual Volga, río que tal vez dio su nombre a Atila.

La herencia de Atila

Los Hunos están intentando en la actualidad lograr su reconocimiento como minoría étnica en Hungría. Más de 100.000 hunos descendientes del Azote de Dios podrían vivir hoy entre Hungría y sus países vecinos. A pesar de su gran fama, poco se sabe del fin de este pueblo que atravesó 10.000 km hasta llegar desde Mongolia a Hungria. La hipotesis más razonable parece ser que la desintegración del imperio de los hunos a la muerte de Atila, y las enfermedades europeas(para un pueblo de la estepa asiatica con un sistema inmunologico muy diferente) dividieron y diezmaron a la población, que se fue mezclando por diferentes regiones, principalmente en Hungria y Rumania. No parece muy logico, que tras 100 años de asentamiento en Europa, ese pueblo desapareciera por completo, o volviera a rehacer el camino a la actual Mongolia.


Los Hunos están intentando en la actualidad lograr su reconocimiento como minoría étnica en Hungría. Más de 100.000 hunos descendientes del Azote de Dios podrían vivir hoy entre Hungría y sus países vecinos. A pesar de su gran fama, poco se sabe del fin de este pueblo que atravesó 10.000 km hasta llegar desde Mongolia a Hungria. La hipotesis más razonable parece ser que la desintegración del imperio de los hunos a la muerte de Atila, y las enfermedades europeas(para un pueblo de la estepa asiatica con un sistema inmunologico muy diferente) dividieron y diezmaron a la población, que se fue mezclando por diferentes regiones, principalmente en Hungria y Rumania. No parece muy logico, que tras 100 años de asentamiento en Europa, ese pueblo desapareciera por completo, o volviera a rehacer el camino a la actual Mongolia.



La batalla de los campos catalaunicos

El lugar donde se piensa que tuvo lugar la batalla fue en algún descampado en la margen izquierda del río Marne, cerca de la ciudad de Châlons, actualmente en el norte francés, aunque se desconoce la ubicación exacta. El enfrentamiento tuvo lugar durante los últimos días del mes de junio del año 451.

El ejército de Atila había invadido las Galias con la excusa de reclamar la mitad del Imperio Romano de Occidente como dote por su pretendido matrimonio con Honoria, hermana del emperador occidental Valentiniano III.

Después de arrasar todo el norte de la Galia y asediar Orleans, Atila salió al encuentro del ejército enemigo para no verse sorprendido y acorralado frente a las murallas de la ciudad. Decidió enfrentarse a los romanos y sus aliados en campo abierto. Formaban sus tropas toda suerte de pueblos germanos aliados y vasallos, desde los Urales hasta el Rin, de entre los que destacaban los ostrogodos, o godos orientales.

El ejército romano estaba comandado por el "magister militum" Flavio Aecio, apodado por los historiadores como «el último de los romanos», por sus denodados esfuerzos por defender un Imperio Occidental que se derrumbaba a pasos agigantados. Era éste un semibárbaro que de niño se había criado entre los hunos y otros bárbaros, y que por ello conocía bien sus costumbres y su modo de obrar. Las virtudes como diplomático y hábil negociador de Aecio no eran menos que las que tenía como militar, así que logró convencer a Teodorico, rey de los visigodos asentados en la Aquitania como "foederati" de la necesidad de una alianza para hacer frente a la invasión huna, que también ponía en peligro el llamado reino visigodo de Tolosa. Teodorico titubeó pero finalmente decidió aliarse con Aecio, y esto animó a otros pueblos germanos asentados en la Galia a unirse a los romanos.

Finalmente, aquel día de junio del 451 se encontraron en la llanura de Chalons los dos ejércitos. Los historiadores de la época hablan de un total entre ambos bandos que superaba el medio millón de hombres, pero esta cifra es seguramente exagerada y habría que reducirla a más de la mitad. En cualquier caso, prácticamente todas las naciones de Europa se enfrentaron en Chalons, en lo que fue sin duda una de las batallas más grandes e importantes de la Historia: hunos, ostrogodos, alanos, visigodos, francos, romanos... Algunos francos decidieron unirse a los romanos, mientras que otros se unieron a las huestes germanas del rey huno.

Llegado el momento del enfrentamiento, los hunos se situaron en el centro, con sus fieles aliados ostrogodos a la izquierda y el resto de aliados germanos en el flanco derecho, de entre los que destacaban los gépidos. Los romanos por su parte, junto con los francos, lograron situarse sobre una pequeña colina que dominaba la llanura frente al flanco derecho de Atila, y con los visigodos de Teodorico en el flanco derecho; en el centro dispusieron a los alanos, de quienes tanto Aecio como Teodorico no tenían por segura su lealtad, de modo que les resultara difícil traicionarles y abandonar el campo de batalla.

Tras arengar a sus tropas y animarles a pesar de la toma estratégica de la colina por los romanos, el ejército de Atila inició la batalla tiñendo el cielo de negro con sus flechas. Atacó entonces a los alanos en el centro, mientras que los ostrogodos embestían a los visigodos. En un principio Atila obtuvo una gran ventaja al atravesar con facilidad el centro enemigo defendido por los alanos, pero los romanos resistían en sus posiciones en la colina, y Atila dirigió a sus hunos contra los visigodos de Teodorico; éste se batía contra los enemigos en primera línea de combate, gritando sobre su caballo y arengando a sus hombres a seguir combatiendo, cuando por intentar dar muerte a Atila, fue derribado por flechas hunas. Al saberse esto, los visigodos de la retaguardia nombraron inmediatamente a su hijo Turismundo como nuevo rey, y éste prosiguió la batalla lanzando de nuevo a sus hombres contra los ostrogodos, que fueron finalmente rechazados.

Atila se encontraba entonces en una difícil posición, entre los visigodos de Turismundo y los romanos de Aecio; la colina defendida por los romanos había costado un gran número de vidas y a pesar de todo no había sido tomada, y ante la perspectiva de verse rodeado emprendió la huida hacia el círculo de carromatos que protegía su campamento, donde se refugió mientras los hunos no dejaban de disparar flechas desde su interior para defenderlo.La batalla había durado desde el alba hasta el crepúsculo.

Aquí se inicia un momento que entre los historiadores ha creado no pocas especulaciones. El caso es que en lugar de asestar el golpe final a los hunos y a Atila, que ordenó incluso preparar su pira funeraria para evitar ser cogido vivo, Aecio no atacó las posiciones defensivas de Atila y este pudo, más tarde, retirarse más allá de la frontera del Rin. La opinión de Jordanes, historiador de la época que nuestros contemporáneos han hecho suya también, es que Aecio no quería romper el equilibrio de fuerzas existentes y pensó que aplastar a los hunos podría dar alas a los visigodos para expandirse por toda la Galia y amenazar la misma Roma. Pero no hay que olvidar que Jordanes era visigodo.

Es cierto que Aecio había hecho y desecho alianzas con varios pueblos bárbaros (especialmente los hunos) antes de la aparición de Atila, pero no parece claro que pudiese pensar en algún beneficio que reportase el permitir a Atila conservar su ejército (que de hecho al año siguiente invadió Italia), y tampoco podía tener muchos motivos para temer a los visigodos, que hasta entonces se habían asentado pacíficamente en la Aquitania como "foederati". Sí parece más probable que Turismundo, una vez repelido el ataque huno en el que se había visto envuelto, no respetase la alianza con los romanos que su padre fallecido había sellado (al fin y al cabo él no la había firmado, y no tenía por qué estar de acuerdo con él...), y optase por regresar rápidamente a Tolosa para asegurar su puesto en el trono frente a las habituales luchas internas visigodas por el poder (como más adelante se vería). En definitiva, los visigodos abandonaron a sus aliados en pleno campo de batalla, pero esto no podía escribirlo Jordanes. Aecio actuó de la única forma posible, reducidas sus fuerzas a sus propios hombres (una sombra de lo que fueron las legiones de Augusto y Trajano), y con el peligro de sufrir una derrota atacando a un enemigo acorralado que le dejase libres las puertas de la Galia y de toda Italia.

Aecio, Turismundo y Atila abandonaron el campo de batalla de Châlons dejando tras de sí tantos cadáveres (algunos estiman entre veinte y treinta mil), que según los contemporáneos las almas de los muertos siguieron luchando en el lugar durante varias noches y, durante generaciones, los campesinos de la zona siguieron desenterrando huesos y armas mientras labraban la tierra. En cualquier caso, al año siguiente Atila lo intentó de nuevo invadiendo Italia, y sólo la superstición endémica del rey huno unida a la peste y la hambruna que amenazaba su ejército lo detuvo de seguir avanzando hacia Roma (la historia del encuentro entre Atila y el papa León I el Magno fue un hecho circunstancial, posteriormente magnificado por la Iglesia Católica).

La retirada de Atila y su muerte al año siguiente supusieron sendos reveses para la imagen de que gozaba Aecio ante Valentiniano III, que sospechaba que su mejor general tenía aspiraciones al trono imperial. Aecio había apostado desde el principio de la invasión de Italia por una solución militar a pesar de lo reducido de sus fuerzas, pero Valentiniano III prefirió permanecer a la defensiva y resistir desde Roma; con la muerte de Atila en 453, el emperador occidental pensó que la habilidad negociadora y militar de Aecio ya no eran tan necesarias, ahora que había desaparecido el peligro de Atila. Por estas razones, y alentado por las habituales intrigas palaciegas, en el año 454, Valentiniano III lo mandó llamar a palacio, y luego de una intensa discución, él mismo asesinó por sorpresa a Aecio atravesándole con la espada imperial. Al año siguiente, dos antiguos oficiales de Aecio asesinaron al emperador durante un desfile militar, seguramente a instancias del influyente y rico senador romano Petronio Máximo, que aspiraba al trono.

Más tarde, "vengando la muerte del emperador", el vándalo Genserico invadió y saqueó Roma, probablemente llamado a ello por la viuda de Valentiniano. Partió entonces hacia el norte de Africa con un rico botín, que incluía algunos prisioneros ilustres, dejando a la ciudad humillada. Habían pasado seis siglos desde que en tiempos de la Antigua república romana, Cartago hubiese sido destruida hasta los cimientos. Ahora la nueva Cartago vengaba a la antigua.


Sacado de wikipedia

(posible fuente no fiable) xd


Comentarios

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  1. #1 alevin 06 de mar. 2007

    Perdon, acabo de leer el artículo y me pongo a la cola detrás de tí, F., para enviar mis padrinos (o madrinas, como prefiera) a Guillen, por eso de que Aecio no era romano. Que yo sepa, Flavio Aecio era hijo de un tal Gaudencio, de oficio "magister militum" y habia nacido en Durotorum sobre el 390. Efectivamente pasó parte de su juventud como rehen entre los hunos, lo que le dió gran conocimiento de sus costumbres y tácticas, y lo que emplearía en beneficio própio. Se aprovecho de la inexperiencia de Valentiniano III alcanzando altas dignidades políticas y militares, representando a Roma y su poder, para lo que, por cierto, no dudo en aliarse con los hunos contra visigodos, francos y burgundios. No admitió rivalidades en política, aunque le costara perder terrritorios y llegó a enfrentarse al emperador. Fué asesinado por el própio valentiniano III en el 454.

    Otro punto que creo hay que dejar muy claro es que Atila no era ningún bárbaro depredador, sino que era una persona con bastante sensibilidad amante de la poesia y tambien de las comodidades y el lujo. Impuso un rígido ceremonial y creó una cierta estructura política en su gobierno con la creación, por ejemplo, de una especie de cancilleria de Asuntos Exteriores e incluso se hizo construir (contra la costumbre inveterada de habitar tiendas y la transhumancia)cerca de Budapest un palacio, de madera mayormente, pero con la ventaja de poderlo ir ampliando según las necesidades y ademas fácilmente defendible por un sitema fortificado. Parece ser que no le agradaba la guerra y que solo recurría a ella despues de agotar otros remedios, pero incluso así solía planificar los combates y participar en ellos desde lejos para observar los movimientos de los contendientes, no por cobardía, lo cúal no le impedía ser despiadado con los vencidos que le habían ofrecido fuerte resistencia.

    Yo no solo no suelo consultar la Wiki, sino ni siquiera internet, me fio más de mis "colecciones" de datos que he ido recopilando desde hace muchos años y de origenes menos modernistas, pero creo que más fiables. De cualquier forma, F., tú como historiador profesional, que creo eres, podras juzgar e informarnos con mayor certitud.
    Paz y bien

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