Autor: alevin
martes, 06 de febrero de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: alevin


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D.Felipe III, Rey de las Españas y de ........Irlanda (El desembarco de 1601)

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Erase una vez un Rey español que tuvo la oportunidad de serlo también en un país europeo con el que el único vinculo que nos unía era la religión y, gracias e este vinculo, lo fue durante casi dos meses. Me refiero a Irlanda, que prefería pertenecer al ámbito hispano que al inglés, tal era la aversión que a estos últimos tenían los irlandeses. También es cierto que existía una cierta simpatía mutua entre irlandeses y españoles pues, por ejemplo en los tercios, los primeros eran considerados como hispanos a todos los efectos. Pero resumamos los antecedentes de esta aversión anglo irlandesa:

En el comienzo de su andadura histórica, Irlanda, se encuentra dividida en una serie de clanes (“Caufing”) que asimismo se agrupan en entidades mayores llamadas” Rights”. El país esta básicamente dividido en cinco “provincias independientes”: Ulster, Leinster, Munster, Connaught y Meat, que en teoría se gobernaban por un “primus Inter. Pares”(“Ard Right”). Esta organización política es el origen de las constantes rencillas entre los diferentes clanes rencillas que marcarían toda la historia del país, con lo que la isla se convirtió en un permanente campo de batalla apto para cualquier invasor organizado, y únicamente unidos por la religión católica desde el s. V, convertidos por S.Patricio. Tal ocurrió con la llegada de los noruegos en el s. VIII, durante dos siglos campan a sus anchas por la isla hasta que pasan a convertirse de invasores en colonizadores, pero eso sí, continuando la tradición de huir de la unidad, por lo que siguen conviviendo diversos “reinos”, entre los que destacaran Dublín y Limerick.

En el s. XII, uno de estos reyes locales se vio expulsado de su reino y exilado en Inglaterra, donde se hizo con la ayuda de aventureros normandos y de algunos nobles ingleses que le ayudan a recuperar su reino a cambio de la concesión de territorios, lo que provoca la suspicacia del monarca ingles, Enrique II, que teme que sus nobles escapen a su autoridad y se independicen, por ello invade Irlanda, derrota a las tropas que se le oponen y, tras la ocupación de Dublín, se proclama Señor (que no Rey) de la isla, suprimiendo sus leyes y estableciendo un feudalismo mantenido por concesiones a nobles inglese de su confianza, llegando a adscribir a la iglesia irlandesa bajo el primado de la de Inglaterra.

Y aquí tiene su origen el desencuentro anglo-irlandés, que se desarrolla basándose en un malestar constante y periódicas rebeliones (1174, 1315, 1337...) a lo largo de los tiempos con dos años clave: 1542 en el que Enrique VIII se proclama Rey de Irlanda y 1800, en que un Acta del Parlamento Británico acaba con el último resto de la autonomía irlandesa y el país queda incorporado de pleno derecho al Reino Unido. Esta acta que podía haber sido un punto y final, en realidad se convirtió otro trágico principio, pero eso ya forma parte de otra historia.

Centrémonos ahora en nuestro país, a finales del s. XVI,. Felipe II, que no confiaba mucho en la capacidad de su heredero, sintiendo que sus días llegaban a su fin, quiso dejarle las cosas lo más arregladas posible. Por ello firma con Francia el Tratado de Vervins (2 de Mayo de 1598), renuncia a la soberanía de los Países Bajos en su querida hija Isabel Clara Eugenia y su prometido el Archiduque Alberto de Austria (aunque no consiguió evitar que las provincias del Norte, unidas como Holanda, continuasen la lucha) y dejó en suspenso la cuestión inglesa, pues los ingleses estaban demasiado ocupados en reprimir la rebelión irlandesa como para dedicarse al asalto de nuestros barcos o puertos, que, por otra parte, habían mejorado mucho sus defensas.

Pero en España se sabía que si se quería acabar con la resistencia holandesa no podíamos dejar impune la ayuda que a estos prestaban los ingleses y que la mejor manera de preocupar a la Reina Isabel I era el llevar el conflicto a su propio territorio, ya fuera como desembarco directo(“Armada Invencible”) o por la puerta trasera, Irlanda ( había un dicho en la época”: Quien a Inglaterra quiera vencer, por Irlanda debe comenzar”). Esta segunda posibilidad había ya sido probada con amagos que no tuvieron demasiada trascendencia pero que mostraron una cierta viabilidad.

La gran oportunidad llega cuando, en el año 1600, reinando ya Felipe III, llegan unos emisarios irlandeses solicitando la ayuda del monarca español y a cambio le ofrecen el trono de Irlanda. Inmediatamente el Rey envía una embajada encabezada por Martín de la Cerda y el clérigo Mateo de Oviedo que se entrevistan con sesenta jefes locales, los cuales juran al Rey Felipe como su propio Rey y a partir de este momento se monta una de las aventuras más quijotescas dentro de la historia de España.

El 3 de Septiembre de 1601 zarpa de Lisboa, al mando del Almirante Diego Brochero, una flota compuesta de 35 navíos en donde se embarcan unos 4.500 hombres al mando del Maestre D. Juan del Águila, un veterano de nuestros tercios (véase biografía en el artículo “La Armada Invencible”). Poco antes de encontrarse nuestra flota a la mitad de su viaje estalla la consabida tormenta que desbarata, como es ya costumbre, a la armada, viéndose 8 de los navíos, al mando de Pedro de Zubíaur, obligados a retroceder y refugiarse en el Ferrol, restando a la expedición un millar de hombres y gran cantidad de municiones y bastimentos. El resto de las naves arriban, el 2 de Octubre, al puerto de Kinsale, en el sur de Irlanda, que es ocupado sin resistencia.

Juan del Águila, dado que su movilidad era muy reducida pues no tenía caballos y los locales habían sido expropiados por los ingleses, se encierra en Kinsale, resignándose a ser asediado, y envía un mensaje a los rebeldes irlandeses, que se encontraban en el norte de la isla, para que se reúnan con él, pues hasta el momento la única ayuda recibida consistía en menos de un millar de irlandeses mal armados e inexpertos.

Entre tanto las fuerzas inglesas, al mando del Virrey Mountjoy y del Gobernador Carew, solicitan urgente ayuda a la metrópoli mientras comienzan a hostigar a los recién llegados.

Por parte de España es inmediatamente atendida la petición del Maestre del Águila y el 1 de Diciembre de 1601, al mando del mismo Pedro de Zubiaur que no pudo proseguir con la expedición original, parten de La Coruña 10 navíos con armas, víveres y un millar de soldados. Pero había que pagar el tributo correspondiente a Neptuno (a sueldo del ingles, seguro) y la ya clásica (por esperada) tormenta hunde un navío y obliga a otros tres ha refugiarse en la costa cantábrica. Por fin ,el 14 de Diciembre, avista Zubiaur la costa irlandesa, recalando en Castlehaven, unos kilómetros al oeste de Kinsale, ya que fue advertido de que esta localidad estaba asediada por la flota enemiga.

Bastó la noticia de la llegada de la flota, par que la moral de los asediados subiera tantos enteros como para lanzarse a una salida, en la madrugada del 16 de Diciembre, que les costo a los ingleses 20 cañones y 700 bajas, siendo nuestras perdidas de unas pocas decenas de hombres.

Pero Zubiaur no se limitó a desembarcar sus tropas, sino que entabla acuerdos con los jefes locales(O’Driscoll, O’Sullivan y Mac Carthy) para montar una guarnición hispano-irlandesa en las poblaciones de Baltimore, Bantry y Berehaven, con lo que se conseguía un control efectivo sobre el sur de la isla.

Ante el cariz que toma la situación, Inglaterra, envía al Almirante Levison que intenta primeramente un desembarco en Castlehaven, desembarco que es rechazado, por lo que entonces plantea una batalla naval de la que, al cabo de cinco horas, se ve obligado a retirarse tras la perdida de dos navíos, por uno nuestro( el galeón “Maria Francisca”). Tras esta modesta victoria, las fuerza españolas consiguen afianzar una cabeza de puente al sur de la isla útil para futuros desembarcos.

El virrey Mountjoy, por probarlo todo, conmina a la rendición a Juan del Águila, recibiendo una de esas respuestas a las que tan proclives eran nuestros hidalgos en aquellas fechas: “Conservaré esta ciudad primeramente para Cristo, luego para el Rey de España y la defenderé de todos los enemigos”.

Por fin, el 25 de Diciembre, llegan los refuerzos irlandeses al mando de O’Donnell (¿a que el apellido nos suena?) y O’Neill, contactando con Zubiaur, que aún se encontraba en Castlehaven. Se acuerda una acción en común para romper el cerco de Kinsale, pero Zubiaur, quizás demasiado prudente, no quiere desguarnecer de españoles los tres puertos que había conseguido, por ello solo cede, ante el disgusto irlandés, a 200 soldados españoles al mando de Alonso de Ocampo, que unidos a 6.000 irlandeses parten en ayuda de Juan del Águila, con el que se acuerda un plan consistente en realizar una salida que obligase a los inglese a utilizar toda su fuerza y cuando estuvieran tratando de rechazar el ataque, O’Neill embestiría de repente, tomándoles
por sorpresa.

La situación de los sitiadores ingleses no era muy boyante pues, entre deserciones, bajas y enfermedades, de los 12.000 hombres originales apenas quedaban 8.000, pero de nuevo la suerte se alió con los anglosajones (a parte de su mítica mistad con las tormentas), pues mira por donde los ingleses se enteraron con antelación de los planes hispano-irlandeses. ¿Qué como pudo ocurrir esto?. La versión oficial es más propia de una “Opera Bufa” que de una guerra seria. Resulta que un tal Mac Mahon, uno de los lugartenientes de O’Neill, alcohólico por devoción, se encontró sin un güisqui que echarse al coleto, por lo que pasó al campo inglés a pedirlo y, a cambio de unas botellas, contó todo el plan. El caso es que cuando el 4 de Enero de 1602, los soldados de O’Neill y de Ocampo intentan tomar las posiciones previstas, se percatan de que estas ya están en manos del enemigo, que toma la iniciativa, por lo que se ven fuertemente rechazados. Se crea una espectacular confusión en la que se oyen los gritos de ¡traición!, ¡traición! creándose una desbandada al cabo de dos horas de combate, al que pone punto final la caballería inglesa, muy superior a la irlandesa, que se ceba en nuestra infantería. Apercibidos en Kinsale de lo que esta sucediendo se intenta una salida que es también duramente rechazada obligando a Del Águila a volverse a encerrar en la población. Y aquí termina, realmente, la historia del corto reinado de Felipe III sobre Irlanda, derrocado por culpa (oficialmente) de unas botellas de güisqui.

Lo sucedido en días posteriores ya no tiene mayor trascendencia. Juan del Águila intenta varias salidas a la desesperada sin ningún éxito y entonces, cercado y sin esperanza de auxilios por parte de España o de los rebeldes irlandeses, decide parlamentar con el Virrey Mountjoy, firmándose una honrosa capitulación el 12 de Enero, en la que se estipula que tanto los españoles, como los irlandeses que quisieran acompañarlos, podrían salir de la isla conservando armas y bagajes, abandonando la plaza con las banderas desplegadas y siendo transportados por barcos de la reina Isabel a España. Dándose incluso la anécdota de que el Virrey, antes de la partida, organizó en el Ayuntamiento de Kinsale una cena de confraternidad para todos los oficiales.

Pero para Juan del Águila los problemas empezaron a su llegada a La Coruña, donde se le acusó de haberse rendido demasiado pronto, sin haber dado lugar a que llegaran más refuerzos de España. Entonces abatido y deprimido, sin pasar por la Corte, se retiró a su pueblo abulense, donde a poco falleció, añadiéndose su perdida al millar de españoles que quedaron enterrados en Irlanda, en una tierra que durante un par de meses fue española.

Inglaterra había vencido de nuevo, pero fue una victoria “pírrica”, pues la nación estaba agotada tras sus enfrentamientos con España y ya ni siquiera las riquezas pirateadas compensaban los gastos de tal campaña, por ello, inmediatamente de la muerte de Isabel I (1603), se firma con su sucesor, Jacobo I , el Tratado de Londres (1604), por el que se contemplaba el cese de las hostilidades (nunca se cumplió en el ámbito de rivalidad marítima) y el cese de la ayuda a los holandeses. Pero en el aire queda el “que hubiera pasado si...” Irlanda hubiese permanecido dentro de la Corona Hispana ¿qué influencia habría esto tenido dentro de la historia europea? ¿y dentro de la mundial?.

Bibliografia.-
"La conquista de Irlanda por los Ingleses" - Luisa Mª Jimeno
"Tercios de España" - Martinez Laínez y Sanchez Toca
"Felipe III, Rey de Irlanda" - Mariano González-Arnao

Paz y bien



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Comentarios

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  1. #1 alevin 08 de feb. 2007

    Gracias por vuestros comentarios. A mi me ha llamado la atención, dentro de la descripcion de los tres rostros que nos envía frank-debrin, el de anglo-TEUTONICO. Lo de teutónico tendría algo que ver con el origen de la Casa real Inglesa? ¿o con ciertas simpatías latentes....?. Y creo que se puede afirmar que en España caen mejor los irlandeses que los ingléses
    Paz y bien

  2. #2 alevin 09 de feb. 2007

    Os agradezco a todos vuestras aportaciones.

    Minaia, sobre las correcciones ortográficas seguramente tienes razón, pues sabes que es fácil, a la hora de mencionar topónimos o nombres extranjeros el cometer algún error (como ejemplo, la relación con la que nos regala Brigantinus, en donde los nombres de las localidades estan más basados en pronunciación que en su grafía real). Muy bueno el enlace de Francisco de Cuellar, fijate que yo más que un artículo veo toda una novela lo "Alatriste"¿eh?. Tienes toda la razón en lo de De Valera, me había fiado de un viejo artículo irlandes (y no sé que recuerdo residual que guardaba de algo que leí cuando murió en 1975)en donde se alababa su origen español, pero efectivamente nación en Nueva York en 1882, hijo de un español (según otras fuentes) e irlandesa. Mea culpa

    Frank-Debrin, muy interesante tambien tu enlace de los emigrados irlandeses en España, que super complementa la respuesta que yo le había dado a David.

    Brigantinus, muy curiosa esa relación que expones, es como un resumen del artículo pero visto desde la lejania del lugar del conflicto .
    Paz y bien

  3. Hay 2 comentarios.
    1

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